Perspectivas

Un mundo difícil

08/03/2021

Fabiana Oxford

“Gané carreras a varios jinetes en finales cerrados. Ninguno de ellos, incluso siendo amigos, fue capaz de felicitarme por mi triunfo. No les gustaba que una mujer les ganara”. Fabiana Oxford es la jineta con mayor número de carreras ganadas en hipódromos de Venezuela. También fue la segunda fusta femenina venezolana en Estados Unidos.

En Venezuela corrió al lado de jinetes de renombre. Y se midió sin complejos. “Recuerdo una vez que me vine en un final cerrado con el jockey Ángel Alciro Castillo, muy emocionante. Íbamos cabeza a cabeza los últimos 300 metros. Él avanzaba y yo también.  Emocionante. Al final gané por media cabeza. Luego de la fotografía de rigor en el paddock de ganadores, el dueño del caballo de Castillo se acercó y me dijo que él me dejó ganar”.

Fabiana Oxford tenía solo 15 años cuando le dijo a su mamá: “Quiero ser jocketa, quiero montar caballos en el hipódromo”.

No era su primer acercamiento a los caballos. Desde los 12 años practicaba equitación en el Fuerte Tiuna. Ahí desarrolló destrezas sobre la silla. Le sirvió para crear una relación con los equinos. Podía dominarlos, controlarlos, incluso su paso por la gimnasia en su infancia, le permitió hacer diferentes maromas sobre las ancas de los animales, desde paradas de mano hasta balances en ambos lados.

Quiso ir a más. Quería un reto mayor, quería la velocidad, la fuerza, y una relación permanente con estos animales.

“No estoy de acuerdo. Es un mundo muy difícil”, fue la respuesta de su papá, Pedro Jesús González, quien también había sido un destacado jinete y se había retirado por una fractura de clavícula en carrera.

Pero Fabiana no cedió y su mamá tampoco. Buscaron apoyo en un familiar cercano, su tío Polo, hermano de su mamá. Los tres hablaron con Gustavo Ávila y este último se convirtió en su mayor promotor y mentor en el hipódromo. Fabiana entró en la escuela de jinetes.

Fabiana Oxford

Todos los días se levantaba a las 4:30 de la mañana, para estar antes del amanecer en las pistas de la Rinconada. Al principio, eran varias mujeres, pero se fueron retirando. Al punto de que, el día de su debut como aprendiz en 1989, solo estaban ella y Claudia Amaranto compitiendo con 12 hombres. Era una normal proporción de la representación femenina en las carreras.

-Ahí me di cuenta de que sí era un mundo difícil. Siempre he tenido un carácter fuerte, pero en el hipódromo tuve que profundizarlo. Dejé de sonreír. Ni cuando ganaba sonreía. Una sonrisa podía confundirse con coqueteo y eso ya era una ventana para el abuso.

Tuvo que demostrar más que sus compañeros varones. “Todas, las pocas jocketas, debíamos ser más disciplinadas, más atentas. Debíamos esforzarnos el doble para que nos dieran oportunidades de montar los caballos”. El descrédito, en su mayoría, era atribuido a la fuerza física. A pesar de haber estado en contra, al papá no le quedó más remedio que apoyarla con consejos: no compitas en fuerza, compite en destrezas, en técnica, le decía.

Ella sostiene que es el mejor consejo de todos. La descalificación de los compañeros, incluso de los mismos entrenadores, se basaba en que “una mujer no podía controlar los 500 kilos de un purasangre”.

-Era agotador. No el caballo: era agotador demostrar que tenía la técnica. Sin embargo, aunque buscaba ese equilibrio entre técnica y fuerza, las ocasiones para montar un buen ejemplar siempre tenían un pero.

Fabiana pesaba 48 kilos, era muy delgada y de estatura baja, una de las condiciones para ser jinete de carreras. Hacía ejercicios físicos todos los días para desarrollar la musculatura de sus brazos, piernas y abdomen. Ahí controlaba su propia fuerza. Pero su mayor fortaleza estaba en su estrategia, en la manera de estudiar cada ejemplar que montaría o que quería montar.

Fabiana Oxford

 

Siempre tuvo una empatía particular con los animales. De pequeña quería ser veterinaria. Veía al animal como un alguien, no como un algo. Con los purasangres fue más allá. Estudiaba sus reacciones, su manera de acercarse o alejarse, sus manías. Les daba de comer para compenetrarse, les hablaba como amigos, los acariciaba para determinar su humor en el día. Fabiana se convertía en un complemento, el protagonista era el caballo, y así se lo hacía saber.

Mucho tuvo que hacer para conseguir las oportunidades. Los prejuicios masculinos hacían su parte. Entrenadores, propietarios, jinetes, apostadores, iban a contravía. Hoy es imposible saber si hubiese ganado muchas más carreras -logró más de 100 triunfos-, sin embargo, esos números, esas estadísticas, como se dice en el argot hípico, evidencian que aprovechó cada oportunidad para demostrar su profesionalismo.

Fabiana Oxford

También demostró temple. Su actitud estoica era más evidente cuando terminaba una carrera. No importaba si su caballo fuese favorito o no: cuando pasaba por la tribuna, se escuchaban los gritos de los hombres: “¡Ve a hacer arepas!”, “¡Anda a parir un muchacho!”, “¡Ponte a limpiar!”. Y luego se escuchaban las risas.

-Era muy difícil al principio, pero luego comprendí que ellos no entendían. Lo lamenté por sus mujeres y sus madres, y hasta por sus hijos. Me pregunté muchas veces si ellos entendían de dónde venían. Yo asumí que estaba en un mundo, no quería darles la propiedad de estar en un mundo de hombres, sino que me mentalicé y me convencí de que estaba en un mundo y ya. Había reglas diferentes: sonreír era coquetear, entonces no sonreía, ser seria era ser antipática, pero lo prefería a lidiar con las equivocaciones.

-“Fabiana, es que tal propietario dice que eres antipática”. Eso me decía mi secretario. Y yo le contestaba: soy jocketa, soy buena en lo que hago, ¿por qué tengo que ser simpática? Supongo que ahí perdí muchas oportunidades. Pero no me quita lo bailado.

Al tiempo, Fabiana buscó una “secretario” mujer. “Secretario” es quién busca las montas semanales para los jinetes. Quería fortalecer la presencia femenina, demostrar que se podía hacer un buen trabajo contra todo pronóstico. Las dos hicieron una dupla interesante.

Yuri Martínez había sido jocketa también. Quiso incursionar en el área de gestión de montas. Juntas hicieron buenas campañas. Ganaron carreras. Pero lo más relevante fue que rompieron los esquemas de un colectivo masculino que se entendía en sus propios códigos sin tener ellas que romper con su comportamiento, ni con las actividades naturales de su género. Su enfoque siempre fue profesional.

Fabiana Oxford, se retiró luego de 10 años como jineta profesional. Se casó, tuvo un hijo y reside en los Estados Unidos.


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