Música

Bob Dylan no tiene la culpa de que le hayan dado el Nobel

29/05/2021

Esta última semana es mucho lo que se ha hablado y escrito sobre Bob Dylan. Es lógico, el pasado 24 de mayo cumplió 80 años. Desde marzo de 1962, fecha del lanzamiento de su primer disco, su obra ha formado parte de la cultura popular, sobre todo de los Estados Unidos. Bob Dylan es una especie de Forrest Gump. Su nombre e imagen aparecen en discos, libros, películas, documentales, noticias financieras y culturales de los últimos 60 años.

Sin tener la menor idea de quién era el cantante, siendo apenas un niño, me acuerdo de «Lay, Lady, Lay» sonando en la radio del carro; una de las primeras canciones de las que tengo memoria, de eso ya unos 50 años. Cuando tuve la edad suficiente como para comenzar a comprar la música que me gustaba —y porque a esa edad, en plena adolescencia, para poder opinar en el colegio o en la esquina con los amigos, era igual de obligatorio tener que escuchar a Jim Morrison y a Bob Dylan—, me compré Live At Budokan, un disco de 1979 que me sirvió de introducción a los clásicos de Dylan y en el que descubrí «Love Minus Zero/No Limit», una canción que, a pesar de no tener la menor idea de lo que significaba, me creó una sensación, nueva para mí, de tranquilidad y, de paso, la necesidad de dejarme crecer el pelo. Pocos años después, yo ya de estudiante universitario, mi mamá se apareció por Margarita con un tapiz con la intención de decorar la única pared de mi pequeño apartamento. No sé si lo hizo conscientemente, pero el tapiz resultó ser una ilustración del perfil de Bob Dylan, con la caballera en colores, creada por Milton Glaser, el mismo del logotipo I ♥ NY. La imagen fue usada como carátula en uno de los primeros álbumes de grandes éxitos de Dylan. Así que sin que yo quisiera, durante algunos años, «Mr.Tambourine Man» me dio los buenos días y las buenas noches.

John Lennon, en su canción «God», de su primer disco post-Beatles, después de asegurar que para él «El sueño se acabó» hace un listado de mucho en lo que ya había dejado de creer, ni en la Biblia, ni en Kennedy, ni en Jesús. Tampoco en Elvis, en los Beatles ni en Zimmerman, el verdadero apellido de origen judío de Dylan. Pero por más que lo negara, Lennon sí fue admirador de Bob Dylan. Está muy bien documentada la historia de la noche del 28 de agosto de 1964 cuando, después de un concierto en Forrest Hill, en el famoso Hotel Del Delmonico, Los Fab Four conocieron primero a su ídolo y, junto a él, a los cigarrillos de marihuana que el mismo Dylan se encargó de prepararles. La historia de Bob Dylan también está ligada al concierto de Woodstock, pueblo donde vivía y donde tuvo un accidente de moto en 1967 que le impidió salir de gira durante algunos años y lo obligó a hacer muy pocas apariciones en vivo. Los organizadores de Woodstock, aprovechando todo lo que significaba Dylan en esa época, le pidieron que abriera el festival. Dylan rechazó la invitación. Pocos meses después se presentó como la estrella principal en el festival de la isla de Wight en 1969.

Las canciones de Bob Dylan han sido interpretadas por infinidad de artistas. Hay algunas versiones memorables, otras no tanto. La de «All Along The Watchtower» de Jimi Hendrix resultó tan buena que el mismo Dylan adoptó su manera de ejecutarla para sus presentaciones en vivo. Siempre es la tercera o cuarta canción que interpreta en sus conciertos. Después de Hendrix son muchas las bandas y músicos que por algún momento han agregado a esta especie de canción de protesta en clave de rock, y no de folk, a su repertorio. U2, en su fabuloso disco Rattle And Hum, tiene una explosiva versión grabada en un concierto en San Francisco. Paul Weller, en su disco Studio 150, le agrega el sonido de un órgano y un coro y la transforma en lo que pareciera por algunos momentos un góspel. A Jerry García le encantaba extender sus solos de guitarra cada vez que los Grateful Dead la interpretaban en vivo. Eddie Vedder, Neil Young, Bobby Womack, Brian Ferry, Las Indigo Girls, Richie Havens y hasta los mismos XTC son de los que más han destacado reinterpretando «All Along The Watchtower»: según la revista Rolling Stone, la 47 de las 500 mejores canciones de la historia del Rock.

Sobre Bob Dylan también se puede leer acerca de su fanatismo religioso. Se pueden ver películas como I’m Not There, una biografía poco convencional sobre su vida en la que hacen de Dylan: Cate Blanchett, Christian Bale, Richard Gere y Heath Ledger. Se pueden leer sus libros de poesía. También se pueden comprar acciones de Universal Music, sociedad que reúne a varios sellos musicales, que le compró por 600 millones de dólares todo su catálogo musical y así tener la oportunidad de ser dueño de una pequeña parte de su legado. Bob Dylan, más que una persona, es patrimonio inmaterial de la humanidad. 

Muchos intelectuales, sobre todo escritores, se indignaron cuando en 2016 le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura por “crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”. La verdad es que a mí me aburren enormemente casi todos los autores que lo han ganado. Pero este Forrest Gump musical llamado Bob Dylan da para tanto que obligó a los organizadores de la Academia Sueca, encargados de entregar el premio, después de tratar durante varias semanas de contactar con él, y para poder cumplir con las normas del Nobel que contemplan que se debe pronunciar un discurso en los seis meses siguientes a la ceremonia para poder recibir los 900 mil dólares del premio, a organizar una ceremonia privada para hacerle entrega del diploma y la medalla de oro que lo acredita como Premio Nobel de Literatura 2016. 

De Bob Dylan se podrían estar escribiendo muchas cosas, sobre todo esta semana en la que se celebra su cumpleaños. Pero, por más que lo busquen, nadie les va a decir cuál es su mejor canción. Ésa que es capaz por sí sola de darle el brillo suficiente a la carrera de uno de los mejores artistas de los últimos años. Tomen nota. Búsquenla, si es que no la conocen. Siéntense, relájense, disfrútenla: «Most of the time».


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