Perspectivas

El resplandor azul que salvó vidas

07/09/2022

Batalla de Shilloh. 1862. Cromolitografía de L. Prang & Co. | Boston Public Library | Flickr

Con apenas 19 años, para el soldado William Garrett siempre existió la posibilidad de terminar sus días así. Su mundo había estado rodeado de violencia. Esa probabilidad se incrementó desde que ingresó al Ejército Confederado aquel invierno de 1861. ¿Ha valido la pena?

Ahora yacía en aquel campo de batalla enlodado, con la certeza de que moriría. Todo había sido tan breve e intenso, incluso su temporada de soldado. Esta, su última batalla en Shiloh, había sido particularmente dura. Dos días de pólvora, bayonetas, luchas cuerpo a cuerpo, sangre y muertes. Demasiadas, en ambos bandos. Sufría una última tremenda agonía, esperando el último suspiro. Morir quizás sería un alivio, el dolor de la herida en la pierna y el abdomen era demasiado para tolerar por mucho tiempo más. Moriría tristemente, esa noche quizás. Pero, mejor así. Que llegara pronto. El frío era demasiado para aguantar al aire libre y menos así todo empapado.

El soldado Ambrose Bierce se unió al Ejército de la Unión a los 18 años en abril de 1861 sólo unos días después de que el presidente Lincoln emitiera una proclamación llamando a voluntarios para unirse al Ejército de la Unión. Un año después había participado en varias batallas intensas pero aquella noche en los alrededores de Shiloh no lograba entender cómo había logrado sobrevivir. Años después describiría de lo que fue testigo ese día en su famoso cuento “Lo que vi en Shiloh”: “La corteza de estos árboles, desde la raíz hacia arriba hasta una altura de diez o veinte pies, estaba tan perforada por las balas y la metralla que uno no podría haber puesto una mano sobre ella sin cubrir varios pinchazos. Ninguno había escapado. La forma en que el cuerpo humano sobrevive a una tormenta como esta debe explicarse por el hecho de que está expuesto a ella solo unos pocos momentos a la vez, mientras que estos grandes árboles viejos, desde que subía hasta que bajaba el sol, no tenían a nadie que tomara su lugar”

La Batalla de Shiloh ocurrió en el sureste de Tennessee entre el 6 y 7 de abril de 1862 durante la Guerra Civil Norteamericana. En ella se enfrentaron 5 divisiones del Ejército Confederado al mando del General Albert Sídney Johnston quien lanzaría un ataque sorpresa sobre 5 divisiones del Ejército de la Unión comandado por el General Ulysses S. Grant en los bosques de Shiloh. Más de 100,000 soldados enfrentados a todo. Fue la batalla con el costo de vidas más alto de la guerra civil hasta ese momento, unos 3400 muertos y 16,000 heridos distribuidos de manera equitativa entre los dos bandos. Entre los muertos se incluye al mismo General Albert Sidney Johnston lo que contribuyo a disminuir enormemente la moral del ejército confederado. El Brigadier General William T. Sherman dramáticamente describiría el horror de esta batalla, las escenas en el campo de batalla hubieran curado a cualquiera de la guerra. Cuerpos mutilados, muertos, moribundos en cualquier forma concebida, sin cabezas ni piernas ni caballos…Todavía siento la horripilante naturaleza de esta guerra y las pilas de caballeros muertos, heridos y mutilados me pone más ansioso que nunca por la esperanza de un fin”.

La época de la guerra civil norteamericana encuentra a una nación con una práctica de la medicina atrasada con respecto a la medicina en Europa. La mayoría de los cirujanos para el inicio de la guerra nunca habían hecho una amputación o asistido a pacientes heridos de balas. Además, ambos ejércitos tenían un déficit serio de personal de salud: El Ejército de la Unión sólo contaba con 98 doctores y el Confederado con 24 y el número creciente de heridos en ambos bandos hizo que se reclutara a cualquiera que se llamará a sí mismo doctor y pudiera ser de cierta ayuda. Para colmo, no existía para la época conocimiento certero sobre infecciones. La teoría de los gérmenes de Louis Pasteur y la era de oro de la microbiología de Robert Koch apenas empezarían a formularse a partir de esos mismos años. La falta de medidas sanitarias era norma en los centros de atención de heridos. Infección de heridas, fiebre tifoidea, sarampión, malaria, disentería y neumonías eran extremadamente comunes. De los estimados 750.000 personas que murieron durante la guerra civil norteamericana 2/3 no murieron directamente como producto de las balas sino de enfermedades posteriores, fundamentalmente infecciones. La gran cantidad de heridos en esta batalla resultó en que los médicos no se daban abasto para socorrer a los heridos quienes debieron permanecer por horas, y muchos de ellos días, entre el barro y la lluvia y soportando bajísimas temperaturas antes de lograr ser atendidos.

Mientras la noche se instalaba el soldado Garrett noto algo extraño. Sus heridas mostraban un resplandor azulado. Pensó en que era una señal de que el final se aproximaba. Nunca había oído que fuera así. Miro alrededor y todo era oscuridad, cuerpos por doquier, gritos de dolor y últimos quejidos apagados, pero también, en alguno de esos cuerpos heridos, el mismo resplandor azulado-verdoso.

En lo que pasó a ser conocido el “Angel’s Glow” o el “Resplandor o Brillo del Angel”, este acontecimiento que se describe ocurrió en el campo de la Batalla de Shiloh ha sido uno de los eventos más comentados, pero también unos de los grandes misterios de la guerra civil. En especial porque fueron justamente aquellos soldados que tenían heridas resplandecientes los que tuvieron mayor probabilidad de sobrevivir, menor incidencia de infección y más rápida sanación de las heridas. De estos hechos sin embargo existe poca documentación científica o información en historias médicas y lo que se conoce viene fundamentalmente de los reportes verbales de soldados, personal médico e informaciones periodísticas constituyéndose en una verdadera leyenda.

Solo 139 años después, en el 2001, el misterio parece haber sido descifrado y nada menos que por dos estudiantes de bachillerato en Bowie, Maryland: Bill Martin y Jonathan Curtis. Bill tiene un gusto particular por la historia y junto a su familia había visitado muchos de los campos de batalla de la guerra civil. Su madre, Phyllis Marin es microbióloga en el USDA Agricultural Research Service, y su área de investigación es la de las bacterias bioluminiscentes, es decir, bacterias que emiten luz. Ella se hizo la pregunta lógica, de si una de estas bacterias, Phothorhabdus luminescens, que emite justamente una luz azulada, pudo haber sido la causa del resplandor de las heridas. Con su asesoramiento los dos estudiantes se dispusieron a averiguarlo.

Lo que encontraron fue fascinante.

Photorhabdus luminescens, (previamente conocido como Xenorhabdus luminescens) es un microbio que tiene una relación de simbiosis (es decir mutuamente beneficiosas) con los nematodos entomopatógenos del suelo de la familia Heterorhabditida. Por entomopatógenos queremos decir que estos parásitos al infectar insectos le ocasionan la muerte. Lo interesante es la forma como lo hacen. Cuando el nematodo infecta a un insecto, P. luminescens se libera a partir de la vía digestiva del nematodo vomitándolas en el torrente sanguíneo del insecto y estas bacterias lo matan por medio de producción de toxinas. También secreta enzimas que son responsables de descomponer el cuerpo del insecto infectado y convertirlo en nutrientes que pueden ser utilizados para reproducción o replicación tanto por el parásito nematodo como por la bacteria. Finalmente, P. luminescens produce antibióticos y toxinas para evitar la invasión por competidores bacterianos o fúngicos. La relación de la bacteria con el nematodo y el insecto es estrecha al punto que P. luminescens nunca ha sido demostrado que viva libremente en el suelo, aunque esto sí ha sido logrado bajo condiciones experimentales.

Los dos estudiantes también lograron determinar que las condiciones ecológicas del área donde se libró la batalla de Shiloh eran ideales para la proliferación de estos nematodos y bacterias.

Sin embargo, había un inconveniente en su teoría. Aunque se han descrito uno que otro caso de infección en humanos por P. luminescens, esta bacteria necesita típicamente temperaturas más bajas que las normalmente registradas en el cuerpo humano para lograr sobrevivir y proliferar en él. Pero recordemos que durante la Batalla de Shiloh que se desarrolló en la primavera de 1862 las temperaturas pudieron bajar sustancialmente, especialmente durante la noche. Además, hubo largos episodios de lluvia antes, durante y después de la batalla por lo que el piso estaba muy húmedo y enlodado y las ropas mojadas. Estas condiciones fueron propicias para que los cuerpos de los heridos que permanecían sin ayuda en el campo de batalla durante las frías y neblinosas noches pudieran mantener temperaturas realmente tendientes hacia la hipotermia, en especial en extremidades, lo que constituyen temperaturas ideales para la proliferación de P. luminescens.

A sus 71 años el soldado Garrett recordaba, mientras su prótesis producía un sonido pausado y rítmico sobre la vieja madera de su casa de Charleston, aquel día que logró postergar la muerte gracias al “Resplandor del Ángel”.

Ambrose Bierce. Dibujo a lápiz de F. Soule Campbell | Wikimedia

Para Ambrose Bierce por su parte, sus recuerdos eran aún más cáusticos. La guerra había destruido su alma juvenil y sus sueños. El admitiría que “haber visto el elefante blanco” lo había dañado permanentemente, indicando “cuando me pregunto qué sucedió con el joven Ambrosie Bierce que peleó en Chickamauga, tengo que admitir que ha muerto”. Sin embargo, se convertiría en un fabuloso escritor de cuentos y es considerado además uno de los periodistas más influyentes de su época en los Estados Unidos, con una escritura incisiva cargada de sarcasmo y cinismo. Entre sus obras se encuentra “Cuentos de Soldados y Civiles” que habla precisamente de su experiencia durante la guerra civil norteamericana en la cual se puede leer la historia “Lo que vi en Shiloh”. En esa misma obra se encuentra “An Ocurrence at Owl Creek Bridge” (Incidente en el Puente Owl Creek) considerado como una de las historias más famosas y frecuentemente citadas en antologías de la literatura estadounidense.

Su suerte final, es un misterio. En diciembre de 1913, a los 71 años Bierce recorrió algunos de los campos de batallas de la guerra civil para luego cruzar hacia México y convertirse en observador del ejército de Pancho Villa. Nunca más se supo de él. Algunos indican que fue fusilado, otros que murió en batalla combatiendo al lado de Pancho Villa. Allegados piensan que se habría suicidado, algo que había rondado su mente a lo largo de los años. Bierce es el objeto del libro “Gringo Viejo” del laureado escritor mexicano Carlos Fuentes.

Ah, y si desea reír y meditar con su sarcasmo, lea su libro “El Diccionario del Diablo”. Aquí algunas gemas:

Ignorante, s. Persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y conocedora de otras cosas que usted ignora.

Destino, s. Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso de un imbécil.

Autoestima, s. Evaluación errónea.

Médico, s. Alguien a quien lanzamos nuestras súplicas cuando estamos enfermos, y nuestros perros cuando nos hemos curado.

Homeópata, s. Humorista de la medicina.

Evangelista, s. Portador de buenas nuevas, particularmente (en sentido religioso) las que garantizan nuestra condenación y la salvación del prójimo.


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