Alexander Campos por Natacha Trebucq | RMTF.
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“En los dos últimos años, se instaló en la opinión pública un pesimismo tremendo frente al cambio político. Mientras surgieron unos síntomas de mejora económica, en esa misma medida disminuían las posibilidades de cambio. Al contrario de esa opinión, yo creo que no hay una solución política en Venezuela si no se construye a partir de las comunidades. Es ahí donde está la fuerza para construir una opción política que pueda ser alternativa al chavismo”.
Quien habla es Alexander Campos*. En las líneas que siguen, explica los pormenores de su hipótesis. Oigamos una campanada. “Aunque estamos ante catástrofes como la migración, en la que no hemos penetrado, ni hemos estudiado los cambios que conlleva en las dinámicas sociales, quiero decirte que, si no volvemos a las comunidades para construir lo alternativo, no habrá una solución política en Venezuela”.
¿Cuál es la percepción que usted tiene sobre el proceso social que están viviendo los sectores populares, de una realidad política que cada día les dice menos o que no les dice nada?
No voy a hablar de una experiencia académica, aunque soy un académico. Mi visión es desde lo que yo experimento como opción de vida. Mi destino, mi horizonte existencial, no puede ser sino desde lo popular, entre otras cosas, porque vivo allí, vengo de allí y creo que moriré allí. No es porque crea que tenga una visión más completa de Venezuela, no. El país no se agota precisamente ahí. Lo digo para que nos entendamos: mi vida no tiene sentido, sino viéndola desde lo popular. Se me hace muy difícil ver a Venezuela, digámoslo así, desde Las Mercedes. Entonces, no puedo sino verla desde mi barrio. Quizás esa realidad ha determinado mi decisión de no irme del país y que mi trabajo intelectual lo haga desde el barrio. Quizás esa realidad sea mi destino y me interesa pensarlo bien, sin medias tintas, sin mentirme a mí mismo.
De lo que ha dicho, creo que hay dos cosas importantes. Una realidad existencial más que política, así como una decisión consustancial con esa realidad. ¿Ve correspondencia entre esa decisión y la gente con la que comparte a diario?
Sería muy vanidoso decir que es total. Sé que eso no es verdad. No me siento de esa manera.
¿Cuáles serían los puntos donde ve coincidencias?
A ver: aunque no he caído en la extrema pobreza, porque tengo trabajo, en todo lo demás coincidimos: una comunidad a la que llega el agua por tubería cada seis meses, y cuando llega la dejan seis horas; vivimos en la misma incomunicación, porque hay un derrumbe que tiene 10 años y no hay manera, aunque les hayan dado tres concesiones a tres empresas distintas, de que se repare, no tenemos acceso a la salud…
Son las mismas condiciones materiales. ¿Pero son las mismas en el plano político, en el plano social?
Las condiciones existenciales, definitivamente, tocan con lo político. Voy a un ejemplo. Desde hace 20 años, los actores políticos, como tales, no hacen vida dentro de la comunidad.
¿Ni el chavismo ni la oposición?
El chavismo va en franco retroceso desde hace 10 años y hoy son estructuras vacías, totalmente vacías, que sólo sirven una vez al mes cuando llega la bolsa Clap. Políticamente no organizan, no convocan, no escuchan. Cada vez más son un sujeto externo a la comunidad, adherido allí porque invadieron una casa, con un letrero que dice consejo comunal o comuna tal, pero no tienen vida, existencia, dentro de la comunidad. Nuestro destino no es el de ellos. El destino de ellos, aunque son de la comunidad, es el destino del gobierno. Son una adherencia a la comunidad, no participan de nuestras angustias, de nuestros dolores, que son vividos desde afuera y como alguien que obedece una directriz para imponérsela a alguien desde dentro.
Por favor, no se olvide de la oposición.
El otro sector vivió un proceso, digamos, interesantísimo. Se dejó expulsar. Es verdad que en algunos sitios la expulsión fue violenta (los colectivos y otros agentes armados), pero en la mayoría de los casos no fue así. Se dejaron expulsar porque no representaban algo significativo para la comunidad. El espacio que ellos dejaron fue ocupado por el chavismo y cuando aquellos regresaron… quisieron ser un reflejo del chavismo. En vez de reflejar una identidad –buena o mala, ese no es el punto- que los distinguiese del otro, empezaron a asumir la narrativa, el discurso y las prácticas del chavismo. ¿Al fin y al cabo qué sucedió? Se mimetizaron. La gente ya no podía distinguir si eras chavista o un opositor.
¿Cabe aquí la sentencia de Carlos Andrés Pérez: “Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario”?
El problema es que, en ese mimetismo, lo que hacía la oposición era reforzar la identidad del régimen. Sin duda, es un proceso inconsciente. Pero la gente llegó a la conclusión de que si estos quieren imitar a aquellos es porque aquellos son mejores.
Debo insistir, ahora con la sentencia de Karl Kraus que no se cumplió: “Si la copia es mejor que el original, no hay original”.
Claro, algunas de estas organizaciones decidieron, después del enorme cansancio, decidir que eran ONG, sin ninguna referencia política. Al menos tenían una identidad propia. En las comunidades empezaron a ver que sí había algo distinto a aquello. No todo esto es chavismo, puede haber algo distinto. Pero no tenían un carácter político. No tenías vocación de poder, sino de ayuda y de servicio. No te identificabas como una figura política alternativa.
Empieza a verse una identidad diferente y ahí vemos la desconexión -de la que tanto se ha hablado-, entre el liderazgo político y la gente. ¿O quizás esa desconexión es mucho mayor?
La presencia o ausencia de ese liderazgo, en las comunidades, responde a la pregunta que me haces. Estoy hablando de una historia que quizás tiene 30 años o que incluso viene de más atrás. Pero vamos a circunscribirnos a la etapa revolucionaria, llamémosla así. Al chavismo no le fue quedando ni siquiera el cascarón o la estructura vacía, porque esa también se fue cayendo; y los momentos más críticos, correspondientes a esa ausencia, van en paralelo con la crisis económica (2017), con la hiperinflación y, fundamentalmente, con la escasez. Ahora, que reaparecen nuevamente los síntomas de la hiperinflación, la gente vive este momento con más calma, porque quizás pueda conseguir el producto. En cambio, la escasez introduce en la convivencia comunitaria una expresión de violencia a la que no estábamos acostumbrados.
¿Podría dar un ejemplo de esas expresiones de violencia?
Para un barrio, el sentido de convivencia vecinal es fundamental. Ahí se sostiene la dinámica diaria, cotidiana, de nuestra vida como barrio. El hecho de que uno y otro vecino nos necesitemos para el trasporte, para el agua, para el café, para esas cosas cotidianas, que nos interrelacionan y nos hacen vecino, conforman una realidad que la escasez resquebraja, rompe. Si yo conseguí un kilo de café, luego de hacer una cola de ocho horas, ya compartir una taza contigo me cuesta. Eso, para un venezolano, es lo más vergonzoso que hay.
Volvamos al recorrido, si se quiere en una línea de tiempo que estamos haciendo. ¿Cómo vivió la gente del barrio la dolarización de la economía?
Tengo muy presente que, durante el gran apagón nacional (marzo de 2018) y ante la premura de tantas necesidades, la gente dijo: voy a pagar, voy a resolver este problema sacando los dólares que tengo, lo recuerdo porque no había punto, no había efectivo y quién llega a la bodega y dice: lo que tengo es esto. ¿Lo aceptas? La verdad es que la dolarización no es una decisión ni de las empresas ni del gobierno que, finalmente, asumió una realidad que estaba en la calle. Fue una decisión de la gente que destrabó el problema económico. El dólar terminó siendo algo a lo que la gente se podía asir para hacer valer su trabajo. ¿Qué vimos en nuestros estudios? Que la gente no veía nada seguro, porque lo que hoy me cuesta tanto, mañana me va a costar dos veces tanto. Mi trabajo no vale nada. ¿Qué mecanismo haría que mi trabajo vuelva a valer, aunque sea un poquito? Ese mecanismo lo encontró en la dolarización; lo fue asumiendo, poco a poco, de la manera más natural.
Recuerdo que entre sectores afectos al chavismo corrió la especie de que la oposición estaba repartiendo dólares en los barrios para debilitar al bolívar y desacreditar al gobierno. El llamado dólar criminal.
Sí, una cosa loca. A mi entender, el dólar tuvo mucha acogida en la población y fue asumido sin causar ningún trauma. Esa es la solución que yo, en mi angustia, encontré. Ojo, allí empezó un proceso que generó confusiones. Para la cotidianidad de la gente el dólar trajo serenidad. Se-re-ni-dad. La escasez y la hiperinflación habían lanzado a la gente a la desesperación, porque tú no sabías qué esperar al siguiente día, no podías planificar. No podías organizarte. Vivías en la permanente incertidumbre. Algo que es muy consustancial a este tipo de regímenes. Que vivas tanteando a ciegas y no tengas un objetivo claro. Si no tienes un objetivo en lo personal, tampoco lo tienes en lo colectivo, en lo político. El hecho de encontrar un punto de anclaje les permitió a muchos encontrar un poco de serenidad. ¿Cómo fue leído por la oposición? Se están acostumbrando. A la gente lo único que le interesa es su asunto personal y económico. ¡Caramba, por el amor de Dios! Es un proceso donde la persona fue tomando el control de sí misma.
En sus fríos análisis, los economistas afirman que sólo el 20 por ciento de la población tiene acceso a dólares. ¿Qué ocurre con el resto de la población? ¿O los dólares sólo se ven en Las Mercedes? No lo creo, en Venezuela la mercantilización de las relaciones sociales y económicas es muy profunda.
Muy probablemente ese porcentaje es mayor. El dólar está circulando por muchas vías (la economía informal, los llamados oficios menores, las remesas, los pequeños comercios… hasta el parquero cobra en dólares). Para mí es algo generalizado. Hoy no puedo ubicar en el barrio una actividad que no esté dolarizada. No se me ocurre ninguna. Cualquiera que te preste un servicio cobra en dólares, porque encontramos algo con qué entendernos.
La incertidumbre fue bautizada en Cuba como “el rebusque”. No hay seguridad, nos movemos en el miedo, en la pobreza extrema, en el caos. Entonces, vamos al “rebusque” y en ese lugar nos perdemos. ¿Lo ve como una táctica política?
A mi entender, no es una falla económica. Diría que es una consecuencia lógica del sistema. A lo mejor no fue planificado así, pero a ese destino se llega y puede tener distintas variaciones. Puede ser el rebusque, pero también el trueque, el estar cambiando una cosa por otra.
Yo iría más allá, porque de lo que estamos hablando es del sálvese quien pueda. Entonces, yo te saqueo a ti y tú saqueas al vecino.
Lo que dices es, simplemente, lógica del sistema. Y apunta al corazón de la venezolanidad: que es relación cercana, no siempre armoniosa, pero siempre cercana. El venezolano no se sabe manejar en el conflicto, porque lo evita o es muy violento.
Llegado el caso, echa mano de la reacción más irracional.
Es el sistema. Lo que el régimen busca es provocar el conflicto. Conflicto de todo tipo. ¿Qué es lo primero que intentó? Convertir a tu vecino en enemigo político. Hay que freír la cabeza de los adecos en aceite. Contra eso hemos estado luchando en estos 20 años. Y el hecho de que no lo hayan logrado, en mi opinión, es el principal capital político que tenemos nosotros. Ese fondo antropológico que no ha permitido que el chavismo nos transforme de vecinos a enemigos es el capital humano a partir del cual se puede construir una política a largo plazo.
Me veo tentado a plantear una analogía. La banca mundial tiene mucho dinero como capital de riesgo, pero lo que no hay son proyectos viables, verificables, auditables. Pareciera que nadie quiere tomar el capital político del que usted habla. Quizás porque ya pone condiciones. Pero sin ese capital es muy difícil construir una alternativa al chavismo.
Voy a responderte con tu misma metáfora. ¿Por qué? Porque es un capital político a largo plazo. Y todo el mundo quiere tener negocios a muy corto plazo. El problema es que tú tienes un país de estas dimensiones, con esta complejidad, con todas las limitaciones políticas que tenemos, sin medios de comunicación, sin fondos económicos, con poca disposición de cierto sector a capitalizar ese hecho social. Es decir, con todos los peros habidos y por haber. Entonces, no puedes pretender obtener ganancias en lo inmediato. Tampoco puedes pretender que, después de haberte ido del barrio hace 20 años, te reciban con los brazos abiertos y una taza de café en la mesa. El desencuentro que produce esa ausencia no es sólo afectivo sino comprensivo. Yo creo que es mucho más profundo de lo que podría verse a simple vista. Es un desencuentro antropológico. Nuestra literatura está llena de eso. Alejandro Moreno habló de un desencuentro de mundos.
La economía siempre activa las alarmas. Diría que la dolarización está estancada, entre otras cosas, porque no hay cartera crediticia en la banca que financie actividades productivas. Es decir, que generen riqueza. Tomemos en cuenta, además, las señales que sugieren un regreso de la hiperinflación. Hay una parálisis económica y creo que eso explica el comportamiento de la gente en la calle. Del venezolano pobre a quien el chavismo definió como el sujeto de la revolución bolivariana. Para el gobierno del señor Maduro esto no es una piedrita en el zapato, sino un soberano dolor de cabeza.
La respuesta no es solo económica. Los instrumentos que encontramos en nuestros estudios –en los grupos focales, en las historias de vida, entre otros- que nos llevan directamente hacia la vida de la gente, hacia la cotidianidad, hacia la práctica que da sentido a las demás prácticas, nos dicen que el chavismo no logró convertir en chavistas al pueblo. No lo logró ni en lo económico, ni en lo social, ni en lo antropológico. Mucho menos en lo político. Ese sujeto histórico –definido por ellos- nunca asumió ese protagonismo. Quizás hubo un momento de fascinación provocado por un despliegue carismático de Chávez. Además, por una renta petrolera impactante. Ciertamente, la gente quedó deslumbrada. Y si bien en un principio asumió el discurso socialista de Chávez, pronto advirtió que eso no era la solución, porque ese discurso iba en contra del valor del trabajo, del valor del esfuerzo y del valor de la propiedad. Es decir, lo contrario a lo que su propia cultura les estaba diciendo.
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*Profesor en la Escuela de Sociología (UCV). Director del Centro de Investigaciones Populares. Su mentor y vecino en Petare fue el padre Alejandro Moreno, con quien escribió a dos manos los siguientes ensayos: Buscando padre; Historia de la vida de Felicia Valera; Salimos a matar gente.
Hugo Prieto
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