Perspectivas

Trilogía por el bicentenario

20/06/2019

Desde que resido en Bogotá, hace ya casi una década, y siguiendo una vieja costumbre, me he dedicado a buscar y leer textos que relaten los acontecimientos ocurridos durante el periodo de la guerra de Independencia y comienzos de la vida republicana.

La primera sorpresa ha sido darme cuenta de que la perspectiva colombiana, en muchos aspectos diferente a la que había conocido en mi educación formal, es increíblemente ignorada por la gran mayoría de los venezolanos.

El culto a la figura de Bolívar, cuyas características han sido estudiadas por autores venezolanos como Germán Carrera Damas, Manuel Caballero, Elías Pino Iturrieta y Rafael Arráiz Lucca, entre otros, fue la referencia para quienes nos formamos en Venezuela en el último cuarto del siglo XIX y todo el siglo XX. Este culto ha alcanzado un paroxismo en los últimos veinte años, cuando se ha llegado el extremo de falsificar la verdad histórica, aún en lo iconográfico, de manera consciente y deliberada, para servir a intereses políticos subalternos.

No hay ninguna duda, en todo caso, de que Bolívar es un personaje de talla universal que ha motivado reconocimientos importantes en todo el mundo.

Me parece interesante, por sus características muy particulares, mencionar un libro que apareció con motivo del cambio de milenio llamado “1000 years, 1000 people – Ranking the men and women who shaped the Millenium” (“Mil años, mil personajes: jerarquizando a los hombres y mujeres que dieron foma al milenio”), de los autores Agnes Hooper Gottlieb, Henry Gottlieb, Barbara Bowers y Brent Browers, en el cual se establece una jerarquización de los personajes considerados más importantes nacidos entre los años 1000 y 2000.

Para ello, utilizan criterios que tratan de ser rigurosos y aprecio como válidos, relacionados con la trascendencia contemporánea y posterior de cada uno. En esta lista en la que aparecen personas de muy diverso perfil y distinta procedencia, el personaje de origen hispano que aparece mejor posicionado es Miguel de Cervantes (44) y el segundo es Simón Bolívar (48).

No han faltado tampoco los críticos y detractores de Bolívar, con escritos tan conocidos como los de Karl Marx y Salvador de Madariaga. Un par de textos importantes en esta tónica que tuve oportunidad de leer temprano, luego de mi llegada a Colombia, fueron La Dictadura de Bolívar, de relativamente reciente aparición y atribuido al general cucuteño Francisco de Paula Santander, y La Conjuración Septembrina y otros ensayos de Roberto Liévano.

En La Dictadura de Bolívar se describe el calvario que vivió su protagonista, el propio autor Santander, llamado por el mismo Bolívar “el Hombre de las Leyes”, al tratar de entender las motivaciones que pudo tener el Libertador para intentar imponer a toda costa su hegemonía de poder y la implantación en Colombia de la constitución boliviana, a todas luces monárquica. Este pequeño volumen, perteneciente al grupo de publicaciones de la Universidad Nacional de Colombia con motivo del bicentenario, sorprende al lector venezolano, cuando se observan las similitudes entre ciertas prácticas de arbitrariedad que se describen y narran como ocurridas en la tercera década del siglo XIX en Colombia y las vividas en las dos primeras del siglo XXI en Venezuela.

El segundo libro, La Conjuración Septembrina y otros ensayos obra que presentó Liévano ante la Academia Colombiana de la Historia, publicado luego en una colección auspiciada por el Banco Popular en 1971, es un tomo sumamente interesante, de cuyo contenido quisiera citar la mención que hace de un artículo del doctor Vicente Azuero, en su periódico El Observador Colombiano, en el que dice “Hay dos Bolívares (sic) – uno de 1813 a 1826 y otro de 1826 en adelante”, en alusión al Libertador republicano contrapuesto al hombre en exceso autocrático, manipulador y mesiánico de sus últimos años. Liévano comenta: “Pocos años más tarde hubiera agregado un tercer Bolívar, el melancólico y augusto de San Pedro Alejandrino, depurado de su escoria humana en los crisoles del dolor, enfrentando su desolación y su grandeza a las del mar, que próximo mecía constante la inconstancia de sus olas”.

En 2018 se produjo un inesperado bestseller en este país: La Historia Mínima de Colombia, de Jorge Orlando Melo. Libro propio de nuestros tiempos que en su brevedad y acuciosidad nos pasea por todo tipo de temas destinados a hacernos comprender el discurrir de esta nación desde sus orígenes hasta la fecha en todas sus vertientes, como bien lo ponderó Ibsen Martínez en un oportuno artículo del diario El País de España. Buen síntoma el interés de la gente por sus antecedentes y retos futuros.

En simultáneo con esas lecturas, me interesé por una novela histórica, publicada en 2009, cuyo título captó mi atención: El Mariscal que vivió de prisa cuyo autor es Mauricio Vargas Linares, periodista nacido en Bogotá de variada y muy destacada trayectoria, que tiene vínculos muy importantes con Barranquilla desde los inicios de su carrera profesional.

Obviamente se refiere Vargas a la cortísima e intensa vida de Antonio José de Sucre, el Abel de Colombia para Bolívar, y un hombre que para el ideario de los venezolanos es la cara más inteligente, noble y bondadosa de la guerra de independencia.

El relato, que en gran medida humaniza al héroe, me dejó satisfecho y con ganas de releer otras de sus biografías para cotejar detalles. El título se agotó pronto y estimo que se reeditó para el público colombiano. En un momento dado se hizo difícil conseguirlo.

En 2013 apareció otra obra del mismo autor, Ahí le dejo la gloria, cuyo relato converge en la enigmática entrevista de Guayaquil, entre San Martín y Bolívar, que nadie presenció y que en gran medida derivó en los resultados finales del proceso independentista de Perú y en la conformación posterior de las repúblicas de Suramérica.

La conmovedora evocación de lo que debió ser el pensamiento de ambos hombres en su trayectoria anterior al encuentro, durante ese famoso episodio que ocurrió el 26 de julio de 1822 y, a grandes rasgos, su vida posterior, tiene en común con la anterior novela el énfasis en la humanización de estos personajes casi divinizados por la historiografía común.

En la novela se recrea lo que debió ser la entrevista, que por cierto se tenía como no documentada hasta que, tan recientemente como 2013, el historiador colombiano Armando Martínez encontró en el Archivo Nacional de Ecuador la carta que escribió a Sucre, por orden del Libertador, el general José Gabriel Pérez, su secretario durante la campaña del sur, relatándole el contenido de la reunión de Guayaquil. El documento, al igual que el mencionado anteriormente cuya autoría se atribuye a Santander, estuvo extraviado por dos siglos, en este caso al parecer por haber sido originalmente mal archivado.

Con una reconocible mayor madurez narrativa y argumental aparece en 2017 una tercera novela de esta especie de saga de Mauricio Vargas Linares que, una vez más, cuenta con el Libertador como uno de sus personajes protagónicos, pero que en esta ocasión se enfoca en el prócer neogranadino Francisco de Paula Santander, con cuya aventura vital termina por identificarse el lector.

Esta obra es La noche que mataron a Bolívar, cuya trama principal se refiere a la preparación y ejecución del atentado para asesinar al Libertador en Bogotá del 25 de septiembre de 1828, y la feroz retaliación que se produjo en contra de los conspiradores, una vez fracasado el complot.

Sin duda fue este episodio la muerte anímica y moral de Bolívar, quien nunca se pudo recuperar del todo, ni de la afección pulmonar que se le agravó como consecuencia de haber pasado la noche hundido en la helada quebrada de San Agustín, mal agarrado de los matorrales, ni del golpe moral de sentirse tan cuestionado y odiado por muchos de sus contemporáneos, especialmente desde que había asumido como dictador el 27 de agosto del mismo año.

El día del atentado puede decirse que también fue herido de muerte el proyecto que llamamos convencionalmente la Gran Colombia, que terminó dos años después con la separación irrevocable de sus componentes.

A lo largo del libro se relata, también con toques novelescos, la trayectoria vital de Santander. Desde niño de familia acomodada en Cúcuta hasta su formación en leyes nunca concluida, en Bogotá, su incorporación temprana a la milicia patriota, su veloz ascenso y sus grandes esfuerzos para ganar la confianza y el afecto de Bolívar, lo que logra al demostrar su inteligencia superior, su lealtad, su competencia organizativa y su habilidad en el campo de batalla, especialmente durante la campaña de Cundinamarca de 1819.

El empeño de Santander en poner orden, mediante el desarrollo del armazón legal de la nueva república y su molestia y desasosiego al no poder lograr que el Libertador se ciñera estrictamente a estas reglas, le distinguieron de otros jefes patriotas y le llevaron a ser su antagonista, seguramente muchas veces con la razón de su parte.

Por cierto, como aporte a la celebración del bicentenario de la batalla de Boyacá, la Universidad Externado de Colombia auspició la publicación del libro 1819 del joven historiador antioqueño Daniel Gutiérrez Ardila, cuya lectura es un complemento ideal para el entendimiento de los acontecimientos de esa convulsionada época.

En el libro La noche que mataron a Bolívar se hace, sin dar mayores detalles, la mención de un hecho soslayado adrede en la historia que se estudia en las escuelas venezolanas, que es el del cruel saqueo de la ciudad de Pasto el 24, 25 y 26 de diciembre de 1822 por las tropas comandadas por nada menos que el noble, moral e ilustrado Antonio José de Sucre. En esta acción, que se realizó como castigo a que la ciudad permanecía siendo realista en un país que ya era controlado por el bando patriota, hombres, mujeres y niños fueron masacrados y el pillaje campeó en la ciudad, hasta que Sucre se vio obligado a intervenir personalmente para frenar la salvajada.

Desde que leí hace ya más de quince años las biografías de Bolívar (Simón) y de San Martín (Don José) del autor argentino José Ignacio García Hamilton, había encontrado muy pocos textos tan amenos y bien escritos sobre la etapa independentista, como la trilogía de Mauricio Vargas Linares. Con motivo del bicentenario de Boyacá se presentó, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá de este año 2019, una bella reedición de los tres libros en un empaque especial integrado.

Altamente recomendable para los que somos entusiastas del conocimiento de la historia, sin ser científicos ni especialistas en su investigación y estudio.


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