Perspectivas

Se agrava la crisis: ¿Cómo intenta sobrevivir la industria?

Fotografía de Schneyder Mendoza | AFP

09/06/2020

Debilitada por seis años consecutivos de recesión que han reducido el tamaño de la economía a menos de la mitad, la industria venezolana intenta asimilar tres nuevos impactos: la caída del ingreso, la escasez de combustible y un consumidor más empobrecido.

Desde el 17 de marzo, cuando comenzó la cuarentena para enfrentar la epidemia del coronavirus, solo las empresas relacionadas con alimentos y salud han estado activas. La semana pasada, el gobierno flexibilizó la cuarentena y permitió que la industria textil y del calzado encendiera las máquinas, pero la caja continúa sin recibir ingresos que ayuden a pagar el sueldo de los trabajadores.

Aunque han iniciado operaciones de forma incipiente, los fabricantes de calzado y prendas de vestir no tienen dónde colocar sus productos porque el comercio permanece apagado. Además, en el caso del calzado, lo usual es que transcurran entre sesenta y noventa días para que los comerciantes paguen por la mercancía que reciben.

Luigi Pisella, presidente de la cámara que agrupa 128 empresas que intervienen en la industria del calzado y generan 30 mil empleos –incluyendo al comercio–, explica que “mayoritariamente los accionistas han puesto dinero para cubrir los pagos de nómina, que no se han dejado de hacer”.

En general, las empresas han mantenido el pago de los salarios eliminando los aumentos: un estudio de la consultora Mercer, basado en una muestra de 197 empresas que incluye a la industria manufacturera, indica que 65% de las empresas no incrementó el salario en abril y 76% no lo hizo en mayo. 

Aparte del sueldo, la mayoría de las empresas cancelan bonos a los trabajadores, pero estos pagos también han dejado de aumentar y en algunos casos han sufrido recortes. El impacto para las familias es significativo porque la hiperinflación incrementa constantemente el precio de los alimentos: Macroconsultores precisa que el costo de una cesta con harina de maíz, harina de trigo, pasta, aceite, leche en polvo, arroz, atún enlatado, azúcar y granos aumentó 235% en los primeros cinco meses del año.

“Trabajo en una fábrica que produce envases de plástico, la empresa está cerrada y me han seguido pagando el sueldo, pero cada vez alcanza menos. Lo que me da más miedo es perder el trabajo o que dejen de pagarme hasta que la empresa no abra”, dice Luis Pérez quien vive con su esposa y dos hijos.

Antes de que el gobierno se viese forzado a decretar la cuarentena obligatoria para combatir la epidemia del coronavirus, la industria venezolana, en promedio, apenas estaba utilizando la cuarta parte de su capacidad y está latente la posibilidad de que un número relevante de empresas se vean obligadas a reducir inevitablemente la cantidad de trabajadores.

José Pinto, director de Mercer en Venezuela, explica que “para mantener la continuidad operativa, algunas empresas comienzan a evaluar la reducción de personal o la suspensión, que es enviar a sus casas a trabajadores y suspenderles el pago”.

El financiamiento para aliviar la falta de liquidez es mínimo. El gobierno redujo el crédito bancario exigiéndole a la banca congelar como reservas el 90% de los recursos que gestiona. Con esta medida, buscaba contener la inflación frenando la cantidad de dinero en la economía.

Rezar por gasolina

El primero de junio, el gobierno permitió que empresas de calzado, textil, construcción y algunas materias primas comenzaran a operar en un esquema restringido: “Una parte del personal trabaja unos días y luego cumple una cuarentena obligatoria. Mientras esto ocurre, otra parte del personal comienza a trabajar a fin de que la empresa no se detenga”, explica Luigi Pisella.

Este modelo, ideado por el Instituto Weizmann de Israel, busca aprovechar el período de latencia del coronavirus, es decir, los días en que una persona está contaminada pero no es capaz de contagiar a otros, y fue ideado con la fórmula de cuatro días de trabajo y diez de aislamiento.

El primero de junio Nicolás Maduro anunció un sistema similar, pero con cinco días de trabajo y diez de cuarentena. A partir del 8 de junio comenzó una nueva fase con siete días de trabajo y siete de cuarentena.

La flexibilización avanza lentamente en medio de una severa escasez de combustible que afecta el transporte de los trabajadores y genera largas filas de vehículos en las estaciones de servicio: tras años de desinversión, las refinerías venezolanas prácticamente están paralizadas, la producción de petróleo cayó al nivel más bajo desde 1943 y la poca gasolina que hay fue comprada a Irán.

Junto a la escasez de combustible son comunes las fallas en el servicio eléctrico, que limitan también la producción industrial, sobre todo en el interior del país.

“Hablamos de flexibilización gradual, responsable y siguiendo los protocolos de seguridad. Creemos que es positivo que esto haya comenzado. En la primera semana, hasta 19% de las empresas del sector calzado comenzó a operar y de esta cantidad el 84% se dedicó a adecuar el área de trabajo. En Caracas, los trabajadores que se transportaron en Metro pudieron llegar a las fábricas. Donde notamos más problemas fue en el caso de las rutas suburbanas”, dice Luigi Pisella.

“Esperemos que vayan disminuyendo las colas en las estaciones de servicio. Definitivamente el tema del combustible tiene que ir mejorando para que las empresas podamos reiniciar operaciones”, agrega Luigi Pisella.

Permitir que algunas empresas enciendan las máquinas, sin contar con todo el personal al mismo tiempo, ayuda a mitigar los problemas de transporte público, pero analistas coinciden en que si la administración de Nicolás Maduro no es capaz de restablecer el normal suministro de combustible, será imposible que la industria recupere el nivel de actividad que tenía antes de la pandemia.

Roberto Rimeris, presidente de la cámara que agrupa las empresas que intervienen en la industria del vestido, explica que “aparte del tema del combustible, que es crucial, el esquema de flexibilización donde no cuentas con todo el personal al mismo tiempo no es factible en todos los sectores, porque tienes que producir muy poco y se hace más complicado el control de calidad”.

Agrega que “en el caso nuestro no podemos vender nuestra producción porque el comercio no se ha reactivado. Reiniciar operaciones implica gastos adicionales para proveer al personal de tapabocas y otros elementos de seguridad. Además, hay que comprar insumos: la cadena industrial no puede ser solo fabricar”.

Menos consumo

Carolina González trabaja como conserje en un edificio de clase media al este de Caracas. Vive con su hija de ocho años, y el dinero que mensualmente les enviaba su hijo mayor, quien emigró a Perú en 2018, se volvió vital para cubrir parte de sus gastos: “Pero con esto del coronavirus mi hijo no está cobrando, él trabajaba en una pizzería de Lima, me enviaba doscientos dólares al mes y ahora hace un esfuerzo para enviarme treinta”, dice preocupada.

De acuerdo con la consultora Datos, 26 de cada 100 venezolanos reciben remesas, y Ecoanalítica proyecta que el impacto de la epidemia en las economías de América Latina, Europa y Estados Unidos reducirá las remesas este año a unos 1.500 millones de dólares, cifra que se traduce en un declive de 57% respecto al estimado de 2019.

Luigi Pisella explica que “veníamos muy golpeados, la inflación ha impactado el salario, el consumidor ha perdido poder adquisitivo y ahora viene una caída de las remesas. Pensamos que el consumo en la industria del calzado se va a reducir este año 50%”.

A la lista de problemas se suma que el gobierno, en un entorno donde no puede suplir de manera eficiente el combustible y la electricidad que necesita la industria, favorece las importaciones. Recientemente exoneró de impuestos la importación de productos terminados, mientras cobra aranceles por la importación de materias primas. 

La supervivencia

En 1998 estaban inscritas en el sector formal de la economía 400 empresas dedicadas a la confección de prendas de vestir. Tras dos décadas de una moneda sobrevaluada que favoreció las importaciones y seis años de fuerte caída del consumo, solo permanecen veinte empresas que generan dos mil empleos.

“Si no se abre pronto el comercio, no se restituye de manera adecuada el suministro de gasolina y el crédito bancario sigue restringido, es probable que algunas empresas tengan que decidir entre pagar salarios o liquidaciones”, dice Roberto Rimeris.

Luigi Pisella indica que “cuando se logre reabrir las empresas van a comparar sus gastos con los ingresos a percibir. Algunas tendrán capital, otras tendrán accionistas que inviertan y otras no lo podrán hacer, pero hasta tanto no ocurra no lo sabremos”.

“Desde el sector industrial hemos solicitado reiteradamente que se disminuya el encaje de los bancos para que retorne el crédito, se acabe con la competencia desleal de productos importados y que el IVA no se nos cobre por adelantado. Entendemos que la inflación se come los ingresos del Estado, pero no podemos financiar el IVA porque no podemos enterar algo que no hemos cobrado”, añade Luigi Pisella.

Cómo achicarse

Tras seis años consecutivos de recesión y con unas perspectivas donde la palanca petrolera está seriamente averiada, buena parte de la industria venezolana tiene un tamaño desmesurado para las nuevas dimensiones de la economía.

La industria del plástico refleja el desbalance. Durante el mandato del expresidente Hugo Chávez el sector invirtió para comprar maquinaria de gran tamaño a fin de insertarse en el plan de expansión de la petroquímica, pero el gobierno no construyó las nuevas plantas de polietileno. Pequiven, la planta existente, opera precariamente y la demanda en el mercado local se redujo velozmente. 

“En 2005 trajimos máquinas grandes para competir con los alemanes, brasileños y japoneses, porque la idea era exportar, pero todo se vino al piso”, dice Khalil Nasser, presidente de la Asociación Venezolana de Industrias Plásticas.

En los últimos nueve años se han perdido 27 mil puestos de trabajo en el sector y las empresas operan a 15% de su capacidad. Para adaptarse ha comenzado la conformación de grupos donde distintas compañías se unen para producir en conjunto: como la demanda es tan baja una empresa utiliza una de sus máquinas para generar los productos de varias empresas.

“Tenemos grandes instalaciones, pero ahora todos somos pequeños industriales. Lo que hemos hecho es tener nuestras plantas listas para producir, en buen estado, esperando que venga un cambio”, dice Khalil Nasser.

Reducirse vendiendo parte de la maquinaria a empresas de otros países es una posibilidad, pero no luce fácil. “Son máquinas que ya tienen quince años y por la situación actual te van a ofrecer muy poco”, explica Khalil Nasser.

La depresión de los últimos seis años generó una economía enana, la emigración de cinco millones de venezolanos, el crecimiento de la desigualdad y un salto histórico de la pobreza: la profundización de la crisis, en medio del coronavirus, amenaza con acelerar la reducción de la industria y la destrucción de fuentes de empleo de calidad.


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