Educación

Dar clases bajo la lluvia: elementos para construir una ruta que reabra las escuelas durante la pandemia

Fotografía de Ronaldo Schemidt | AFP

28/06/2020

Conversando con algunos amigos especialistas en educación, concluimos que, si la epidemia es como un aguacero, pronto, cuando la intensidad del agua amaine, nos va a tocar dar clases bajo la lluvia porque no sabemos cuándo va a escampar. Comparto algunas ideas acerca de las razones por las que considero no sólo necesario, sino posible, reabrir nuestras escuelas una vez establecidos los controles epidemiológicos adecuados y que la pandemia se encuentre “bajo control” según los criterios de salud pública y en ausencia de órdenes de restricciones de movilidad.

Venezuela recibe la pandemia estando ya en emergencia humanitaria compleja. Desde 2015, dar clases es todo un reto. Luchamos para que “el día de clases suceda”, venciendo las dificultades de escasez de alimentos, transporte, salarios docentes miserables, inseguridad y carencias en los hogares. En estas condiciones nos secuestró el covid-19. Sin duda era necesario el aislamiento y, por lo tanto, el cierre de las escuelas. Pero ¿hasta cuándo?

Se está hablando de la posibilidad de mantener las escuelas cerradas hasta enero y me pregunto ¿qué pasaría si en enero la epidemia mantiene niveles similares de riesgo para la población? ¿Seguiremos así hasta junio 2021 con el atraso que eso significaría para nuestra población estudiantil? Pienso que, al igual que muchos países, nos toca prepararnos para reabrir las escuelas durante la epidemia.

¿Cuándo reabrir? ¿Después o durante la pandemia?

Cuando se declaró la pandemia, la mayoría de los países establecieron políticas de aislamiento y las autoridades educativas activaron estrategias para garantizar el aprendizaje a distancia a la espera del cese de la epidemia. Mucha gente pensaba que las escuelas sólo reabrirían una vez terminada la pandemia y se atenderían los retos de nivelación y remediación académica de los alumnos. La mayoría de los educadores y sus alumnos se despidieron de la escuela pensando en reencontrarse “cuando todo haya pasado”. La situación hoy ha cambiado. Las proyecciones de duración de la epidemia se han extendido y los países ahora se enfrentan a la situación de tener que estructurar planes para reabrir las escuelas durante la pandemia y no cuando ella finalice. Es un reto totalmente distinto. Docentes y alumnos tenemos que buscar la forma de reencontrarnos “aunque esto no haya terminado”.

¿Por qué regresar durante la epidemia?

Para la mayoría de los venezolanos, la escuela es el lugar donde “pueden encontrar lo que no encuentran en su casa”. La escuela es la institución que les permite, especialmente a los sectores más vulnerables, abrirse un camino en el que su futuro no esté determinado por las condiciones familiares en las que nace. Excluirlos de la escuela y regresarlos a su casa para que el aprendizaje dependa de lo que sus padres puedan aportar es marginarlos en su educación y cerrar más aún sus oportunidades. Es cierto que en muchos casos los niños pueden contar con el afecto y compromiso incondicional de sus padres. De hecho, hemos visto sacrificios impresionantes de madres y abuelos analfabetas que hacen todo lo que está en sus manos por la educación de sus hijos o nietos. Pero no nos engañemos, el acceso a la cultura universal, para la mayoría, sólo está en la escuela. 

En algún momento, la balanza entre estar confinado por seguridad sanitaria vs. el impacto presente y futuro en el aprendizaje y desarrollo de los niños y adolescentes va a cambiar y como sociedad estamos obligados a construir una ruta segura para el regreso a la escuela.

Recientemente, leí en las redes un texto que se hizo viral que decía que estábamos todos en la misma tormenta, pero no en el mismo barco. Me hacía pensar que hay algunos estudiantes que permanecen en casa con condiciones y recursos para el estudio, acompañamiento por parte de adultos formados y comprometidos, seguimiento desde escuelas con recursos tecnológicos y profesionales altamente capacitados y también comprometidos. Mientras que la grandísima mayoría de los venezolanos viven su aislamiento en «barcos» sin condiciones para el estudio, sin espacio donde sentarse en casa (ni pensar en acceso a internet), con adultos llenos de afecto y compromiso, pero sin formación, lejos de sus escuelas, incomunicados con sus docentes. Para la mayoría de nuestros estudiantes, aislarse en casa es naufragar. A esto pueden sumarse los no pocos casos de violencia familiar, abuso y estrés socioemocional que el confinamiento está potenciando.

En un trabajo publicado hace unas semanas, los reconocidos economistas Psacharopoulos, Patrinos, Collis y la venezolana Emiliana Vegas (2020) analizan el impacto de excluir a los niños de las escuelas y presentan un modelo que sugiere que “la pérdida en los aprendizajes durante la crisis sistémica extraordinaria ocasionada por la Segunda Guerra Mundial sigue teniendo impactos negativos, 40 años más tarde, sobre la vida de quienes fueron estudiantes en esa época y no pudieron asistir a la escuela. Además, el impacto del aprendizaje perdido no se limita a nivel individual: aquellas sociedades que han cerrado su educación hoy cosecharán consecuencias significativas para toda la sociedad el día de mañana”. Sus estimaciones acerca del impacto a mediano y largo plazo en los salarios por la pérdida de clases son de grandes magnitudes. El Banco Mundial también publicó estimaciones del impacto del cierre de las escuelas y calcula un retroceso general entre 0,3 y 0,9 años de escolaridad. También señala que la combinación de estar fuera de la escuela y la pérdida de los ingresos familiares dejan en situación vulnerable, especialmente, a las niñas exacerbando inequidades y exclusión.

No me corresponde opinar sobre el adecuado manejo sanitario de la epidemia. Pero creo oportuno agregar que en el Webinar “On safe school operations” (UNESCO-UNICEF-World Bank series) del pasado 12 de junio, el Dr. Stefan Swartling Peterson, Jefe de Salud de UNICEF, reconocido especialista en salud pública y pediatría, mostraba que el covid-19 es una enfermedad que afecta principalmente a los adultos. Hay evidencias de que los niños son menos propensos al contagio y a la transmisión del virus. Adicionalmente, presentó estudios en Australia y  Suecia (que tienen escuelas abiertas durante el covid-19) que muestran una baja tasa de contagio en escuelas y ninguna diferencia en la tasa de contagio de docentes respecto a otras profesiones. El Dr. Swartling Person compartió un interesante gráfico que se muestra que no puede asociarse la reapertura de escuelas al incremento o descenso de casos de covid-19. Estamos claros de que la correlación no indica causalidad y que lo que pase en las escuelas con la epidemia dentro de las escuelas es también un reflejo de lo que está pasando afuera, pero es inevitable pensar: ¿hasta qué punto se justifica el sacrificio que están haciendo nuestros niños? Es una pregunta honesta para la que no tengo una respuesta aún. 

¿Cómo reabrir las escuelas?

Todos estamos aprendiendo, no hay antecedentes ni investigaciones suficientes para contar con certezas. En el corto plazo las posibilidades de que todos regresen a la escuela son remotas. Sin embargo, todo indica que las escuelas deben reabrir de manera progresiva y voluntaria. La gradualidad y la negociación social serán la regla.

Organismos internacionales como UNESCO, OCHA y UNICEF, las ONG como Save The Children, bancos multilaterales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo y centros de pensamiento independiente como el Centro para el Desarrollo Global han producido documentos orientadores para la reapertura de escuelas, de forma segura, durante el covid-19, realizando importantes esfuerzos por integrar los resultados de investigaciones con la identificación de buenas prácticas. Al final dejo algunos links para los que deseen profundizar en las estrategias y condiciones de reapertura.

Adelanto algunos puntos clave a ser considerados. La estrategia de reapertura debe ser diseñada y ejecutada por un equipo de epidemiólogos y educadores (no pueden actuar por separado) que evalúen y ponderen las implicaciones sanitarias y educativas de la estrategia de reapertura y así lograr un balance entre seguridad sanitaria y condiciones para la enseñanza y el aprendizaje.

Las condiciones para la reapertura pueden diferir de una escuela a otra y no en todos los casos será procedente o viable reabrir. Esto implica que la estrategia sea flexible para que unas escuelas o algunos grados reinicien, mientras que otras deban postergarlo. Las escuelas rurales podrían tener condiciones favorables para la reapertura (poco más del 40% de las escuelas del país son rurales).

Los requerimientos de distanciamiento social e higiene implicarán que sólo una parte de los alumnos podría asistir cada día (probablemente menos de la mitad) y los horarios deberán ser escalonados para evitar congestionamiento en la entrada, salida y espacios comunes. Esto obligaría a una modalidad de estudio semipresencial, que requiere tener una estrategia clara de aprovechamiento del tiempo en la escuela y apoyos adecuados para la continuidad del aprendizaje en casa.

Adicionalmente, se requiere una evaluación de las condiciones de los docentes y directivos en cada escuela. En algunos países latinoamericanos, el 23% de los docentes y el 41% de los directores se encuentran dentro de la población vulnerable, pues tienen más de 60 años o condiciones de salud preexistentes. Esto representa un reto importante para la reapertura.

Dentro de las estrategias de apertura podría ser necesario también determinar y dar prioridad a unos grados sobre otros. Algunos países, por ejemplo, reiniciaron con los alumnos que están culminando su bachillerato. Otros priorizaron los alumnos de los primeros grados porque son quienes menos pueden aprovechar el aprendizaje a distancia. Otros no comenzaron por grados, sino que lo hicieron por instituciones, iniciando por las escuelas rurales o por las escuelas especiales. En síntesis, hay varias formas de reiniciar, nos corresponde estructurar la nuestra.

Cualquiera que sea la estrategia debe diseñarse y ejecutarse en diálogo y coordinación con docentes, padres y alumnos, con una política comunicacional adecuada, atendiendo a las expectativas, dificultades y temores de cada actor. Las autoridades nacionales pueden ordenar el cierre de las escuelas, pero difícilmente podrán ordenar su reapertura. Tocará  a cada comunidad educativa acordar la forma de hacerlo.

Y, finalmente, hay que decir que el plan requiere de recursos. La mayoría de las escuelas requerirán inversiones para lograr mínimas condiciones sanitarias seguras.

Lograr que nuestros estudiantes vuelvan a sus escuelas, aunque sea un día a la semana, y darles la posibilidad a los docentes de retomar el liderazgo educativo puede significar la diferencia entre el contacto con la cultura universal y el aislamiento y la ignorancia para toda una generación. 

Si como sociedad comprendemos y aceptamos las consecuencias negativas que significa mantener fuera de las escuelas a los niños del presente, entenderemos la importancia de reabrir las escuelas, a pesar de la magnitud de los obstáculos y las profundas carencias económicas e institucionales de nuestro país. Si tomamos la decisión de construir una ruta segura para la reactivación escolar, estoy convencido de que podremos hacerlo. Pero hay que decidirse y actuar, pues están en juego el porvenir y el bienestar de ésta y nuestras nuevas generaciones.

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Guía para el regreso seguro a la escuela. Oficina de las Naciones Unidas de Coordinación de Asuntos Humanitarios.

Planificando la reapertura de las escuelas y recuperación post covid-19. Center for Global Development

Estrategia de reapertura de escuelas durante covid-19. Banco Interamericano de Desarrollo 

Covid-19 y el costo de cerrar las escuelas.  Psacharopoulos, G.; Patrinos, H.; Collis, V. y Vegas E. (2020)

Escuelas en tiempos de covid-19: aspectos de salud. Swartling, S en Safe school operations (UNICEF)

Simulación del impacto potencial del cierre de las escuelas por covid-19 en la escolaridad y el aprendizaje (World Bank).


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