Entrevista
Arnoldo José Gabaldón: “Si no conseguimos el camino, Venezuela pasará 100 años a la cola de América Latina”
por Hugo Prieto
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Un grupo de venezolanos, de amplia experiencia y calificación profesional, se reunió en la sede de la Universidad Metropolitana para discutir un documento*, en el que se plantean los retos para superar la difícil situación por la que atraviesa la región de Guayana. La severa caída de la generación eléctrica del río Caroní y la paralización total de las industrias básicas (acero y aluminio) son parte de un panorama tan desolador como apremiante. Lo que está en riesgo es un proyecto de desarrollo único en América Latina, cuyos logros tangibles son demostrables y hablan por sí solos.
El Grupo Orinoco, al cual pertenece Arnoldo José Gabaldón, ingeniero Civil especializado en ingeniería hidráulica, exministro del Ambiente y expresidente de la Copre, traza un recorrido por lo que sin duda ha sido la propuesta más ambiciosa de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. Había gerencia, ambición política y determinación para aunar esfuerzos y crear una institucionalidad que le permitió al país sacar provecho de los ingentes recursos de una región que, a cambio, anteponía difíciles condiciones para acometer una empresa de esa envergadura. Desde el elusivo mito de El Dorado hasta las selvas impenetrables plagadas de malaria, pasando por una diversidad climática y ecológica que en sí misma es una ecuación de enorme complejidad.
Gabaldón ha puesto miras a mediano y largo plazo. El encuentro en la Unimet no será ni el primero ni el último, porque de lo que se trata es de convocar a quienes tienen algo que decir, a los dolientes de Guayana, para seguir depurando una propuesta que goce del más amplio consenso en el país.
Ustedes advierten un hecho alarmante: la reducción de más del 50 por ciento en la generación de energía hidroeléctrica en Guayana. ¿A qué atribuye esa reducción tan marcada?
No ha habido un mantenimiento efectivo de las turbinas en los embalses (Guri y Macagua II). Por eso hay una serie de generadores paralizados. Lo que ocurre es que la demanda eléctrica del país ha caído a los mismos niveles que teníamos en 1999. Entonces, no se nota tanto esa reducción de la capacidad de generación y del aprovechamiento del río Caroní. Pero esa es la realidad. Además, hay otra circunstancia, al no tener esa capacidad de generación, que se encuentra muy por debajo de la capacidad instalada, se aplicaron racionamientos y cortes masivos del servicio eléctrico. Eso también afectó todo el consumo eléctrico (industria, comercio, hogares).
Ustedes proponen que se detenga de inmediato el Arco Minero del Orinoco. ¿Quizás porque es un proyecto meramente extractivista?
Porque es un proyecto delincuencial, que cayó en manos de una burocracia delincuente, asociada con la mafia internacional, con los pranes. Y las fuerzas armadas también están metidas en eso. De manera que no hay forma de rescatarlo. Pensamos que hay que reformular una economía minera, porque en la región hay vocación para eso. Pero tendría que ser bajo otras modalidades.
¿Cuál es el impacto que tiene el Arco Minero en la configuración geográfica y ecológica de Guayana?
En las áreas de explotación a cielo abierto eso está produciendo unos impactos terribles. Algunos en la cuenca superior del río Caroní. Ahí se están produciendo todo tipo de desafueros ecológicos. Es una de las cosas que alarma. Sobre todo cuando ves la región a mediano y largo plazo. Si esos procesos siguen así, ¿Qué va a quedar? Metidos en el parque nacional Canaima unos y en la Gran Sabana otros. ¿Qué le vamos a dejar de aquello a las generaciones futuras? De ahí viene la urgencia del objetivo de la sustentabilidad.
Ya el país tenía la experiencia del Lago de Maracaibo, una verdadera catástrofe en términos ecológicos.
Sí, una catástrofe vista desde muy temprano, porque en 1921 hubo protestas de pescadores del lago y en el congreso gomero se aprobó la primera ley de control de los derrames de petróleo. O sea que consciencia sobre eso había y también la percepción de que ahí se producía un gran daño.
La Corporación Venezolana de Guayana fue un proyecto ambicioso que por más de 50 años tuvo continuidad en la vida política e institucional del país…
… Y que tuvo logros muy concretos, muy tangibles, porque todo lo que es el desarrollo hidroeléctrico del río Caroní es único en América Latina. Eso es un logro extraordinario. El polo industrial de Guayana era una cosa que les aguaba la boca a los latinoamericanos cuando oían hablar que se había construido una ciudad de más de 500.000 habitantes, que allí estaba el asiento de una industria pesada, que estaba produciendo más de 4,5 millones de toneladas de acero al año. Tuvimos capacidad en el país para hacer todas esas cosas.
¿Cómo es que eso se borra de un plumazo?
Eso no se borra de un plumazo. Eso se borra porque la sociedad nuestra tiene unos factores culturales que facilitan una tragedia de esa envergadura. ¿Qué pasó con los obreros de la siderúrgica cuando decidieron renacionalizar esa industria? Se pusieron todos contentísimos, pero todos perdieron las acciones que tenían allí. Esa industria llegó a producir algo más de cuatro millones de toneladas de acero, que era la capacidad para la cual se diseñó la planta en su segunda etapa (1974). Lo que ha pasado con el aluminio es una cosa de ponerse a llorar. Las minas de bauxita de los Pijiguaos paralizadas, el proceso de la bauxita igualmente paralizado. Para hacer cualquier cosa de aluminio, tú tienes que importar la bauxita del exterior.
Quisiera detenerme en los factores culturales que mencionó, porque la debacle de Guayana —y del país en general—, se atribuye, una y otra vez, a la corrupción, al clientelismo político, pero resulta que la cosa es más profunda. ¿Qué responsabilidad le podemos atribuir a los sectores laborales, a los sectores sindicales?
Uno de los planteamientos más novedosos que han surgido es que hay que promover un cambio cultural en la sociedad venezolana, pero específicamente en los sectores que han estado involucrados en los problemas de Guayana. Se ha generado un clima laboral en el que hay una corrupción pavorosa, no hay un solo elemento de la sociedad que no esté pensando en la picardía, la disciplina se ha relajado. ¿Sabías, por ejemplo, que esas empresas están paralizadas pero todos los trabajadores reciben su sueldo, un sueldo mínimo en sus casas? Son decenas de miles de personas. ¿Cómo levantas tú y pones a vibrar un país si no hay una acción deliberada, bien estudiada, para incidir en esos factores tan negativos? No solamente es la cultura rentista sino que sobre ella se han adosado otras perversiones, que hacen que nuestra sociedad sea tan poco resiliente para afrontar un proceso de reconstrucción.
En un abrir y cerrar de ojos pasamos —tal como lo han denunciado sectores de la academia—, del rentismo petrolero al rentismo minero. La pregunta es si vamos a seguir en esta guachafita.
Los que concibieron el polo industrial de Guayana tenían muy claro su objetivo. Allá había unos recursos minerales, fundamentalmente hierro y aluminio, y había energía barata. Eso era para producir materias primas que debían ser reelaboradas en Guayana, para que aquello se convirtiera en un polo de exportaciones. De las posibilidades de diversificación económica que tuvo el país, esa fue la más destacada. Cambiar eso ahora por el extrativismo de oro, prácticamente las pepitas las sacan para llevárselas a Ámsterdam o Dubái, sin ningún procesamiento previo, es remachar la cultura rentista en otra vertiente. ¿Vamos a pasar de un extractivismo a otro cuando creíamos que la Venezuela pospetrolera iba a tener pilares como los de Guayana? Bueno, resulta que los deshicimos.
El Municipio Sifontes del estado Bolívar, donde hay una gran concentración aurífera, a la vez es el foco de la malaria, de la desinstitucionalización y de la presencia de bandas paramilitares como el ELN de Colombia. Ahí, donde están los recursos, mira lo que tenemos al lado. Es una incongruencia asombrosa.
Te cuento una anécdota. En la década de 1980 (86, 88), yo estuve en Bogotá. Germán Carrera Damas estaba de embajador. Hablando de los problemas de Colombia me refirió que uno de ellos era que el Estado colombiano no tenía presencia en el 30 por ciento de su territorio. Actualmente, en el caso de nosotros, el Estado venezolano no está presente en casi el 50 por ciento del territorio. Apure, Amazonas, Bolívar, Delta Amacuro. Ahí no hay presencia del Estado en modo alguno. Habrá unos solados por aquí, por allá, en connivencia con la guerrilla del ELN y la disidencia de las FARC. Recientemente, unos señores que estaban de pesca en el Caranaparo me contaron que llegaron unos hombres en lancha y se identificaron como integrantes del ELN. Eso es. Venezuela tiene perdido medio territorio.
No es que colapsó el modelo petrolero, sino que lo destruyeron al quebrar a PDVSA. De hecho tenemos un Estado totalmente empobrecido, vaciado de recursos y a futuro vamos a depender de la inversión extranjera, de la inversión privada, pero la Constitución del 99 consagra la propiedad del Estado y privilegia lo público. ¿Qué haría falta para atraer capitales al país?
Aquí lo que está planteado es una suerte de renacimiento para que Venezuela pueda volver a encarrilarse, con una trayectoria de desarrollo normal. Los retos de carácter institucional son muy serios, de forma tal que el problema electoral pudiera ser el principio, pero eso por sí solo no resuelve nada. Aquí debe conjugarse una serie de voluntades y de esfuerzos, y una conducción adecuada, que sepa para donde ir y que tenga el poder, porque ¿qué va a ser de las Fuerzas Armadas en el futuro, una pila de parásitos que se acostumbraron a martillar y a estar robando glotonamente? ¿Cómo se encarrila un país en esas condiciones? Bueno, ahí están las consecuencias. Y si pasas revista en América Latina, nosotros empezamos a aparecer en la cola.
Otro temas que ponen de relieve es que Venezuela dejó de ser un país competitivo. Advierten, además, que la recuperación «será difícil y será lenta». Pero no falta quien diga que, si el señor Maduro se va, el mandado está hecho.
En la competitividad, por supuesto, está presente el factor humano. Ese factor humano radiado que tenemos, porque eso es lo que ha ocurrido, sobre todo en estos 20 años, y a no ser que tú llegues a motivarlo con estímulos muy inteligentes, será un fardo muy pesado. Pero hay otra cosa que también es muy grave: No ha habido un desarrollo de un sistema de ciencia y tecnología e innovación. Esa es la base de la competitividad, precisamente. Y no lo tenemos. ¿Tú sabías, por ejemplo, que en las industrias de Guayana se llegó a producir un ring de aluminio que usaron los carros de la Formula 1? En su momento, esos rines pesaban 14 kilos y resulta que actualmente pesan, debido a la innovación, 8 kilos. Tienen, además, la misma resistencia. Por lo tanto, al surgir esa innovación tecnológica, quedó absolutamente desfasada la empresa original de rines. Si me dices que en Guayana está presente el Instituto Tecnológico de Massachusetts con un ejército de científicos instalando todo tipo de cosas, uno tiene razones para pensar que aquello puede recuperarse con rapidez, pero no lo hay, no se creó un aparato científico tecnológico que pudiese aportar esa innovación tan necesaria para un complejo industrial.
Tampoco hay esa capacidad en las universidades venezolanas.
Nosotros nos hemos vinculado a la UCAB en Guayana para que sea su rector, el padre Arturo Peraza, quien motorice la segunda vuelta de discusiones de este documento. ¿Destrozada la CVG quien se va a ocupar de materializar esa estrategia de desarrollo sostenible, cuyo guión es el que estamos proponiendo? Más allá de las iniciativas valiosas para la transitoriedad, se requieren unos cerebros que empiecen a pensar en el mediano y largo plazo. Lo que se hizo, y lo que podamos hacer, no es algo que puedes hacer de la noche a la mañana. En 1959, el general Alfonso Ravard, quien presidía la CVG, fue al Instituto Tecnológico de Massachusetts y lo que se fue gestando allí fue de una maduración muy lenta. Pero firme, no había retroceso.
Para ustedes es muy importante la consecución de una imagen objetivo, ¿podría definir ese concepto? ¿Cómo lo podríamos visualizar?
En un proceso de planificación prospectiva, tú tienes que tomar en cuenta la situación actual, cuyo diagnóstico es muy negativo. Eso es lo que consignamos en el documento. Tu horizonte de planificación abarca un período de 20 a 30 años. Y en esa planificación, además de tomar en cuenta los escenarios que pueden ocurrir, tú tienes que imaginarte cómo es la imagen deseable de lo que quieres que ocurra allí. Yo deseo que Guayana esté exportando 10 millones de productos elaborados a los mercados internacionales. Yo pienso que es posible que toda la alimentación de Guayana sea provista por el Delta del Orinoco, porque se han desarrollado allí unos proyectos. Esa es la imagen objetivo. Pero esa imagen no se saca del bolsillo tiene que ser producto del raciocinio, de la auscultación de las realidades y de cómo han sido las tendencias del pasado.
Mucho de lo que ha dicho es planificación, es institucionalidad, ¿pero cuáles serían las condiciones para que la inversión privada se vincule y se asocie en la consecución de esa imagen objetivo?
Si vamos a salir a flote tiene que venir un régimen diferente, un régimen que empiece por producir confianza a todos los venezolanos y especialmente a los inversionistas que estén dispuestos a arriesgar sus recursos. Eso implica que vas a tener que modificar algunas leyes, pero sobre todo un régimen que sea capaz de dar demostraciones y emita mensajes que refuercen la confianza de la gente. Si eso se logra a nivel nacional, posiblemente puedas sacar beneficios de allí para el sector petrolero y para el sector de Guayana. El problema no es sólo arreglar la democracia con unas elecciones transparentes, es un cambio muchísimo más profundo. De lo contrario, el riesgo es que Venezuela pase 100 años a la cola de América Latina. Si nosotros no conseguimos el camino, eso está cantado. Este país no levanta cabeza.
Usted, por distintas razones, es uno de los venezolanos que conoce a fondo lo que ocurre con la malaria, cuya incidencia ha aumentado de forma alarmante, entre otras cosas, por la minería ilegal y la fragmentación de los bosques en Guayana. ¿Qué opinión tiene?
En 1999 al señor Chávez se le ocurrió suprimir la División General de Malariología y Saneamiento Ambiental del Ministerio de Sanidad, que era la organización que se ocupaba de la medicina preventiva y de hacer el seguimiento de todo lo que ocurriese epidemiológicamente en materia de malaria, de dengue y de las enfermedades transmisibles. Hay, como elemento histórico, una carta del doctor Oscar Noya, profesor de la Universidad Central de Venezuela, que en uno de sus párrafos dice: Yo le puedo anticipar a usted (Hugo Chávez) que si ese proyecto de eliminar se lleva a cabo, usted está destruyendo uno de los pilares fundamentales de la salud venezolana. Ciertamente, en Guayana hay condiciones que dificultan la lucha contra el mosquito transmisor de la malaria, pero la exportación al resto del país ha quedado sin control y actualmente tenemos un millón de casos de malaria.
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*Guión para la formulación de una estrategia de desarrollo sostenible para Guayana.
Hugo Prieto
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