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Siete meses no es mucho tiempo en la vida de una persona, pero si se trata de un lapso en el que se tiene la oportunidad de ver reunidos en un mismo lugar un grupo de expertos que comunican sus conceptos sobre la historia y, a la vez, donde se incentiva la lectura y comentario de textos llamados a convertirse en renovados hitos historiográficos, ese período resulta excepcional.
No pecamos de exagerados cuando aludimos a obras de reciente publicación que ya constituyen referentes ineludibles. Ahí están: Continuidad y ruptura en la historia contemporánea de Venezuela, de Germán Carrera Damas; Instauración de la república liberal autocrática: claves para su interpretación 1830-1899, de Tomás Straka; La segunda república liberal democrática 1958-1998, de Guillermo Tell Aveledo Coll; La primera revolución de Caracas 1810-1812. Del juntismo a la independencia absoluta, de Carole Leal Curiel, y Si ha habido un pueblo…, de Diego Bautista Urbaneja. Los tres primeros publicados por el sello editorial de la Fundación Rómulo Betancourt bajo el rótulo «Serie antológica historia contemporánea de Venezuela», que reúne once conferencias especialmente compuestas para el «Diplomado de historia contemporánea de Venezuela» –al que de seguidas haremos referencia– y los dos últimos editados por la Universidad Católica Andrés Bello y la Editorial Alfa, respectivamente.
Lo anterior es solo un fragmento palpable de una obra mucho más enjundiosa que amerita analizarla en su conjunto. Se trata del «Diplomado de historia contemporánea de Venezuela», programa promovido por la Fundación Rómulo Betancourt y acogido por la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL).
Corría el año 2008 y como parte de las actividades conmemorativas del primer centenario del natalicio de Rómulo Betancourt la fundación que lleva su nombre consideró oportuno ofrecer un espacio de discusión de más largo aliento, que llevara a otro nivel la experiencia recogida en aquella celebración. Basta recordar el simposio celebrado en la sala de conferencias de la antigua C. A. Electricidad de Caracas, en febrero de 1989, titulado «Rómulo Betancourt: historia y contemporaneidad», en el cual se dieron cita los exponentes más reconocidos de la Historia y la Ciencia Política, así como prometedoras figuras que a poco descollarían por sus investigaciones. Todos ellos cumpliendo el rol asignado por los organizadores del evento, ya sea en calidad de expositores y comentaristas, no para el cultivo de la lisonja sino para la discusión crítica en torno al pensamiento y acción del ex presidente Betancourt. El interés de los asistentes, aunado a la calidad de las ponencias, concitaría más adelante la realización de periódicas conferencias que darían cuenta de investigaciones derivadas de la revisión documental del archivo custodiado por la Fundación Rómulo Betancourt, en su sede ubicada en la Quinta Pacairigua de Altamira.
Así nació la idea, tal como lo rememora el historiador Naudy Suárez Figueroa, de sugerir la creación de un diplomado, no para honrar la figura política de Betancourt sino para valorar la democracia y promover la interpretación de los procesos históricos de Venezuela. Esto último como respuesta a la imperiosa necesidad de desarmar el discurso oficioso que, además de distorsionar el pasado histórico, pretendía barrer de la memoria de los venezolanos los avatares de la lucha por el establecimiento de un régimen democrático y su contribución en la transformación social y económica de la sociedad venezolana del siglo XX.
Por entonces, el gobierno de Hugo Chávez Frías había puesto en marcha el nuevo currículo nacional bolivariano (año escolar 2007-2008), que de entrada descalificaba todas las políticas públicas implementadas en materia educativa hasta 1999 ofreciendo en su lugar un modelo educativo ideologizado, saturado de consignas atadas al proyecto político chavista, el cual obviaba importantes períodos de la historia de Venezuela.
Frente aquella arremetida, el historiador Germán Carrera Damas advirtió que no solo se estaba demoliendo la historia y la democracia, sino las bases mismas de la República, por lo que frente a ello resultaba tarea inaplazable mantener viva la expectativa de la democracia en la conciencia de los venezolanos. En ello coincidía con la preocupación de su colega Manuel Caballero, quien en su discurso de incorporación como individuo de número de la Academia Nacional de la Historia en 2005 denunció la propaganda oficialista que pretendía echar por tierra casi medio de siglo de historia, desde 1958 hasta 1998, período en que Venezuela conoció la más larga sucesión de gobiernos civiles electos por voto popular.
De manera que ante el propósito de imponer un pensamiento único que se vale de mitos y leyendas para cimentar la idea del predominio militarista, el culto a la personalidad y, a fin de cuentas, la enajenación histórica del pueblo venezolano, el reto de los historiadores críticos consistía en iluminar la vigilia por la democracia. Uno de los escenarios donde se discutió aquella sombría perspectiva fue justamente la Fundación Rómulo Betancourt, que tiene entre sus propósitos la realización de actividades que contribuyan a la divulgación del conocimiento crítico de la historia política de Venezuela. De ahí la iniciativa de Virginia Betancourt Valverde e Iván Castro Delgado, directivos de la Fundación, de solicitar a Germán Carrera Damas la estructura general de los contenidos a impartir en el diplomado, teniendo como base su enfoque de estudiar, a partir de la dialéctica de continuidad y ruptura, cuestiones nucleares de la historia contemporánea de Venezuela con apoyo de fuentes documentales.
Trazados los grandes lineamientos, la confección del diseño instruccional estuvo a cargo de Tomás Straka e Iván Delgado, quienes aportaron lo concerniente a definición de los objetivos pedagógicos, las estrategias didácticas y la forma de evaluación del aprendizaje que obtendrían los cursantes. Durante esta fase, Virginia Betancourt Valverde insistió en la importancia de hacer de los docentes de educación media los sujetos protagónicos del nuevo diplomado, ofreciéndoles herramientas didácticas en cuanto a lectura y escritura para mejorar el proceso de enseñanza de la historia y superar la tendencia descriptiva que, por lo general, prevalece en las aulas de clase. En esa dirección logró el apoyo de varias personas ligadas a la Fundación Rómulo Betancourt, quienes generosamente acogieron la idea de becar a los profesores inscritos, de modo de exonerarlos del costo de inscripción y de la adquisición de materiales de estudio.
Por su parte, el apoyo de la profesora Digna de Rivas resultó fundamental para hacer puente con el vicerrectorado de extensión de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador a cargo de la doctora María Teresa Centeno, de manera de asegurar el aval académico de esta alta casa de estudios superiores, que tiene por objeto la formación de maestros en Venezuela. Así, el equipo del vicerrectorado de extensión revisó con exhaustividad la propuesta que finalmente resultó aprobada por el consejo universitario de la UPEL.
El diseño definitivo del diplomado quedó estructurado en trece módulos que abarcaban el período republicano desde 1810 hasta el presente. Su contenido se impartiría en forma presencial en la Quinta Pacairigua; solo en dos ocasiones mudó su locación al edificio sede del diario El Nacional, ubicado en los Cortijos de Lourdes, y en las instalaciones del CIAP perteneciente a la UCAB, en la Castellana; las dos últimas ediciones se dictaron en forma virtual a causa de la pandemia de COVID 19. Para facilitar la disposición de tiempo de los cursantes las clases se dictarían los días sábados en horario matutino, en los cuales se llevarían a cabo las conferencias magistrales y el subsecuente análisis conceptual de documentos.
Cabe destacar que desde la primera edición del diplomado en 2009, y por los siguientes once años, correspondería a Iván Castro (licenciado en filosofía egresado de la Universidad Central de Venezuela, especialista en gestión de la información por la Universidad Simón Bolívar y con amplia experiencia docente en la formación de recursos humanos en el Banco del Libro y en la Biblioteca Nacional de Venezuela) ejercer las funciones de coordinador general. A ello se entregaría ad honorem con esmero y dedicación casi paternal. Castro cuidaba los más mínimos detalles en cuanto a los aspectos operativos y administrativos. Uno de sus principales logros fue la capacidad de convocatoria para reunir las mentes más sólidas y con reconocida obra escrita para dictar las conferencias magistrales previstas en el programa. Así, la primera plantilla de profesores-conferencistas quedó integrada por Germán Carrera Damas, Tomás Straka, Manuel Caballero, Antonio García Ponce, Simón Alberto Consalvi, Ocarina Castillo, Naudy Suárez Figueroa y Ramón Guillermo Aveledo. A ellos se sumarían, en las siguientes ediciones, Carole Leal, María Elena González Deluca, Graciela Soriano, Carmen Teresa Flores, Ana M. López, Digna de Rivas, Inés Quintero, Elena Plaza, Catalina Banko, Margarita López Maya, Eduardo Mayobre, Marco Tulio Bruni-Celli, Elías Pino, Edgardo Mondolfi Gudat, Gustavo Vaamonde, Víctor Guédez, Ezio Serrano, Juan Carlos Rey, José Rodríguez Iturbe, Luis Ricardo Dávila y Diego Bautista Urbaneja.
Uno de los valores agregados del diplomado radicó en el estudio sistemático de documentos fundamentales que sustentan la interpretación de los hechos históricos. Esta tarea fue cumplida por un grupo de facilitadores que dirigieron la organización de los cursantes en pequeños grupos de trabajo para la lectura y discusión de fuentes primarias especialmente seleccionadas que guardaban relación con el tema desarrollado en la conferencia. Aquí una vez más resaltó el olfato de Iván Castro al seleccionar a experimentados y noveles profesores universitarios que nutrieron con su dinamismo y pericia la tarea encomendada. Figuraron en la lista María Soledad Hernández, Mirela Quero, David Ruiz Chataing, Guillermo León, Virgilio Armas, Pedro Benítez, Ysrael Camero, Guillermo Tell Aveledo, Andrés Trujillo, Lorena Puerta, Luis Fernando Castillo, Sócrates Ramírez, Luis Lauriño, Simón Hernández, Ángel Almarza, Desirée Popolo, Alexander Velásquez, Lubinson Zambrano y Luis Perrone; algunos de los cuales llegarían a formar parte del grupo de conferencistas.
La publicación de la oferta académica de la I edición del «Diplomado en historia contemporánea de Venezuela» se dio a conocer en abril de 2009 y de inmediato atrajo la atención de profesionales y estudiantes universitarios provenientes de distintas áreas como derecho, economía, medicina, relaciones internacionales, comunicación social, artes plásticas, estudios liberales; incluso ingeniería, administración y mercadotecnia. Aquel inusitado interés causó honda sorpresa en los organizadores y puso de manifiesto que el estudio de la historia se había convertido en una forma de expresión ciudadana que buscaba claves en el pasado para comprender las causas de los desaciertos del presente.
Año tras año no menos de quince personas se alistaron en la pequeña escuela en que se convirtió la Quinta Pacairigua. Las clases magistrales concitaban profundas reflexiones sobre la evolución de la estructura del poder político en Venezuela, así como las fortalezas y desafueros cometidos por las principales figuras actuantes en cada período. En ocasiones, el intercambio de ideas entre conferencistas y cursantes sirvió para cimentar los enfoques planteados en las plenarias, los cuales vendrían a enriquecer el acervo historiográfico gracias a la publicación de once textos pertenecientes a la serie antológica «Cuadernos de historia contemporánea de Venezuela». Fue tal el influjo ejercido que no pocos, tras culminar el diplomado, decidieron proseguir su formación matriculándose en programas de maestría y doctorado en historia en universidades dentro y fuera de Venezuela.
Hasta la edición XI, recientemente concluida, se infiere el aporte de poco más de doscientos egresados que dan cuenta de un diplomado que ha marcado pauta en la formación de una conciencia histórica bien estructurada, no anclada en la mera repetición cronológica de los hechos, sino comprometida con la edificación de una democracia consustanciada con verdaderas formas de participación política de la sociedad.
José Alberto Olivar
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