Entrevista

Enzo Del Búfalo: “Se ha creado un mini mundo de castas”

Enzo Del Búfalo retratado por Alfredo Lasry | RMTF

03/10/2021

Caracas, una ciudad cuya topografía urbana comienza a cambiar lentamente. Me temo que para mal. Hay viejos y nuevos cimientos sobre los cuales se levantan los iconos de la Pax chavista. ¿Los queremos ver? ¿Son ya inocultables? Nuestra percepción es borrosa, intuitiva, casi a ciegas, pero nunca como antes del estribillo de la canción «Todo es según el color del cristal con que se mira» tiene tanta vigencia. Hay una serie de variables -culturales, políticas y económicas- que intervienen como elementos definitorios del escenario que tenemos ante nosotros. 

Siguiendo el trazado de la línea uno del metro de Caracas, le he pedido a Enzo Del Búfalo* que grafique la ciudad y con ella una Venezuela que tiene más del siglo XIX que del siglo XXI. Sobre todo por la intensa destrucción que hemos sufrido en los últimos 20 años. Los mitos encierran una parte, aunque sea una pizca, de verdad. ¿O acaso no se repite la conseja -hasta la saciedad- de que somos un país rico? La realidad material puede cambiar de un día para otro, pero los prejuicios, las taras culturales y las ideologías, no. 

¿Qué diría del trayecto que va entre la estación Gato Negro y Capitolio? Todo el núcleo de Catia, alguna vez el municipio más poblado de Caracas, pilar de la movilidad social, en el que uno podía advertir crecimiento y avance social.

Diría que es una zona muy simbólica del drama que originó el chavismo. Es la zona donde se ve mejor la Venezuela de la esperanza, de esa consigna que Teodoro Petkoff resucitó «estamos mal, pero vamos bien». ¿Cuál era uno de los mitos dominantes en esa época? La idea de que Venezuela era un país rico, precisamente, entre los años 50 y 80 (hasta el viernes negro), efectivamente, se formó ese mito, digamos, porque coincidieron dos cosas: la riqueza petrolera y la inmigración europea. Venezuela estaba subiendo y atraía a la población empobrecida de unos países destruidos por la guerra. ¿Qué veían los inmigrantes? Un país donde las cosas mejoraban. La conclusión lógica era que Venezuela era un polo de la riqueza mundial. Ahí se formó el mito. Ciertamente, había ranchos, pobreza y enfermedades endémicas, pero las cosas estaban cambiando y la creencia era que se iba a alcanzar el desarrollo en cuestión de tiempo. Una y otra vez: mañana vamos a estar mejor que hoy. Es decir, la idea de que «estamos mal, pero vamos bien». 

¿Cuál es el correlato político de ese mito? 

Una dinámica que permitía un control partidista y una democracia representativa. Los partidos que fundan la democracia son dos partidos populistas clásicos, como una respuesta a la visión oligárquica del liberalismo tradicional de América Latina, donde estaban los oligarcas, unos blancos de orilla y una población esclava y exesclava. ¿Qué planteaba el populismo? Una alianza de clases. Eso era Acción Democrática (en Venezuela) y el Apra en Perú. El surgimiento de la clase media, cuya expresión más visible fue la generación del 28, es la llamada a dirigir esa alianza de clases. 

¿Qué diría del trayecto que va de la estación Capitolio a Plaza Venezuela? No para detenernos en un ícono de la institucionalidad política como la Asamblea Nacional o el Palacio de Miraflores sino en el Palacio de las Academias y más concretamente en la Universidad Central de Venezuela. Alguna vez la educación fue el vehículo del ascenso social en este país. 

La estación Capitolio (vista así) es la estación de llegada, que nos demuestra que el problema empieza no con el profesor universitario sino con el maestro rural. Rómulo Betancourt decía que el maestro rural tenía doble función. Una era alfabetizar y la otra era el cuadro del partido. La educación, como forma de ascenso social, empezando por un mejoramiento mínimo cualitativo de la fuerza de trabajo, era el problema. Es decir, ¿cómo capacitar a un campesino que venía de la hacienda o del conuco? Transformar eso en una fuerza laboral, primero, artesanal y luego industrial era parte de ese proceso educativo, en la parte más importante de la gente que está en el eje Gato Negro Capitolio. ¿Por qué? Porque, cuando llegamos a Capitolio, el mejoramiento de la educación es para la nueva clase media y también para las grandes masas. Eso es lo que se plantea el populismo tradicional, un movimiento articulado entre las clases populares y la nueva clase media (obviamente, el significado de populismo no tiene la misma acepción que le damos en la actualidad, no es el populismo soberanista de Donald Trump, en Estados Unidos, o de Marie Le Pen, en Francia, por ejemplo). 

¿Cómo transformar una sociedad agraria en un lapso tan corto? 

La tarea del populismo era, justamente, educar a esas masas, que tenían un problema cuya raíz viene de la Guerra Federal y que va a rebotar y a crear el chavismo. ¿Cómo incorporar a esa población a una estructura nueva? Ese problema quedó pendiente, incluso hasta el gobierno de Juan Vicente Gómez. Pero con el petróleo eso cambió. Aunque esa masa no estaba preparada para aprovechar las oportunidades que abría la nueva riqueza. ¿Quién ocupó ese puesto? Los inmigrantes. Si ibas a construir la línea férrea entre Barquisimeto y Puerto Cabello, ¿a quién ponías como capataz? A un italiano, a un español, que más o menos conocía o decía conocer de lo que estamos hablando. Pero tenías el problema de los criollos. La propuesta que grafica la solución a ese problema fue la colonia de Turén. Turén se diseñó para poner mano de obra agrícola europea en un lote y a mano de obra criolla en un lote contiguo. La idea era que el criollo aprendiera del europeo. Más que como proyecto económico, Turén tuvo éxito desde el punto de vista educativo. La mano de obra europea sabe cómo organizarse administrativamente y sabe vivir como hombres libres. Y eso es lo que tiene que aprender el criollo, cuyos abuelos eran esclavos o exesclavos. Turén permitió integrar la inmigración europea con los herederos de la Guerra Federal, con los proto chavistas. El éxito económico fue parcial, allí están los granos de Venezuela, pero para otros cultivos fue un fracaso. 

Hagamos un paréntesis para detenernos en la estación Plaza Venezuela. ¿Qué puede decir de la universidad?

Así como había el problema de la educación para crear una fuerza de trabajo mínimamente preparada para sostener el desarrollo, estaba el problema de la salud. Venezuela era un país con enfermedades endémicas muy extendidas: el paludismo, la tuberculosis, la difteria, el sarampión. El populismo atiende el problema de la salud, entre otras cosas, porque limitaba la educación. Incluso Pérez Jiménez, que era menos populista, pero sigue los planes que se hicieron en los años 40, salvo algunas cosas. Este es el piso para una educación media y universitaria que encuentra, en la década de 1960, a una clase media que, además, está en plena expansión. El problema que se presenta es cómo integrar el sistema educativo al aparato productivo. Es el desafío de mi generación.

El paso siguiente, empezando por el gobierno de Rómulo Betancourt, fue implantar el modelo de sustitución de importaciones. 

Ya hay una cierta infraestructura, pero el modelo venía con una tecnología incorporada. Por lo tanto, la investigación venezolana incipiente no se integraba al desarrollo industrial. El IVIC, por ejemplo, había desarrollado una variedad de caña de azúcar, más apta a los suelos de Yaracuy, pero requería inversiones en la fase de desarrollo industrial. Ninguno de los industriales se interesó en eso. «¿Para qué?», me preguntó uno. «Yo me voy a Hawái y traigo la cosa para acá». ¿Por qué? Porque la disponibilidad de recursos financieros hacía más fácil para un empresario comprar la tecnología allá, consolidada, asegurada. Esa dificultad se mantuvo y se mantiene por mucho tiempo. Se integran carreras como medicina, ingeniería, pero las ciencias puras encuentran serios obstáculos. Y la pregunta de los empresarios era ¿para qué voy a experimentar con algo que no ha sido probado, para eso me voy a Italia, Alemania, Japón o Estados Unidos y me traigo las máquinas? Ese era el aspecto técnico, pero a eso hay que agregar un componente político. Las universidades y los centros de desarrollo son centros de reflexión política y social. ¿Cómo lo ve el sector industrial? «Una inteligencia que quiere el desarrollo, pero ve al capitalismo como un impedimento para ese desarrollo. Una cuerda de ñángaras que quieren quitarme mi negocio». Te encuentras con grupos económicos que hacen grandes donaciones a universidades estadounidenses, pero no les dan un solo bolívar a las universidades públicas del país. 

Hagamos una parada imaginaria en una estación inconclusa, pero prevista, en el Metro de Caracas. Me refiero a la estación Las Mercedes, la zona rosa de Caracas, el emporio del ocio y la vida nocturna. ¿Le asigna algún futuro?

Un futuro falso. La construcción de edificios de lujo tiene dos fases. La primera comenzó cuando lo más difícil (para las empresas) era repatriar ganancias durante los últimos años de Chávez y el comienzo de Maduro. Había una lógica ahí. Las empresas invertían en el sector construcción como una forma de preservar el valor del ahorro. La segunda fase es parte de esta burbuja que se ha creado en el país. En el proceso de destrucción de una Venezuela histórica -en manos de Chávez, que fue el gran desmantelador-, el chavismo ha tenido gran éxito. ¿Recuerdas cuando Chávez decía que había 80 por ciento de pobreza, que era una mentira? Pues hemos llegado, según la más reciente encuesta de Encovi, al 93 por ciento. Queda un seis o siete por ciento de la población que no está en la miseria. Calcula que la mitad es un remanente que queda de la antigua clase media que logra sobrevivir, ya sea porque tiene unos ahorros afuera o porque devenga ingresos en dólares. Queda, por lo tanto, uno o dos por ciento de gente que tiene mucho dinero, que ha hecho fortunas inmensas y que son, justamente, los que manejan este mundo de las burbujas. Esos edificios están junto a estos restaurantes de lujo llenos de camionetotas. ¿Recuerdas cuando Chávez prohibió la importación de Hummer? Ahora hay Hummer por todos lados.

Hay una metamorfosis en Las Mercedes. Se va conformando una nueva estética, un nuevo estilo de vida. 

Tú ves el lujo que la gente asocia a los bodegones, pero en realidad es un mini mundo de un sistema de castas, que se parece, pero no es igual al cubano. En Cuba también hay una población que vive en la miseria, pero también están las tienda para turistas, en las que pagas en dólares. El modelo es tomado de ahí. Lo que pasa es que Cuba es mucho más pobre que Venezuela. Aquí sigue habiendo fuentes de recursos para hacer plata, el Arco Minero, por ejemplo, que lo están destruyendo. Si te pones a ver, hay bolsones donde puedes hacer plata. Claro, es muy poca gente la que puede hacer eso. Se está generando una casta, que la gente quiere ver como enchufados, pero no todos están vinculados al Gobierno, están los que reciben las migajas del entorno, pero es tanta la riqueza que en ese mundo te puedes dar lujos increíbles. Desde la ventana de mi apartamento puedo ver el Humboldt, siempre estuvo apagado, pero desde hace dos o tres años, ahí se hacen fiestas enormes, con juego de luces a colores. Ese es un lugar que ni siquiera en los mejores tiempos del boom venezolano pudo tener un desarrollo. Esta casta lo está desarrollando y con él los aspectos de la riqueza fácil de una manera tan exagerada, que ni siquiera en los tiempos del 4,30, del «ta’ barato dame dos», jamás lograron llegar. Ahí está la exacerbación de todos los defectos de la vieja sociedad venezolana, concentrados en un pequeño grupo que, además, adquiere características reales de casta. 

¿Qué diría de la estación Los Cortijos como expresión de la manufactura, de la industrialización de Venezuela?

El aparato industrial venezolano habrá que dividirlo en dos partes. Uno, las grandes industrias básicas (vamos a incluir al petróleo ahí) y después el aparato industrial de las pequeñas, medianas y grandes empresas. Eso es parte del modelo de sustitución de importaciones, donde, además, se alcanzaron puntas de excelencia. Se llegó a desarrollar una mano de obra especializada, que ahora aprovechan otros países. Y también una cierta capacidad empresarial. ¿Qué pasó? Que el cambio generacional en el manejo de esas empresas coincidió con la quiebra de las finanzas públicas. No había financiamiento barato y abundante y, por tanto, los márgenes de ganancia empezaron a caer de forma sostenida. Los hijos no querían seguir con la fábrica y la cerraban. Eso es parte de la desindustrialización en Venezuela. La apertura de los años 90, además, abrió nuevas oportunidades. La misma fábrica puesta en Colombia, por diversas razones -trabas burocráticas, trabas institucionales y esa inclinación a castigar al empresario- producían a un costo menor (alrededor del 30 por ciento). Si el mercado atractivo era el venezolano y la forma más barata de producir era en Colombia, ¿pues qué hacemos aquí? Vámonos a Colombia. Como me dijo un empresario. Allá me dicen don y aquí me tratan como a un delincuente. Cuando vino Chávez, todo esto se intensificó. Todo el tejido empresarial se vino abajo y las pocas empresas que quedan trabajan al 20 por ciento. Ahora, esto cambió a partir de 2020. El ataque a la pequeña y mediana industria cesó. Ya no es aceptable. Ahora el problema son las sanciones. Si no hubiese sido por las sanciones, el gobierno de Maduro hubiese sido un hermoso gobierno neoliberal. 

¿Qué diría de la Estación Petare como última parada en este viaje imaginario?

¿Ahí no es que se reparten las bolsas CLAP? ¿No es el lugar de la nueva peonía? Olvidados por los partidos políticos, Catia y Petare se convirtieron en depósitos de seres humanos. ¿Recuerdas la consigna «con hambre y sin empleo con Chávez me resteo»? Eso -el hambre y el desempleo- se hizo realidad. Es el símbolo de lo que tenemos actualmente. Y así como hice las preguntas iniciales, también puedo hacer otra pregunta. ¿Qué tanto de apoyo puede tener el chavismo en esos lugares? Yo no tengo una respuesta a eso. Me da la impresión de que no es mucho, aunque a veces pareciera que sí. ¿Tú tienes alguna idea?

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*Economista, Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Central de Venezuela).


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