Asdrúbal Oliveros retratado por Alfredo Lasry | RMTF
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Como premisa me pregunto qué tiene que ver esta atmósfera de nostalgia y reminiscencias por el pasado con la actividad económica. Parece un contrasentido, una hipótesis descabellada. Sin embargo, le hago el planteamiento a Asdrúbal Oliveros. El resultado es tan esclarecedor como aplastante. Los números son elocuentes y desnudos. Mejor sería que pongamos los pies en la tierra de una vez por todas.
¿En blanco y negro dónde ubicaría a la economía venezolana actual?
Después de una contracción de más del 80 por ciento, en siete años, diría que la economía venezolana está en el foso. Habría que hacer una evaluación de los sobrevivientes y de cómo operar, después de una contracción de esa magnitud. No creo que la economía siga cayendo, pero la recuperación va a ser extremadamente lenta. Diría, además, que hay unos cambios que afectan las dinámicas de los ciudadanos, de las empresas y del sector privado. La definiría como una economía de sobreviviente, lo que va quedando después de una devastación similar a la que produce una guerra, si cabe el término. Lo que estamos viendo es cómo esos sobrevivientes se adaptan a ese nuevo entorno, a partir del año pasado y con más fuerza este año.
Dice que la recuperación “va a ser extremadamente lenta”. ¿Qué lo lleva a esa afirmación?
Cualquier país, después de una contracción como la que ha tenido Venezuela, que es la peor después de la Guerra Federal, y la peor de América Latina en los últimos 50 años, es imposible que se pueda recuperar por sus propios medios. No los tiene, no los tienen ni los ciudadanos, ni las empresas, ni el Estado. Al finalizar va a necesitar una profunda cooperación internacional por distintas vías -organismos multilaterales, gobiernos, instituciones, un marco legal que atraiga inversión extranjera-, pero nada de eso va a ser posible si no se resuelve el tema político, empezando por quién es el presidente y la legitimidad del presidente. Nosotros calculamos que, de darse ese proceso de reconstrucción, Venezuela necesitaría, en los primeros cinco años, alrededor de 233 mil millones de dólares. Eso es el equivalente a seis veces el tamaño -40 mil millones de dólares- de la economía venezolana hoy. Pero esos recursos (provenientes de la comunidad internacional) no los vas a poder levantar, insisto, si antes no resuelves el problema político. Hablo de la reconstrucción económica, que es mi asunto, pero el país también necesita una reconstrucción institucional. Yo creo que está lejos de hacerse, de que ocurra, ¿no?
¿Qué sectores, qué nichos, podrían recuperarse bajo los parámetros actuales?
De entrada, lo primero que hay que entender es la destrucción del Estado como proveedor de bienes y servicios públicos. Eso es un elemento muy importante que no hemos internalizado del todo. El papel del Estado todopoderoso, que era rico, que se metía en todo, hoy no existe. Desde el punto de vista financiero, es un Estado colapsado. Eso, por supuesto, cambia la dinámica de relaciones entre el Estado y el sector privado. Ese hecho explica, por ejemplo, que hoy el Estado le permita operar al sector privado con autonomía, con independencia. De lo contrario, la situación se haría más inviable de lo que ya es. Se hace, incluso, por supervivencia política. Un segundo elemento (consecuencia del anterior) es que el impacto que tenía la actividad petrolera en la economía no petrolera tampoco existe. Eso marcaba la dinámica en Venezuela, tanto de los ciudadanos como de las empresas. Y no existe porque la contracción del ingreso petrolero es brutal. Entonces, tienes, por primera vez en mucho tiempo, a un sector privado que opera al margen del Estado. Para mí ése es un hecho trascendental que ha ocurrido en los últimos años. Y espero que se profundice en el futuro, que no regresen los elementos perversos que tuvimos en el pasado. Hay un tercer elemento: la hiperinflación destruyó la capacidad que tenía el Estado de recaudar ingresos. Esa capacidad es mínima y la más baja de América Latina. Sin tener presente estos tres elementos, no podríamos entender la recomposición de sectores que ha ocurrido en los últimos años.
Volvamos a la pregunta. ¿Qué sectores, qué nichos, pueden despertar en la economía venezolana?
Asumamos, como premisa fundamental, que no habrá cambio político. Pudieran crecer el sector alimentos, el sector salud, cuidado personal. Lo básico. De hecho, hemos visto algo de recuperación. ¿Por qué? Porque los ha favorecido las remesas y el hecho de que un sector de la población ha encontrado en la economía informal una fuente de generar ingresos. Además, ha habido algo de recuperación en la actividad comercial, la actividad importadora, servicios profesionales (los trabajadores por cuenta propia se dolarizaron más rápido) y en tecnología. Ahí hemos visto signos positivos. Obviamente, en detrimento de otros sectores (la actividad petrolera, banca y seguros -muy minimizado- y la industria de la construcción), actividades que tienen un impacto muy fuerte en la dinámica global.
La sensación de que vivimos entre los escombros, en medio de la destrucción económica, ¿podría convertirse en una realidad permanente?
Sí, creo que sí. Si no alcanzas, insisto, la solución política y la reconstrucción institucional, la realidad de la que estamos hablando se va a convertir en algo permanente. Una minoría, quiero hacer énfasis en eso, puede tener éxito, puede sobrevivir, puede reinventarse, pero las grandes mayorías están en modo sobrevivencia. Entonces, vas a tener un país estructuralmente pobre, sin capacidad de crecimiento. Sin que ocurra ese milagro que muchos esperan y que podría insertar a Venezuela en el concierto de las naciones latinoamericanas, como una economía de peso.
¿La burbuja dolarizada no tiene ningún impacto en los ingresos del gobierno?
A mí la expresión “burbuja dolarizada” no me gusta porque, al final, la dolarización es más profunda de lo que muchos creen. Nosotros hemos hecho siete estudios de transacciones en dólares y te puedo asegurar que más de 2/3 de los pagos se hacen con esa moneda. La liquidez en dólares que circula dentro de Venezuela es prácticamente cinco veces más que la liquidez en bolívares. Ése es un dato representativo. Adicionalmente, más de la mitad de la población maneja divisas, aunque eso no quiere decir que tenga los dólares suficientes para vivir. Pero, efectivamente, esa estructura dolarizada no logra llegar, al menos por la vía formal, al Estado, entre otras cosas, porque el Estado tendría que avanzar hacia lo que los economistas llamamos una dolarización financiera, en la cual los dólares pasen por la banca, en un ecosistema más eficiente. Y allí el Estado pueda recaudar impuestos en divisas. Pero creo que hay elementos de resistencia, porque si llegamos ahí, las autoridades (el Estado) perciben que eso les pudiera quitar grados de libertad.
El Estado todopoderoso, que en Venezuela se consolidó en la segunda mitad del siglo XX, alentó el surgimiento de grupos empresariales. Nuevos empresarios que surgían bajo el ala del Estado. ¿No será que el chavismo está creando su propia capa empresarial?
Totalmente. Yo puedo identificar, de alguna manera, tres grupos empresariales en Venezuela. Uno tradicional, conformado por empresas eminentemente familiares, que entienden el entorno, lo han sufrido y son parte de los sobrevivientes. Otro, que agrupa a nuevas empresas, no siempre asociadas al poder, muchas de ellas pequeñas, quizás algunas no puedan madurar y mueran en el camino. Se trata de un nuevo tejido empresarial, débil todavía, pero que está surgiendo. Y un tercer grupo, también nuevo, cuyo desarrollo tiene que ver con sus conexiones con el poder y, por supuesto, las ventajas que derivan de esas conexiones. Eso les ha permitido, incluso, un crecimiento acelerado. Yo lo que creo, pero ya estamos hablando de política, es que el chavismo entendió que para mantenerse en el poder es importante crear su propio poder económico. Esa tarea siempre estuvo pendiente, desde la época de Chávez, pero por ciertas dinámicas que están ocurriendo en la economía se está dando. Eso explica, en gran parte, la flexibilización del modelo para darle cabida -en distintas actividades, incluido el petróleo- a nuevos actores. Esos tres grupos empresariales van a reconfigurar la nueva realidad del sector privado en Venezuela, de aquí en adelante.
Los grupos empresariales que han crecido bajo el ala del chavismo, en algún momento entenderán que, si no hay una reinstitucionalización del país y estabilidad política, no van a prosperar los negocios. No van a crecer. A fin de cuentas, el dinero no tiene ni fidelidades ni moral.
Totalmente. Pero, en el corto plazo, yo no veo una transición democrática en Venezuela. Aunque, en el medio plazo, veo incentivos para que eso ocurra. En parte por lo que señalas. Para poder crecer mucho más, ese sector privado (ya reconfigurado) va a necesitar varias cosas. Uno, que el país crezca en general. Dos, que la base de consumo crezca. Tres, va a necesitar acceso a financiamiento. Y eso sólo puede darse en términos de esa reinstitucionalización. Entonces, en el mediano plazo, esa necesidad se va a convertir en una presión importante.
Me interesa indagar en un tema que quedó pendiente. ¿Cómo la economía sumergida o negra provee ingresos al Estado? ¿Cómo funcionan esos mecanismos?
En Venezuela siempre ha existido una economía gris o negra, como lo quieras llamar. Un poco por el universo de distorsiones -controles de todo tipo- que hemos tenido, pero yo creo que esa economía negra se ha potenciado en los últimos cuatro años. En parte, coinciden dos fenómenos, uno político y otro geopolítico internacional. Obviamente, ambos están relacionados. El primero está dado por el talante, cada vez más autoritario, del Gobierno de Maduro. Y el segundo está dado por la imposición de las sanciones, en especial las de Estados Unidos. Al final esas dos cosas han exacerbado esa economía negra, tanto que hoy, según nuestros datos, el 20 por ciento del PIB de la economía venezolana funciona en negro. Eso es un número elevado para nuestros estándares, nunca antes habíamos llegado a esos niveles.
¿Cuáles son las implicaciones, los alcances, digamos, de esa realidad económica?
Yo creo que es clave para entender por qué no se ha dado una transición hacia la democracia en Venezuela. ¿Por qué? En primer lugar, porque esa economía negra genera circulante de dinero que tiene incidencia en lo social. Negar eso es no entender la realidad. Ésos son dólares que van pasando de manos, hay procesos de compraventa de bienes, que no sólo benefician a los llamados enchufados o a los corruptos, sino que incluso llegan a otras capas de la población y tiene impacto en el consumo. Entonces, hay una valoración social de esa economía negra. Luego tienes una valoración política. Es decir, esa economía negra es renta de los grupos de poder. Entonces, “si yo tengo unas rentas por este sistema, ¿cuál es mi incentivo para que esto cambie, si yo soy un beneficiario directo?” Por eso hice la conexión entre el sostenimiento político y la economía negra. Es un factor clave en esta dinámica en Venezuela. Le ha dado oxígeno al Gobierno para enfrentar las sanciones y, paradójicamente, las sanciones exacerbaron esa economía en negro, entre otras cosas, porque funcionó como mecanismo de sobrevivencia y, además, permitió, en buena medida, neutralizar el efecto de las sanciones.
¿La economía negra, de alguna manera, contribuye a financiar los programas sociales, valga decir, los CLAP y los bonos que se reparten a través del carnet de la patria?
Una porción muy pequeña, vinculada a dos actividades que se hacen hoy en negro. Una es la venta de crudo, que se hace por esa vía para neutralizar las sanciones, y otra es la venta de oro por parte del Estado. Esas dos actividades le generan al Estado mecanismos de ingresos. Poco transparentes. Es difícil incluso cuantificarlo. Pero pueden derivar en el financiamiento de diversas actividades del Gobierno. El grueso de la economía negra, es fundamental entenderlo, funciona al margen del Estado. Pero tiene impacto en la población, por eso hablé de la valoración social y también de la valoración política. Si bien opera al margen, más allá de estos dos elementos.
Llegado el punto, tenemos que hablar en términos políticos. Y la pregunta es ¿tiene la dirigencia del chavismo incentivos para cambiar la situación actual?
Esto hay que ponerlo en contexto: mientras tú tengas un Gobierno sancionado, obviamente la economía negra es una respuesta a ese tema. Volvemos al inicio de esta conversación. En la medida en que yo pueda garantizar una reinstitucionalización y un regreso a la democracia, eso puede permitir más transparencia en el uso de los fondos públicos. Mientras esté operando este mecanismo (las sanciones), la economía negra es una válvula de escape para el chavismo, un mecanismo de sobrevivencia.
¿Esta combinación de autoritarismo y de control social va de la mano con la estructura económica que estamos viviendo?
Totalmente. Insisto, no le quito el impacto social que tiene la economía negra, pero también disminuye la tensión. Lo que quiero decir con esto es que si tienes un conjunto de actividades que operan al margen de la ley -la extorsión, el mercado negro, la explotación del oro, reventa de gasolina subsidiada, reventa de vacunas, cualquiera de estas actividades- al final eso genera un conjunto de rentas y tú tienes grupos que se están beneficiando. Es iluso pensar que sólo se beneficia la cúpula, también hay una porción de la población que se beneficia de esto, que con ese ingreso, con esa renta, vive, come e intercambia bienes. Entonces, tiene una dimensión social muy poderosa que inhibe el conflicto y, por eso, en alguna medida, el chavismo la permite. Es un ganar ganar en un triple esquema. Ganan los grupos de poder, porque obviamente se quedan con la mayor tajada de esas rentas. Ganan grupos económicos que se convierten en operadores financieros al mover esas rentas adentro y afuera. Y gana el chavismo que cuenta con ese mecanismo para disminuir la tensión social al haber capas de la población con acceso, minúsculo, sí, a esas rentas. Un triple propósito para la estabilidad del Gobierno.
Estamos anclados en el pasado, nos regodeamos en el país que una vez fuimos. Pero lo cierto es que Venezuela cambió para siempre. ¿Realmente aceptamos el país que tenemos? Algo o mucho de lo que ha dicho tiene que ver con la realidad. ¿Por qué no se habla tan crudamente como lo ha hecho de esa realidad?
Creo que eso tiene que ver con una característica típica de los seres humanos, que es la negación. Al final, el país que tuvimos no va a volver. Al menos yo lo tengo claro. No va a volver. Ese país que era rico, en el imaginario de la gente, en el que hacer negocios era muy fácil, en el que la recuperación de una inversión era rápida, en el que había movilidad social, de las mayores que existían en América Latina, donde la gente podía mejorar su nivel de vida, ese país no existe y no va a volver. Tenemos esa nostalgia, esa añoranza por el pasado. Pero tenemos que pasar a lo que tenemos y de ahí mirar hacia adelante.
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*Economista (Summa Cum Laude) de la Universidad Central de Venezuela. Director de la firma consultora Ecoanalítica.
Hugo Prieto
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