Fotografía de álbum familiar ©Archivo Fotografía Urbana
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Creo que solo el impulso de escribir,
de representar una silla en trazos de tinta negra.
Eso: ya es algo insondable.
Y desde cada línea escrita se cuela entonces
una delgada ráfaga de voz
que evidencia lo indefinible del deseo de nombrar:
¿Creen ustedes que en cinco garabatos yace la adivinanza
del equilibrio asombroso de una silla?
Pasaron innumerables instantes
de tedio y torpezas
hasta lograr que esos maderos que la conforman,
se organizarán,
y nos permitieran disfrutar de una vida atenta o durmiente.
En ese preciso momento,
este placer de «estar sentado en una silla»
hizo posible la aparición de los cinco signos
que configuran dicha palabra.
Hablo del nacimiento de la escritura:
de ese lenguaje de las cosas mudas.
Porque, con certeza absoluta…
antes de la palabra
ya existía
la silla.
Igor Barreto
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