Diario literario

Diario literario 2020, julio (parte I): Cadenas, Casavola, Verne, música expresionista: Korngold & Schreke, Armando

11/07/2020

Fotografía de Patricia Prestigiacomo | Flickr

Caracas, miércoles 1 de julio de 2020

Cadenas al teléfono

Un amigo me hace llegar la versión electrónica de las poesías y prosas completas de Rafael Cadenas. Poco después recibo una llamada del poeta y profesor de la Escuela de Letras de la UCV, no para hablarme de eso, de lo cual no estaba enterado, sino de otras cosas. No me sorprende la coincidencia. Esta inclinación no debería dejar de ser considerada por la Academia Sueca cuando conceda el próximo Nobel de Literatura, al cual Rafael es fuerte candidato. Sólo los grandes poetas han sido privilegiados con el don de la telepatía.

Franco Casavola

Música futurista: Casavola (3)

Otros amigos lectores me escriben para decirme que, con todo lo fascinante que les puede perecer el futurismo, no les resulta fácil digerir las incursiones de Russolo y Pratella en la música concreta. Para compensar, les recomiendo Tanka, el exquisito conjunto  de canciones para voz soprano y teclado de Franco Casavola, por un tiempo compañero de armas  de Marinetti, nacido en la pugliese ciudad de Modugno en 1881 y muerto en Bari en 1955. En 1922 sería cuando, tardíamente, se acercará a la aventura después de recibir una carta de Marinetti, quien había quedado muy impresionado después de escuchar sus Tanka. Si llegó tarde al futurismo, sería uno de los primeros en dejarlo, después de desacuerdos ideológicos y estéticos con los ideólogos del movimiento, para esa época ya sumados a la totalitaria utopía fascista. En lo que tuvo razón Marinetti fue en la modernidad, en la proyección futurista de la música de Casavola y en la extraña belleza de sus Tanka (un término de la prosodia japonesa para designar una forma poética parecida al haikai, pero con dos versos adicionales). Se trata de una serie de  exquisitas miniaturas para piano y voz soprano, similares en su brevedad a algunas canciones de Satie. Como para el francés, la aspiración de Casavola es la de expresarse de una manera propia con el nuevo siglo; desprenderse del pesado lastre tardo romántico, que marcaría incluso la producción temprana de Schönberg. Por otra parte, con su miniaturismo, Casavola le serviría de antecedente a compositores como von Webern, al tiempo que cuestionaba el imperio de la ópera en la música italiana de su tiempo; una hegemonía en la cual Puccini reinaba en compañía de otros como Mascagni, el venerado maestro del propio Casavola.

Ha sido para mí uno de los mejores y más insospechados descubrimientos musicales de los últimos tiempos. A pesar de mi consecuente admiración por la utopía futurista, la cual compartía con el fallecido Giuseppe Rinaldi, uno de los dos mejores productores de Barolo, desconocía las actividades musicales del movimiento. Una razón de la que me valgo para justificar tanta ignorancia es que sólo gracias a las bondades de YouTube, esta música está disponible al público. Cuando en Nápoles, hacia 1995, comencé a leer en el original la literatura futurista, no era posible conseguir alguna grabación de estas partituras. Hoy no tendría perdón de Dios no acceder al placer de escuchar esta rica producción con una variedad, que incluye la radical y visionaria música para “Intonarumori”, así como el formidable Trío de Cuerdas de Pratella y ese collar de perlas de las Tanka de mi admirado Franco Casavola.

Caracas, Jueves 2 de julio de 2020

Carencias

Puedo de nuevo escribir con discreta holgura ante del hallazgo de un block Coach a rayas entre mis libros. No es el papel ideal, por absorbente, para escribir con mis plumas,  pero es de buena calidad. Cuento ahora con 35 páginas para los próximos días que debo administrar con criterio de escasez, no más de una página por día para tratar de llegar al mes de agosto, confiado en que, de aquí a allá, algo aparecerá en forma de papel, espero. Hablando de papeles, a mi nieto le propuse la creación de un nuevo superhéroe, el “Hombre Papel” (Uomo Carta, en italiano), dotado de una facultad exclusiva, como lo es convertirse en hoja de papel para poder superar los confinamientos, por ejemplo, pasando por debajo de la puerta. O la de desplazarse en silencio por el espacio, convertido en avioncito de papel o en cometa. Mi nieto percibió enseguida la cantidad de formidables enemigos a los que tendría que enfrentarse nuestro héroe. Al lado de “Inchiostrik”, empeñado en producir con sus tintas malignas manchas en su inmaculada superficie, se encuentran el “Hombre Fuego” y el no menos fatal “Hombre Agua”. Todavía estoy por escribir el primer volumen de las “Sorprendentes y verídicas aventuras del Hombre Papel”; algo que, con estas carencias, tendrá que esperar por tiempos mejores.

Ilustración de Las tribulaciones de un chino en China. Bennet. 1879

Jules Verne de Siodmak a Kauristami

Uno de los héroes más inquietantes y queridos de Jules Verne, tanto como su fáustico Capitán Nemo, es Kim Fo, protagonista de una de sus narraciones más “contemporáneas”, Tribulaciones de un chino en China. La acontecida historia de un rico y aburrido comerciante que, de la manera inesperada, se ve arruinado. Sin embargo, ésta es apenas una de las causas por las cuales Kim firma un contrato con su amigo, el filósofo Wang, para que le quite la vida en un tiempo convenido. Después de recuperar sorpresivamente su fortuna y vivir otras experiencias insospechadas, el protagonista se arrepiente del arreglo y, con dos fieles sirvientes, recorre el subcontinente huyendo de su verdugo. El cuento tiene mucho de griego y existencial. Un hombre que cree estar en capacidad de decidir su destino, pero que la misma fatalidad lo contradice, revelándole las limitaciones, miserias y dones de la condición humana. La alegoría de Verne, porque de eso se trata, ha llamado la atención de no pocos realizadores cinematográficos. La primera, Flirting with Life (1916), con Douglas Fairbanks, dirigido por Christy Cabanne, una comedia en la cual el arrepentido Fairbanks, detrás de unos gruesos bigotes, trata de huir de su verdugo. Al final, se encuentran el día mismo de la boda del protagonista, quien lo deja todo y emprende, vanamente, la fuga porque será alcanzado por su perseguidor quien, para su felicidad, le confiesa, mientras le devuelve los $50 del acuerdo, que ahora pertenecía al Ejército de Salvación, por lo que sería una contradicción en términos quitarle la vida. A la que ha seguido por lo menos una decena  de producciones. Sólo conozco las de Cabanne, Robert Siodmak (1931) y Ari Kauristami (1990). Un año después de producir esa joya “experimental” del “docu-cinema” que es Gente de domingo (Menschen am Sonntag, 1930), Robert Siodmak, con guion de Billy Wilder, rueda su formidable versión de las Tribulaciones de un chino… con el versátil Heiz Rühmann (también director y productor de filmes no deleznables, aparte de haber aparecido en otras cien películas, una de ellas dirigida por el conspicuo Gustaf Gründgens) como protagonista. Esta versión es una muestra del más inteligente humor negro (Wilder especialidad) en una época donde, en parte gracias a los surrealistas, el humor negro era una de las derivas más atractivas.  Son 71’ de la más precisa fotografía (Otto Baecker), que se ajusta a la flaubertiana dirección de Siodmak, para producir una de las mejores cintas de su tiempo, donde la historia de Verne es reducida al hueso, donde se atesora todo el humor y poesía.

Fotograma de Contraté a un asesino a sueldo. Aki Kaurismaki, 1990

En 1990, después de la desoladora La chica de la caja de fósforos, Aki Kaurismaki estrena su versión de la novela de Verne, Contraté a un asesino a sueldo. Responsable también del guion, el realizador finlandés, cuyos héroes me recuerdan a los personajes de Camus (Mersault, los de Los justos o La caída), deja de un lado la comicidad de Siodmak-Wilder para destacar la ironía trágica de su protagonista (un impecable Jean-Pierre Léaud). La historia está reducida al desencanto de un funcionario víctima de la desalmada política económica de la Inglaterra de su tiempo, el cual, después de intentar, en secuencias tristemente divertidas, varias veces el suicidio, contrata a un sicario profesional para que lleve a cabo la tarea de quitarle la vida. Como en Verne, inesperadas situaciones llevan al personaje a cambiar de opinión. Su recién adquirida novia encuentra al verdugo y le hace saber que su amigo ya no está convencido de su decisión:

– “Eso es irrelevante. Nuestros contratos son irreversibles, por eso cobramos por adelantado”.

– “Pueden quedarse con el dinero. Ha cambiado de opinión, él no quiere morir”.

– “Nadie quiere morir, señorita. Lo siento”.

Caracas, lunes 6 de julio de 2020

Cuadernos

El viernes me despedí de mi fiel cuaderno comprado en un supermercado de Sète el año pasado. Lo comencé el 1º de enero del 2020 y me acompañó durante siete meses, incluyendo los últimos cuatro de encierro. Fueron cien páginas cuadriculadas de 90 g de un papel sedoso ideal para escribir con mis plumas y mi diminuta e ininteligible escritura. Guardo, pero no aquí, otros de estos cuadernos de producción francesa. Aparte del block Coach, apareció también una hermosa libreta tamaño cuaderno bellamente empastada (es lo que menos me importa) con un papel amarfilado más suave que el Coach, que es el que he escogido para suceder al viejo cuaderno. Ahora debo adaptarme a la nueva superficie (no siempre fácil), a la incómoda presentación sin espiral y a la página no cuadriculada. Un mal menor, se dirá, pero es un consuelo de tontos, como siempre que se trata de minimizar carencias que van más allá del to sleep and feed de Hamlet.

Muchacho con cerezas. Édouard Manet. 1858

Manet

Cuando escribí sobre la melancolía en Manet (“Melancolía impresionista”, Prodavinci), no recordé el triste episodio del “Muchacho con cerezas”. En efecto, el modelo para esta pequeña tela (41 x 33 cm) fue un jovencito que Manet había empleado para que lo ayudara en su taller. Desconozco en detalle el episodio, la nutrida sección de libros sobre Manet de mi biblioteca se encuentra, con todos los demás, fuera del alcance de mis manos. Lo que sé es que un día impreciso de 1858, Manet dejó su trabajo no sin antes reprimir al joven. A su regreso lo encontraría ahorcado, colgando de una cuerda en su taller. Conmovido, el artista se mudaría poco después a un nuevo estudio en rue Douai. El suceso impresionaría a Baudelaire, y poco después escribiría “La cuerda”, uno de sus Pequeños poemas en prosa y lo dedicaría al atribulado pintor de “Olympia”, su gran amigo. Manet fue un pintor para poetas. A la muerte de Baudelaire, que lo afectó hondamente, le tocaría al más joven Mallarmé hacerle compañía al artista. Aunque lejos de ser poeta, Émile Zola fue su más consecuente defensor ante los ataques de la crítica oficial. Manet le correspondería con un estupendo retrato. Hay mucho en Manet que ejercía, y ejerce, una particular fascinación sobre poetas y escritores. Fue el hombre más secreto de su generación y su pintura la más enigmática. No pareciera, pero es así. El misterio marca sus grandes telas, desde su “Bebedor de ajenjo” hasta “Bar en Folies-Bergère”, con su esfinge en forma de mesonera, cuyos pensamientos son tan ocultos como los de la “Gioconda”. Sus biógrafos refieren varias crisis depresivas sin causas precisas. Poco sabemos de sus experiencias profundas. La más conocida: ¿era o no hijo suyo el niño que dio a luz Suzanne, su modelo en ese momento, y luego esposa? A pesar de reconocerlo, llevó el apellido de su madre hasta el final. Hablamos de Manet, el enigmático. El más grande de los pintores franceses después de Poussin.

Caracas, martes 7 de julio de 2020

Lluvias

Una bella lluvia cae ahora sobre el valle, escondiendo la montaña en una blancuzca neblina, que llega hasta el cielo también blanco y lo hace descender hasta apenas un par de palmos sobre nuestras cabezas. Una lluvia vertical, gótica, que ha oscurecido la mañana del trópico. Como las largas lluvias de mi infancia, que arruinaban mis salidas a jugar y me encerraban a leer los libros de mis padres, Dostoievsky, Cronin, Balzac; lecturas que disfrutaba, pero no tanto como las reuniones con los amigos en la plaza o las partidas de tenis en la cancha de la urbanización. Aguaceros urbanos, tan diferentes en su música y olores a los de la Bejuma rural de mis vacaciones escolares, con sus naranjales y siembras de tabaco que despedían aquellos aromas de tierra negra, húmeda y fértil.

Erich Wolfgang Korngold

Música expresionista

Sin el radicalismo de los futuristas, el expresionismo alemán, rico en genios de todo tipo, produjo una serie de músicos cuya influencia y permanencia no es menor a la de sus colegas artistas y poetas expresionistas. Los más conocidos: Schönberg, por lo menos hasta su primer Cuarteto de cuerdas; pero, sobre todo, en Pierrot Lunaire y Gurre-Lieder; Alban Berg, casi en todo hasta Lulu, el impenetrable Anton von Webern y, por supuesto, el irreverente y “popular” Kurt Weil. Pero no fueron los únicos. Por lo menos otros dos estupendos compositores comenzaron su carrera inspirados por la vanguardia expresionista: Erich Wolfgang Korngold (1897-1957) y Franz Schreker. Korngold fue conocido y reconocido tempranamente por su precocidad y, más tarde, por su impresionante música para películas. Su precoz talento fue admirado por Mahler; su hermoso Trio Op.1 lo escribió a los doce años, y su compleja Segunda Sonata para Piano, ya mayorcito, a los veintidós. Y al año siguiente su, ópera Die tote Stadt, no menos notable  que  las que, para esos años, escribía Richard Strauss. Para bien de Hollywood y mal para la música académica, desde 1934, puso su enorme talento al servicio de la industria cinematográfica. Su vinculación con el expresionismo, sin embargo, no tuvo la militancia de los italianos con el futurismo. Fue más bien un caso de afinidades electivas, de sensibilidades que sentían lo mismo y lo expresaron de muchas maneras. Las composiciones tempranas de Korngold tienen ese aire decadente y premonitorio que se identifica más con el Schönberg de La noche transfigurada que con el de Pierrot Lunaire. La música de su Trío Op.1 parece escrita para acariciar los inquietos caballos de Franz Marc o iluminar los primeros sueños gráficos de Paul Klee. “Marietta”, la más conocida de las arias para la ópera La ciudad muerta (1920), cantada por Elisabeth Schwarzkopf, lo único que grabó de Korngold, por desgracia, se debe incluir en el catálogo más escogido de la música postromántica (al fin y al cabo, con más ruido, no es otra cosa el expresionismo alemán). La ciudad muerta fue uno de los grandes sucesos de la música austro-alemana de la inmediata postguerra, tanto así que precisó un doble estreno, en Hamburgo con Egon Pollack y en Colonia con no otro que Otto Klemperer. Al año siguiente, en 1921, lo haría en la Metropolitan de Nueva York. Su brillante producción operática fue víctima de  la barbarie nazi y desaparecería del repertorio hasta su recuperación del olvido con recientes montajes en el Colón de Buenos Aires (1999), la Opera Estadal de Viena (2005), el Liceo de Barcelona (2006), Covent Garden y Bastilla (2009). En la mejor tradición romántico-alemana, el argumento de la ópera, basado en una novela de Georges Rodenbach, abunda en fantasmas, sueños, alucinaciones, eros y despedidas. Su Concierto para violín, en la versión Perlman-Previn, es un magnífico compendio de las visiones, aspiraciones, contradicciones, sueños, desarraigos de este artista genial sin cuya música el expresionismo no sería entendido y el siglo XX estaría incompleto.

Franz Schreker

Franz Schreker (1878-1934) es otro de los notables compositores vinculados al proyecto del expresionismo austro-germano. Con su ópera Der ferne Klang (El sonido distante, 1912), Schreker se convertiría, para la inconforme crítica vienesa, en uno de los mejores sucesores de Wagner, con Richard Strauss, como ocurrió con Korngold. Su carrera se vería contrariada y acabada, primero con el gran fracaso, en 1928, de otra de sus óperas, y luego con la llegada de los nazis, quienes tempranamente prohibieron su música y lo licenciaron de todos sus cargos (Schreker era de padre judío y madre descendiente de una aristocrática familia católica). Su música fue consumida por el olvido y la negligencia hasta que músicos del XXI se han aventurado en su rescate. Der ferne Klang es una de las más puras expresiones del expresionismo musical. Lo que canta y cuenta se alimenta de las intuiciones freudianas sobre eros y la muerte. Desde su rarificada obertura sentimos que no estamos a la luz del sol, sino iluminados por la oscuridad de las pulsiones más inquietantes. Lo mismo la sección conocida como “Nocturno”, una exploración de la soledad como experiencia iniciática y uno de los fragmentos más conmovedores de la música lírica de su tiempo; romántico y expresionista en su nocturnidad como algunas de las “improvisaciones” con fondo negro de Kandinsky. Por otra parte, muchas de sus composiciones para cámara son de una innegable contemporaneidad. No sólo fue Schönberg, Berg y Weil los que musicalizaron la exacerbada emocionalidad del expresionismo alemán.

Armando Rojas Guardia retratado por Manuel Reverón

Caracas, jueves 9 de julio de 2020

Armando

Me llega la triste noticia de la muerte de Armando Rojas Guardia, la sensibilidad más grata y atormentada de mi generación. La heredaba probablemente de su padre, el poeta Pablo Rojas Guardia, a quien tuve la suerte de conocer, hacia 1968,  gracias a Juan Sánchez Peláez, su viejo amigo, en un aniversario del diario El Nacional. No tuve la suerte de frecuentar mucho a Armando, pero recuerdo una invitación suya a intervenir en uno de sus talleres de poesía. Se lamentaba de que los estudiantes sólo tenían interés en leer sus propias cosas sin atender su recomendación de estudiar a otros poetas del canon. Tengo siempre presente su sonrisa de alivio cuando le confesé que, en la Escuela de Letras, los alumnos del único taller de poesía que he dictado en mi vida, me habían protestado ante la Dirección por “obligarlos” a leer a Machado, dejando para un después incierto la lectura de los materiales que llevaban a clase. “Bueno”, me dijo poniéndome la mano en la espalda mientras entrábamos al aula, “ya somos dos”. Armando fue uno de los pocos casos de la poesía castellana reciente de un poeta-filósofo, o al revés. En ambas actividades nos privilegió con páginas memorables.


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