Perspectivas

Trazos visuales y verbales de José Balza

05/10/2024

En el Museo del Libro Venezolano se lleva a cabo una merecidísima exposición hasta el 3 de noviembre: “Viaje vital. Dibujos de José Balza”, donde se exhibe una expresión artística poco revelada del escritor deltano que me atrevo a denominar “Ejercicios visuales”, porque se integra al universo de sus ejercicios narrativos. Tales ejercicios conforman otra facie de su inabarcable obra (novela, cuento, ensayo, aforismo, teoría literaria, crítica literaria, antología, divulgación), que es, más bien, un vasto delta con alta carga intelectiva, lingüística y sensitiva que nos traspasa en su indetenible transcurrir, de la misma manera que el inacabable delta del Orinoco avanza hacia el mar, de tal forma que su obra (como los sedimentos de su delta) ya está depositada en remotas capas del futuro.

La perspicaz curaduría de la exposición (que culmina el 3 de noviembre) estuvo a cargo de la poeta María Ramírez Delgado. La curadora demostró con la selección de los dibujos la clara correlación entre los ejercicios visuales y el resto de la obra de José Balza, como lo indicó con lucidez en el texto curatorial: “Buscamos mostrar sus dibujos como una historia que inicia en el Orinoco, que atraviesa al hombre y lo hace umbral por el que circula ya no sólo el agua, sino también la propia naturaleza, y que lo arrastra y empuja lejos, hacia las carreteras, las ciudades, los libros, la literatura y hacia sí mismo como autor/pintor. Tal ligazón no es casual, tratándose de un artista genuino: estos dibujos trazan una nítida línea que coincide con el vector que sintetiza la múltiple obra y vida de José Balza, el eje imaginario de esa esfera perfecta.

En la inauguración de la exposición se leyeron algunos aforismos de José Balza: “Democracia y pandemia” y “Milenios”, que se reproducirán al final. Sus aforismos son hondos y fulgurantes trazos verbales que surgen desde la profundidad requerida: un imprescindible sustrato vital o intelectual. En relación con esto, Emilio Blanco (en el prólogo de Centellas de varios conceptos, de Joaquín Setantí) apuntó un comentario iluminador: “En el aforismo auténtico, la forma es indisociable del contenido, la sustancia varía en función de la expresión. De ahí la especial conciencia lingüística del escritor que cultiva el género aforístico, desde el Barroco hasta la actualidad”. Además señaló Blanco que casi no hay aforismo sin autor conocido. Corolario: José Balza es un verdadero maestro del aforismo, como lo fijó también el escritor Ernesto Pérez Zúñiga: “Es difícil hallar desde Cortázar un escritor que entregue a nuestro idioma tal diversidad de lenguaje, estructura e imaginación en la narrativa; pero también en los ensayos y aforismos”. Hasta aquí el preámbulo, ahora lo indispensable: sus aforismos (y sus dibujos, recuerda, en el Museo del Libro Venezolano).

Democracia

La democracia ocurre en lugar y tiempo determinados.

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Consiste en la concepción y la práctica del bien, la justicia y la libertad, para todos y cada uno.

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Su principal rasgo y peligro estriba en su flexibilidad. Necesita control equilibrado para ambos.

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En este país, la democracia actuó como si su naturaleza fuese obvia. Nadie tomó en cuenta que debía ser afinada, comprendida y, sobre todo, enseñada diariamente.

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Vivirla como algo natural fue un error: tenía que ser considerada como una incesante construcción.

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Solo así quienes la practican pueden estar alertas acerca de su inmensa fuerza y de su fragilidad. También acerca de los peligros que la rodean o que derivan de ella.

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Entre los mismos: su condición sana, que no parece sospechar de quienes la sostienen y que, por cualquier característica humana, revierten su condición y la destruyen.

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Entre nosotros se debilitó; toleró vicios, perdió transparencia. Pasó de ser un instrumento para el bien de todos a ser un método para lograr el poder y el abuso de pocos.

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Es siempre novedosa: de manera flexible tiene que alumbrar, reconocer y definir inesperadas fronteras humanas.

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En ella debe caber aquello que no fue previsto para lo humano y surge como potencia de los seres.

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Debe reconsiderar siempre el pasado, para adaptarlo, corregirlo o eliminarlo. También para enriquecerlo.

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Es un acuerdo para el futuro, sostenido por la claridad y el equilibrio.

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En ella, todas las voces de la sociedad tienen cabida para ser comprendidas y evaluadas.

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La democracia es la aristocracia de la capacidad. (J.A. Ramos Sucre).

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Pandemia

En una mínima aldea, siete casas a orillas del inmenso río, casi invisibles en la selva, un chico de trece años lee. Más que leer, interpreta las pocas ilustraciones que sintetizan la trama de esa noveleta. El libro llega a sus manos prestado por una anciana que guarda sus ejemplares en una caja de cartón. La narración trata de un hombre con capucha oscura que defiende a gente de la gran ciudad;  en sus aventuras conoce a una mujer rubia, vestida de rojo y con antifaz, que también se ocupa de solventar casos.

El muchacho de la aldea y sus hermanos celebran las tradiciones locales: navidad, carnaval. En  esta oportunidad, su mamá, costurera, le hace una capa y un antifaz verdes con retazos sobrantes. Él los luce durante ese carnaval y cuando terminan las pequeñas celebraciones, los guarda. Estamos en 1952. La población carece de luz eléctrica, pero la luz lunar es poderosa. Después de conocer las aventuras del hombre encapuchado, se le ocurre salir por las noches, con capa y máscara, y recorrer a escondidas las salvajes rutas del pueblo. Nadie lo ve y él cree estar resolviendo misterios; ignora que está husmeando el futuro. Usar un antifaz lo convierte en alguien imaginario, viril y audaz.

Cuando a mediados de marzo del 2020, ese mismo hombre sale de su apartamento en la ciudad a comprar algunos alimentos, ve con sorpresa que algunas personas ocultan el rostro con mascarillas. Algo había escuchado por tv acerca del nuevo virus. Y solo entonces –ya está en su viejo auto, dispuesto a regresar a casa, es mediodía- de manera casi prodigiosa se descubre a sí mismo, fragmentado por la luz y las otras personas, correr por la calle con su capa verde y el antifaz.

Mientras conduce, sonriente, vislumbra la carátula de aquella narración: los dos enmascarados en peligro. Al llegar, busca con ansiedad en su pantalla y allí están de nuevo. El  nombre del autor, G. L. Hipkiss, la ¿acuarela? De Moreno y en el ángulo superior el rostro del vengador. Es el mismo libro que tuvo en sus manos: Víctima propiciatoria.

Milenios

El arte y la literatura —o sus formas primarias: el mito y las religiones— se convirtieron en expresiones de salvación contra lo transitorio.

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Ya el siglo XX vio levantarse un instrumento nunca antes conocido: la vertiginosa inmediatez de la información. Lo que parecía un recurso lateral para iluminar la existencia, terminó por convertirse en el sentido de la existencia.

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Hoy se rinde culto al presente. Pero es un presente sin ayer ni mañana; sólo se sostiene en su insípida novedad. Reina lo inmediato que, sin conexiones, es lo superficial o el acumulamiento momentáneo (inútil) de datos.

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Con un presente informativo como el nuestro, no puede haber pensamiento. Nos inunda lo banal, la ignorancia, la belleza irreconocible. Mientras menos sepamos sobre lo que se informa, la sensación de presente es mayor.

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El siglo XXI ya posee sus poderosos y transitorios payasos líderes. Estos transmiten sin reflexionar. Y la masa los sigue por prensa, TV o redes sociales. Ni unos ni otros tienen tiempo para pensar.

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Vislumbrar y sentir la intensidad del presente ha sido el milagro de la plenitud  (emotiva, intelectual). El deseo mismo de la plenitud se opone a lo fugaz.

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El arte perdura porque dentro de la colectividad existen ciertos seres a quienes une la contradicción.

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¿Quién puede discernir entre lo importante y lo banal? ¿Entre el éxtasis y la tontería? Durante 24 horas al día vemos infinitamente la degradación de los hechos: perdieron su sentido (y nosotros con ellos).

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Lo que emerge con este nuevo milenio es un conjunto diferente de sentimientos, de relaciones. Habrá masas suficientes para el reparto de esa nueva emotividad.

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Un doble código: el de los hechos y el de su expresión (oral, escrita, estética).  El vínculo entre ambos se ha alterado. Como si el sonido de la palabra hubiera huido de su significado.

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¿Debemos confiar en una posible Gestalt, en la permanencia de lo tópico? ¿Podrá aquel antiguo arte llamado retórica ajustar ambos polos de la experiencia —hechos y lenguaje— otra vez?

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Soy optimista: sin familia, sin espacio, sin sentido, el individuo —el artista— sabrá hallar otra vez algo más poderoso: el mundo de las formas. El caos de nuevo procederá a ajustarse, aunque ningún hombre de hoy pueda reconocerse en aquello.

 

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Referencias

Balza, José. Afinaciones. Ediciones La Palma, España, 2020.

Balza, José. Pensar a Venezuela. Bid&co.editor, Caracas, 2008.

Balza, José. Observaciones y aforismos. Fundación Polar, Caracas, 2005.

Setantí, Joaquín. Centellas de varios conceptos. Edicions Universitat de les Illes Balears, España, 2006.


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