Artes

William Faulkner y América Latina

William Faulkner

23/02/2019
No es el golpe lo que nos causa sufrimiento, sino el tedioso anticlímax de la repercusión que produce…
William Faulkner

 

La historia de la literatura necesita de líneas y contornos que hagan visibles ciertos procesos que, cuando se ahonda en ellos, terminan por desdibujar precisamente esas mismas líneas y esos mismos contornos. Así como los manuales son necesarios porque nos conducen a un lugar en el que lo necesario y natural será prescindir de ellos. De esta paradoja se extrae quizás lo que más vale la pena destacar de esos procesos. Pienso, por ejemplo, en la literatura hispanoamericana de los últimos setenta años y parece difícil soslayar una afirmación tan constante como inobjetable: la presencia de William Faulkner en nuestra narrativa. Juan Carlos Onetti o García Márquez lo consideraban la influencia más entrañable y perenne. Vargas Llosa, Cabrera Infante y Carlos Fuentes no sólo lo admitían también, sino que elaboraron un pensamiento crítico acerca de este vínculo. Es difícil leer a Rulfo o a Carpentier sin sentir la presencia del autor estadounidense. Más allá de quiénes lo leyeron más o menos, y de la manida ansiedad de las influencias, algo hay en Faulkner que estimuló a los nuestros a saber representarnos con más nitidez, si es que es eso posible.

Faulkner no fue un intelectual ni un escritor profesional, al menos no durante buena parte de su vida. Se dedicó a diversos oficios y provenía de una ruralidad no sólo espacial sino psíquica que supo advertir y luego permear en su obra. Como sureño, pudo captar esa especie de espíritu de la derrota tan gravemente arraigado en su contexto. Yoknapatawpha es un lugar que encierra el universo en su limitada tierra de hacendados, esclavos, resentidos, arrogantes y chismosos El mundo se revela mejor allí donde parece que no ocurre nada y todo queda oculto para que pueda ser develado, algún día, por el relato. Porque en realidad han ocurrido demasiadas cosas. Las secuelas de la Guerra de Secesión norteamericana aleteaban vigorosamente en su tiempo (seguramente siguen haciéndolo) y él pudo intuirlas como tensión mítica que venía de muy lejos. Esa tensión toma forma a través de la memoria, el rumor y la pasmosa subjetividad del relato. Los hechos no importan sino sólo como formas vitales del recuerdo. Nunca conoceremos el pasado, sino la interpretación que otros hicieron de lo que creen que ocurrió y que, en efecto, seguramente dentro de ellos ocurrió realmente. Esa tensión mítica se convierte en un constante tránsito por ámbitos y realidades superpuestas y se solapan unas a otras entre perspectivas que le quitan peso a la verdad única para favorecer mejor su reparto. De eso se trata, la verdad queda repartida y cada quien sólo aporta una pequeña contribución a ella.

Leer ¡Absalón, Absalón! es entrar en un ámbito en el que no sólo la estructura narrativa y la forma del relato quedan suspendidas en el tiempo circular y la multiplicidad de puntos de vista, sino la propia acción de lectura también se contagia de ese mecanismo de la suspensión y uno queda como envuelto en ese marasmo con la extraña sensación de no querer salir de allí, a pesar de lo opresiva que a vece resulta. Leer detenidamente una obra tan subyugante como esta es dejar vencerse por el relato y descubrir que las preguntas persistirán. Avanzar en el libro será tan útil como ir hacia atrás: porque el tiempo no sólo es cíclico y se repite, sino porque la lectura entra también en ese movimiento circular del que se extraen leves detalles de un suceso remoto que, sin embargo, no lo es tanto: cómo fue que un hombre, venido y enriquecido de la nada, pudo fundar su “dinastía” y su inusitado patrimonio para después ser destruido trágicamente, devorado por el destino aciago (o por la tierra o por sus hijos o por la venganza). No es posible acceder al conocimiento de lo que ha ocurrido, sino a través de las fragmentarias dosis de subjetividad de los narradores, que no cejan en su afán de interponer sus ideas, opiniones, especulaciones y diatribas que dan cuenta mucho más de sus formas de concebir la realidad, a través de un incesante flujo de la consciencia, que de dejar alguna certeza. Esa concepción alucinada de la historia como confluencia de relatos parciales, engañosos y turbulentos nos describen con más precisión la ambigüedad no sólo del mundo, sino sobre todo nuestra percepción del mundo.

Esta novela escarba en la dolorosa mácula que la esclavitud ha dejado sobre la tierra, como espasmo de violencia y dolor que tendrá consecuencias en el futuro, porque el pasado nunca es tan remoto como quisiéramos creer y se reencarna una y otra vez mostrándose como eterna advertencia. Las relaciones familiares se tejen sutilmente como base de los conflictos y se vuelve al pasado primordial. La relación entre el padre y sus vástagos es difícil y turbadora. Todos trabajan a favor de la propia destrucción. El ciclón del tiempo y el olvido se lo llevará todo y lo reducirá a rumores; el umbral entre los vivos y los muertos se entreverá cada vez más difuso; la honorabilidad se convertirá en un nombre que ha perdido significado frente al remolino de las pasiones humanas que no terminan nunca de des-atarse del todo.

De las atrocidades de la historia, de la oscura e inexplicable carga del fracaso y de la imposibilidad de conocer con certeza los hechos trata esta novela que constituye un verdadero desafío de lectura. Leer el mundo es un trabajo arduo, difícil y paradójico. El centenar de Sutpen contiene las claves de una historia que no puede ser contada de forma lineal, lógica y unívoca, sino como ambigua fusión de engañosos puntos de vista. Lo que ocurrió no importa tanto como la manera en la que otros quieren intervenir en ese pasado. La eterna búsqueda del padre que, a fuerza de desear procrear, acabó procreando demasiado y lo que no quería procrear, es tan sólo un punto de partida o de confluencia. Algo misterioso revolotea en la tierra y hace que, como en la gran tragedia ática, deba manifestarse en forma de destrucción para hacerse visible.

El vínculo de Faulkner con América Latina es suntuoso y fecundo. La mirada de quien siente la opresión misteriosa de una tierra que no acaba de revelarse completamente, pero que muestra pequeños trazos que una vez reunidos conforman una colosal tragedia. La tensión mítica de los confines, de algo que permanece oculto y que sólo atina a vislumbrarse entre nieblas e intermitencias, es una constante de una percepción demorada de lo que somos y de nuestro mundo. Esta atmósfera y este tono de Faulkner se hallan luego en Comala, Macondo y Santa María, no porque estas sean secuelas del influjo del maestro del Sur, sino porque son las formas más atinadas para expresar el poder de lo “no dicho” sobre nosotros. A fin de cuentas, también se podría decir lo mismo de estos vínculos con Cervantes, Kafka, Joyce o muchos otros. “Ahí los tienes, a pesar de lo cual falta algo: son como un fórmula química exhumada a la que las cartas del arcón olvidado, escritas con esmero, el papel envejecido y descolorido y a punto de hacerse pedazos, la letra desdibujada y casi indescifrable, pero cargada de intención, presta forma y sentido familiares, el nombre y la presencia de fuerzas volátiles y sentientes; las amalgama uno en las proporciones exigidas, pero no sucede nada; las relee con tedio y con empeño, las examina, se cerciora de que no olvida nada, de que no incurre en un error de cálculo; las amalgama de nuevo y de nuevo nada sucede: tan sólo las palabras, los símbolos, las formas mismas, sombrías e inescrutables y serenas sobre el turgente telón de fondo de un horrible y sangriento infortunio que desbarata los asuntos de los hombres”. En algún manual de literatura hispanoamericana del futuro que quisiera ser interesante podría decir algo así como:“¡Absalón, Absalón! una obra a la altura, incluso, de Pedro Páramo” y valdrán los anacronismos y se borrarán las desgastadas discusiones sobre las influencias y no se sabrá quién ha leído a quién y tampoco tendrá mucha importancia.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo