Perspectivas

Un guerrero llamado Digenís

26/09/2020

Pintura de Digenis Akritas por D. Skourtelis.

 

Ejércitos puse en fuga – de persas y de romeicos

y capturé fortalezas – sin número y prisioneros,

a príncipes he tomado – persas y también soldados

Desde que empecé a luchar – cumpliendo grandes hazañas

nunca se encontró ninguno – que igualárseme pudiera

y que combatiera, oh joven, – para tomarme botín.

 

La mayoría de los filólogos (es que es muy difícil ponerlos a todos de acuerdo) coinciden en que el primer texto escrito en griego moderno, es decir, con las características fonéticas y gramaticales propias de la actual lengua popular griega, la lengua dimotikí, es el poema conocido como Digenís Akritas. Con este canto comienza, pues, la historia de la literatura griega moderna. Algunos prefieren datar los comienzos de la literatura neohelénica con la toma de Constantinopla en 1453, cuando la invasión turca otomana acabó con el imperio bizantino; otros se remontan a 1204, cuando la Cuarta Cruzada destruyó la ciudad; pero la mayoría, entre ellos el influyente Linos Politis (A History of Modern Greek Literature, Oxford, 1973), desecha estos argumentos puramente históricos y prefiere situar los inicios del griego moderno entre los siglos XI y XII, cuando surge una serie de cantos en lengua popular, las dimotikí tragudia, la primera de ellas, la epopeya del Digenís Akritas. 

Es interesante: los primeros cantos en griego moderno no se compusieron en Grecia. A comienzos del siglo X la expansión del islam lucía imparable, y eso significaba que en los bordes del mundo cristiano los choques eran inevitables. Así, en la frontera suroccidental de Europa, lo que después fue Al-Andalus, pero también en el límite oriental del imperio Bizantino, el Ponto y la Capadocia, era forzoso que se encontraran, combatiendo pero también conviviendo, el mundo musulmán con el mundo cristiano. Es el tema que anima a estos primeros cantos populares bizantinos, compuestos en el griego popular que se hablaba en el imperio. Y es por supuesto el tema de la epopeya del Digenís Akritas, como de otros cantos similares surgidos poco después, el Cantar de Armuris y el Cantar del hijo de Andrónico, que primero se transmitieron por vía oral para después ser escritos.

Basilio Digenís Akritas, el “Señor de dos razas que vive en la frontera” (si es que de algún modo podemos traducir su nombre) es, pues, un héroe de los límites entre ambos mundos. Vasilios es “rey”, Akra quiere decir “frontera” y Digenís, “que tiene dos estirpes”, “que comparte dos razas” (dis + génos). A caballo entre la cruz y la media luna, nuestro héroe es, en efecto, hijo de un Emir que se convirtió al cristianismo y de una princesa cristiana que fue raptada por el Emir. El poema está claramente dividido en dos partes: en la primera, llamada “Cantar del emir”, se cuenta cómo éste raptó a la hija de un general bizantino en una incursión a tierras cristianas. Los hermanos de la joven la rescatarán, pero el emir, prendado de su belleza, les ofrece hacerse cristiano a cambio de su mano. Este es, pues, el origen de Digenís.

En la segunda parte, que Stilianós Alexíou en su Edición crítica (1985) ha titulado “Cantar del retiro y muerte de Digenís”, se narran ya propiamente las hazañas del héroe, cómo desde muy chico comenzó a mostrar su sobrehumana inclinación por las hazañas: que un día, yendo de caza con su padre, mató a dos osos con sus propias manos; que del mismo modo desgarró a un ciervo y partió en dos a un león. Siguiendo el ejemplo de su padre, cuando se haga hombre también raptará a la hija de otro general bizantino y se casará con ella. Como todo héroe medieval que se respete, Digenís no puede permitirse dejar de luchar contra un dragón, venciéndolo con su lanza. Era, sobre todo, el terror de los musulmanes o sarracenos, los sarakini, así como de los apelates, especie de mercenarios que servían a cristianos y musulmanes por igual, y que en tiempos de paz sobrevivían como bandoleros asolando la frontera. Sin embargo, quizás la prueba más difícil a la que se enfrentó Digenís fue vencer a la hermosísima Maximó, la amazona cuya belleza no pudo resistir, cometiendo con ella el terrible pecado del adulterio, lo que, claro, no fue obstáculo para que después la matara. Al parecer, Digenís terminó sus días plácidamente, después de haber acabado con todos sus enemigos, en un hermoso palacio que se hizo construir a orillas del Éufrates; si bien otras versiones de la leyenda cuentan que, de ser tan invencible, tuvo que venir la propia muerte (la mismísima Thánatos según unos, según otros Caronte) a buscarlo.

Las hazañas de Digenís siguieron leyéndose y, sobre todo, escuchándose con deleite durante largo tiempo. Incluso hay versiones que llegan hasta el siglo XVII. Algunas de ellas sirvieron de inspiración a muchas “baladas acríticas” (canciones de frontera) que aún hoy forman parte del folclore de Anatolia, Creta y Chipre. La historia de un Digenís vencido por la propia muerte sirvió de base para una bylina (canción épica popular) sobre Anika el guerrero, el caballero errante de las leyendas medievales rusas. El poema, entre 1.867 y 3.749 versos según cada versión, está escrito en el típico “verso político” (esto es, propio de la polis por excelencia, Constantinopla), un verso decapentasílabo armónicamente balanceado en dos hemistiquios, raras veces con rima, comúnmente usado en las canciones populares bizantinas. Hasta nosotros se conservó a través de media docena de manuscritos: el primero fue encontrado en la región turca de Trebizonda en 1875, a los que se unieron otro en Oxford y dos en Andros. Los dos más antiguos fueron hallados en El Escorial y Grottaferrata, cerca de Roma, hacia 1900, los cuales nos reenvían a versiones que circulaban hacia el siglo XII. De ambos, el de El Escorial es tenido por más cercano a la versión original, superior en la fuerza de las descripciones y la austeridad del estilo. En nuestra lengua existe una traducción de Juan Valero Garrido (Barcelona, 1981) y otra de Óscar Martínez García (Madrid, 2003), y en Hispanoamérica contamos con la traducción hecha por don Miguel Castillo Didier, a quien todavía recuerdan muchos de sus viejos alumnos de la UCV: Poesía heroica griega. Epopeya de Digenís Akritas, Cantares de Amuris y del Hijo de Andrónico (Santiago de Chile, 1994).

¿Existió realmente Digenís? El poema sin duda refleja el ambiente, las luchas y los valores de aquellos guerreros que por el siglo X se enfrentaban al avance musulmán, guardando los confines del imperio bizantino. Ahora bien, si existió un hombre concreto llamado Basilio Digenís Akritas es algo que poco importa. Más importa descubrir en él los caracteres de los héroes antiguos y modernos que encarna. Como todo gran poema, el Digenís Akritas es una síntesis, un punto de encuentro pero también de continuación de grandes tradiciones. Si, como dice H. Bauzá en El mito del héroe. Morfología y semántica de la figura heroica (México, 1998), el héroe posee una naturaleza esencialmente transgresora y una condición que media entre dos mundos, la leyenda del guerrero bizantino se inscribe claramente en esta tradición. Al igual que Hermes, Apolo o Heracles, Digenís muestra precozmente su valor y su fuerza desmesurada. Como Belerofonte, Teseo y de nuevo Heracles, pero también como aquellos esforzados conquistadores españoles que cumplieron memorables hazañas al otro lado del mar, se enfrenta a las más increíbles criaturas en los confines del mundo conocido. Como Rolando en Roncesvalles y Rodrigo Díaz de Vivar en Valencia, vence a los moros e impone la cruz por la sola fuerza de su espada. No por nada, la Canción de Roldán, el Cantar del Mío Cid y la epopeya del Digenís Akritas son hijas de un mismo momento literario, fueron compuestas entre los siglos XI y XIII. Espacios y palabras que se funden, la leyenda del akrita es también una frontera marcada por el tránsito entre dos lenguas, entre dos patrias, entre dos dioses.


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