Perspectivas

¿Se pueden comparar los éxodos de población de Siria y Venezuela?

Fotografía de Raúl Arboleda | AFP

28/11/2018

La salida masiva de venezolanos ha pasado a ser un problema regional, tal como lo señalamos en un artículo anterior en Prodavinci. Cifras actualizadas y provenientes de las dos agencias de Naciones Unidas que están actuando ante la crisis migratoria venezolana dan cuenta de que tres millones de venezolanos han abandonado el país (hasta octubre de 2018), de este total según las autoridades migratorias de Colombia, un millón están en ese país.

La participación conjunta, en el caso de Venezuela, del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) ya le otorga una particularidad al éxodo venezolano. ACNUR y OIM, en sus declaraciones conjuntas, se han cuidado de hablar simultáneamente de “refugiados y migrantes” venezolanos. No hay consenso ni dentro de la ONU, ni en el conjunto de países sudamericanos (los más afectados por la llegada masiva) en catalogar como refugiados a todos aquellos venezolanos que huyen de la crisis.

La concepción moderna de refugiado, en consonancia con los precedentes regionales como la Declaración de Cartagena de 1984, le otorgan esta condición a todo aquel que se ve forzado a salir de su país por situaciones que hayan trastocado su vida. Para esta declaración, generada a raíz de la crisis de refugiados que se vivió en los años de conflictos armados en Centroamérica, deben ser considerados como refugiados “las personas que han huido de sus países porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, la agresión extranjera, los conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público”.

La primera reunión regional para abordar la crisis migratoria de Venezuela, realizada en Ecuador en septiembre pasado, dejó por escrito en su declaración final que se trata de “ciudadanos venezolanos en situación de movilidad humana”; en la segunda reunión efectuada el 22 y 23 de noviembre continuaron cuidando su lenguaje. Este tipo de discurso público por parte de las naciones receptoras de venezolanos aleja a la crisis de ser empaquetada como una crisis de refugiados, tal como sí ha sido considerado el éxodo registrado en Siria en los últimos años.

Allí radica una diferencia importante, incluso para la movilización de recursos económicos de la comunidad internacional. Si los 3 millones de venezolanos que han salido del país, según las cifras de la ONU, fuesen considerados en su conjunto como refugiados esto abriría el acceso a fondos de emergencia con facilidad.

Desde Venezuela, por otra parte, conviene detenerse en la naturaleza diametralmente distinta de los conflictos que viven los dos países. No ha sido una ocurrencia nuestra comparar ambos éxodos. Hace algunas semanas el director de ACNUR para Norteamérica y el Caribe, Matthew Reynolds, dijo textualmente: “Para ACNUR esta es una de las crisis más grandes (la venezolana). Es de la escala de la crisis siria”. Pese a la gravedad de una aseveración de este calibre, estas palabras no encontraron mayor eco público en Venezuela.

Para poner en contexto, hay que recordar que en Siria además de las millones de personas que se han visto forzadas a salir del país (lo que está en comparación con Venezuela, según Reynolds) en siete años han fallecido unas 500.000 y millones de personas son desplazadas internas. Lo que ocurre en Siria es una tragedia a gran escala, y desde Venezuela a veces es difícil imaginar que aunque nuestro país esté en medio de una muy severa crisis, estamos distantes de los flagelos de una guerra abierta, como sí se vive en Siria.

En primer lugar, conviene tener una cifra global sobre ambos éxodos, especialmente en relación al total de la población de cada país, eso nos permite ver con claridad el impacto demográfico de cada éxodo.

Hay una cifra oculta en el caso de Siria. Junto al volumen de sirios que sencillamente salieron huyendo de su país, en medio de una guerra interna alimentada por actores internacionales de diversos calibres e intereses, dentro de ese país hay millones de personas desplazadas. Hasta el año pasado, según ACNUR, se contabilizaban 6,5 millones de sirios que debieron abandonar sus hogares y ciudades de origen, forzados por bombardeos, ataques armados, violaciones masivas e incluso por el accionar de armas químicas.

Siria es hoy, después de 7 años de la llamada “Primavera Árabe”, un verdadero desastre en términos humanitarios y de derechos humanos. Es, además, un claro ejemplo de cómo un grupo en el poder decide permanecer al mando de un país, aunque ello implique -literalmente- la destrucción de esa nación. De acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres, y una fuente confiable para la comunidad internacional, el régimen sirio es el principal responsable de matanzas y violaciones masivas de derechos humanos.

La llamada “Primavera Árabe” abrió las puertas a una serie de cambios (algunos francamente fallidos) en el Medio Oriente y el Norte de África. A diferencia de lo que ocurrió en el resto de países, en el caso de Siria el régimen de Bashar Al Assad sobrevivió y se aferró al poder en estos años, un poder que a su vez había heredado de su padre.

El régimen sirio reprimió duramente las protestas en 2011, en el contexto de la “Primavera Árabe”. Un sector de musulmanes conservadores, que cuestionaban a Bashar Al Assad occidentalizado, también se arma para hacer frente al régimen. En poco tiempo, Siria estuvo en medio de una guerra civil con varios bandos, ya que también se agruparon actores a favor de una democratización en el país, éstos últimos con un apoyo velado de Estados Unidos.

Tras varios años de conflictos, hoy resumidamente los grupos que participan dentro de la guerra de exterminio en Siria están las fuerzas leales a Bashar Al Assad, los rebeldes sirios, el Estado Islámico y los soldados kurdos. Fuera de Medio Oriente, Rusia es el principal aliado de Al Assad. A nivel regional, Irán es el aliado más importante de Siria, pues a través de su territorio es capaz de mandar su apoyo a Hezbollah. A través del conflicto en Siria, Irán ha dado apoyo directo al gobierno oficial enviando suministros y oficiales. En 2012, Hezbollah, una fuerza armada libanesa, entró al conflicto luchando a lado de tropas de Assad aumentando la influencia iraní.

Qatar y Arabia Saudita, por su parte, apoyan a los rebeldes sirios que buscan el derrocamiento de Bashar Al Assad. Por si todo este contexto no fuese suficiente, en los años 2013, 2017 y 2018 fueron registrados ataques químicos contra la sociedad civil siria. De acuerdo con Estados Unidos, dichos ataques habrían sido orquestados por el régimen de Bashar Al Assad.

La respuesta de los sirios ha sido escapar de la crisis. Siria presenta en este momento la peor crisis de refugiados en el mundo. Se trata de un éxodo de ciudadanos sirios que ha ido en aumento constante, sin que se visualice cuándo podría detenerse, pues precisamente lo que lo genera (el conflicto armado) tampoco parece estar cerca de su fin.

La salida de masiva de ciudadanos de un país termina afectando en primer término a los países vecinos. Sucede en el caso de Venezuela (con Colombia) y ocurre también en el caso de Siria (con Turquía).

La gran diferencia entre ambas crisis, más allá de sus dimensiones que claramente las distinguen, ha sido que la salida masiva de sirios terminó impactando de forma directa a los países de Europa Occidental, y al ser la propia Unión Europea (UE) uno de los principales donadores para atender las crisis humanitarias ocurrió algo muy simple: fluyó el dinero, especialmente para Turquía.

En Turquía existen hoy centenares de campamentos que abrigan a refugiados sirios. Se trata de refugiados que sencillamente esperan que algo bueno ocurra en país para poder volver, y mientras esperan están condenados a vivir de la ayuda internacional.


En el caso del éxodo desde Venezuela, todo apunta a que terminará ocurriendo lo que ha sido la práctica internacional humanitaria: el establecimiento de campamentos para ubicar a los migrantes. Ya está ocurriendo en Colombia y Ecuador y antes en Brasil. No tienen esos países la capacidad de absorber a volúmenes tan grandes de ciudadanos de otros países para generarles empleo y acceso a la salud en el sistema nacional, por lo que se establecen lugares específicos cuyo sostenimiento en el tiempo depende fundamentalmente de la cooperación internacional.

En esos campamentos, tal como ocurre con los millones de sirios que están en Turquía, Líbano y Jordania, las personas no tienen capacidad de insertarse en la vida social y económica de los países de acogida, y están condenadas a ser refugiados viviendo en campamentos de refugiados.

En esto tal vez si esté la coincidencia que vio el representante de ACNUR al hablar de que el éxodo venezolano está en la escala del éxodo sirio.


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