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El Partido Republicano tuvo su primer debate el pasado 23 de agosto, previo a las elecciones primarias presidenciales de la organización, en el Fiserv Forum de Milwaukee, Wisconsin, donde el frontrunner, Donald J. Trump, brilló por su ausencia.
Trump desistió de asistir al debate por la abrumadora ventaja que ostenta en cualquiera de las encuestas de tendencia de voto de las primarias republicanas. De acuerdo con su equipo, acudir al debate sólo podría abrir una ventana de oportunidad para un contendor y nada que ganar con su asistencia.
En lugar de ir al debate, realizó una entrevista con un viejo amigo y exanfitrión de Fox News, Tucker Carlson. “Me siento ahí [en el primer debate republicano del ciclo] por una hora o dos, o el tiempo que sea, para ser acosado por personas que ni siquiera deberían ser candidatos a la presidencia”, dijo en la entrevista pregrabada con Tucker Carlson, que salió al aire al mismo tiempo que el debate republicano.
En el centro del escenario se encontraban ocho aspirantes republicanos a la presidencia, entre ellos el gobernador de Florida, Ron DeSantis, la exembajadora ante las Naciones Unidas y exgobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, el exvicepresidente Mike Pence, el empresario Vivek Ramaswamy y el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, que ya compitió por la presidencia en 2016 sin éxito.
Donald Trump, que ahora enfrenta un total de cuatro acusaciones por diversos cargos, tiene que navegar un intrincado panorama jurídico para eludir una posible condena en su aspiración presidencial.
Muchos de los candidatos presidenciales parecen estar desarrollando una estrategia basada en capitalizar el posible colapso de la candidatura de Trump a causa de los procesos judiciales en su contra, razón por la cual evitarán sostener argumentos en contra de Trump y de su base de votantes.
Todos contra todos: el anhelado segundo lugar.
Convencionalmente, en un escenario con audiencia nacional, los candidatos tratarían de criticar el frontrunner para intentar escalar al tope de la carrera de popularidad presidencial. Pero no sólo por ausencia de Trump, sino porque los datos arrojan que ningún candidato tiene un camino posible a la presidencia sin los votos que hoy respaldan al expresidente Donald Trump.
La perdurable popularidad de Donald Trump entre los votantes de las primarias republicanas supone un obstáculo formidable para cualquier rival que pretenda desbancarle.
Su dominio trasciende prácticamente todos los espectros demográficos e ideológicos dentro del Partido Republicano: abarca el género, los niveles de ingresos, las afiliaciones religiosas, las inclinaciones políticas, las preferencias mediáticas y las regiones geográficas, abarcando zonas rurales, suburbios y centros urbanos.
A diferencia de las anteriores campañas primarias modernas, caracterizadas por la existencia de distintas bases de apoyo para los distintos candidatos, el panorama actual no ofrece ninguna vía aparente para que los adversarios elaboren una estrategia ganadora basada únicamente en sus propios méritos. Los votantes de Trump son clave.
En este escenario único, el camino más viable para los aspirantes puede depender de posicionarse como la segunda opción preferida por los partidarios de Trump, especialmente en caso de una condena legal que interrumpa su campaña.
Ramaswamy ¿Una estrella ascendente?
Los últimos sondeos revelan un notable aumento del apoyo a Ramaswamy, lo que le sitúa en el tercer lugar, acortando la distancia con quien ocupa el segundo lugar en las encuestas, el candidato y gobernador de Florida, Ron DeSantis.
Lo que distingue a este empresario dentro del campo republicano es que se trata de una cara nueva de una generación más joven que se alinea con la ideología de extrema derecha de Trump,
La presencia de Ramaswamy en la sala era innegablemente imponente, marcada por su firme postura de extrema derecha. Rechaza la evidencia científica y tacha de falacia la agenda del cambio climático.
La táctica de Ramaswamy fue la de mostrarse como si fuera el primer oficial del barco de Trump. Alabó constantemente a Donald Trump, el hombre popular que su partido idolatra, diciendo que es el mejor presidente del siglo XXI, y presentó argumentos y opiniones con los que la gente ya está de acuerdo. Incluso dijo que de ser electo presidente, perdonaría a Trump de los delitos por los cuales se le acusa.
Chris Christie: el termómetro del trumpismo en el partido republicano.
Cuando Chris Christie lanzó su candidatura, explicó su deseo de ser una voz crítica dentro del partido, y se perfiló como el candidato más capacitado para enfrentarse directamente a Trump y causar un impacto duradero. Desde entonces ha luchado por mejorar sus números en las encuestas a fin de estar en el debate republicano y así dirigirse a una audiencia nacional.
Luego de que preguntaran a los candidatos si apoyarían a Trump de ser condenado ante un tribunal, como el nominado presidencial de su partido, Chris Christie hizo algo que casi ningún otro candidato republicano se ha atrevido a hacer: iniciar un ataque contra Donald Trump.
«Esto es lo esencial. Alguien tiene que dejar de normalizar esta conducta», dijo Christie. «Crean o no que los cargos criminales son correctos o incorrectos, la conducta está por debajo del cargo de presidente de los Estados Unidos».
Su aseveración fue respondida con un fuerte abucheo y desaprobación de la audiencia, dejando claro que el único candidato intocable era el ausente, Donald Trump.
Cuando el debate se centró en él, se puso de relieve la irresolución de unos candidatos que pretenden superarlo, pero no se atreven a desafiarlo.
El rendimiento de los candidatos mostró una tibieza que resultó en un debate poco impactante. El evento, si bien les permitió ganar reconocimiento nacional, es poco probable que les haga avanzar en la tendencia de voto.
Diego Marcano
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