Perspectivas

“Poor Things”: un canto a la libertad

10/02/2024

Fotograma de «Poor Things». 2023

Fue una gran oportunidad de vivir una vida entera

que no estaba marcada por la vergüenza o el trauma.

Emma Stone

Además, no vale la pena tener una vida sin libertad de elección.

Alasdair Gray. Poor Things

I

La novela distópica Poor Thing, de Alasdair Gray, fascinó a Yorgos Lanthimos, director griego de los largometrajes Kinetta (2005), Colmillos (2009), Alps (2011), Langosta (2015), El sacrificio del ciervo sagrado (2017) y La favorita (2018). Apenas leer esta historia, calificada por la crítica como «un libro magníficamente enérgico, divertido, sucio e inteligente», supo que haría una versión fílmica con el personaje de Bella Baxter como centro de una historia que, hay que decirlo enseguida, posee ‒amplificados‒ los mismos atributos de la novela. Con guion de Tony Mcnamara tenemos ahora esta magnífica y homónima obra cinematográfica, que ya obtuvo el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia 2023 y que ha recibido once nominaciones a los Premios Óscar: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actriz, Mejor Actor de Reparto, Mejor Guión Adaptado, Mejor Montaje, Mejor Banda Sonora Original, Mejor Fotografía, Mejor Vestuario, Mejor Diseño de Producción y Mejor Maquillaje y Peluquería.

De entrada, digamos que las actuaciones son tan deslumbrantes como todo lo demás en este mundo de imágenes fantásticas creado por Lanthimos. La talentosísima Emma Stone, quien además hace de productora, se supera a sí misma en una encarnación de Bella Baxter a la que ‒en un salto gigante hacia la vulnerabilidad‒ se entrega por completo: su cuerpo, su mirada, sus gestos, su lenguaje, sus movimientos, su risa, su desenfado no solo dan vida a esta mujer, sino que hacen que todos a su alrededor se enamoren de ella, incluyendo a Yorgos y a Emma. Por su parte, Mark Ruffalo, sacado completamente de su rango habitual de actuación, ofrece la mejor interpretación de su carrera dando vida a Duncan Wedderburn, abogado libertino y promiscuo. Sabemos de lo que es capaz Willem Dafoe: aquí lo reitera en su caracterización del Dr. Godwin Baxter, el anatomista de cara y alma deformadas –su rostro fragmentado parece una metáfora de la posmodernidad– que revive a Victoria y la convierte en Bella insertándole el cerebro de un nonato. Y el joven actor Ramy Youssef hace un aporte magnífico en su personaje de Max McCandles.

El banquete visual que construye Yorgos Lanthimos nos transporta durante los 141 minutos del filme a un paisaje de enorme belleza, de colores y formas que son en sí mismos personajes de esta historia atravesada por un humor salvaje e inscrita en el cine de la posmodernidad. El cineasta griego interroga un mundo donde ya no hay certezas, donde los grandes relatos unificadores y las verdades únicas y contundentes ya no funcionan, y donde, en cambio, es la condición «líquida», según la nomenclatura de Zygmunt Bauman, la que priva.

El cine ya no puede solo mostrar certezas o narraciones coherentes. Antes bien, explora, se hace preguntas, reflexiona. Exactamente lo que hace Bella, ininterrumpidamente. Al hacerlo llena de asombro, vergüenza, deleite, rabia y verdad a quienes la circundan: devela el ser escondido detrás de la fría rigurosidad científica de Godwin Baxter o de los patéticos celos de Duncan Wedderburn. La franqueza y la libertad con las que dice lo que piensa y hace lo que desea nos sacude por las solapas o nos arranca carcajadas. Su curiosidad, su sensualidad, la conexión con su mundo interior, su necesidad de respuestas –que sabemos ya no son únicas– la hace avanzar hacia su siguiente exploración, oficio o relación. Después de todo se trata de la vida de ser humano con cuerpo adulto comandado por un cerebro de infante, el cual evoluciona rápidamente. La vivacidad sin límites de un ser (extra)ordinario es amplificada e intensificada a través del uso reiterado del lente «ojo de pez», que nos obliga a mirar hacia donde no solemos hacerlo.

Fotograma de «Poor Things». 2023

II

Hagamos algunos primeros planos de la vida de Bella. Su manera pragmática de ganarse la vida por primera vez, cuando se encuentra en la calle sin nada qué comer y en pleno invierno parisino, la lleva a decir este hallazgo: «Somos nuestro propio medio de producción», para referirse al recién descubierto oficio de la prostitución que, por cierto, enseguida intenta cambiar, humanizar, hacer más agradable para las trabajadoras sexuales, por lo que propone con total honestidad que si los clientes olieran mejor a las chicas disfrutarían más y el servicio sería más placentero

Mientras se halla en Lisboa, después de abandonar al opresivo God (como llama a su Frankenstein particular), para emprender un viaje de aventuras y de autoconocimiento decide salir a pasear mientras Duncan yace exhausto de las peripecias de alcoba que no logran saciar a su intensa compañera. En ese recorrido por unas calles alucinadas sucumbe ante la belleza del fado. Al escuchar, en su primer arrobamiento, a la cantante que entona aquella melodía honda y triste las lágrimas corren por sus mejillas en una secuencia que recuerda las lágrimas de Kaspar Hauser (Werner Herzog, 1974), ese otro personaje ingenuo que desconoce el mundo hasta ya casi llegado a la adultez, el día que experimenta por primera vez el dolor de la traición luego de haber sido atraído irresistiblemente por la belleza del fuego y quemarse.

Y cuando en Alejandría descubre ‒como Buda‒ la enfermedad, la pobreza, la muerte, estalla en un dolor desgarrador que la sume en una profunda consternación, la cual marcará sus futuras decisiones. No solo hay disfrute sexual en la vida de Bella.

III

Entre los diversos aspectos que a Lanthimos le interesa abordar en sus filmes, donde la emoción y la profundidad residen en las imágenes y no en el texto, está la privación de la identidad individual, de la libertad y de la sexualidad, por supuesto.

Uno de sus trabajos previos, Langosta, presenta la vida en una sociedad donde los ciudadanos son obligados a vivir en pareja –amor romántico impuesto– o a ser convertidos en animales si no lo logran. A los disidentes no les queda otra alternativa que vivir en el bosque como solitarios. Por su parte, en Alps los personajes se dedican a suplantar personas fallecidas, con lo cual se pone de relieve la pérdida de individualidad. En Poor Things descubrimos la vida anterior de Bella, cuando aún era Victoria, atrapada en un matrimonio-prisión con un marido-carcelero, que al recuperar a quien creía su esposa pretende someterla nuevamente a punta de pistola, solo que esta vez quiere incluir, además, la mutilación genital para garantizarse la dominación sobre su cuerpo y su alma. Con su creador, el Dr. Godwin Baxter, pasa otro tanto. Ella es un experimento para él. La observa, la estudia, toma nota de sus comportamientos y la mantiene confinada en una casa-laboratorio-prisión. Y el mismo Duncan Wedderburn, quien aparece como un seductor desapegado emocionalmente, termina con idéntica intención de poseer a Bella como a un objeto, privarla de su identidad, moldearla a su medida antes de quedar reducido a su peor versión. Solo Max McCandles siente fascinación por Bella sin cuestionarla ni desear cambiarla. Eso le asegura un lugar en el universo inclusivo y a su medida, que ella se provee a sí misma. La vida que escoge no incluye el matrimonio ni relaciones de exclusividad con una sola persona. Sí incluye, en cambio, vínculos significativos con gente diversa, incluyendo a Toinette, su amiga negra, prostituta y socialista, que conoció en París, y a su ex-marido, a quien Bella, valiéndose de una ácida mezcla de compasión y humor negrísimo, le perdona la vida y lo salva de su infame humanidad. Y como no podría ser de otra manera incluye también el disfrute de la belleza, el placer de los sentidos y, sobre todo, la pasión por el conocimiento en un entorno de autonomía que aporta significado y contención a la identidad que ha elegido.

Por otra parte, se ha insistido en que esta película trata del descubrimiento y el ejercicio libérrimo de la sexualidad de Bella Baxter. Sin embargo, ella siente el mismo entusiasmo por la comida, por la música, por la belleza, por la filosofía, por los viajes y no solo por el sexo (el cual ejerce, eso sí, sin ningún tipo de condicionamientos morales). Esta aventura fílmica trata, sobre todo, del proceso de llegar a ser de una mujer que muere, es renacida en un cuerpo adulto, en una sociedad que ya tiene posturas, respuestas y censura para todo. Yorgos Lanthimos y Tony Mcnamara recrean el viaje psicológico de esta joven, quien por no poseer referencias previas, por enfrentarse a impulsos, necesidades, descubrimientos que cambian vertiginosamente, y por estar rodeada de hombres que desean poseerla, retenerla y despojarla de su mismidad debe pelear, arriesgarse, exponerse y elegir por sí misma quién quiere ser y cómo quiere vivir. El recorrido vital de Bella se asemeja al de un tren a toda velocidad que atraviesa muchas fronteras en un viaje cuyo destino último es la libertad.

De este personaje, que en adelante será una referencia obligatoria en el cine y en la actuación, ha dicho Emma Stone: «Adoro a Bella, es muy especial para mí, me ha inspirado en muchos aspectos porque no tiene vergüenza ni prejuicios, tiene una mente abierta y está realmente interesada en cada aspecto de la vida». Esperemos que la Academia no se equivoque y honre a este prodigio de la actuación que es la Bella Stone.

*

Ficha técnica

Pobres criaturas (Poor Things, Reino Unido. 2023).

Dirección: Yorgos Lanthimos.

Elenco: Emma Stone, Mark Ruffalo, Willem Dafoe, Ramy Youssef, Christopher Abbott, Suzy Bemba, Jerrod Carmichael, Kathryn Hunter, Vicki Pepperdine, Margaret Qualley y Hanna Schygulla.

Guión: Tony McNamara, basado en la novela de Alasdair Gray.

Fotografía: Robbie Ryan

Edición: Yorgos Mavropsaridis.

Diseño de producción: James Price y Shona Heath.

Música: Jerskin Fendrix.


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