Perspectivas

¿Cómo la guerra en Ucrania está generando una crisis de alimentos en el mundo?

Fotografía de Ina FASSBENDER | AFP

20/04/2022

La guerra en Ucrania no sólo ha dejado más de 4 millones y medio de refugiados, miles de muertes y la destrucción de varias ciudades del país del este europeo; también ha tenido un efecto menos evidente: la vertiginosa subida de los precios de la comida en el mundo.

En Estados Unidos, el Departamento de Agricultura reportó que los precios de la carne han experimentado el mayor aumento entre 2021 y 2022: 16,2%. En Colombia, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística calculó un aumento en precio de alimentos del 26,3% en relación a 2021.

Ucrania y Rusia producen gran parte del suministro para cubrir la demanda mundial de maíz, cebada, trigo, aceite de girasol y fertilizantes. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, estos dos países suman cerca del 30% de las exportaciones globales de trigo, un cereal que constituye la materia prima para elaborar pasta, pan, harina, y otros productos empacados con los que se alimenta a millones de personas.

En los últimos 30 años, la región del Mar Negro se ha posicionado como un importante proveedor global de granos, cereales e insumos para la agricultura. De acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, Ucrania y Rusia proveen el 12% de las calorías de la humanidad.

Desde que Rusia invadió Ucrania, el pasado 24 de febrero, muchos granjeros ucranianos han tomado las armas para defender a su país. Los campos donde cosechaban se han convertido en campos de batalla; el combustible de los tractores y maquinaria agrícola se ha utilizado para sostener las necesidades del ejército de defensa y muchos de los caminos que se usaban como rutas de exportación ahora permanecen bloqueados.

¿A quién afecta la crisis de alimentos derivada de la guerra en Ucrania?

Los países de África y el Medio Oriente están entre los más amenazados por esta nueva crisis de abastecimiento de alimentos, ya que son las regiones más cercanas a la zona de conflicto e importan gran parte de su trigo desde Rusia y Ucrania. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó recientemente sobre el impacto que podría tener la invasión rusa a Ucrania en el mercado agropecuario, así como los riesgos que este conflicto podría plantear en términos logísticos, de producción y aumento de precios.
La posibilidad de no contar con las cosechas de Ucrania y Rusia pone en jaque las economías y seguridad alimentaria de países como Eritrea, Azerbaiyán, Mongolia y Armenia, que importan casi todo su trigo de estos dos países en guerra.

Egipto, el mayor importador de trigo del mundo, obtiene tres cuartos de su trigo de Ucrania y Rusia. Le sigue Turquía, que importa el 85% de su trigo de estos dos países y Arabia Saudita, donde casi la mitad de sus importaciones de trigo también provienen de esta zona de guerra.

La situación es más grave porque antes de que las tropas Rusas incursionaran en territorio ucraniano, los precios de la comida ya venían en aumento, alcanzando niveles no vistos en los últimos 10 años. La FAO reportó en marzo que después del inicio de la guerra en Ucrania, el índice de precios de los alimentos alcanzó el punto más alto en la historia, y en lo que va del mes de abril, ha seguido aumentando en un 33,6% más con respecto a la medición de marzo.

A comienzos de año, la explicación de este aumento estaba en el incremento de los precios de la energía, altos costos de transporte por la disrupción logística a causa de la pandemia y eventos de desastres naturales que habían generado interrupciones en las cadenas de producción.

Para algunos países, este incremento de precios significa un aumento de los montos en las facturas de supermercado de los ciudadanos. Pero para otros, determina si sus habitantes podrán alimentarse o no.

Por ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, que brinda asistencia alimentaria a 13 millones de personas en Yemen, anunció a finales de 2021 que a partir de este año reducirían las raciones de comida de 8 millones de yemenitas, por falta de fondos para financiar el programa, como consecuencia de los altos costos de los alimentos. Según la organización, los otros 5 millones de beneficiarios, que son personas en riesgo inminente de inanición, continuarían recibiendo su ración completa.

Manifestantes en Mardrid, España. Fotografía de Pierre-Philippe MARCOU | AFP

Esto ocurrió antes de que la guerra en Ucrania se convirtiera en un factor más dentro de la grave crisis de alimentos en el mundo. Ahora, el Programa Mundial de Alimentos está en riesgo de tener que cortar aún más el número de raciones que ofrecen a la población de Yemen y, en general, el alcance de sus programas de asistencia alimentaria en todo el mundo. Y lo que es todavía más grave: en 2021, el país proveedor del 50% del trigo utilizado por el Programa Mundial de Alimentos fue precisamente Ucrania.

En la 37° Conferencia Regional de la FAO en Quito, la agencia de la ONU dijo que “no descarta una crisis alimentaria” en América Latina, región que también se encuentra en una posición vulnerable frente a la crisis mundial de alimentos.

La FAO proyecta dos posibles escenarios. Uno de ellos es el aumento del precio del trigo en un 8%, lo que aumentaría el gasto en alimentos de los consumidores en la región. Sin embargo, el segundo escenario, mucho más devastador, contempla la posibilidad de que el precio de los cereales aumente en un 21%, lo que podría dejar a 13 millones de personas más en condiciones de hambruna en América Latina y el Caribe.

Si bien aún hay trigo disponible en el mercado y reservas de trigo almacenado, el problema inmediato es el alza de precios. En otros episodios de costos elevados de la comida, el mercado se ha nivelado por sí sólo. Los granjeros y agricultores, intentando compensar el alza, siembran en mayor cantidad y el aumento de la oferta satisface la demanda, contribuyendo a la baja de los precios. El problema, en esta ocasión, es que para aumentar la cosecha es necesario contar con fertilizantes, y el precio de éstos también está en aumento.

Rusia produce cerca del 10% de los fertilizantes del mundo. En Europa, el 25% del suministro de los tres principales nutrientes para uso agrícola, nitrógeno, fosfato y potasa, también proviene de ese país. La compañía noruega Yara, el mayor productor y proveedor de fertilizantes en Europa, ha debido interrumpir gran parte de sus operaciones, que se desarrollaban mayoritariamente en territorio ucraniano, por la guerra.

La empresa noruega sostiene que de acuerdo con sus cálculos más extremos, si no se agregan fertilizantes al suelo productivo, los cultivos a nivel mundial podrían verse reducidos en un 50% para la siguiente cosecha.

El libre flujo de productos en el mundo globalizado ha sido posible a través de una estabilidad geopolítica considerable. El desequilibrio político producido por la invasión rusa ha impuesto fuertes limitaciones a fuentes de materia prima para la producción de alimentos y ha dejado a muchos países sin alternativas a corto plazo. Una consecuencia cada vez más probable de esta crisis es que solo el sector más privilegiado de la población mundial tendrá acceso a suficientes alimentos en el futuro cercano.

Desplazados en Yemen reciben alimentos e insumos. Fotografía de Khaled Ziad | AFP

Golpe a la estabilidad social y política

El alza de los precios también representa una amenaza para la estabilidad social y política de los países, dados los altos niveles de conflictividad social que se derivan de esta situación. En Sri Lanka, el gobierno del presidente Gotabaya Rajapaksa declaró el estado de emergencia nacional a comienzos de abril, luego de que se produjeran protestas violentas en las que los manifestantes arrojaron ladrillos e incendiaron un autobús frente a la residencia privada del primer mandatario en la ciudad capital de Colombo, según lo informó Reuters.

Las protestas venían realizándose en Sri Lanka desde hace varias semanas, motivadas por la grave escasez de artículos esenciales como alimentos, medicinas y combustible. En los últimos días, los habitantes del país asiático han tenido que hacer largas colas para obtener suministros básicos y se han registrado cortes de electricidad de hasta más de 10 horas.

En Pakistán, el alza desmesurada de los precios de los alimentos y el combustible, sumado a un índice de inflación anual que alcanzó el 13% en enero de 2022, han desatado una crisis política que pone en jaque al gobierno del Primer Ministro Imran Khan, quien desde marzo enfrenta acusaciones de corrupción y mal manejo económico.

En América Latina, a mediados de marzo, Paraguay fue escenario de protestas y bloqueos de vías por parte de manifestantes que exigían la reducción de los precios del combustible. Las manifestaciones, que reunían principalmente a personas del gremio del transporte, incluyendo camioneros, taxistas, repartidores y conductores de servicios de plataformas, se extendieron por varios días, a pesar de que el gobierno nacional implementó una reducción de 0,07 dólares por litro en dos tipos de combustible, la cual estaría vigente por 30 días en todas las estaciones de servicio de la estatal Petropar.

Perú, por su parte, ha sido uno de los países más afectados por el alza de precios en la región. El aumento de los precios del combustible, agravado por las sanciones de occidente a Moscú, impactó de forma importante a este país latinoamericano que importa la mayor parte de su petróleo, en un momento crítico en el que apenas comenzaba a recuperarse de los estragos económicos causados por la pandemia y los confinamientos. En marzo, Perú alcanzó el índice de inflación más alto reportado en 26 años, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática del país. Y de acuerdo con datos del Banco Central de Perú, el rubro más afectado fue el de alimentos y combustible, el cual registró un alza de 9,54% en los precios con respecto a 2021.

En este contexto, las protestas comenzaron en todo el territorio peruano, hasta que el 28 de marzo, representantes de los trabajadores del sector de transporte y el sindicato de camioneros llamaron a un paro general para exigir una reducción en el precio de la gasolina.

Desde entonces, las manifestaciones contra el alza de precios no solo se han mantenido, sino que han escalado en tamaño y en niveles de violencia. Durante la primera semana de abril las protestas se esparcieron por todo el país, dejando un saldo de al menos seis muertos y más de 20 detenidos, en enfrentamientos entre civiles y fuerzas de seguridad en Lima y otras ciudades.

Manifestaciones en Sri Lanka. Fotografía de ISHARA S. KODIKARA | AFP

¿Qué están haciendo los países para sortear la crisis?

Para hacer frente a las dificultades planteadas por esta nueva crisis global de alimentos, el Banco Mundial propone cuatro acciones que deben seguir los países para salvaguardar la seguridad alimentaria de sus pueblos.

1. Mantener abierto el comercio de alimentos

De acuerdo con el Banco Mundial, mantener los alimentos en movimiento y los mercados abiertos, sin restringir las exportaciones para evitar exacerbar el aumento de los precios y aumentar el riesgo de desnutrición en los más vulnerables.

2. Apoyar a los consumidores y familias vulnerables a través de redes de seguridad

El Banco Mundial sostiene que es imperativo que los gobiernos mantengan o aumenten la protección social a través de programas de alimentación, especialmente en países de bajos y medianos ingresos en los que los habitantes gastan gran parte de sus ingresos en alimentos.

3. Proveer de ayudas a los granjeros

Otra recomendación de la organización a los gobiernos es que asistan a los granjeros y agricultores para que puedan acceder a los insumos necesarios para producir sus cosechas. Un apoyo integral a los productores agrícolas puede ayudar a garantizar la producción de alimentos y reducir el impacto de esta crisis mundial que afecta al sector.

4. Trabajar por transformar los sistemas de producción de alimentos

Es necesario, según el Banco Mundial, transformar los sistemas de alimentación para que sean más resilientes y permitan establecer una seguridad alimentaria sostenible y duradera. La organización afirma que se debe priorizar el apoyo a los países en desarrollo en sus esfuerzos para recuperarse de los choques causados por crisis económicas, conflictos y efectos del cambio climático.

Por otra parte, los países también están tomando distintas decisiones a fin de mitigar los efectos del alza de precios de los alimentos.

En Argentina, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, anunció el establecimiento de subsidios a los molinos que procesan el trigo para la elaboración de harina, con el objetivo de disminuir el precio del pan y otros productos derivados de este cereal. Al mismo tiempo, la nación del cono sur suspendió las ventas de exportación de aceite y harina de soya de la cosecha 2021-2022. Esta medida proteccionista por parte de Argentina, principal exportador mundial de harina y aceite de soya, probablemente afectará el suministro de estos productos en el mercado mundial, en un momento en que los precios ya se encuentran en el punto más álgido a causa de la guerra entre Rusia y Ucrania.

Hombre observa un estante vacío en Madrid, España. Fotografía de OSCAR DEL POZO | AFP

Brasil, país líder en la producción de soya, café y azúcar, importa el 80% de sus fertilizantes de Ucrania y Rusia. Recientemente, el presidente Jair Bolsonaro ha llamado a revivir un proyecto de ley del congreso de Brasil para extraer recursos naturales ubicados en territorios indígenas en la región de la Amazonía, que le permitiría al país producir sus propios fertilizantes. Brasil también avanza negociaciones con Canadá para aumentar las importaciones de potasa, como alternativa a los suministros de este mineral procedentes de Rusia.

En España se ha dado potestad a las tiendas y supermercados para racionar productos, como medida para combatir el desabastecimiento, a través del “Real decreto ley de medidas de respuesta a las consecuencias de la guerra en Ucrania”. Entre las acciones del plan español para enfrentar la crisis alimentaria se incluye la posibilidad de emplear para el pasto o el cultivo las llamadas “superficies de barbecho”, suelos que de lo contrario se dejarían descansar uno o dos años para su regeneración. La nación española también avanza negociaciones para importar maíz de Estados Unidos y Argentina.

A comienzos de marzo, los países del Consejo Agropecuario del Sur, que integra a Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, pidieron excluir los fertilizantes de las sanciones de occidente a Rusia, previendo el impacto que las prohibiciones económicas en este rubro traería para la seguridad alimentaria en América Latina. La propuesta de exclusión será enviada a las Naciones Unidas para su consideración, pero es previsible que enfrente fuerte oposición por parte de algunos países, incluyendo Estados Unidos, donde el Secretario de Agricultura, Tom Vilsack, ya ha dicho que aunque se solidariza con la búsqueda de fertilizantes a precios asequibles, “tal vez sean necesarios sacrificios para hacer frente a la guerra injustificada que Rusia decidió iniciar”.

Antes de la guerra en Ucrania había casi 283 millones de personas, de 81 países diferentes, enfrentando inseguridad alimentaria aguda, y 45 millones de personas al borde de la hambruna, según el Programa Mundial de Alimentos. Mientras continúe el conflicto y las alternativas para suplir las necesidades del mercado de alimentos no sean definitivas, los más vulnerables sufrirán los efectos de una guerra que se lucha al otro lado del mundo.


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