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Ramón fue un personaje público tan estimado que, prácticamente, ha habido consenso en lamentar su prematura partida y ponderar lo que significa vernos privados de su mente brillante, de su bonhomía especial, de su amor por Venezuela.
Cada una de las personas que lo conoció es dueña de experiencias compartidas, valiosas para cada quien, importantes muchas y de gran contenido afectivo todas, ya que Ramón siempre tuvo la capacidad de imprimirle a las relaciones un calor suficiente para que los demás se sintieran incluidos y tomados en cuenta en sus opiniones y aportes personales, intelectuales o afectivos.
Porque pensamos que será difícil que se conozca de otro modo, en esta nota queremos contar lo que fue nuestra convivencia con quien llegaría a ser ese notable personaje.
La familia Espinasa lleva tres generaciones en Venezuela. El papá de Ramón, el señor Francisco Espinasa, llamado Paco por su familia, siempre serio y afectuoso, con su cálido acento catalán y su infinita paciencia fue, junto con su hermano Antoni, capitán de ese grupo migrante.
Su mamá, la señora Conxita Vendrell, diligente diseñadora y comerciante, que hizo los tocados de muchas generaciones de novias caraqueñas en su negocio Casa Margo, de Sabana Grande, siempre nos acogieron con mucho cariño. Se convirtieron para nosotros, sus amigos más cercanos, en “la mare” y “el pare”, como Ramón los llamaba en catalán.
Solían contarnos ambos que habían salido de Barcelona después de la Guerra Civil, hacia Francia, donde nació Jordi, el mayor de sus hijos.
Fue allí donde su papá estuvo recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, antes de poder reunirse con su esposa. Terminada la Segunda Guerra Mundial, partieron hacia América, según me relataron en alguna ocasión, con la intención ir algún día a México, donde vivían ya algunos parientes. Su primera escala fue en La Guaira y decidieron conocer Caracas, que les gustó mucho. Tanto como para quedarse y establecerse. Allí nació Ramón, el 6 de abril de 1952, casi por casualidad, como contaba entre risas su mamá, quien para ese momento ya tenía 42 años. El señor Francisco nunca volvió a salir del país; la señora Conxita volvió varias veces a Cataluña años después, pero sólo de visita.
Los Espinasa de esa primera generación amaron a Venezuela porque les proporcionó paz y un ambiente en el que pudieron prosperar y criar a sus hijos con tranquilidad. Ese amor por el país se lo inculcaron a la siguiente generación, sin dejar de transmitirles el significado de sus raíces catalanas.
Espinasa Vendrel, Ramón Juan se escuchaba cuando el severo hermano director pasaba la lista para entregar las calificaciones, en las aulas del Colegio La Salle La Colina de Caracas en los años 60. Recientemente, en algún momento emotivo de nostalgia, Ramón recodaba los trece años que prácticamente vivió en el colegio como los más felices de su vida.
De todo nuestro grupo, fue quien por más tiempo estudió allí donde su hermano Jorge (Jordi) ya llevaba cursado varios años. Como sus padres vivían cerca, lograron que lo recibieran desde muy pequeño. Era el lasallista por excelencia, lo que fue reconocido con el premio especial de la Sociedad de Padres en 1969, cuando egresó nuestra promoción.
Ramoncito, como le decían en La Salle, era muy popular y querido por todos en el colegio. Sus condiscípulos le apreciábamos y admirábamos mucho, no sólo por ser siempre unos de los mejores estudiantes y deportistas, sino por su generosidad en compartir la merienda, invitarnos a su casa o enseñar a los amigos menos aplicados.
En mi caso particular, nuestra amistad fue instantánea, sin sospechar que superaría largamente el medio siglo y se mantendría inalterable.
En la apacible Caracas de esos tiempos, con ínfulas de gran capital, unos niños podían hacer largos recorridos a pie, en autobús o en los populares “carritos por puesto” sin peligro de ser molestados. Caminamos muchas veces desde Altamira hasta los Caobos o San Bernardino, y manteníamos largas conversaciones sobre libros, música, inquietudes vivenciales o las niñas que nos gustaban y sobre cómo podríamos acercarnos a ellas. Hicimos excursiones, nos planteamos dudas existenciales y de fe, en fin, lo que son las conversaciones olvidadas de los adolescentes. Sin embargo, puedo mencionar que siempre tuvieron (esas conversaciones) algún sentido de trascendencia y nos imaginábamos cómo sería el futuro, con la inquietud de que pudiéramos contribuir a que ese futuro fuera mejor para nuestro país.
Inolvidables fue nuestro viaje colegial a Estados Unidos y Canadá en 1967 y, luego, nuestra carrera universitaria juntos. Cuando cursábamos el tercer año de Ingeniería planificamos cuidadosamente, junto con otro amigo, José Luis García, un viaje a Europa que nos pagaríamos con los ahorros de nuestro trabajo. Ramón para ese entonces trabajaba los fines de semana en un sellado de apuestas de caballos, muy populares en la época, y ambos dábamos clases particulares y de preparaduría en la universidad. Finalmente, hicimos el que fue para nosotros un legendario viaje a Europa, sin dinero y sin preocupaciones, para descubrir como decía Serrat, su autor favorito, “el fuego del licor, el brillo del dinero” y otras cosas más. Desechamos, a partir de allí, supuestas vocaciones de consagración religiosa y decidimos, cada quien, por su lado, enfrentar la vida con alegría entusiasmo e ilusión.
Al graduarnos en la universidad, arranca la verdadera vida adulta del Ramón que le llevaría a ser uno de los mejores economistas especializado en petróleo del mundo, reconocido en todos los lugares donde vale la pena ser reconocido. En esa vida compartió con muchas otras personas quienes también le quisieron y admiraron, especialmente en la industria petrolera venezolana, donde también coincidimos. El Banco Interamericano de Desarrollo se benefició también de su contribución, una vez que la mezquindad política lo expulsó de PDVSA.
El relato de esos años profesionales seguramente se hará en el futuro por parte de testigos cercanos de numerosas vivencias que conocimos por su propia boca. Sus participantes podrán contarlas con mayor solvencia que yo.
Como pueden ver, la formación de Ramón en sus primeros años fue igual a la de tantos otros jóvenes venezolanos de clase media, algunos hijos de inmigrantes integrados en el país, con el ejemplo de la voluntad inalterable y ética de vida de sus padres, la formación de valores de un gran colegio y el compartir con entrañables amigos de su misma edad. Ese tiempo transcurrió mansamente, con buenos maestros y en un ambiente sano y normal. La forja de la gente extraordinaria también puede darse en la normalidad.
Cuando me propuse visitar a Ramón en Washington junto con otro querido compañero del colegio, Gustavo Alfonzo, poco antes de su partida, un grupo de sus amigos de la infancia y juventud nos propusimos recoger anécdotas y comentarios, para que se los hiciera llegar a él y su familia, especialmente a su hija Fernanda y a su esposa Alicia, como una muestra de cariño especial de parte de todos. De estas notas extraigo algunos fragmentos::
De sus compañeros del colegio
Ramón,
Son tantos los recuerdos del colegio y de la universidad que nunca terminaría de relatarlos. Tu casa Prop del Cel (Cerca del Cielo, en catalán), un paraíso para bucearnos a las artistas de Venevisión que salían de su trabajo. La imagen bella tuya con tu papá que te adoraba y no se perdía nunca uno de tus partidos o eventos. El Opel rojo, inolvidable, donde nos íbamos todos los días a la UCAB y tú utilizando cinturón de seguridad. Estabas más claro y eras más responsable que todos nosotros que te “chalequeábamos”. Cuando iba una muchacha en el carro, hacíamos la ruta suicida vía a la UCAB cuando simulaba que te tapaba los ojos mientras manejabas. Cuando fuiste el primer Maratonista de La Salle cuando ni sabíamos lo que era una Maratón. Y nuestra gran admiración y respeto por tus logros en PDVSA. Nunca me perdí tus entrevistas con César Miguel Rondón.
Ramón,
Recibe un abrazo fraternal, espero que ésta te encuentre bien. Por alguna razón en los últimos meses he estado recordando mucho de nuestros tiempos en el colegio, he pensado mucho nuestras conversaciones con tantos compañeros con quienes por la distancia y el destino he perdido contacto. En especial, en estos días le estuve contando a mis hijos y nietos, algunas anécdotas de nuestro tiempo, como el proyecto en biología para armar un esqueleto de animal y las peripecias que pasamos para conseguir un chivo, que se nos pasó la mano con el cloroformo… y después resultó muy joven para el proyecto. Por último, llegó un zamuro volando y se llevó uno de los huesos; por cierto, creo que eso fue en el techo de tu casa. Por fin terminamos haciendo el esqueleto de un gato.
Ramón, éste es un momento especial para compartir. Tenemos una larga historia común durante los tiempos importantes de la vida que son base de nuestra formación y forjamiento del carácter. Iniciamos nuestro viaje al entrar en La Salle La Colina. Tengo muy vagos recuerdos o casi ninguno, pero si sé cuáles son las presencias que tengo grabadas en mi corazón. Y tú eres una de ellas. ¿Cómo decirte que siempre has estado presente? Te recuerdo en uniforme de fútbol con aquellas piernas palilludas como de zancudo. También recuerdo que eras muy buen estudiante y con una gran sonrisa. El colegio nos dio el complemento de formación que tuvimos en nuestras casas. Y eso se ha reflejado en nuestra vida, y en la de los que elegiste o aceptaste como compadres. No nos vimos más, yo en mi medicina y tú en tu carrera que te lleva a ser un gran economista. Hemos tenido una buena vida Ramón. Tú has tenido éxito y has aportado mucho a empresas y al país. Has hecho historia. Esa historia es un legado. CUMPLISTE con lo que nos enseñaron.
Querido Ramón,
Tú, el mejor de todos, el más simple y diáfano amigo estudioso, agudo y capaz, nos brindas la alegría de ser uno de los nuestros sin complejos, admiramos siempre tus entrevistas por radio y televisión sabíamos que tus respuestas siempre serán verdaderas y acertadas y con las agudas reflexiones prácticas, tenemos un sin fin de recuerdos imborrables que hacen parte de la vida que compartimos en el tiempo que sin darnos cuenta hoy, tanto añoramos.
Hola Nanu,
Amigo, te queremos ver pronto en alguna reunión en La Salle y compartir como siempre lo hemos hecho, esta vez inclusive podemos hacer algo de «Pa amb Tumacat y un Fuet» que aunque lo prohíbe el médico es muy bueno.
Querido Ramón:
De nuestros días en el colegio tengo muy buenos recuerdos de ti. Hay una anécdota tonta, pero significativa, que compartimos. Yo solía bajar a mi casa por primaria, pero esa tarde lo hice por Venevisión porque te animaste a acompañarme.
Cuando bajábamos me dijiste que vivías cerca en una casa que se llamaba “Prop del Cel” y yo te dije, con mucha seguridad “Ah sí, la que pertenece al Centro de Estudiantes Lasallistas”. Te quedaste pensando y no te burlaste sino que me dijiste muy serio: “No, no es así. Lo que pasa es que el nombre está escrito en catalán y significa Cerca del Cielo”.
Creo que has hecho un camino notable como un profesional responsable, pero para mí la imagen siempre sonriente y sin dobleces siempre es tu mejor recuerdo.
Querido Ramón,
Nunca olvido tu afabilidad, bonhomía y sabia sencillez. Tampoco las tardes de ping pong y tu lucha por trasformar el país. Eres un ser especial que marcaste profundamente la vida de quienes tuvimos la dicha de compartir contigo.
Querido Ramón,
Te recuerdo desde el año 1957, cuando ingresé a nuestro colegio, aunque sé que cursaste 13 años allí, por ello te felicito, duraste 1 año más que cualquiera de nosotros. En la memoria escolar de 1958 aparece tu foto a página completa destacado de rodillas rezando a la Virgen.
Querido Ramón, recuerdo el reencuentro de 1989, cuando estabas sentado en un banco y en una entrevista sobre lo que recordabas del colegio, escribiste que fueron los mejores años de nuestras vidas.
Te recuerdo cordial, generoso, buen compañero, con gran sonrisa en tus labios y por ello siempre estarás en mi corazón.
Estimado y recordado Ramoncito,
Aprovecho para expresarte mi gran admiración que siempre te he tenido por tu exitosa carrera, en defensa de nuestra empresa petrolera.
Recordado Ramón,
Quiero hacerte llegar mis palabras de admiración y afecto. Eres un orgullo para los venezolanos de bien, y en especial, para los lasallistas. Siempre me he sentido orgulloso de pertenecer a ese grupo de personas que fuimos compañeros tuyos.
Querido padrino, quiero que sepas que te quiero mucho y que te pienso mucho. Siempre recuerdo, como algo invalorable, nuestras conversaciones sobre economía y política, ¡así como sobre el Barça! ¡Tus ideas y pensamientos siempre están conmigo! ¡Te mando un fuerte abrazo y mucho cariño! Tu ahijado, colega y amigo.
De sus compañeros de la UCAB.
Querido Ramón,
Siempre tan inteligente. Has sido inspiración para nuestra promoción por tu destacada educación y vida profesional. Como no tener los mejores recuerdos de ti, has sido un hermano para todos nosotros.
Querido Ramón,
Te quiero dar las gracias que nunca te di por tu tiempo y desprendimiento llevarme en tu carro, en explicarme, en llevarme al hospital cuando me accidenté.
Cierro los ojos, y te encuentro en Caracas de los años 70 y 80, en los conciertos, en el cine, en el teatro, en sitios en los que verte era poder sentir tu alegría y compartir preguntas, y abrazos.
Hola, Ramón,
No obstante que hemos ido en la vida por caminos diferentes y nos alejamos, quiero que sepas que has estado presente cada vez que pienso en nuestra atribulada Venezuela y en la necesidad de contar con sus mejores hombres para la reconstrucción que ha de venir.
Querido y recordado compañero y amigo Ramón,
Recuerdo los gratos momentos que pasamos en la universidad y la desbordante alegría que siempre tenías.
Querido Ramón,
Tu vida ha sido hermosa e interesante. Gracias por mantener el contacto.
Querido amigo… Es imposible para mí que al recordar tu nombre no me venga a la memoria tu alegría y risa, siempre positivo y uniendo el grupo.
Querido pana Ramón:
Quiero que se sepas hoy que tú has sido una buena noticia en mi vida.
Me ayudaste a ser más bueno de lo que podía ser, más guerrero que mis miedos y más feliz aún en la dificultad suprema.
Y quiero agradecértelo y quiero decirte amigo entrañable que los hombres buenos y sabios como tú no mueren jamás.
Querido Ramón,
Siempre fuiste un referente para tus amigos, en particular para aquellos que éramos unos pollitos en la Facultad de Ingeniería mientras tú eras uno de los avanzados.
Tuvimos el placer de disfrutarte cuando teníamos esas gratas discusiones de estudiantes en el jardín de la universidad. Allí nos indicabas que el compromiso era ser buenos profesionales, pensando en trabajar por tener un mejor país. Que sueños tan bonitos y estimulantes nos inculcaste.
Siempre recuerdo tu andar acelerado y el compromiso constante de ser una persona de bien.
Querido Ramón,
El preparador…
El maestro…
El contertulio…
El admirador de Serrat..
Y sobre todo el gran amigo y alto pana..
Fuente inagotable de sabiduría, solidaridad, compromiso, entrega, generosidad y amistad de las buenas y verdaderas.
De otras amigas de ese tiempo.
Hola, mi querido amigo Ramón,
Con grandes recuerdos en mi memoria de todos los momentos gratos vividos contigo en muchas etapas de mi vida que siempre me dejaron tú huella de gran profesional y excelente compañero y amigo.
Mi querido Ramón,
Fue buen momento verte haciendo payasadas para hacerme reír en el laboratorio de salud en La Campiña. Te ponías el tubo entre los brazos e imitabas a Cristo crucificado y yo me reía a carcajadas de semejante blasfemia.
Quiero mencionarte que tuviste muchísima razón en colocar el diálogo de Alicia en el País de las Maravillas del gato de Cheshire en tu tesis de maestría. Siempre lo recuerdo cuando llego a una encrucijada: todo depende de donde quieras llegar, lograrás el objetivo si caminas lo suficiente; todo será cuestión de descubrir temprano lo que deseamos hacer y disfrutar la jornada mientras fluimos.
Querido Ramón,
Quiero que sepas que te he admirado siempre y nos has hecho sentir a todos muy orgullosos de ti y tus logros, porque tu trabajo ha ayudado a que el mundo sea mejor aunque a veces no lo parezca. Has ayudado a mucha gente con tu trabajo apoyando países en desarrollo. Mucha gente que ni conoces se ha beneficiado de tus desvelos. Puedes estar muy satisfecho porque el mundo es MUCHO MEJOR porque tú has estado aquí.
Querido Ramón,
Acá recordando que desde niña recibí tu fraternal afecto como una hermana menor. Disfrutamos nuestro trayecto al colegio, cantamos muchas veces (por cierto mi hermano y tú muy desafinados) aquellas canciones de Serrat como «caminante no hay camino se hace camino al andar…», y yo con la guitarra para todos lados, seguramente una niñita muy fastidiosa mientras ustedes estudiaban.
Queridísimo Ramón,
Estoy feliz de que tu hermano Luis haya podido ir a verte. Le pedí que te abrazara fuerte de mi parte. Te quiero mucho.
Hola, mi querido amigo Ramón,
Desde que tuve la oportunidad de conocerte insististe en que se incluyeron varios aspectos indicativos del gran progreso y desarrollo de nuestra industria petrolera y su vínculo con la sociedad poco conocedora de esta gran actividad.
Ahí aprendí a oír los juegos del equipo Barça en tu radio de pilas y lo ponías con tu antena para que agarrara mejor transmisión.
Gracias Ramón por tantos momentos felices que nos has dado y siempre estarás en mi corazón.
Así se expresó la visión humana de Ramón Espinasa por parte de muchos de sus amigos de juventud.
Mi querido hermano Ramón, gracias por haber estado y por estar. Una vez me dijiste en la dedicatoria de un libro que me regalaste hace más de cuarenta años, cuando tomamábamos rutas diferentes: “Las cosas vienen para irse y se van para volver” y más abajo: “Lo importante es que tengamos una meta común, que ya nos encontraremos en el camino, si somos consecuentes. Este objetivo debe contener entre otras cosas la firme convicción de ser venezolanos”. Tienes razón.
Te me adelantaste, pero seguro te alcanzo.
Luis Pulgar Finol
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