Perspectivas

Abdulrazak Gurnah, novelista tanzano

El autor posa para una sesión de fotos antes de asistir a una conferencia de prensa, luego de recibir el Premio Nobel de Literatura, en Londres, el 8 de octubre de 2021. Fotografía de Tolga Akmen | AFP

30/05/2022

La experiencia del desarraigo, la emigración y el exilio puede ser liberadora o desgarradora, un trauma o una bendición. El desplazamiento forzoso de un lugar a otro, que nos puede acoger amable o agresivamente, es por encima de todas las cosas, una incertidumbre. Los hay más aventureros y que anhelan el proceso, pero otros deben ser empujados, a rastras, jalados por las mechas para salvar sus vidas. La narrativa de Abdulrazak Gurnah explora ese mundo, le da vueltas, lo persigue, descubre matices, dolorosos o no, sin perder la magia del recuerdo que ilumina la tierra de origen con una enorme nostalgia, al mejor estilo de Las mil y una noches y los relatos a los que nos tiene acostumbrados el realismo mágico de García Márquez y Salman Rushdie. Deberíamos recordar también al saudade, como lo sintieron Luis de Camões y la cantante Cesária Evora.

Pero Gurnah no ha sido el único en acercarse literariamente a esa travesía. Tony Morrison también indaga el problema en Beloved, aunque se refiera al traslado de antiguos esclavos de los estados del sur hacia el norte en los años inmediatamente posteriores a la emancipación. El que una persona se desplace miles de kilómetros sólo con lo que lleva puesto es una experiencia radical, lo haga en avión, en primera clase, en barco o a pie. Puede ser una experiencia deshumanizadora, la existencia llevada a su mínimo esencial. Lo único que realmente carga encima el refugiado es su manera de ver el mundo. Y en el caso de Gurnah no es el idioma. Voluntariamente decidió usar la lengua del imperio colonial que subyugó su país, y con una facilidad que haría morir de envidia a un profesor de Oxford o algún asiduo cliente del pub inglés más conservador.

Los refugiados siempre cargan encima, al menos, su idioma, pero no así el autor de Paraíso. En el mundo se usan alrededor de 7.000 lenguas y el 97% de los habitantes del planeta hablan solo 3 o 4% de ellas. Gurnah no es una excepción. La globalización impone las lenguas del poder. El suajili, su lengua materna, perteneciente a la familia de las bantúes, hablada en el África oriental por unos 50 millones de personas, no es una favorita del canon occidental. El novelista aprendió el inglés en la escuela secundaria, ya adolescente, donde leía todo lo que encontraba, que no era mucho –desde novelas de James Bond hasta traducciones de los rusos–, de forma desordenada y compulsiva. No fue sino hasta su viaje a Londres cuando pudo dar rienda suelta a su curiosidad lectora. Zanzíbar siempre fue políglota: colonia de los portugueses desde el siglo XVI, la Conferencia de Berlín se la cedió a Alemania en 1884, país que terminó enfrentando una insurrección salvajemente reprimida. Murieron 75.000 africanos. Fue un genocidio que la Alemania actual, demasiado ocupada procesando las culpas de la II Guerra Mundial, el Holocausto y la invasión rusa a Ucrania, no está preparada para enfrentar. Luego, con el Tratado de Versalles, al final de la I Guerra Mundial, el territorio quedó en manos de los ingleses hasta la independencia del país en 1961.

En 1964, un golpe de estado liderado por izquierdistas africanos termina de convencer a Gurnah y el futuro escritor decide emigrar a Londres. Al provenir de una excolonia británica, no le resulta difícil legalizar su condición. Mientras tanto, el caos. El nuevo gobierno de Tanzania –reconocido casi de inmediato por China, la República Democrática Alemana y la Unión Soviética– reprime y asesina cerca de 20.000 personas, en una población que no llegaba a 400.000. Muchísimos más son detenidos. El gobierno revolucionario no era estrictamente comunista, pero el enfrentamiento político ocurre a la sombra de la Guerra Fría, lo cual explica la ambición de poder de los nuevos líderes tanzanos, tal como lo narra el periodista español Vicente Almenara, en un reciente libro Testimonios de la Transición, cuando se refiere a la infiltración de la KGB en el liderazgo nacionalista catalán cincuenta años atrás en la Costa del Sol. El aparato de seguridad del gobierno revolucionario tanzano fue creado con el asesoramiento de agentes de la RDA y la URRS. Nada nuevo bajo el sol.

Samuel Beckett hizo lo mismo. Siendo irlandés, escribió en francés. Y Yoko Tawada, siendo japonesa, escribe en alemán y publica libros bilingües, con textos ligeramente diferentes que funcionan como comentarios uno del otro. La narrativa de Gurnah no es solo un puente entre lenguas y culturas diferentes o entre continentes, como argumenta la Academia sueca al conceder el Nobel al escritor, también lo es entre el discurso académico –propio de la formación intelectual del novelista– y la historia de su país, comentada y explicada a la luz de las experiencias familiares de los personales de sus novelas. El corazón de las tinieblas, de Conrad, es un viaje a la noche del colonialismo, es la experiencia de un hombre que se imagina a un continente que no conoce y se pierde en él. A orillas del mar es la historia de dos tanzanos que hacen el viaje inverso y en el proceso aclaran la historia de su país, con la lucidez propia de la ficción, que no tiene por qué rendir cuentas de lo que hace, al menos académicamente. Conrad nunca deja de ser europeo, Gurnah es al mismo tiempo europeo y africano.

La actitud del pensamiento postcolonial, tal como ha sido descrita por Edward Said, no es propia de los colonizadores, sino de los colonizados: les permite aprender a verse a sí mismo fuera de la sombra proyectada por Occidente. América no fue descubierta por España: no recordamos el año 1492, sostiene Uslar Pietri, porque el 12 de octubre se batió el récord de cruzar más rápido en barco el Atlántico, lo conmemoramos al recordar la incorporación del nuevo continente al proyecto cultural europeo. Es lo que Francis Fukuyama llamaba el fin de la historia, la incorporación definitiva del planeta al sueño histórico del viejo continente, hoy puesto en duda por Rusia y China.

La teoría postcolonial, polémica por sus tintes políticos, ayuda a precisar el universo narrativo de Gurnah. En el mundo, según las Naciones Unidas, hay cerca de 60 millones de refugiados, una cifra que aumenta día a día. ¿Cuál es la identidad de estos viajeros? ¿Cómo se definen a sí mismos estas docenas o centenares de millones de personas que ya emigraron o lo están pensando? ¿Por sus historias, por sus deseos o miedos, por el lenguaje? A veces, al menos en el caso del escritor, la clave está en el Islam, en las fuentes de la fe. Razón tenía George Steiner cuando escribía en Presencias reales que sólo Dios es un adversario de peso, capaz de dar la pelea. Al margen de la experiencia de lo sagrado, cualquier discusión o argumento es un boxeo de sombras, fatuo y superficial.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo