Béisbol

Todo se perdió

15/11/2020

Kelvim Escobar hace un lanzamiento en el Estadio Universitario de Caracas durante uno de los encuentros de la serie final contra los Leones del Caracas en la temporada 1997-1998 | Captura de pantalla

La Serie de la temporada 1997-1998 fue realmente emocionante. Los dos equipos tenían nóminas estelares y se esperaba el mejor béisbol, pero si hacemos una encuesta entre quienes vivieron esos 7 juegos, lo más probable es que el recuerdo común sea la tensión generada por la monumental tángana de Barquisimeto.

Se vaciaron las bancas luego de que Ugueth Urbina golpeara por segunda vez a un jugador de los Cardenales, primero fue a Jesús Azuaje y luego a Alex Delgado.

La pelea colectiva duró varios minutos y los caraquistas salieron derrotados por los bates y los puños de los crepusculares.

Es la tángana que recuerda “Chivita”, nos humillaron, esa es la verdad. Nos hirieron el orgullo, cosa que no es fácil y lo hicieron en buena lid.

Hubo escenas inolvidables, como Mark Whiten sacudiéndose a Antonio “El Potro” Álvarez y otros dos novatos encaramados en su espalda, como si fueran muñequitos de trapo, como si pesaban nada.

El manager Omar Malavé contó con una nómina de jugadores estelares con quienes protagonizó una temporada inolvidable para los crepusculares. Contó con los brazos de Edwin Hurtado, Kelvim Escobar, Beiker Graterol (quien fue el «Pitcher del Año»), Juan Rincón (“Novato del Año»), Steve Sinclair quien impuso un récord de 15 salvados para un lanzador zurdo, Roy Halladay (HOF) y Giovanni Carrara, líder en efectividad y ponches.

A la ofensiva brillaron: Miguel Cairo, para mayor dolor de los caraquitas que pasaron toda la temporada lamentando el cambio por Dilson Torres, además de Robert Pérez, Luis Sojo, Raúl “Tucupita” Marcano, Alex Delgado, Mark Whiten, Tim Crabtree, Scott Pose y Brian Hunter, por mencionar a los más destacados.

Cuando vinieron a Caracas la tensión no había disminuido, en cualquier momento podían desbordarse las pasiones.

El equipo Leones decidió que los periodistas, como era habitual, no estuvieran en el clubhouse conversando con los jugadores. Tomar el line up fue muy incómodo gracias al fuerte olor del amoníaco que regaron por el piso. La idea era espantar a los comunicadores.

En un momento Mark Whiten cruzó unas palabras con Carlos Hernández, con Ugueth Urbina en la lomita.

Meses más tarde confirmé con el careta felino una anécdota que había escuchado a Rubén Mijares.

Antes de que el serpentinero caraquista lanzara la primera pelota, el enorme toletero de los Cardenales le advirtió a Hernández: “¡Si me pasa la bola cerca al que voy a golpear es a ti!”.

Ese era el ambiente.

En Caracas hubo varias situaciones con el público que lanzaba objetos al terreno. Afortunadamente pudo controlarse, pero la posibilidad de la confiscación se dio gracias a unos pocos.

Robert Pérez se convirtió en el blanco de la frustración de los melenudos, que lo abucheaban cada vez que se paraba en el plato, el guayanés respondía con buenos batazos.

Cómo olvidar a Bob Abreu con cuadrangular frente a Tim Crabtree, dobló por tercera ordenando a la tribuna con sus gestos, que se levantara, que la historia continuaba, que había mañana…

La serie se prolongó por 7 juegos y Cardenales derrotó al Caracas en el Universitario vengando así 4 finales de años anteriores en los que los Leones fueron campeones a cuenta de ellos.

Al año siguiente, la que pudo ser una revancha confirmó la supremacía de los larenses sobre los avileños.

Los Cardenales y los Leones coincidieron nuevamente en la final del beisbol.  Para el quinto juego de la Serie, se presentó el presidente electo Hugo Chávez y su entonces esposa, Marisabel Rodríguez, quien años atrás había sido madrina del equipo.

Ese choque, como todo juego final, tenía una emoción especial, más intensa. Empezó con unos minutos de retraso porque hubo que esperar que el nuevo mandatario saludara a los peloteros en el terreno. Fue el único juego de nuestra pelota profesional al que pudo acudir en el estadio de la Universidad Central de Venezuela. Más nunca volvió a un juego de la LVBP por temor a abucheos.

En aquel juego Caracas estuvo arriba hasta el quinto inning, cuando los Cardenales voltearon la pizarra y la suerte. La tribuna empezó a entonar al unísono: “¡Chávez es pavoso!”.

Se fueron a Barquisimeto a ley de uno y solo uno hizo falta.

Los caraquistas no nos olvidamos de aquella serie por otras razones, la recordamos porque fue la segunda derrota consecutiva frente a un Cardenales que se impuso por superioridad, por jugar buena pelota, por hacer mejor las cosas.

De esas dos finales para el olvido, porque la suerte se puso de parte de ellos, aún es emocionante recordar el doble play de Bob Kelly Abreu con largo batazo de Mark Whiten por el jardín derecho con Luis Sojo en tercera. “El Comedulce” disparó a Winkleman González y Roberto “Musulungo” Herrena cantó out al corredor.

Siempre hay quienes aconsejan recordar lo que menos hace daño.


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