Fotografía de Gabriel Bouys y Pierre-Philippe Marcou | AFP
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La mayoría de las personas sueltan una risita burlona cuando decimos que los equipos son seres vivos y que están condenados a recorrer los estados emocionales por los que pasa un individuo.
¿Al final un equipo no es, en principio, la suma de individualidades? En teoría, el trabajo del entrenador y su equipo técnico, procura, en base a un plan, adaptar o aprovechar ese talento en beneficio del colectivo.
¿Han visto como una tragedia afecta a un grupo familiar de manera diferente? Habrá quien lo exteriorice o asuma el duelo en silencio. El tiempo, en todo caso, se encarga de que todos vuelvan a sus rutinas.
“Algunos jugadores se desmoralizarán por un gol en contra y eso disminuirá su rendimiento. Otros, con más inteligencia emocional, pueden utilizar el fracaso para reanimarse analizando enseguida las causas del mismo y las maneras de cambiar el comportamiento inmediato para obtener mejores resultados. El estado de ánimo, además, se contagia mucho y es muy importante para el éxito. Cuando ves a los demás preocupados intuyes que hay razones para ello, al igual que si los ves contentos. Sin olvidar tampoco la motivación añadida que pueden causar las primas y el percibir o imaginar las consecuencias futuras de una victoria o una derrota”, relata Ignacio Morgado Bernal, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona en la columna “Así es el cerebro de un futbolista”.
Los equipos buscan recuperarse de sus duelos, una vez que han perdido a su técnico o a un jugador clave, contratando a nuevo personal. En los casos menos traumáticos, asumen esos espacios los canteranos o aquellos que no eran titulares y esperaban por una oportunidad.
Sea cual sea la decisión, el intercambio de nombres afecta al colectivo. Esa afección puede ser positiva o negativa. Tomemos el caso de este Real Madrid, que este martes en la Liga de Campeones coqueteó con la desgracia ante el campeón checo, Victoria Plzen, en la victoria 2-1.
Es natural que se extrañe a Cristiano Ronaldo. Y que su ausencia incida en el colectivo. No solo por los 50 goles por temporada que aportaba, sino por las relaciones de confianza que ya había establecido.
Durante nueve años fue el referente ofensivo de este club y la manera de asociarse con la plantilla mutó, desde aquel debut con Raúl como fórmula en el ataque en 2009, hasta el último partido de la Champions, con Benzema y Bale en 2018.
Cuando los jugadores conocen las virtudes y limitaciones de sus compañeros, las relaciones se estrechan. Muchos se preguntan: “Si los rivales saben que Sergio Ramos es letal en los tiros de esquina o Lionel Messi frente al área, ¿por qué terminan anotando?”. La respuesta no es solo futbolística. Tiene que ver con las reacciones en cadena que produce un movimiento, un regate o un desmarque.
Con el trabajo en conjunto, sostenido en el tiempo, se desarrolla la intuición. Es casi un ejercicio esotérico de lectura del pensamiento. Los futbolistas lo resumen con una frase: “Nos conocemos de memoria”.
“La inteligencia de todo tipo puede hacer que algunos jugadores sean más capaces que otros para intuir la mejor jugada a realizar o para averiguar las intenciones del contrario, en cada situación del juego. Todo ello sin olvidar la motivación que tenga el jugador por el fútbol y el éxito en el mismo, lo que a su vez está muy condicionado por sus experiencias y su educación tempranas. Los genios del fútbol, como los de otras profesiones, resultan siempre de predisposiciones genéticamente heredadas que el ambiente adecuado y una práctica intensiva acaban desarrollando”, acota Morgado Bernal.
Y obviamente no sucede solo en el campo de fútbol. También en el banquillo. Diego Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, obligado a dirigir desde las gradas luego de una de sus tantas expulsiones, decía sobre su asistente, el “Mono” Burgos: «Germán está capacitado para llevar al equipo, tiene la misma capacidad e ilusión que yo. Nos conocemos casi de memoria, no hace falta mirarnos para saber lo que queremos. Estoy tranquilo con su presencia». Desde 2012, ambos comparten vida en el equipo Colchonero.
“La personalidad incluye una serie de elementos (rasgos o disposiciones internas), más o menos estables a lo largo del tiempo, que hacen que la conducta de una persona sea consistente en diferentes ocasiones y distinta de la conducta que otras personas mostrarían en situaciones comparables. Estas características de la personalidad de naturaleza estable y consistente, permiten que podamos predecir la conducta de los individuos”, escribe María Teresa Vallejo Laso, en su interesante artículo “La personalidad de un futbolista según su posición en el campo”.
“La máxima evolución cognitiva y de conocimiento del juego de un futbolista es cuando es capaz de anticipar la siguiente acción”, reflexionó el entrenador de fútbol Miguel Fernández en The Tactical Room, para agregar: “Llegar a la excelencia en el deporte siendo creativo no es una cuestión exclusiva del talento, sino que se logra fundamentalmente con la práctica bien diseñada, variada y óptima”.
Con la llegada de un nuevo entrenador como Julen Lopetegui y de otros jugadores como Mariano, Álvaro Odriozola, Thibaut Courtois, el Madrid ha querido mantener el ritmo competitivo en Champions League que mostró en las últimas tres campañas. El resultado, es evidente, aún no es satisfactorio.
Es lo natural que sucede cuando nuevos elementos son introducidos en un ecosistema: la resistencia.
Durante muchos años, el Real Madrid vivió del vértigo. El ADN del equipo fue la transición con pocos toques y la resolución en movimiento de sus extremos o de su centrodelantero: Cristiano. Esa fue la respuesta al fútbol de posición del Barcelona.
Lopetegui ante la ausencia de Cristiano, intenta que el fútbol sea de los mediocampitas y que sus laterales se sumen, advirtiendo que si se equivocan en la misión, el equipo trabajará en conjunto para recuperar lo más rápido el balón. Repetimos, intenta, pero el equipo luce confundido. No hay relación entre lo exigido y lo ejecutado.
Ariel Holan, uno de los técnicos más inteligentes y críticos del fútbol argentino, reconocido por su exitoso paso del Hockey al balompié, fue entrevistado antes del Mundial de Rusia 2018. Cuando le preguntaron sobre las posibilidades de Argentina en el torneo, decía lo siguiente: “Argentina tiene todo para hacer un buen Mundial: un cuerpo técnico muy preparado, grandísimos futbolistas, los mejores delanteros, buenos defensores y mediocampistas. Pero todo está en un contexto en el que a un entrenador se le piden resultados cuando recién arranca su proceso. Sampaoli va a tener el desafío de, con los entrenamientos que cuenta, tomar decisiones de sentido común para formar el equipo más competitivo posible”.
Ya sabemos cómo terminó aquello, a pesar de contar con Lionel Messi.
Casos como los de Zinedine Zidane, técnicos de emergencia que terminan imponiéndose sin haber diseñado la plantilla y sin apenas tiempo para planificar, son muy raros. Y es precisamente el éxito del francés la gran sombra que está a punto de devorarse a Lopetegui.
Zidane se fue cuando Florentino Pérez no respondió a sus exigencias. Toda una paradoja: en el momento que se sintió con los galones para exigir, no fue escuchado.
¿Si Zidane pudo por qué Lopetegui no? Se pregunta el colectivo. La respuesta, dada la complejidad de la disciplina, da para un ensayo. Pero como queremos aclaratorias fáciles, digeribles, como los primeros mensajes de Twitter, tal vez la más corta nos satisfaga: porque esto es fútbol.
Jován Pulgarín
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