Diario Literario
Diario literario 2022, julio (parte I): Aida en marionetas, Mallarmé y su Anatole, el mar de las sirenas, Neruda en italiano
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Milan, domingo 27 de junio de 2022
Aida
Como se sabe, la ópera es una de las pocas ficciones que nos quedan. El desarrollo perverso de la comunicación, ha transformado la existencia en un “reality show”, cada día más promiscuo. La impudicia ha desplazado el exquisito placer de la privacidad y la aspiración es que todo lo que se hace sea compartido, con conocidos o desconocidos, en “tiempo real”. Cuando escribo estos diarios para ser publicados aspiro a ser leído sólo por conocidos y amigos, que no son muchos. Por desgracia, no es así y trato de mantener en un mínimo las incursiones en lo confesional. Quisiera llamarlo, “confieso que he leído”, lo cual incluye a lo que he visto y escuchado, más que lo que he vivido, que tan poco es digno de un libro de memorias. En nuestra época ávida de realidades extremas, donde la ficción literaria ha sido desplazada por la confesión literaria, la ópera es una excepción. Todo allí es verdaderamente ficcional. Una suspensión de la credibilidad, que sólo puede ser superada por experiencias como la de ayer en el Piccolo Teatro de Milán. En efecto, por iniciativa de mi hija, me correspondió acompañar al nieto a una representación de Aida en una versión que habría fascinado al maestro Verdi. Se trata de una adaptación para marionetas de la famosa ópera a cargo de la legendaria Compagnia Marionettistica Carlo Colla & Figli. Fueron 115 minutos de un glorioso espectáculo producto de la colaboración entre el Piccolo, el Museo Egipcio de Torino (una de las mejores colecciones fuera de Egipto), y el Archivo Histórico Riccordi (la casa editorial de las óperas de Verdi). La idea es la de indagar en las relaciones entre el teatro de marionetas y la ópera lírica. Aida en marionetas es un extendido acto de magia que, como buena magia, termina confundiendo los sentidos, y estos expresivos muñecos son tan reales, o más, que los cantantes que cantan la versión para humanos en el cercano Teatro alla Scala. La aclaratoria de Alessandro fue la más convincente: “Sabes que son muñecos porque se ven loa hilos que los mueven”. Esto incluía los caballos, carros y elefantes de la marcha triunfal, más triunfal que las que me ha tocado ver en las casas de ópera.
Milan, lunes, 27 de junio de 2022
Anatole
Debe haber sido hacia 2008 cuando comencé a trabajar en la traducción de Pour un tombeau d’Anatole, una labor que habría de suspender ,cuatro años más tarde, hasta el día de hoy. Las razones de esta larga pausa son las más irracionales y no quisiera mencionarlas. Pour un tombeau d’Anatole (tombeau, tumba, aquí es una suerte de elegía) es el élego que Mallarmé quiso escribir a la muerte de su hijo de apenas ocho años. Quiso y no pudo. El poeta ya había escrito otros brillantes textos de esta naturaleza, dedicados a Poe, Verlaine y Baudelaire. El más conocido es el que dedicó al vate norteamericano: “Tel qu’en lui même enfin l’eternité le change / Le Poëte suscite avec un glaive nu / Son siècle épouvanté de n’avoir pas connu / Que la morte triomphait dans cette voix étrange / Eux comme un vil sursaut d’hydre oyant jadis l’ange / Donner un sens plus pur aux mots de la tribu”.
Finalmente convertido en sí mismo por la eternidad,
el Poeta despierta con una espada desnuda
a su siglo espantado de no haberse dado cuenta
de que esta vez era el triunfo de la muerte
en esta voz extraña………
Son poemas fúnebres, perfectos y herméticos, en los cuales Mallarmé exponía su poética y su decadente concepción del mundo. No obstante, llegado el momento de componer una “tumba” para Anatole, el maestro se demostró incapaz de poner en palabras el dolor por la muerte del hijo único. Lo que dejó fue un conjunto de 206 fragmentos, escritos en pequeñas páginas que sólo serían publicados mucho después de su muerte. De 2008 a 2012 son mis primeras traducciones de estos textos, a menudo balbucientes pero siempre desgarrados. Con la llegada del verano he vuelto, diez años más tarde, al trabajo interrumpido. Estas son algunas muestras:
100
Si nos escuchara
se molestaría
suprimirlo de esta manera
sacrilegio
sin tumba
¡si lo supiera!
sombra,
no divinamente
porque ni está muerto
y en nosotros
aquí
101
transfiguración-
cambio del modo
de ser, esto es todo
102
qué!
disfrutar
la presencia
y olvidada
ausente
-¡sencillo! ingratitud
no – “una toma” sobre
el ser de quien
fue absoluto
103
amargura y
de venganza
necesidad
cuando parece reclamar
deseo de no hacer
más nada (nada)
perder el propósito
sublime, etc-
104
qué! la muerte
enorme –la
terrible muerte
–
golpear a un
ser tan pequeño
–
le digo a la muerte cobarde
¡ay está en nosotros
no afuera!
Pienso hoy, lo mismo que pensaba hace más de diez años, Pour un tombeau d’Anatole es una de las elegías más estremecidas, donde el lenguaje es llevado a exigencias imposibles, de la poesía occidental. El fracaso de Mallarmé en hacer una elegía formal para su hijo, terminó convertido en una de las pruebas definitivas de la precariedad del instrumento después de Babel. Es el mismo tono fragmentario y deprimente utilizado por los inquilinos del Edén una vez que se vieron fuera del Paraíso.
Aeropuerto Capodichino Napoles
Después de perder el vuelo, me veo obligado a dormir en un pequeño hotel en las afueras del aeropuerto Capodichino que, a media noche, parece la periferia de una ciudad en guerra. Por fortuna, en la radio, una de las partituras más conmovedoras de todo el siglo XX. Me refiero a las Vier letzte Lieder (“Cuatro últimas canciones”), escritas por Richard Strauss hacia el final de su larga vida. Se deben entender como una síntesis de su poética y su manera de entender el mundo. Una visión sin la tragicidad de Wagner o el pathos judeo-cristiano de Mahler. Su música está signada por una discreta melancolía, un dejo de elegante tristeza que es la misma esencia de la capital del imperio austro-húngaro. En las Cuatro ultimas Canciones está todo Strauss, incluyendo Salomé y hasta La mujer sin sombra, pasando por la “confusión de sentimientos”, de El caballero de la rosa, la decadente elegancia de Arabella, el luminoso Capriccio y la desdoblada Ariana en Naxos. Las canciones de Strauss son el testamento de uno de los pocos compositores verdaderamente grandes del siglo XX. Entendió el mundo como una situación melancólica pero no trágica. No hay Götterdämmerung en su despedida del mundo. Escucharlo en este rincón perdido de Italia es vivir de nuevo en las salas aterciopeladas del bar del Sacher.
Massa Lubrense, miercoles 29 de junio
Massa Lubrense es apenas uno de los pueblos que se extienden por la costa tirrena desde Pozzuoli a S. Agata sui due Golfi. Entre uno y otro algunos topoi del mito mediterráneo: Nápoles, Torre del Greco, Castellamare, Torre del Greco, Vico equense, Erculano, Pompeya, Sorrento, Massa. Una geografía frecuentada por los marinos fenicios, cuyas precisas cartas de navegación serían aprovechadas por los griegos para sus incursiones ultramarinas, y por Homero para su Odisea. Es el paisaje preferido de las sirenas, una de las cuales, Parténope, fundaría Nápoles, mientras que otra sería honrada en Sorrento con el único templo dedicada a su especie en la extensión helénica. Aun otras se refugiaron en los riscos vecinos para atraer a los distraídos marinos que encontraban la muerte en el más azul de los mares. Enfrente, la isla de Capri, la cual, como Venecia, flota sobre las aguas “como una mentira”.
Milan, viernes 1 de julio
Cuesta abajo
Sin pajaritos que canten en la madrugada milanesa, ni rosas que perfumen mi ventana, el verano ha tomado posesión de mi vida. Aparte de las molestias conocidas, implica que la mitad del año se ha ido, como la juventud de Rubén Darío, para no volver. Y la que queda, cuesta abajo, seguramente pasará más rápido y de manera más cruel que la primera.
Neruda en italiano
Primero fue Machado, ahora le ha tocado a Neruda ser traducido para las nuevas generaciones de lectores en este país. No recuerdo ningún intercambio entre los dos grandes vates a pesar de sus afinidades ideológicas. El andaluz simpatizó hasta el final de sus días con la ideología marxista, mientras que el chileno no sólo fue simpatizante sino admirador genuflexo del peor de los líderes totalitarios, el mismo Stalin al cual le dedicó la famosa oda, una de las más inexcusables manifestaciones de su genio. En la traducción italiana de Giuseppe Bellini, incluida en Arte degli ucelli, los poemas de Neruda dedicados a las aves publicado originalmente en 1966 como Arte de pájaros, encuentro este texto del otro Neruda, el de Residencia en la tierra y Odas elementales:
Me llamo pájaro Pablo,
ave de una sola pluma,
volador de sombra clara
y de claridad confusa,
los ojos no se me ven,
los oídos me retumban
cuando paso entre los árboles
o debajo de las tumbas
cual un funesto paraguas
o como espada desnuda,
o estirado como un arco
o redondo como una uva,
vuelo y vuelo sin saber,
herido en la noche oscura,
quienes me van a esperar,
quiénes no quieren mi canto,
quiénes me quieren morir,
quienes no saben que llego
y no vendrán a vencerme,
sangrarme a retorcerme
o a besar mi traje roto
por el silbido del viento.
Por eso vuelvo y me voy,
vuelo y no vuelo pero canto:
soy el pájaro furioso
de la tempestad tranquila.
Este es Neruda en el buen italiano de Giuseppe Bellini:
Mi chiamo ucello Pablo,
ucello d’una sola penna,
volatore d’ombra chiara
e di chiarità confusa,
le ali non mi si vedono,
le orecchie mi risuonano
quando paso tra gli alberi
o al disotto delle tombe
come un funesto ombrello
o come una spada nuda,
tenso como un arco
o rotondo come un acino
volo e volo senza sapere,
ferito nella notte oscura,
chi mai mi attenderà,
chi non ama il mio canto,
chi mi vuole uccidere.
chi non sa che giungo
e non verrano a vencermi,
a dissanguarmi, a torcermi
o a bacciare il mio vestito rotto
del sibilo del vento.
Per questo torno e me ne vado,
volo e non volo ma canto:
sono l’ucello furioso
della tempesta tranquilla.
En forma y estilo de Pablo Neruda, uno de los mejores estudios de la poesía del autor de Veinte canciones de amor, Mateo Alonso se detiene a destacar el virtuosismo nerudiano. Pocos poetas en castellano, después de Darío, han tenido su oído. Los endecasílabos salían de su pluma con una facilidad no igualada. Lo mismo los octosílabos, como en este poema de pájaros. Ante la tarea no posible de reproducir la musicalidad del original, el traductor, sensatamente, se ha limitado a traducir en ocho sílabas sin incurrir en la perversa decisión de tratar de imitar las rimas. No obstante, ha logrado algunos equivalentes notables, como las últimas cuatro líneas: “Per questo torno e me ne vado, / volo e non volo ma canto: / sono l´ucello furioso / della tempesta tranquilla”. Ojalá esta atención que se le ha prestado a Machado y Neruda en Italia en estos días, alcance a otros poetas del idioma, algunos de ellos venezolanos, como Juan Sánchez Peláez y Vicente Gerbasi.
Alejandro Oliveros
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