OpiniónPERSPECTIVAS

Woody Allen: Memorias de un existencialista sin tragedia

Woody Allen en el festival de Cine de Cannes, en el sur de Francia, en 2016. Fotografía de Valery Hache | AFP

13/08/2020

“Sí, fue a mi manera”. Frank Sinatra 

 

Enamorado de Nueva York, neurótico, alérgico a la vida natural, angustiado por la muerte, confundido por el amor y el sexo, enemigo de imposturas intelectuales, adicto al psicoanálisis, hipocondriaco y agnóstico, es uno de los más grandes comediantes del siglo XX y lo que va del XXI. Durante las seis décadas que lleva haciendo cine, ha escrito y dirigido cincuenta películas, protagonizando muchas de ellas como la caricatura de sí mismo. 

Woody Allen (Nueva York, 1935) es todo un personaje con un agudo sentido del humor, el cual ha impreso tanto en sus películas como en sus libros. Este idiosincrático neoyorquino nos acaba de legar su biografía: A propósito de nada (Autobiografía) (Madrid, Alianza Editorial, 2020, 440 págs.). 

Antes de salir de la imprenta, el libro ya ha sido objeto de polémicas en Estados Unidos. Hachette, la editorial original, rescindió el contrato debido a una protesta de los propios empleados de la empresa. A pesar de los inconvenientes, la versión inglesa llegó al público el pasado mes de marzo, mientras la española lo hizo en mayo. La publicación se ha convertido en un fenómeno cultural frente al cual nadie podrá quedar indiferente. Dichas memorias pueden dividirse en tres partes: años de formación, las películas y las acusaciones de Mia Farrow. 

Certificado de nacimiento  

Después de sortear los riesgos de la inexistencia, Allan Stewart Konigsberg nació tan cerca de la medianoche del 30 de noviembre de 1935, que la fecha oficial de su nacimiento quedo registrada como el 1 de diciembre. Ante el hecho de su alumbramiento, declara sus principios existencialistas: “Por fin llego al mundo. Un mundo en el que jamás me sentiré cómodo, al que jamás entenderé, jamás aprobaré ni perdonaré”.

Toda la sección de su crianza es muy divertida. Nos cuenta de su infancia y de su familia con el mismo desparpajo que lo hizo en Días de radio. Se describe como un niño astuto, travieso, bajito pero fuerte. Nos extraña que no aparezcan ninguno de los rasgos intelectuales que le caracterizaran de adulto, a excepción de que lo diagnosticaron como superdotado, aunque asegura que nunca se lo creyó. “Yo era un holgazán que no encontraba nada divertido en abrir un libro. ¿Por qué iba a hacerlo? Las radios y el cine eran mucho más excitantes”. 

Su padre, mujeriego y corredor de apuestas, llevó una pistola encima hasta el día de su muerte. Su madre trabajaba en una floristería. “En defensa de Nettie Cherry, mi mamá, debo decir que era una mujer maravillosa: inteligente, trabajadora, sacrificada. Era fiel, amorosa y decente, pero no físicamente agradable. Años más tarde, cuando yo decía que mi madre se parecía a Groucho Marx, la gente pensaba que estaba bromeando”. Woody nos dice que sus padres eran incompatibles. “No se ponían de acuerdo sobre nada excepto sobre Hitler y mis calificaciones escolares”.

Su primera vocación fue la prestidigitación. Eso le proporcionó una herramienta para engatusar a los otros chicos, a sus familiares y a cualquiera que se le pusiera en medio. De adolescente comenzó su amor por el jazz, lo que le condujo a aprender a tocar el clarinete. “Lamento decirlo, pero no tengo lo que se requiere: oído, tono, ritmo, sentimiento”. 

Esa fue la época que comenzó a interesarse por las chicas. Confiesa que el rechazo de las jóvenes intelectuales le condujo al descubrimiento de la filosofía como cebo para seducirlas, así como al amor por el cine. Dos cosas que determinarán su porvenir. 

Vida de película 

Woody nos recuerda los comienzos de su carrera: los chistes escritos para los tabloides y la radio, para luego realizar su propio espectáculo de Stand-up comedy. De allí, el paso al cine. Lo que sorprende en este relato es la relativa facilidad con la que se convirtió en libretista y director con Robó, huyó y los pescaron (Take the Money and Run, 1969). Lo presenta aquí de manera tan casual que no deja testimonio de la importancia de la transición. 

Sobre las películas, dedica más espacio al agradecimiento a los actores que a contar los pormenores del rodaje. Esto nos deja como lectores insatisfechos. Tal vez, para resarcirnos, nos brinda un par de indicaciones para hacer una buena película. Sostiene que lo importante es el guion y elegir bien el acompañamiento musical. Reconoce que esa es la parte que le parece más divertida.

Su discusión sobre sus películas del “exilio” puede parecer bastante decepcionante: muchos nombres y un repaso apresurado que no da cuenta de algo que sea realmente trascendente sobre su proceso creativo. 

Al final, asegura que sólo tiene «un don para divertir» y, según sus propias palabras, lamenta no haber hecho ninguna gran película, aunque asegura que lo sigue intentado. “Si bien algunas (de mis películas) son entretenidas, ninguna de mis ideas bastaría para establecer una nueva religión”.

El escándalo Farrow

Sobre el comienzo de su relación con Mia Farrow, lo trata con distancia y acidez. Asegura que Mia «vivía justo cruzando Central Park, de modo que me ahorraba mucho dinero en taxi».

A pesar de que esta relación fue la causa de convertirse en el chivo expiatorio de la furia de los indignados, cosa que le ha costado persecuciones judiciales y extrajudiciales, Woody no evita ninguna de las cuestiones que han conflictuado su vida. 

La historia del desamor por Mia comienza cuando saben que van a tener un hijo juntos, Satchel (quien de adulto ha adoptado el nombre Ronan Farrow, el periodista que ayudó a revelar el escandalo del productor Harvey Wenstein). “Y, de una manera franca y sin ahorrarse nada, Mia se volvió hacia mí y declaró que jamás volvería a dormir en mi casa, que yo no debía mantener una relación demasiado estrecha con el inminente bebé y que ella estaba empezando a tener dudas sobre la continuidad de nuestra relación”. Woody se lamenta de haber permitido que Mia no lo registrara como padre en el certificado de nacimiento de su hijo.

En cuanto a la relación con Soon-Yi, la hija adoptiva de Mia, Woody nos relata desde que le caía mal a la muchacha, pasando por sus primeras salidas con ella para ver los juegos de baloncesto, hasta el momento en que Mia descubre las fotos desnudas de su hija. Después, con algunos pintorescos trazos, describe su relación matrimonial con Soon-Yi. En un campo de concentración, «en dos días, Soon-Yi tendría a la Gestapo llevándole el desayuno a la cama». Sobre los 22 años que lleva con su pareja: «Cualquiera estaría tentado de pensar que a estas alturas ya hace tiempo que nos habríamos quedado sin nada que decirnos, pero, como el clima cambia constantemente, nunca nos falta tema de conversación».

Finalmente, toma una actitud grave en las páginas en las que niega cualquier posibilidad de haber abusado de su hija Dylan, quien lo acusó de haberla acariciado en el transcurso de una visita del cineasta a la residencia de Mia Farrow en Connecticut, cuando ella tenía siete años. 

Aunque esta es una situación debatida, sus defensores han aducido en favor de Allen que no hay ningún antecedente en su conducta y que las investigaciones judiciales no han sido conclusivas. Cualquiera puede pensar lo que quiera, por un lado. Por el otro, la ley se basa en la presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario. Allen insiste en su inocencia.

La estatura de un hombre

El poeta inglés Christopher Fry afirma: “La comedia es un escape, y no de la verdad, sino de la desesperación.” Tal vez Woody Allen puede ser un buen ejemplo de tal sentencia. Su humor no ha sido para evadir la realidad, solo ha tratado de quitarle gravedad a la angustia existencial. 

Generalmente, el existencialismo no está asociado al humor. La filosofía de la existencia se ha caracterizado por el espíritu de seriedad y la visión trágica de la vida. Woody Allen es el único ejemplo donde el existencialismo se ve asociado con la comedia. Woody nos conduce a tomar conciencia de lo ridículo de algunas de las posturas existencialistas. Además, la versión seria y trágica terminaba en el culto al totalitarismo. Mientras que Allen se declara, al igual Camus, enemigo de todo totalitarismo y de toda dictadura. 

En cuanto al estilo de la biografía, la escritura es muy conversacional y provoca leer el libro de un tirón. Woody Allen mezcla su característico humor con observaciones profundas y conmovedoras. 

Los admiradores de Woody disfrutarán de unas memorias divertidas y agudas. Mientras que sus detractores, o quienes han dejado de admirarlo por considerarlo un depravado, encontrarán que, finalmente, el acusado abandona su silencio para exponer, sin tapujos, su versión de los hechos. 

En tal sentido, es la primera vez que Allen brinda testimonio de las consecuencias de un vergonzoso intercambio de acusaciones con Mia, del drama de los propios hijos separados en bandos irreconciliables, y de su destierro europeo para escapar de los medios.

Para todos los amantes de la lectura, es un importante documento sobre la vida y obra de un memorable creador, quien lleva a cabo una reflexión sobre su vida y su obra. Woody es capaz de afirmar con audacia: «Tengo 84 años. Ya casi he pasado la mitad de mi vida». De ser eso cierto, esperamos poder ver la segunda parte de sus memorias dentro de otras ocho décadas. 

 


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo