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«El tratamiento especial»: El método que el médico de las gimnastas usó para abusar de más de 125 niñas

Fotografía de Scott Olson / Getty Images North America / AFP

22/01/2018

¿Cómo logró Larry Nassar abusar de tantas atletas durante dos décadas? A pesar de que ya en 1998 surgió la primera acusación, este médico logró convertirse en el oficial del equipo de gimnasia olímpica de EEUU y de la Universidad Estatal de Michigan. Sus artimañas por fin quedaron desveladas en los testimonios de las más de 60 víctimas que hasta ahora han declarado en la corte de Michigan que lo juzga.

A lo largo de la semana, las cámaras de televisión que fueron admitidas en la audiencia pública celebrada en la corte de Lansing, Michigan, se encendieron y filmaron una y otra vez la cara del médico Larry Nassar. Buscaban, quizás, en esa exposición mediática, en esas horas de tensa quietud, capturar por un instante un gesto que delatara las atrocidades que había cometido.

Más de 60 mujeres, como si fueran una verdadera armada, se presentaron a la corte para narrar con detalles y mirándolo a los ojos, los abusos a los que habían sido sometidas. Larry Nassar, sentado en la silla de los testigos, tuvo que escucharlas una a una.

Todos los días, una nueva víctima -sobreviviente, como prefirieron llamarse las demandantes-, fue apareciendo en la lista de las que asistirían a la corte, para delatar así la dimensión de la tragedia.

La primera en hablar, Kyle Stephensdejó en evidencia con su desgarrador testimonio que desde 1998 ella ya había señalado a este hombre.

“Expuso su pene, me dijo que si lo quería volver a ver solo tenía que preguntar, se masturbó delante de mí, puso su pene en mis pies y luego penetró mi vagina con sus dedos mientras todos estábamos en la casa”, testificó la joven, a la que en su momento no creyeron sus padres y a la que, por el contrario, exigieron que presentara una disculpa ante el reputado médico, amigo de la familia.

Así, con denuncias fallidas y un prestigio que parecía irrefutable, Nassar fue capaz de pasar indemne ante todo tipo de señalamientos hasta noviembre de 2016, cuando finalmente le fue cancelada su licencia y cuando fue llevado a corte, paradójicamente, no por el abuso de menores, sino por la posesión de más de 37,000 archivos de pornografía infantil.

Los testimonios de las mujeres que acudieron a la corte, que repasaron con dramatismo casi 20 años en los que Larry Nassar se especializó en vulnerar niñas y abusar de ellas, ayudaron a entender en profundidad el complejo y astuto proceder del médico.

El gurú de dolor

Entre las historias narradas en el estrado por las demandantes con llantos incontrolables, dolor e ira, se hizo evidente la temprana edad a la que habían sido atacadas.

Mientras que la madre de la gimnasta Chelsea Markham, quien se suicidó en 2009, denunció que los abusos habían empezado a los 10 años, otras, antes de empezar a hablar proyectaban en las paredes de la corte fotografías de cuando eran niñas de 12 años, solo para que nadie olvidara ni por un instante cómo luce y cómo actúa una niña a esa edad.

“A los 18 era una niña, había dejado la escuela, había besado a dos niños y tenía el permiso de mi padre de golpear a cualquier chico que me tocara”, contó la jugadora de voleibol Jennifer Rood-Bedford, quien, sin embargo, no pudo defenderse de las artimañas de Nassar.

Al consultorio del doctor osteopático que había sido nombrado coordinador médico para el equipo de gimnasia olímpica de los Estados Unidos, y que desde los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996 se había convertido en el doctor oficial del equipo, todas acudieron por un dolor provocado por su desempeño deportivo. A todas, de manera sistemática les recomendaron ir con él.

Nassar se había convertido en una especie de gurú para el dolor, no solo en las ligas de la gimnasia olímpica, sino en la Universidad Estatal de Michigan (MSU, por sus siglas en inglés), de donde se graduó con honores y en donde ejercía como médico y profesor adjunto, extendiendo sus abusos a todo tipo de disciplinas: el softball, el voleibol, el patinaje.

Sin embargo, si las atletas acudían con un dolor en una rodilla, en la espalda o en un hombro, Larry Nassar tenía un mismo proceder para todas. Después de que más de 60 jovencitas lo describieron con detalle, no es difícil trazarlo con claridad ni cuesta revelar que había todo un método detrás. Incluso en el comunicado publicado en su cuenta de Instagram, la gimnasta Simone Biles reveló el nombre como era conocido entre las gimnastas:«el tratamiento especial».

“El tratamiento especial”

Una vez que las pacientes llegaban a su consultorio, Nassar les empezaba a hablar para crear un ambiente de confianza y normalidad. Las hacía acostar en la camilla y con sus manos empezaba a rodear sus áreas genitales, y sin previo aviso, “sin explicar lo que iba a hacer, ni las razones para hacerlo” y, algo en lo que todas han hecho énfasis, “sin usar guantes quirúrgicos”, el médico les introducía sus dedos en la vagina.

“Me dijo que me acostara y abriera las piernas y sin anticiparlo puso sus dedos secos en mi vagina”, narró en detalle ante la corte Jennifer Hayes, quien practicaba patinaje artístico y quien puso de manifiesto que Nassar abusaba de ella por largos periodos de tiempo: “No había visto un solo ginecólogo en mi vida, y él en cada sesión duraba más de 15 minutos con sus dedos dentro de mí”.

La normalidad con la que parecía operar el abuso era tal que incluso Nassar lo llegó a hacer con padres presentes en el cuarto. Su estrategia, justamente, pasaba por presentar la práctica como un tratamiento médico avalado y legítimo. El mecanismo le resultó efectivo incluso para engañar los reportes policiales en los que, como quedó registrado en 2014, la oficina del Condado de Ingham dedujo “que los tratamientos de Nassar eran médicamente apropiados”.

Por eso no sorprende ver que muchas de las niñas abusadas, a pesar de sentirse molestas y vulneradas, no terminaban de entender qué les había pasado. Su temprana edad era una clara debilidad al momento de reconocer los límites entre lo que es un abuso sexual y un procedimiento médico. En corte, algunas incluso narraron cómo el médico presionaba en lugares que ellas no conocían y que les detonaba sensaciones que les hacían sentir “que su cuerpo las traicionaba”.

El mecanismo resultó tan efectivo que se mantuvo intacto por décadas. Cuando la gimnasta Chelsea Williams tuvo que ver a Larry Nassar después de 10 años de haber tenido su primera cita -y en tanto, su primer episodio de abuso-, encontró que el médico seguía haciendo el mismo procedimiento: “ Cuando volví a ver al doctor Nassar 10 años después y vi que seguía haciendo el mismo procedimiento pensé que este debía ser normal y ampliamente reconocido y le di la oportunidad de seguirme tratando y de abusar de mi 20 veces, porque lo veía una vez al mes”.

En el mundo de la gimnasia y del deporte de alto rendimiento, los atletas confían en sus entrenadores completamente incluso cuando se trata de una condición de peligro, están entrenados para ser disciplinados y a obedecer, por eso a muchas de las niñas vulneradas les costaba creer que había algo malo con Nassar, a quien sus entrenadores siempre recurrían. Preferían pensar que había algo mal con ellas.

“Imagine cómo nos sentíamos siendo unas niñas inocentes en un país extraño y oír la puerta y saber que era usted el médico que nos tenía que ver. No queríamos verlo pero no había de otra, era una obligación”, expresó enfática la medallista olímpica Aly Raisman.

Pero si unas niñas no podían entender la gravedad de lo que estaba pasando, ¿por qué varios adultos que fueron alertados sobre los métodos del médico no dijeron nada?

«Adulto tras adulto lo protegieron»

Tiffany Thomas López, una jugadora de softball y una de las primeras en acusar a Nassar, contó en su momento que cuando le había comentado a su entrenadora sobre lo que había pasado en su consultorio, ella le aseguró que eso era “justamente lo que se suponía que el doctor tenía que estar haciendo”.

La misma respuesta recibieron otras de las jovencitas abusadas de parte de la entrenadora del equipo de gimnasia de la Universidad de Michigan, Kathie Klages, quien según testimonios, expresamente les dijo que no presentaran cargos.

John Geddert, quien fuera entrenador del equipo de gimnasia olímpico y dueño de Twistar, un club de gimnasia, no solo desestimó las denuncias, sino que siguió recomendando a Nassar como médico.

Y la cúpula del equipo de Gimnasia Olímpica de EEUU, al tanto de lo que ocurría, decidió hacerle firmar a la emblemática medallista McKayla Maroney un acuerdo de confidencialidad por 1,5 millones de dólares en diciembre de 2016 para que no hablara sobre el tema.

Como dijo claro y fuerte la gimnasta Aly Raisman tras acudir de manera inesperada a la corte de Michigan: “Ningún adulto actuó, hubiéramos podido no conocerlo, usted debería haber estar encerrado hace mucho tiempo. No sabemos por qué le permitieron seguir. Adulto tras adulto lo protegieron y hasta nos hacían sentir culpables volviéndonos víctimas otra vez”.

Las investigaciones apenas comienzan y el juicio aún no termina. La jueza Rose Marie Aquilin dejó claro que se extenderá tanto como sea necesario hasta oír a todas las víctimas que quieran hablar.

Con cada voz escuchada, con cada testimonio dicho en público, los mecanismos operados por el predador de menores van quedando cada vez más delatados y el mecanismo de silencio de sus testigos sigue generando dolorosas preguntas.

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Este texto fue publicado originalmente en Univisión Noticias.

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