Pipo y la nueva fragilidad

Pipo retratado por Andrés Kerese | RMTF

27/03/2021

No pretendo dármelas de Neo, pero el día que conocí a Pipo, hace unos quince años, él sí hizo el papel de Morpheus. Fue una escena digna del matrix caraqueño. Tico me llevó a su oficina en El Rosal para que rescatara el disco duro de mi portátil.

—Si Pipo no puede, mejor bótala. Porque esa vaina no tiene arreglo.

No estaba muy convencido, pero no iba a ser yo el que iba a cuestionar la fe que tenía puesta Tico en Pipo.

Pipo estaba sentado en su escritorio, rodeado de ordenadores, pantallas y discos duros. Las computadoras, mientras fueran Apple eran su mundo. Era un diseñador gráfico que conocía todos los secretos de su principal herramienta de trabajo. Sin quererlo y, por no saber decirle no a nadie, era el técnico Mac oficial de todos los panas.

También era un melómano. Tenía varios discos duros, todos repletos de cualquier tipo de música. Como buen bocón que soy, el mismo día que nos presentaron se me ocurrió cuestionarlo por bajar música por los caminos verdes de la web. En esa época yo todavía compraba CD’s y pagaba por cada nuevo álbum que bajaba de iTunes Store. Después de toda una tarde hablando sobre música le dejé la computadora para que la rescatara y, también, acepté que me mandara algunos discos que alguna vez tuve en LP y no los había vuelto a conseguir en CD. Antes de irme, y no estoy inventando, me dijo que estaba por tomar la pastilla roja. Me aseguró que, una vez me mandara el primer álbum, iba a quedar enganchado y le iba a estar pidiendo música todos los días. Y fue así como quedó sellada nuestra amistad. Semanalmente le hacía una lista de los discos que quería y Pipo me los subía, siempre agregándole alguna de sus recomendaciones, a mi recién creada cuenta de Dropbox.

La música, igual que toda droga, no es lo que te consumes en el momento sino la experiencia que te brinda. Los discos que subía Pipo al Dropbox yo los bajaba a un iPod que tenía de 40GB. Todavía tengo la carpeta “Música de Pipo”. Arcade Fire, Balthazar, Paul Banks, Stornoway, Turin Brakes son algunos de los grupos que descubrí gracias a nuestro intercambio musical.

El primer disco de Clap Your Hands Say Yeah es del 2004. Apareció un día en el Dropbox. Me llamó la atención por el nombre, por eso fue que lo bajé al iPod. Sin estar buscándolo, me conseguí una versión moderna de David Bowie con Talking Heads. Quedé enganchado a la experiencia que brinda Alec Ounsworth en cada uno de sus discos. Desde entonces, cada vez que necesito música para levantarme el ánimo, recurro a uno de los discos de Clap Your Hands Say Yeah.

New Fragility fue lanzado más o menos el mismo día que me enteré que Pipo había entrado a la clínica. Durante estas últimas dos semanas no he escuchado ningún otro disco. «Thousand Oaks», «New Fragility» o «Went Looking For Trouble» han resultado la mejor compañía para estos días de incertidumbre.

Cuando un amigo como Pipo muere, celebrar la vida es el mejor homenaje que se le puede hacer. Me hubiera encantado que saliera de la unidad de cuidados intensivos y, mientras se terminara de recuperar, siguiera subiendo canciones nuevas a mi Dropbox. Pero este virus, que todavía nadie logra entender porque es tan letal, no dejó que Pipo disfrutara lo nuevo de Clap Your hands Say Yeah. Los que quedamos, los que sobrevivimos a la pérdida de un familiar o a un amigo víctima del virus, tenemos la obligación de agradecer por poder seguir escuchando música, la más efectiva de las drogas.


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