Literatura
Diario literario 2021 (julio#4): Faulkner (3); Jhumpa en Venezuela; Meursault y los existencialistas; Loyola
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S. Margarita entrevés, sábado 24 de julio de 2021
Jhumpa
Cuando le dediqué un apresurado comentario a la escritora bengalí-norteamericana Jhumpa Lahiri, desconocía que fuera tan popular entre los escritores venezolanos. Sandra Caula, cuyos penetrantes estudios sobre la filosofía esperan por el reconocimiento que merecen, me escribe desde Madrid para decirme que es una de las escritoras que más le interesa. Desde Tenerife, Antonio López Ortega me envía un cuento desolador de Jhumpa, una especie de réquiem de una relación de pareja que no resistió ni la muerte del hijo recién nacido ni los silencios y secretos generados por la pérdida, una tragedia aristotélica en miniatura. A su vez, desde Caracas, Mario Morenza, el más interesante de los investigadores literarios de su generación, me hace llegar varios títulos de Lahiri, de los cuales solo he alcanzado a leer El buen nombre. Por desgracia todos en español. El cuento de Antonio está en buen cristiano y la novela de Mario menos. Ya tendré tiempo de leerla en original, en solidaridad con el interés de los compatriotas en la activa escritora. Antes, sin embargo, debo ocuparme de El cuaderno de Mirina, escrito en italiano, y el origen de mi interés en esta autora, quien en el tratamiento de los personajes femeninos me recuerda a la Woolf de Mrs. Dalloway. No conozco las preferencias de la Jhumpa, pero no es improbable que la Woolf sea una de ellas. Para los venezolanos, víctimas todos del exilio pandémico, la escritora bengalí no es poco lo que puede decirnos, como en estas líneas de El buen nombre:
Porque (la protagonista) está empezando a darse cuenta que ser extranjera
es una especie de embarazo permanente: una especie de preñez permanente,
una espera constante, una carga perpetua, una continua sensación de no estar
del todo bien. Es una responsabilidad que no cesa, un paréntesis en lo que
en otro tiempo fue una vida ordinaria, que se cierra al descubrir que esa
existencia anterior se ha esfumado, ha sido reemplazada por algo más
complejo y que supone una exigencia mayor. Como un embarazo,
Asima cree que ser extranjera es algo que despierta la misma
curiosidad de los desconocidos, la misma combinación de lástima y respeto.
Montblanc en brumas
Por primera vez en estos días luminosos, el Sol Invicto ha sido vencido por una espesa nubosidad y un manto de niebla que oculta las cumbres nevadas. No por eso la montaña deja de sentirse en toda su terrible, rilkiana, belleza. Se trata de una situación no menos límite que la del mar océano. Ambos, asuntos de grandes piezas literarias. Recuerdo al inspirado Manfredo de Byron y, si del mar se trata, el cementerio de Valéry, al cual hace ahora dos años rendí una emocionada visita, un locus privilegiado desde donde se divisa con claridad “le toit tranquile où marchent les colombes”. A Milán debo regresar mañana, pero no me importaría quedarme en este paisaje alpino por el resto de mis lunas. Hay algo de energía que se respira en este ambiente que es menos opresivo y bochornoso que el verano en las grandes ciudades europeas.
Meursault, lunes 26 de julio de 2021
Lo primero que escucho al llegar a esta pequeña ciudad es la segunda aria del «Oratorio de Navidad» de Bach, en la voz inmortal de Christa Ludwig bajo la dirección del otro olímpico Karl Richter. La primera vez que estuve en Meursault fue en junio de 1992, cuando mi fidelidad al oratorio ya estaba firmemente establecida, por lo menos desde 1986, cuando viaje a Nueva York en diciembre después de la muerte de mi padre y para el matrimonio de mi hermano Daniel Oliveros. En aquella época, la versión escuchada era la muy lograda de Nikolaus Harnoncourt con instrumentos originales. Con el tiempo he llegado a preferir la de Richter, más solemne y compleja. Aunque acrónico, me resulta placentero escuchar algo escrito para Navidad en pleno verano en medio de los viñedos más hermosos del mundo. La primera visita que realicé en aquel lejano 1992 fue a Coche-Dury, el más respetado de los productores de la región, en aquella época joven (todos éramos peligrosamente jóvenes) pero ya una leyenda. Desde entonces son contados los años en los cuales he venido a este centro de la producción de blancos de Borgoña, vinos que son siempre un placer, como lo es escuchar el querido «Oratorio de Navidad», aunque sea en el verano justo.
Immer lieber vater
En un par de líneas desde Buenos Aires, Gustavo Valle me recuerda las versiones de Paul Auster (La invención de la soledad) y de Hanif Kureishi (Mi oído en su corazón) sobre el asunto central de la literatura de todos los tiempos: la búsqueda del padre. No de balde, fue el tema escogido por Homero para fundar la arquitectura de su Odisea. Una épica que no comienza con la ira de Aquiles, como la Ilíada, sino con la sentida falta de la figura paterna y la saga del hijo en su busca. Telémaco necesita de Ulises, de su imagen, para atravesar el duro rito de iniciación que lo convierta en hombre. Así Telémaco y desde entonces todos.
Meursault, miércoles 28 de julio de 2021
Anoche sesión de vinos y poesías propiciada por la curiosidad de Eric, el esposo de Nathalie Tollot-Beaut. De Eric he hablado alguna vez en estos cuadernos. Es un cazador experimentado y no pocas veces me ha privilegiado con algunas piezas de jabalí o ciervo. Apenas entró en el apartamento se animó a decir que había suspendido otras reuniones importantes porque quería escuchar un poco de poesía. Pocas personas más alejadas del mundo de la poesía convencional que este burguiñón que provee de corchos de calidad a los productores de la región. Después de abrir una de las botellas que produce Nathalie, y hablando del canto y el silencio, me aclara que en los bosques a donde sale a cazar no existe el silencio. Y no por los ruidos que pude producir el viento entre los árboles o los mismos animales, sino porque se siente “el sonido de la vida en evolución”, se siente como se desplaza sin detenerse, algo “verdaderamente misterioso”. Le prometo acompañarlo a fines de año en una de estas excursiones. Tengo una gran curiosidad de escuchar ese sonido primordial. Después, ya en un ambiente menos trascendental, Nathalie accede a leer algunos de mis Exilios en la impecable versión francesa de la profesora Idoli Castro de la Universidad de Lyon, mientras damos cuenta alguno de sus luminosos vinos.
Meursault, jueves 29 de julio de 2021
En los viñedos de conmovedora belleza de esta población de Borgoña se producen algunos de los vinos blancos más estupendos de Francia. Algo que sabían los escritores y filósofos del existencialismo, como Camus, Sartre y De Beauvoir. Todos recordamos, o deberíamos recordar, que el protagonista de la gran novela de Camus se llamaba así, Meursault. En tanto que Simones, en Los mandarines, su apenas velada novela autobiográfica, el personaje femenino, la misma Simone, se presenta para una cena con los otros dos personajes masculinos, Sartre y Camus, con una botella del precioso vino. De seguro en aquellos tiempos de la segunda postguerra los precios de este chardonnay eran más accesibles que ahora, cuando se ha convertido en uno de los vinos más codiciados por conocedores no precisamente filósofos o novelistas.
Milán, sábado 31 de julio de 2021
Ignacio de Loyola
Hoy es el día de San Ignacio de Loyola. Un santo a quien admiro, no por ser el fundador de la formidable y cuestionada orden jesuita, ni por ser uno de los salvadores del culto católico cuando fuera acosado por los protestantes, ni por haber ingeniado una de las técnicas de purga más imaginativas. Lo que más admiro en este vasco de diminuto físico es que haya confesado, en su magnífica autobiografía que dictó a algunos monjes amigos, haber perdido la fe mientras oficiaba misa en sus habitaciones privadas. Me ha gustado siempre imaginarme a aquel religioso fanático en el momento en que dudó de que todo aquello por lo cual había combatido a lo largo de su vida no era del todo cierto. Hablamos de la esencia de su existencia, como para otros lo es el amor, el arte o el dinero. Sin su esencia el ser está más cerca de la nada que de la vida. Y he allí, en las primeras horas de ese día cualquiera, a este genio de la contrarreforma, dudando de aquella verdad por la cual tanta sangre fuera derramada. Confiesa luego que la experiencia fue cosa de segundos y la fe perdida regresó para su bien. Hoy es su día, pero, cuarenta años después de haber leído ese episodio, lo sigo admirando por haberse recuperado después de haber vivido segundos terribles en la más absoluta nada.
Faulkner (3). El mito del sur
Uno de los grandes mitos de la cultura estadounidenses es el llamado “mito del sur”. Y lo es no por su difusión ni su actualidad. Su poderoso atractivo, sin embargo, se debe a sus connotaciones metafísicas. Se puede resumir así: la sociedad que se fundó en los estados del sur norteamericano cargaba con el estigma de un pecado original, que era la esclavitud. Incapaz de superar esta transgresión primordial y de redimirse con la liberación de los esclavos, Dios les envió el castigo de la guerra y, como no encontró un arrepentimiento profundo, prolongó su justicia durante las décadas del postguerra, el terrible período postbellum, que vio desaparecer las viejas instituciones, desplazadas por los invasores del norte, ávidos, rapaces e ignorantes. El sur fue motivo permanente de la curiosidad del resto de los norteamericanos, antes y después de la guerra de secesión. “Háblame del sur”, le dice el compañero canadiense de estudio a Quentin Compson, último representante de una familia activa en la creación del mito. Es el Quentin que conocimos en Ruido y furia, la segunda novela de Faulkner dedicada a cantar, como un aeda en prosa, la extraña mitología.
Alejandro Oliveros
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