Diario literario

Diario literario 2020 (junio V): George Benjamin y música futurista

La Filarmónica de París dirigida por George Benjamin. Fotografía de Chris Christodoulou | Philharmoniedeparis.fr

04/07/2020

Caracas, domingo 28 de junio de 2020

George Benjamin en la piel

En su esperado espacio de los domingos dedicados a la música contemporánea, Radio Classica Milano ha difundido un programa especial dedicado a George Benjamin, el compositor británico quien, a los siete años, viajaría a París a convertirse en el alumno favorito de Oliver Messiaen. Y que, a los veintidós, fuera dado a conocer por Simon Rattle al estrenar con la London Sinfonietta At First Light, partitura para catorce músicos, incluyendo un siempre presente percusionista. Veinte años más tarde, le tocaría a Pierre Boulez, también discípulo de Messiaen, dirigir con la Sinfónica de Londres la première de Palimpsests, escrita como homenaje por sus 75 años. A pesar del brillo y complejidad de ambas piezas, sigo prefiriendo su Octeto, menos grandilocuente aunque no menos dramático. No obstante, hasta donde sé, que no es mucho, nada iguala la riqueza musical y el violento dramatismo de su ópera Written on Skin, con libreto de Martin Crimp, y estrenada en 2012 en el veraniego y excitante Festival de Aix-en-Provence (fundado después de la Segunda Guerra por Jean-Louis Barrault). De todo lo interesante que dijo para la entrevista con la gente de RCM, en el tono más cordial, Benjamin confesó dos de sus grandes pasiones: la docencia y la composición (enseña desde hace años en King College de Londres). Lo que dijo sobre su oficio de compositor es  digno de ser emulado, “cuando me dedico a componer, lo único que hago es componer”. Y recordé a T.S. Eliot (poeta, dramaturgo, articulista, ensayista) quien declaró en una ocasión que, cuando escribía poesía, sólo escribía poesía, y cuando escribía teatro, sólo escribía teatro, y así. Un consejo que suena como advertencia para nuestras dispersas mentes tropicales. Una de las piezas seleccionadas por los organizadores de la emisión radiofónica fue A Mind of Winter, de 1990, para soprano y orquesta de cámara. Una escritura que, fiel a su título, sentí que me involucraba en la más radical de las experiencias invernales, con vientos transiberianos y cenicientas blancuras esteparias. No he dado con el texto, pero no creo que haga falta. Es una expresión elocuente del lado dramático y, tal vez, desgarrado de la obra de Benjamin, el cual se reitera con creces en Written on Skin. La música de Benjamin, en su “neobarroquismo” puede, en términos puramente formales, entenderse como el más sostenido  cuestionamiento al minimalismo de los maestros Reich o Glass a los cuales uno agradece el humor que no he sentido en la siempre brillante música de Benjamin que he podido conocer mejor gracias a los amigos de todos los domingos de Radio Classica Milano.

Caracas, lunes 29 de junio de 2020

Música futurista. Un visionario olvidado: Luigi Russolo

Soy de los que ha sostenido, desde hace décadas, la inigualada proyección del futurismo italiano en la evolución del arte moderno y contemporáneo. Y no sólo eso, también la moderna gastronomía había sido prefigurada en el Recetario futurista. Pero fue, aunque desconocida y casi olvidada, en la composición donde Marinetti y los suyos se adelantaron a las grandes experiencias de la música occidental, desde Honegger hasta Cage y Henry. “Primus inter pares”, por su capacidad visionaria, fue Luigi Russolo (1885-1947), incorporado al futurismo desde sus inicios. De 1913, aproximadamente, cuatro años después de la publicación del Manifiesto, es su Serenata per Intonarumori e strumenti, donde prefigura las incursiones de los compositores más recientes en la llamada música concreta. Las “Intonarumori” (“Entona ruidos”) eran unas máquinas diseñadas por Russolo para producir  literalmente eso, ruidos. Era la manera para dar cumplimiento a su adhesión a la estética de Marinetti que insistía en incorporar la vida moderna, con sus formas, ruidos, colores y olores al arte. El ruido de la máquina, trenes, aviones, carros de carrera debía incorporarse al pentagrama tradicional. Russolo se encargaría de cumplir con estas exigencias. Su Orquesta Futurista debía adaptarse a seis categorías fundamentales: retumbos, silbidos, susurros, ruidos y voces animales y humanas. La música preconcreta de Russolo, mal  reconocida por todos  a pesar de sus deudas fue el más claro antecedente de las investigaciones de  Varèse o Honegger, como es claro en su composición de Honegger Pacific 231, de 1913, donde incluía la imitación de los ruidos de la locomotora. Por supuesto, Russolo no los hubiese imitado sino que los habría incorporado directamente. Recuerdo mi asombro cuando, hacia 1968, escuché por primera vez las Variaciones para una puerta y un suspiro, que, en parte,  consistía precisamente en eso, un registro del ruido que producía la puerta de un viejo granero (Henry recorrió Francia durante varios meses buscando el apropiado) cuando se abría y se cerraba. Mi asombro hubiese sido menor si hubiese estado al tanto de los trabajos de Russolo y de otros futuristas como Francesco Balilla Pratella y Franco Casavola. En su manifiesto El arte de los ruidos. Manifiesto futurista, Russolo consignaba, en la temprana fecha de 1913, algunas consideraciones inquietantes sobre el material sonoro que debía formar parte de la más auténtica música futurista:

Atravesemos una gran capital moderna, con los oídos más atentos que los ojos,

y disfrutaremos distinguiendo los reflujos de agua, de aire o de gas en los tubos

metálicos, el rugido de los motores que bufan y pulsan con una animalidad

indiscutible, el palpitar de las válvulas, el vaivén de los pistones, las estridencias

de las sierras mecánicas, los saltos del tranvía sobre los rieles, el restallar de

las fustas, el tremolar de los toldos y banderas.

No debe ser exagerado señalar que sin una reflexión sobre las visionarias teorías de Russolo sería apenas parcial la comprensión de la esencia de la música concreta y electrónica, así como del trabajo de músicos como Antheil, Varèse, Honegger, los futuristas rusos (Roslavets y Mosólov), o, no tan lejanos, John Cage, Pierre Schaeffer y Pierre Henry, entre muchos otros. En las primeras líneas de su manifiesto, Russolo refiere  las fuentes de su radicalismo musical:

En Roma, en el teatro Costanzi lleno de gente, mientras con mis amigos futuristas

Marinetti, Boccioni, Balla escuchaba la ejecución orquestal de tu arrolladora

MÚSICA FUTURISTA, me vino a la mente un nuevo arte: el “Arte de los ruidos”,

lógica consecuencia de tus maravillosas innovaciones.

Russolo se refiere a Francesco Balilla Pratella, padre de todas las ideas desarrolladas por el brillante (como teóricos o como músicos) que durante un tiempo se congregaron alrededor de ese genial charlatán que fue Filippo Tomasso Marinetti.

Caracas, martes 30 de junio de 2020

Carencias

Los estragos de la cuarentena se sienten a todos los niveles de la existencia. La psique sometida a las presiones del estado de sitio se esfuerza para acomodarse, hace ajustes impensados para reforzar sus diques de contención ante la amenaza creciente de un desbordamiento neurótico. Tal vez no siempre lo logre en todos los casos, pero no debemos dejar de reconocer y agradecer estos empeños. El tiempo, por su parte, por una vez colabora. Se acomoda, pasa más rápido que de costumbre para no hacerse sentir, con el desmentido propósito de no afectarnos demasiado. Así, vemos cómo, de la manera más cruel, las horas se hacen más rápido, los días más rápidos y las noches tienden a fundirse en una sola gran noche ya de cuatro meses de duración. Las urgencias materiales en tanto se profundizan (agua, luz, gas, teléfono, internet) y cada persona suma la suya particular. Que en mi caso son los cuadernos que utilizo para escribir todo lo que escribo. Por una imprudencia imperdonable no anticipé la duración del aislamiento y me vine a este apartamento apenas con lo que quedaba de un cuerno empezado. En cuyas dos últimas preciosas páginas estoy escribiendo estas notas. En total, 94 líneas cuadriculadas que, al terminar esta frase, se reducirán a 93. Como salida estoy pensando en Walter Benjamin cuando dijo que la escritura ideal era aquélla que constara sólo de citas. De este modo podría seguir escribiendo estos diarios directamente “a máquina”, aunque ya no en este cuaderno del cual sólo dispondré, al terminar este párrafo, con 89 líneas.

Música futurista (2). Francesco Balilla Pratella

Precediendo a Russolo en la búsqueda de expresiones musicales que se adaptaran a las exigencias del Manifiesto Futurista (1909) de Marinetti, Francesco Balilla Pratella (1880-1955) redactó un año después su primera exposición teórica sobre el excitante asunto. Cierto, el Manifiesto de los músicos futuristas fue el inicio de una serie de declaraciones que prefiguraron todo lo que iba a ser el desarrollo de la música moderna y contemporánea de vanguardia. Aunque sin el magnífico radicalismo de Russolo, Pratella abrió la puerta para que los demás arriesgados, la esencia de todo vanguardista, pasaran:

Revelar el alma musical de las masas, de los grandes talleres industriales, de

los trenes, de los trasatlánticos, de los acorazados, de los automóviles y de los

aeroplanos. Unir a los grandes movimientos dominantes del poema musical

el dominio de la Máquina y el reino victorioso de la Electricidad. (La música 

futurista).

Sus reclamos son más formales que los de su discípulo y se contenta con atacar, no sin violencia, las tradiciones musicales de su tiempo. Su llamado a los más jóvenes, sin embargo, es de un carácter abiertamente revolucionario:

Apelo a los jóvenes. Sólo ellos deberían escuchar, y sólo ellos pueden comprender

lo que tengo que decir. Alguna gente nace vieja, espectro babeantes del pasado,

criptogramas llenos de veneno. Para ellos ni palabras ni ideas, sino una simple

sentencia: fin.

Apelo a los jóvenes, a esos que están sedientos de lo nuevo, lo actual, lo vivo.

Ellos me siguen, llenos de fe y sin miedo, a lo largo de los caminos del futuro,

gloriosamente precedidos por mí, nuestros intrépidos hermanos, los poetas

y pintores Futuristas, hermosos con violencia, atrevidos y luminosos con la

animación de genios.

Y concluía su llamado:

Provocar en el público una creciente hostilidad hacia la exhumación de viejos

trabajos que impide la aparición de los innovadores, para estimular el apoyo

y exaltación de todas las tendencias musicales que aparezcan y sean

originales y revolucionarias, y considerar como un honor los insultos e ironías

de los moribundos y oportunistas.

Menos preocupado que Russolo por las investigaciones acústicas, pero más músico, Pratella escribió partituras de inquietante modernidad. Como su Música futurista Op.30, de 1912, escrita para piano, cuyas obsesivas reiteraciones recuerda lejos el minimalismo de Philip Glass y Steve Reich, y su “percusionismo” precede el de John Cage. Una pieza de sorprendente modernidad, un borrador de lo que será desarrollado por colegas posteriores, como Bartok y Shostakovich. También para piano sólo su luminosa La guerra,  de 1913, cuyas disonancias recuerdan al Stravinsky de La consagración. Apartado de inquietudes futuristas escribió piezas de crepuscular belleza como Trío para piano, violín y viola,  de 1919, que asociamos con la Noche transfigurada del predodecafónico Schoenberg.


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