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Rusia 2018: el venezolano nunca había sentido el Mundial tan lejos
por Jován Pulgarín
Fotografía de Andrew Álvarez para AFP
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Cada cuatro años comenzaba la pesadilla para los defensores del nacionalismo. Las calles de las Mercedes, el lugar de concentración por excelencia en Caracas, se llenaban de “brasileños” nacidos en Guatire y de “italianos” paridos en Vargas.
Dos década atrás, en las redacciones, los pasantes esperábamos con desdén la orden de asistir a la Hermandad Gallega o al Centro Ítalo para hablar con los hijos y nietos de emigrantes.
Los jefes nos pedían “un recuadrito” para vincular lo que sucedía a kilómetros de distancia, en la televisión, con nuestra tierra. En el fondo era una excusa para sentirnos parte de una fiesta a la que no estábamos invitados.
Sin embargo, da una idea de cómo entonces los medios de comunicación le respondían a una audiencia hambrienta de fútbol y a unos anunciantes desesperados por verse retratados en la fiesta.
A “Lázaro” Papaíto Candal le agregaron figuras de la talla de Pelé o Jairzinho en una feroz competencia con Venevisión. En RCTV estaban los que emocionaban (“¡Ayyy Mañana!”) y en el 4 los que analizaban (Cristóbal Guerra y compañía).
De aquel pasado de fiebre futbolística queda poco. El de Rusia 2018 será el primer Mundial que muchos venezolanos verán en la tierra de sus padres y abuelos o, como emigrantes, en Chile, Colombia, Perú y Argentina.
Si gana la verdeamarela, no colapsará, como en 2002, la Río de Janeiro. Tampoco la samba ensordecerá a la clientela que buscaba locales para asociarse y gritar.
Será un escape, probablemente. Sin embargo, que sea Empresas Polar la que haya abierto la señal de transmisión tras adquirir los derechos es un golpe duro de realidad. Grafica la debacle de la economía venezolana y la precaria situación de los canales de televisión.
El trabajo que la FVF no hizo
¿Nos gusta el fútbol? Sí, pero el de afuera. Como periodista deportivo y como director de un diario, números en mano, pude comprobarlo.
La masa, aquella que compra el periódico y enciende la televisión, siente como propia las aventuras de Messi, Neymar o Cristiano Ronaldo, pero muy lejanas las de Edwin Pernía, por nombrar a un jugador actual del torneo local.
En una entrevista para mi tesis, el gerente de programación de un canal de televisión aseguraba: “Con el fútbol nacional pasa lo que le pasó al Canal 5, todos decían en las encuestas que lo veían, mientras realmente sintonizaban Sábado Sensacional”.
El Mundial es el Sábado Sensacional de los deportes en el país. He vivido esta competencia en otras tierras netamente futbolísticas, como Italia, Colombia y Argentina y Venezuela se lleva el primer lugar en organización de quinielas. También en eso de vestir las camisetas de las selecciones foráneas.
¿Es malo este fervor de 30 días? ¿Es condenable la facilidad con la que el ciudadano se identifica con otros colores? No necesariamente.
Es malo que no se trabaje para que el venezolano que disfruta de un Brasil-Italia, de un Alemania-Argentina o de un Portugal-Francia, le encuentre encanto a un Caracas-Táchira o Zamora-Lara. La identidad, afortunadamente, no se puede decretar.
Se puede trabajar, eso sí. Pero en esta tarea falló la Federación Venezolana de Fútbol (FVF). Todo aquello que nació de manera espontánea con Richard Páez y la selección nacional, el denominado “boom Vinotinto”, nunca pudo trasladarse al torneo local. O quedó a medias.
Después de la Copa América de 2007, hubo un repunte en la asistencia al torneo local. Sin embargo, la incapacidad de la FVF y de los involucrados en la competencia –equipos y dirigentes– devolvieron las cosas a su origen.
En 2017, con motivo de cumplirse 10 años del evento, conversé con periodistas que hacen o hacían vida en las nueve sedes y las opiniones coincidían: ninguno de los estadios aguantó el paso del tiempo y los proyectos no se finiquitaron en su totalidad (faltaron canchas alternas, techos replegables, espacios para cine, locales comerciales y un largo etcétera).
La asistencia, decíamos, no se sostuvo. En la temporada 2007-2008, 1.421.018 personas fueron al estadio; el total descendió en la siguiente: 832.651. Hubo un repunte en la 2011-2012 (1.639.812), explicado por el puntual aporte de algunos involucrados (Lara, Monagas y Zamora), pero ese fue el último año de crecimiento. Desde entonces, el descenso ha sido acelerado.
En 2017, el promedio de asistencia a cada estadio, durante el torneo Apertura, fue de 3.765 personas y fue peor en el semestre posterior: 2.967. Cifras risibles para estadios con capacidades de 40 mil y 50 mil fanáticos.
En materia de competitividad, los números también son tristes. Lejos del nivel de Copa Libertadores y Sudamericana, en el último boletín de ranking de clubes publicado en junio de este año, el Deportivo Lara aparece en el puesto 548 y es el mejor ubicado. Le sigue Carabobo (748). Caracas (811) y Táchira (840), que llegaron a estar entre los primeros 100, perdieron protagonismo hasta con Monagas (758).
Laureano González: el heredero
Cuando Rafael Esquivel fue apresado por corrupción, en 2015, muchos pensaron que su heredero natural, Laureano González, sería el encargado de modernizar y democratizar la entidad, siempre en beneficio de la disciplina y las selecciones nacionales. Pero ha sucedido todo lo contrario.
Richard Páez, que aspiraba a la presidencia de la FVF en 2017, se retiró de la contienda porque las condiciones no permitían una justa competencia. En efecto, al momento de la elección, los estatutos y reglamento electoral no estaban avalados por el IND. Los clubes amateurs, que formaban parte del universo electoral, no habían sido actualizados. Solo por nombrar dos de las tantas circunstancias que rodearon al proceso en el que resultó electo González.
Sorprendió que en la plancha de González apareciera el nombre de Pedro Infante, actual Ministro de la Juventud y el Deporte y en 2017 presidente del IND. En los estatutos de la FIFA se explica que no debe haber relación directa entre el gobierno y las federaciones.
Cuando el Estado se ha inmiscuido (Camerún, Nigeria, Grecia) o lo ha intentado (Argentina, Perú), las selecciones han sido desafiliadas o amenazadas de una posible desafiliación por parte de la FIFA. No ha sido el caso de Venezuela, en parte porque es la propia federación la que debe advertir del caso.
Como fuere, se podría creer que la relación con el gobierno mejoraría el presente de la selección nacional, pero no. Al contrario, mermaron los amistosos.
La selección de mayores suma más de 200 días sin acción y como sucede con el deporte en general. Se puede entender que en un país en crisis, el aporte económico para la actividad deportiva se reduzca.
Pero las federaciones son entes autónomos, que son asistidos económicamente por la FIFA, y que tienen vía libre para negociar con los mejores patrocinadores, desde la camisa, hasta los partidos. La labor de la FVF no es quejarse por la falta de ingresos es conseguirlos.
Talento vs. Competitividad
Sin competitividad a nivel de clubes y sin una hoja de ruta en la selección de mayores, todo se circunscribe al crecimiento silvestre de los jugadores juveniles.
En efecto, que Venezuela haya jugado en mundiales sub 20 y sub 17, demuestra que cada cierto tiempo aparece una generación capaz de competir con sus pares, a pesar de los problemas de formación.
Sin embargo, el crecimiento del futbolista no es lineal. Muchos se quedan en el paso de la juventud a la madurez. La explicación de esto da para otro artículo, pero inciden factores como la toma de decisiones del propio atleta o su agente (a qué club profesional voy), la filosofía del equipo en el que milita (si hay formadores o solo alineadores) y la competitividad en el mismo mercado.
En el fútbol actual, la mayoría de jóvenes que van a los torneos juveniles ya están fichados o en la mira de los principales clubes del mundo. Con la Vinotinto no sucede eso. Los jugadores regularmente reciben ofertas después de competir y luego son puestos a prueba. Como sus fichas son muy accesibles, si no responden rápidamente son dejados libres.
El caso de Salomón Rondón es emblemático en este sentido. Es un jugador singular por todas las herramientas que reúne (fuerza, disparo, salto y habilidad), pero después de muy buenas campañas en Rusia, sus mejores años parecen languidecer en el West Bromwich de Inglaterra.
Con este devastador panorama nos llega otro Mundial. Cada cuatro años nos preguntamos cuán lejos estamos de escuchar el Gloria al Bravo Pueblo en esos lares.
Google dice que Venezuela está a 12.419 kilómetros de distancia de Rusia. Catar, sede del torneo en 2022, está a un kilómetro menos. A cuatro años de ese evento, no hay ningún indicio para concluir que esa distancia puede acortarse.
Jován Pulgarín
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