Entrevista
Trump y Chávez desde el psicoanálisis: conversación con Daniel Benveniste
por Manuel Llorens
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Daniel Benveniste [1] es psicólogo clínico y psicoanalista formado en California. Vivió en Venezuela de 1999 a 2010, donde dio clases en varias universidades. Se dedica a la atención psicoterapéutica. Sus estudios y vivencias le han permitido hacer una lectura desde el psicoanálisis de procesos sociales que resultan de gran interés para el mundo actual. Ha publicado extensamente sobre estos temas, incluyendo un libro sobre el chavismo titulado “The Venezuelan Revolution: a critique from the Left” (2015).
En esta conversación rememoramos algo de su experiencia venezolana. El proceso político chavista ha remarcado sus impresiones sobre la personalidad autoritaria y le ha dado luces sobre el fenómeno Trump. Discutimos algunos temas de relevancia actual como el autoritarismo, racismo, clasismo y antisemitismo, tanto en Venezuela como en los Estados Unidos y finalmente, algunas impresiones sobre Wuhan China, donde es profesor invitado desde el 2018.
Viviste en Venezuela desde 1999 hasta 2011. Cuéntanos un poco acerca de tu experiencia en Venezuela. ¿Qué particularidades culturales te llamaron la atención?
Viví en Venezuela durante once años y medio y toda la experiencia fue una larga y magnífica aventura. Mi tiempo allá fue una gran bendición. Vi pacientes de psicoterapia, impartí un curso básico de psicoterapia durante diez años en la Universidad Central de Venezuela (UCV), impartí una clase sobre intervención en crisis en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), di conferencias en la Universidad de Los Andes (ULA) en Mérida, en la Sociedad Psicoanalítica de Caracas (SPC), Asociación Venezolana de Psicoanálisis (ASOVEP) y en la Escuela Venezolana de Psicología Profunda. Las particularidades culturales que llamaron mi atención incluyeron la forma en que en Venezuela el tiempo es mucho más fluido y el orden mucho más relajado que en los Estados Unidos. Las fotocopias, que estarán listas mañana, no estarán listas mañana. La fiesta a las 8:30pm no comenzará hasta las 11:30pm. Y la luz roja en la esquina de la calle es un poco verdosa. Esta relación floja entre la palabra y la cosa fue encantadora al principio, pero a medida que avanzó el deterioro chavista, esto condujo a mentiras, corrupción y violencia.
Otra peculiaridad cultural es que en San Francisco mis colegas se saludan preguntándose “¿Cómo estás?” “¿En qué estás trabajando?” Y se suele responder: “Estoy dando una clase y escribiendo un artículo, ¿y tú?” o “Daré una conferencia la próxima semana e investigaré un poco”. En Caracas, los colegas se saludan y se preguntan: “¿Cómo están tu madre y tu padre?” “Muy bien, y ¿cómo están tus hijos y nietos?”. Tenía amigos en San Francisco sin tener idea acerca de con quién estaban relacionados, y amigos en Caracas cuya ocupación nunca conocí.
¿Qué puede ofrecerle el psicoanálisis a la comprensión de los procesos sociales?
La psicología de Freud era una psicología intrapsíquica, pero Freud siempre estuvo interesado en las manifestaciones sociales de la psique, como por ejemplo el arte, el mito, la religión y la estructura política y social. Posteriormente, muchos psicoanalistas se han dedicado a los fenómenos sociales. Estos incluyen las clínicas comunitarias de Alfred Adler, los análisis del fascismo de Wilhelm Reich, las casas y escuelas de huérfanos de Siegfried Bernfeld, después de la Primera Guerra Mundial, la teoría psicosocial de Erik Erikson y la introducción del aspecto social en las obras de Erich Fromm, Jacques Lacan, Harry Stack Sullivan y más.
Más recientemente, la actual presidenta de la IPA (Asociación Internacional de Psicoanálisis), Virginia Ungar, de Buenos Aires, y su vicepresidente Sergio Nick, de Río de Janeiro, Brasil, han presentado iniciativas con énfasis en el psicoanálisis en la comunidad. La actual presidenta electa es Harriet Wolfe, de San Francisco, y su vicepresidenta electa es Adriana Prengler —quien es la esposa de Daniel—, nacida en Buenos Aires, pero formada en Caracas. Wolfe y Prengler tienen planes para su administración, que comenzará en 2021, de centrarse en el psicoanálisis en el mundo con iniciativas de proyectos a nivel local, nacional e internacional.
En algunos escritos haces un recuento de los psicoanalistas que han abordado los fenómenos sociales y políticos. Cuéntanos de las iniciativas que te parecen más relevantes en ese sentido. ¿Hay algunas que consideras que puedan ser relevantes para Venezuela?
El trabajo de Theodore Adorno, Else Frenkel-Brunswik, Daniel Levinson y R. Nevitt Sanford sobre La personalidad autoritaria (1950) es muy relevante para la comprensión del caudillismo en Venezuela. Comenzó como un estudio psicológico del antisemitismo durante la Segunda Guerra Mundial y se amplió a un estudio del autoritarismo y el tipo de personas que prefieren líderes autoritarios. Naturalmente, esto tiene mucho que decir sobre la larga historia del caudillismo en Venezuela, pero, por supuesto, tiene mucho que ofrecer en nuestra comprensión de otros líderes autoritarios que han surgido en todo el mundo en los últimos años: Chávez, Maduro, Bolsonaro, Ortega, Erdogan, Castro, Duterte, Putin, Trump y muchos más. Chávez asumió la presidencia en febrero de 1999 y llegué a Caracas solo un mes después. Así que observé el deterioro del país de cerca y durante todo el tiempo que estuve allí. Asistí a innumerables marchas de oposición para mostrar mi apoyo y asistí a numerosas marchas chavistas también por interés histórico. Mientras residí en Venezuela, escribí artículos para The Daily Journal sobre temas psicológicos. Mi primer artículo después de la marcha de la oposición, que terminó en la terrible masacre del 11 de abril de 2002, fue sobre la personalidad autoritaria. Artículos posteriores abordaron temas como la resolución de conflictos desde la mesa de la cocina hasta la mesa de negociaciones. En 2006, cuando Chávez amenazó con cárcel a quienes expresaran opiniones contra el gobierno, escribí Totalitarismo: el colapso del espacio democrático y analítico como lectura para una conferencia en la Sociedad Psicoanalítica de Caracas. En él discutí acerca de la imposibilidad de asociar libremente en el consultorio cuando no hay libertad de expresión en las calles.
Viviste de cerca y con interés el comienzo del chavismo. Comentas en alguno de tus escritos que viste con curiosidad e ilusión la llegada de Chávez inicialmente. ¿Qué veías en él? ¿No te preocupaba su formación militar? ¿En qué momento te desilusionó? ¿En qué momento comienzas a hacerle oposición?
No tenía una buena opinión de Chávez desde el principio. Era un militar que había lanzado un golpe militar violento y sangriento y me pareció extraño que un asesino pudiera postularse para presidente. Pero él dijo que había dos problemas en Venezuela: corrupción y clasismo y que quería abordar esos problemas. La gente lo eligió y pensé: «Bueno, veamos qué puede hacer». Pero después de la inundación y desastre de Vargas de diciembre de 1999, Bill Clinton ofreció enviar dos barcos llenos de tractores y equipo médico. Chávez dijo: «Tomaremos los tractores, pero no a las personas para conducirlos». Clinton ordenó entonces a sus barcos que volvieran a USA. Ese fue el día en que Chávez condenó a los venezolanos al no darles acceso a asistencia médica y al no poner en funcionamiento la infraestructura de Venezuela. Años después de la inundación, había lugares en el litoral que todavía estaban enterrados en barro, arena y roca. Para mí, Chávez nunca fue carismático, fue entretenido. Pero su hostilidad y sadismo se hicieron cada vez más evidentes con el tiempo.
También comentas las similitudes que encuentras entre Chávez y Trump. ¿Nos las podrías describir?
Ver de cerca y personalmente la llamada Revolución Bolivariana fue extremadamente interesante para mí, pero siempre fue más trágico que interesante. Nunca había visto algo así en mi propio país y la idea de que esto pudiera suceder en los Estados Unidos era completamente inimaginable para mí.Chávez (quien murió en 2013) y Trump son dos en su clase, demagogos, autoritarios con ambiciones dictatoriales. Hablan en metáforas violentas e incitan a la violencia, al prejuicio y al odio. Se sostienen como hombres fuertes y le dicen a la gente: “Hay enemigos que te amenazan, pero si te mantienes cerca de mí, te protegeré”. Ambos son groseros en su lenguaje, irrespetuosos con las mujeres y hostiles hacia las diferencias de opinión.
Ambos usan lenguaje vulgar e incendiario. Crean grupos rechazados y provocan violencia hacia esos grupos. Polarizan a la gente. Atacan a la prensa. Cubren sus inseguridades personales con bravuconería e invitan a las personas a identificarse con su imagen de fortaleza. Se envuelven en la bandera y el patriotismo mientras destruyen la Constitución, la separación de poderes, las instituciones del gobierno y toda autoridad verdadera. Trump es una caricatura del “Ugly American”: etnocéntrico, arrogante y egocéntrico en todo lo que hace. A él no le importan los Estados Unidos y a Chávez tampoco le importó Venezuela. Ambos son narcisistas malignos, egoístas.
Son llamativos, entretenidos y mienten con la mayor facilidad. Han erosionado las instituciones del gobierno, la separación de poderes y desatado la corrupción a plena luz del día. Apelan a los instintos más bajos de la naturaleza humana: venganza, resentimiento, avaricia, tribalismo, miedo, odio e intolerancia. Si preguntamos: ¿Estamos de acuerdo con la selección del juez de la Corte Suprema o con el proyecto de ley de reforma fiscal? tenemos un tipo de conversación, pero si preguntamos cómo es la constelación de la personalidad y el plan político, inmediatamente recordamos los peores regímenes autoritarios de la historia. La Casa Blanca no entiende por qué parte del público estadounidense está tan indignado por Donald Trump. No entienden que Trump se parece más a Hugo Chávez y otros dictadores que cualquier otro presidente en la historia de los Estados Unidos. Y si nuestro estudio de la historia mundial nos ha enseñado algo, también sabemos que debemos actuar rápidamente para detener esas tendencias autoritarias, que son obvias no solo en Trump, sino también en el 40 por ciento de los ciudadanos estadounidenses que lo apoyan. Chávez también tenía un 40 por ciento de apoyo, incluso cuando la gente moría de hambre, la violencia estaba en las calles y no había suficiente medicina.
Varias cosas me llaman la atención. La primera es la manera en que Chávez cometía transgresiones y atropellos que resultaban claramente preocupantes (en referencia a las mujeres, a cualquier rival político, a personas de otras nacionalidades, religiones, etc.), pero en vez de recibir una condena colectiva, generaba una polarización que le terminaba favoreciendo en la opinión pública. Con Trump parece ocurrir lo mismo. ¿Cómo podemos entender que grupos tan masivos se identifiquen pasionalmente con el atropello, la burla, el desprecio?
Al principio de su presidencia, Chávez contó la historia de que, cuando era niño su familia era tan pobre que tenía una bicicleta sin frenos. Cuando escuché eso, me dije: Esa es su autobiografía. Es una persona sin frenos. No sabe cómo detenerse. No tiene control de impulsos, ni límites, ni vergüenza, ni culpa, ni dudas. Es como Hitler, que envió a sus tropas en una marcha suicida a la Unión Soviética en pleno invierno. Trump también carece de frenos. La gente sigue pensando que las cosas se pondrán tan mal que él cambiará de rumbo, pero no puede. No puede detenerse. No tiene control de impulsos. Cuando los demagogos son audazmente inapropiados o incluso violentos, la gente queda hipnotizada por el autoritario audaz.
Durante años vimos a Chávez destruir sistemáticamente el país y escuché a la gente decir una y otra vez: «¡Es increíble!» Y siempre respondía: «¿Y qué harías diferente si lo creyeras?» Al ser socialmente inapropiado, el autoritario hipnotiza a las masas. Hace lo que todos los demás quieren hacer inconscientemente, pero debido a que han sido socializados y civilizados adecuadamente, se detienen. Esta es la razón por la que la gente se fascina por estos autoritarios.
El autoritario se parece a una figura paterna, pero es un antipadre y es antiautoridad. Erik Erikson dijo que Hitler parecía un padre, pero en realidad era un hermano mayor que llevaba a los hermanos menores a matar al “padre” –la historia, la ley, las instituciones, la autoridad verdadera–. El demagogo autoritario utiliza el pensamiento en blanco y negro y soluciones simples para problemas complejos, para crear una imagen de certeza y fuerza, pero es una imagen frágil y, cuando se rompe, la violencia se desata. Chávez tenía sus Círculos Bolivarianos y Trump tiene sus supremacistas blancos.
También has registrado la adoración que muchas figuras de la izquierda norteamericana tuvieron con Chávez. Desde la academia –Chomsky, por ejemplo– como figuras de la cultura popular. Incluso algunos siguen defendiendo el madurismo por encima del claro deterioro del país, los abusos flagrantes de los DDHH y las opiniones de los muchos venezolanos que les intentan mostrar la realidad. ¿Cómo entiendes esto como norteamericano? ¿Es fanatismo, otra versión de colonialismo y desprecio?
Soy un demócrata, un progresista, un izquierdista, un viejo hippie originario de San Francisco. Apoyo los derechos civiles, la educación pública, los sindicatos fuertes, la responsabilidad social, los derechos de las mujeres, la protección del medio ambiente y los impuestos para pagar todo. Cuando Chávez dijo que quería comenzar una revolución socialista para abordar la corrupción y el clasismo obsceno de Venezuela, me sentí optimista y quería ser parte de ello. Ya había trabajado en salud mental comunitaria durante 27 años. Pero, por supuesto, Chávez solo empeoró la corrupción y el clasismo y nunca hubo nada socialista sobre su supuesta revolución. A Chávez nunca le importó nadie ni nada, excepto sí mismo. Esto se hizo evidente para mí dentro del primer año de su presidencia.
Mientras que muchos en la izquierda venezolana también podían ver a Chávez por lo que era, otros estaban muy contentos de aceptar la agenda francamente violenta. Cuando los líderes de la izquierda norteamericana brindaron su apoyo a Chávez y luego a Maduro, lo encontré asombroso y terriblemente decepcionante. Algunos de estos líderes izquierdistas eran personas que había admirado toda mi vida adulta. Hablaron de la hermosa revolución de Chávez sin poder demostrar por qué era tan hermosa y pasaron por alto las violaciones de los derechos civiles, los ataques a la prensa, las elecciones sucias, la violencia callejera, la tortura y los asesinatos. La cantidad de izquierdistas norteamericanos que apoyan a Chávez y Maduro es asombrosa. ¡Incluyen personas como Harry Belafonte, Jesse Jackson, Noam Chomsky, Tom Hayden, Sean Penn, Michael Moore, Danny Glover, Mark Weisbrot, Oliver Stone y muchos más!
Con todo mi entrenamiento y experiencia psicológica, no tengo ninguna idea de por qué las personas inteligentes de la izquierda progresista pueden apoyar a un tirano, pero en los últimos cuatro años he tenido la oportunidad de ver otro fenómeno muy similar y es que los conservadores de derecha están apoyando a Donald Trump, que no es más republicano de lo que Chávez era socialista y, sin embargo, el 80% de los republicanos apoya a Trump a pesar de que es vulgar, carente de moral, racista, carece de diplomacia, obviamente corrupto, mina la separación de poderes y es hostil a los servicios militares, al departamento de Estado y de inteligencia. La derecha que apoya ciegamente a Trump es como la izquierda que apoya ciegamente a Chávez. Trump no es republicano y Chávez no era socialista. Ambos eran demagogos autoritarios.
En tus trabajos haces varias citas del trabajo de Erik Erikson con poblaciones excluidas. ¿Qué nos pueden aportar las ideas de Erikson para entender la fuerte crisis suscitada a raíz del asesinato cruel de George Floyd por parte de la policía?
Erik Erikson fue un defensor de los derechos civiles y los valores universales. Escribió sobre asuntos de derechos civiles en la década de 1960 y en 1971 participó en un diálogo con un importante líder afroamericano, Huey P. Newton, que fue publicado en 1973. Escuché a Erikson hablar en cuatro ocasiones y después de su muerte, me hice amigo de su viuda, Joan Erikson, cuando tenía unos 93 años.
El libro más influyente de Erik Erikson se titula “Infancia y Sociedad”. En él, demuestra la forma en que la sociedad circundante influye en la estructura de la infancia y, por tanto, en la personalidad adulta. Al considerar las implicaciones de la brutalidad policial, el racismo, y específicamente el asesinato de George Floyd durante una detención policial, debemos comprender la responsabilidad individual, pero también la transmisión intergeneracional del trauma de la historia de la esclavitud al establecimiento de leyes raciales que perjudicaron a los afroamericanos, hasta los límites de la educación, avance profesional, oportunidades de vivienda, acumulación de riqueza, y derechos de voto.
Cuando los afroamericanos citan la esclavitud como un factor maligno en la sociedad moderna, no están diciendo que fueron heridos personalmente o que tienen recuerdos de sufrimiento de hace 170 años. Dicen que los efectos sociales de la esclavitud continúan hasta nuestros días en las leyes, los prejuicios y las instituciones. Cuando un hombre grita fuerte y sus gritos perturban a la sociedad, podemos sentirnos justificados al decirle que se calle. Pero si descubrimos que estamos parados sobre él, debemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones.
El psicoanálisis nos enseñó que el comportamiento está lleno de significado, y que a menudo hay motivaciones inconscientes para nuestro comportamiento, derivadas de las experiencias de la primera infancia. Lo que Erikson nos mostró fue que la experiencia de la primera infancia está incrustada en la sociedad. Es por eso que las psicobiografías de Erikson sobre las vidas de Adolf Hitler, Martin Luther, Mahatma Gandhi y otros, siempre ubicaron estas personas en el contexto de las sociedades en las que crecieron. Las sociedades no determinan quiénes seremos, pero ciertamente dan forma a nuestra experiencia y podemos imaginar la diferencia entre la experiencia de George Floyd creciendo como un hombre negro en los Estados Unidos y su asesino, el policía de Minneapolis, creciendo como un hombre blanco en los Estados Unidos.
¿Podrías elaborar tus ideas sobre las diferencias en las relaciones raciales en EEUU y en Venezuela?
Muchas personas fuera de los Estados Unidos están horrorizadas por el problema del racismo en los Estados Unidos y, por supuesto, es un problema muy grave. Pero creo que es importante recordar que Estados Unidos es probablemente el país más multicultural del mundo con ciudadanos de todas las razas, todas las religiones y todos los países del planeta. Además, la naturaleza obvia de nuestros problemas con el racismo, el sexismo, y la homofobia se debe en gran parte al hecho de que, como sociedad, hemos estado hablando del odio abiertamente y de manera determinada desde la década de 1960.
En 2004, la película Crash se mostró en un teatro en Caracas, seguida de un cine foro. La película destacaba los problemas raciales en los Estados Unidos. Al finalizar la película y durante la discusión, una mujer comentó que era una vergüenza que Estados Unidos todavía tuviera esos problemas después de todos estos años. Lo que no reconoció fue que se trataba de una película muy popular hecha en los Estados Unidos por personas en los Estados Unidos y que era una continuación de la conversación nacional sobre las razas y racismo en los Estados Unidos. Otras personas declararon con orgullo que no hay racismo en Venezuela. ¡Todos hemos escuchado eso antes! Una mujer blanca se levantó y dijo que cuando ella va a una fiesta o a una tienda sola, es bien tratada, pero si va con su esposo negro o con sus hijas negras, puede sentir el racismo, el rechazo y la exclusión.
Sí, las razas indígenas, africanas y europeas se han mezclado durante muchos años en Venezuela y hay personas de piel oscura en las clases socioeconómicas superiores y personas de piel clara en las clases socioeconómicas más bajas, pero en general la clase socioeconómica superior es de piel más clara y la clase socioeconómica más baja es de piel más oscura. Entonces, en algunos aspectos, la diferencia racial no es tan marcada como en los Estados Unidos. Por otro lado, desde mi perspectiva, el clasismo en Venezuela es mucho más opresivo que el racismo en los Estados Unidos.
En Venezuela, el 20% del país es rico o de clase media, está educado, y tiene oportunidades económicas, mientras que el 80% tiene dificultades económicas. La señora de servicio limpia la habitación, lava la ropa, y alimenta a los niños de los ricos que envían a sus niños a escuelas privadas. Mientras tanto, los hijos de la señora de servicio pasan hambre, sin zapatos, sin supervisión, sin escuela, y solo pueden esperar crecer para trabajar en empleos mal pagados, en fábricas dirigidas por hombres a quienes sus madres cuidaban. El clasismo no es tan fuerte en los EE. UU. como lo es en Venezuela y existen instituciones, como la buena educación pública, para suavizar la ventaja del clasismo, pero sigue siendo un problema importante y la lucha continúa.
Entiendo que perteneces a la comunidad judía y viste con horror las expresiones antisemitas de Chávez que condujeron a situaciones claras de amenaza y violencia contra la comunidad judía venezolana. ¿Cómo viviste esa experiencia? ¿Cómo afectó a la comunidad judía en Venezuela? ¿Qué sentido podrían tener esos atropellos absurdos?
No soy un judío religioso y no fui criado en una comunidad judía muy conservadora, pero definitivamente soy judío y estoy orgulloso de mi herencia. Cuando llegué a Venezuela en 1999, había una pequeña comunidad judía de 30,000 personas que eran orgullosos venezolanos y se integraron completamente en la sociedad venezolana. Pero, según tengo entendido, el antisemitismo fue importado primero a Argentina en la época de la Segunda Guerra Mundial. Al crecer en un Buenos Aires algo antisemita, Norberto Ceresole (1943-2003) se convirtió en un guerrero peronista y guerrillero argentino involucrado en golpes de estado en Perú y más tarde en Argentina. También fue jefe de la Dirección General de Inteligencia de Cuba. En la década de 1990 comenzó a apoyar a Hugo Chávez. Ceresole era un amargo antisemita y un confidente cercano de Hugo Chávez. He oído que Ceresole pudo haberle introducido a Chávez el uso del antisemitismo como una estrategia políticamente ventajosa. Los elogios de Chávez a Muamar el Gadafi y sus redadas en la escuela judía en Caracas fueron preocupantes, pero en gran medida vistos como trucos publicitarios. Chávez luego dio la bienvenida a Hezbolá a Venezuela, donde estableció una sede y comenzó el trabajo misionero entre los Wayuu. Eso fue más preocupante y luego el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, se convirtió en un visitante frecuente de Venezuela. Chávez pronto comenzó a hacer comentarios burlones sobre los judíos, y la comunidad judía claramente se alarmó. Las semillas del antisemitismo se plantaron y, bajo el dominio demagógico y autoritario, comenzaron a crecer. Luego, en la madrugada del 31 de enero de 2009, una de las principales sinagogas de Caracas fue allanada por dieciséis hombres fuertemente armados que ataron a los guardias, destrozaron la sinagoga y escribieron grafitis antisemitas en las paredes: «Muerte a los judíos”, «Fuera judíos de Venezuela». También dibujaron una estrella de David y una esvástica con un signo igual entre los dos. Profanaron la sagrada Torá, arrojaron valiosos adornos religiosos (algunos de plata maciza) al piso y, curiosamente, los dejaron allí. En su lugar, tomaron discos duros de las computadoras que contenían los nombres, direcciones y detalles personales de todos los miembros de la comunidad judía en Venezuela.
En este punto, debo decir brevemente algo que parece no estar relacionado pero que está relacionado. En 2002, el nieto mayor de Sigmund Freud y el único nieto de Freud que se convirtió en psicoanalista, me pidió que escribiera su biografía. Se llamaba W. Ernest Freud (1914-2008). Respondí a la invitación con entusiasmo, entrevisté a Ernest durante horas y comencé a leer la literatura para comprender mejor el curso del psicoanálisis a lo largo de su vida. Contextualicé la biografía con detalles de su extensa familia, el desarrollo del psicoanálisis y los eventos mundiales que ocurren a su alrededor. Ernest nació en Alemania al comienzo de la Primera Guerra Mundial, tuvo que escapar de la Alemania nazi cuando estaba en la escuela secundaria y luego tuvo que escapar también de la Austria nazi. Mientras leía sobre el surgimiento del nazismo, leí sobre la polarización del pueblo alemán, la brutal opresión de la oposición gubernamental, la destrucción de las libertades civiles, los ataques a la prensa, los ataques a los templos judíos, etc. No puedo decirte lo impresionante que fue leer sobre esta historia en Alemania en la década de 1930 e ir a mi cocina y leer lo mismo que sucede simultáneamente en Venezuela en El Universal, El Nacional y Tal Cual. Si tenía alguna duda sobre lo que estaba sucediendo, solo encontré más confirmación en Diario Vea y La Hojilla, periódicos patrocinados por el gobierno. Si tuviéramos que aprender de la historia, estaba claro que teníamos que irnos. Poco tiempo después, el 75% de la comunidad judía abandonó el país y nosotros llegamos a los Estados Unidos en septiembre de 2010.
Trabajaste luego del desastre natural en Vargas y atendiste a muchas personas con síntomas de trauma. Los eventos políticos y sociales han traído otra lista de experiencias traumáticas. ¿Crees que hay un impacto del trauma continuado en la población venezolana? ¿Cómo se lidia con el trauma psicosocial?
Trabajé durante 9 años en una clínica de crisis psiquiátrica en San Francisco y luego, menos de un año después de mi llegada a Venezuela, experimentamos una inundación histórica que devastó gran parte de Vargas. Esa noche escribí un artículo sobre la intervención en crisis después de grandes desastres. Mi esposa, Adriana Prengler, lo tradujo al español esa misma noche y lo enviamos por Internet a los refugios de toda Venezuela. Al año siguiente, lancé un proyecto con el profesor Martin Villalobos en la UCV para proporcionar una breve intervención psicológica para niños con trastornos de estrés postraumático después de la inundación en el litoral central. A medida que aumentaron las tensiones políticas, escribí un artículo sobre cómo mantener la calma en tiempos de crisis. Martin Villalobos, director del programa de maestría en psicología clínica, reconoció que gran parte de la experiencia venezolana se vio afectada por traumas de origen personal y social y, por ello, transformó el plan de estudios en uno que estaba orientado en gran medida al tratamiento de todo tipo de traumas. Estos son los traumas de terremotos, inundaciones, crímenes violentos, pobreza extrema, caos familiar, abuso de drogas y alcohol, violencia doméstica, problemas médicos y psiquiátricos no tratados, y mucho más. Pero más allá del tratamiento inmediato de las personas, también existe la necesidad de abordar los orígenes sociales del trauma psicosocial estableciendo una sociedad estable con instituciones sólidas, trabajo respetable, una buena economía y responsabilidad social.
Finalmente, vi que has trabajado como consultor en Wuhan que recientemente ha cobrado un significado mundial. ¿Nos puedes contar un poco sobre esa experiencia, la ciudad, el desarrollo de las profesiones de salud mental allá?
En 2018 y 2019 fui con un grupo de 12 psicoanalistas para enseñar psicoterapia psicoanalítica en Wuhan, China. Sigo enseñando en China por Skype todos los martes por la mañana. La psicoterapia había estado prohibida en China durante décadas, pero desde 2001 ha habido una apertura a los modos occidentales de psicoterapia con psicólogos que llegan para enseñar desde Europa y América del Norte, se traducen libros, podcasts dedicados a problemas psicológicos y psicólogos chinos comienzan a contribuir a su desarrollo psicológico propio. Han llamado a estas dos primeras décadas el «psico-boom».
Los estudiantes son trabajadores, inteligentes y aprecian nuestra enseñanza. Los 220 estudiantes fueron seleccionados entre 1000 solicitantes y provienen de toda China. El gobierno colectivista y totalitario es omnipresente, pero también lo es la alta tecnología, la modernidad, y la sensación de que este es un país que ruge hacia el futuro.
Wuhan es una ciudad industrial de 11 millones de personas. Después de nuestro primer programa de capacitación, mi esposa, Adriana, y yo, nos quedamos allí durante algunos días para visitar los lugares turísticos de Wuhan. La gente es amigable en todas partes y está ansiosa por tomarse fotos con nosotros sin duda para sus sitios de redes sociales, debido a que en Wuhan no es usual encontrarse con personas no asiáticas. Si bien gran parte de Wuhan es extremadamente moderno, yo estaba particularmente interesado en las indicaciones del pasado, como cuando vimos un anciano en la calle, copiando la caligrafía china de un texto budista con un pincel de caligrafía largo. Pero en lugar de usar tinta, usó agua y, en lugar de usar papel, usó el piso caliente de la calle, desde el cual su caligrafía se evaporó poco después de ser escrita.
En las supervisiones grupales seguimos aprendiendo sobre los pacientes que nacieron en el momento de la política china de un solo hijo. Escuchamos sobre la revolución cultural y los abuelos que vivieron las guerras civiles y la Segunda Guerra Mundial. La experiencia me sensibilizó a un fenómeno que ya conocía en relación con mi propia vida y que también había presenciado en Venezuela. Esa es la forma en que la historia cultural, la política, la economía, las condiciones sociales, y las catástrofes naturales influyen en la estructura de la personalidad individual.
Antes de nuestra segunda sesión de entrenamiento en 2019 Adriana y yo fuimos a visitar Beijing y Xi’an. Ambos fueron abrumadores en términos de grandeza, historia y desarrollo tecnológico. En el tren de Xi’an a Wuhan, sentado a mi lado, había un ambicioso joven que iba para ser entrenado para capitanear grandes buques de carga. Me preguntó: «¿Cuál es la diferencia entre China y Estados Unidos?» Las personas en las áreas metropolitanas de los Estados Unidos orientan sus vidas a los deseos personales y las personas en China son educadas para pensar y vivir en relación con los deseos del grupo.
Esta observación de la orientación grupal fue particularmente obvia con nuestros estudiantes. Ninguno de ellos se conocía previamente y, sin embargo, todos pudieron organizarse rápidamente en grupos que funcionaban de manera eficiente. Cuando hablé de esta observación con un hombre en la calle en Beijing, respondió que muchas personas atribuyen esta orientación comunitaria a la influencia comunista, pero dijo que era mucho más antigua que eso y más atribuible a la filosofía confuciana. Mis experiencias en Venezuela, China y otros lugares a los que he viajado han sido una bendición en mi vida. Hay mucho que aprender de otras culturas, si podemos permitirnos enriquecernos con ellas. Y a través de estas experiencias, aprendemos mucho sobre la gente del mundo y también sobre uno mismo.
***
[1] Daniel Benveniste es psicólogo clínico, PhD. Ha sido profesor en distintas universidades en California, Venezuela y China. Es miembro honorario de la American Psychoanalytic Association. Ha publicado extensamente sobre psicoanálisis y sociedad, incluyendo los libros: “The Interwoven Lives of Sigmund, Anna and W. Ernest Freud: Three Generations of Psychoanalysis” (2015) y de “The Venezuelan Revolution: A Critique from the Left” (2015) y es editor de “Anna Freud en La Clínica Hampstead: Cartas a Humberto Nágera” (2015). Algunos de sus escritos están en benvenistephd.com
Manuel Llorens
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