Entrevista

Paula Vásquez Lezama y el relato de un país que enloqueció

19/06/2019

Paula Vásquez Lezama retratada por Andreína Mujica

Cada vez que Venezuela reaparece en el mapa informativo de Francia; cada vez que la mirada internacional visibiliza la tragedia venezolana gracias a alguna nueva mueca del poder feroz; cada vez que la cantidad de jóvenes asesinados, o de migrantes cruzando a pie nuestras fronteras o de niños que mueren de hambre, hace una nueva erupción en la tierra devastada que es nuestro país; cada vez que nos vuelven a escuchar, una de las voces que nos dice en Francia es la de Paula Vásquez Lezama (Caracas, 1969).

Socióloga egresada de la Universidad Central de Venezuela, doctora en Antropología social y etnología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS), investigadora titular en el prestigioso Consejo Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS por sus siglas en francés), Paula Vásquez vive en Francia desde 1997 y es la experta en Venezuela más solicitada por los medios franceses de comunicación, cuando renuevan sus intentos por comprender y explicarle a la sociedad francesa cómo fue que uno de los países más prósperos y democráticos de la región se convirtió, en menos de dos décadas, en una nación desfigurada, irreconocible para los propios, inimaginable para los ajenos.

Cómo fue que lograron la proeza de arruinar a Venezuela, quiere saber la prensa y la ciudadanía, más allá de la inmediatez noticiosa. Quieren saber también (la pregunta es una de las más recurrentes) cómo hace la gente allá (ese allá que en francés también se dice en casa de ustedes, y que desgarra) para vivir con una inflación de siete cifras. Entre estas y otras incontables preguntas se intenta elaborar la imagen de lo que llegamos a ser. Nuestra agonía. Y ahí está ella, la experta, a veces con respuestas, a veces con preguntas nuevas. Si la percepción de Venezuela y del fenómeno del chavismo se ha transformado en este influyente país europeo a lo largo de los años, se debe en buena parte a la pedagogía basada en el rigor, que Paula Vásquez ha desplegado en sus entrevistas y publicaciones. Los eventos y desenlaces de nuestra historia reciente han encontrado en esta especialista una voz que traduce la ininteligible realidad venezolana.

La editorial Buchet Chastel (París) acaba de publicar Pays hors service (País fuera de servicio). Es el tercer libro de la autora, luego de Poder y catástrofe. Venezuela bajo La Tragedia de Vargas (Santillana, Caracas 2010) y Le chavisme: un militarisme compassionnel (El chavismo, un militarismo compasivo) publicado por Éditions de la Maison des sciences de l’Homme, París 2014.

Se trata de un texto atípico en su trayectoria autoral, marcada por las publicaciones de corte científico. Pays hors service se asienta sobre un tono narrativo, y se va estructurando en un contrapunteo que ritma la realidad factual (con apoyo permanente en data dura, cifras, nombres, documentos, hechos) y la realidad de un sujeto que se sitúa, con su historia personal, frente al tema que le ocupa. Esta decisión autoral totalmente deliberada, que se permite el relato en primera persona y aporta la riqueza de la autoetnografía (un yo no anecdótico, un yo informante) sorprendió al editor y sorprenderá a los lectores, pues el título forma parte de una familia editorial de libros políticos con énfasis en la temática de los comunismos, post comunismos y regímenes totalitarios, escritos desde la tercera persona de un observador que documenta. El recurso narrativo de la primera persona no es, valga decirlo, una simple libertad que se tomó la autora. La decisión de escribirlo desde el yo reflexivo, cuenta ella, “tiene que ver con una manera de hacer la antropología que existe sobre todo en los Estados Unidos, donde la percepción del investigador al hacer el trabajo cobra su lugar. No es, entonces, esa postura rígida que pretende una separación entre subjetividad y objetividad. Aquí se trata de ver cómo se construye el objeto y cómo el investigador, en una ciencia humana, está completamente atravesado por su historia y por su experiencia. Y es la historia y la experiencia lo que define qué es lo que se está estudiando. Pero al mismo tiempo, hay un doble juego: si yo hubiera hecho mi carrera 100% en Venezuela no podría hacer esto porque no tendría la distancia necesaria”, explica Paula Vásquez.

Pays hors service es, según la autora, el ordenamiento de piezas que fue construyendo a través de varios años, un rompecabezas conformado por premisas que guiaron investigaciones, artículos escritos para la prensa o para revistas científicas, ponencias en coloquios y congresos, respaldos elaborados para las entrevistas que le solicitan los medios franceses.

El archipiélago temático que es este libro, ofrece al lector un sistema de puentes que son, precisamente, los que tiende la autora cuando integra, en una sola voz, el diálogo permanente entre la realidad y su recepción.

Es el libro que podemos regalar a los lectores que se interesan en Venezuela, a los que saben un poco o a los que no saben nada. Y es, sobre todo, el libro adecuado para los lectores no venezolanos que creen saber.

¿Cómo recibe este libro la comunidad académica francesa de la cual formas parte?

En Francia hay una filiación política, como la hay en todos los medios universitarios del mundo, hacia los líderes que se identifican con el progresismo, entendiendo que el chavismo se presenta como progresista aunque es profundamente reaccionario en la práctica. Y como la retórica de la revolución bolivariana logró captar tantas simpatías en Francia, para hablar de Venezuela uno tiene que empezar por explicar que, con lo que se escucha en los medios simpatizantes hay que tener cuidado porque lleva una parte de propaganda. Cuando uno está en públicos aún más de izquierda, que no necesariamente son los universitarios, uno tiene que aportar muchas más pruebas empíricas del desastre venezolano, que las que tendría que aportar alguien que habla sobre cualquier otro país en crisis.

En tu opinión, y desde tu contacto con la sociedad francesa, sus medios y sus instituciones: ¿Qué queda en Francia de ese impulso inicial de empatía hacia la llamada “revolución bolivariana”? ¿Hay algún efecto de inercia? ¿Dónde está y qué lo sostiene?

La inercia de la simpatía en Francia hacia lo que queda del chavismo tiene como combustible sobre todo las gesticulaciones de Trump. Es decir, lo que queda de una eventual simpatía es un antiamericanismo que a veces es bastante básico. Pero no se trata de hacer un juicio a Francia: también hay que decir que los venezolanos no siempre hemos sabido explicar nuestro problema. En el caso, por ejemplo, de Franklin Brito, es muy significativo que para los venezolanos él no fuera construido como sí lo fue una mujer que iba a ser lapidada en Irán en el mismo momento en que Brito moría en su huelga de hambre. Las asociaciones de países musulmanes laicos y las feministas pudieron movilizar a la opinión internacional para que esa mujer no fuera lapidada. Pero los venezolanos no pudimos hablar un lenguaje que movilizara a la opinión pública con respecto a Brito. Cuántas veces yo, haciendo trabajo de campo, no me encontré con gente que me decía que Brito era un “loquito”. Franklin Brito suscitó la empatía del periódico Tal Cual, algunos líderes fueron a su entierro, pero ahí no hubo un entronque porque quizás el cultivo de ñame en Ciudad Bolívar no nos importa, o porque lo vimos como un tipo principista, como un hombre que no supo negociar… Lo cierto es que no lo vimos como un problema nuestro. No supimos comunicar nuestro drama.

Incontables son las ocasiones en que te ha tocado debatir en la televisión y la radio con personas que no conocen la realidad venezolana porque son militantes acríticos. ¿Cómo se vive esta responsabilidad?

La responsabilidad de la que hablas es agotadora, sobre todo cuando me asignan el papel de una portavoz de la oposición venezolana, cosa que no soy. Cuando voy a los medios es porque me llaman como experta. Varias veces les he dicho a periodistas que juegan a la polarización, que yo no soy la “opositora de servicio” que va a hacer que el debate tenga la apariencia de ser equilibrado. Por otra parte, es un esfuerzo intelectual interesante porque se trata de afinar los argumentos de manera corta y concisa. Quizás lo más difícil es hacer comprender a los venezolanos de Francia, que yo debo responder a las preguntas sin que mi objetivo sea pasar un mensaje. Claro, yo preparo las intervenciones y defiendo por encima de todo la causa de la democracia y de la justicia. Pero me invitan en calidad de experta, en calidad de referencia que puede ayudar a que el público de un medio comprenda lo que pasa en nuestro país. Los periodistas piensan en su público, no en Venezuela.

A veces dices cosas que molestan a ciertos sectores de la diáspora

Hoy me dijo un periodista usted es muy mala con los cubanos en su libro, y yo le contesté: eso es muy curioso porque hay una oposición venezolana que dice que yo soy muy buena con los cubanos. Esos dos extremos dicen muy bien de mi trabajo. El mejor halago que a mí me pueden hacer es que unos digan que yo soy “maluca” con los cubanos y que los otros digan que soy condescendiente. Eso quiere decir que estoy tocando un punto interesante.

¿Cómo dialogan tus tres libros entre sí? ¿Hay algún metabolismo que hace diferente a la escritora de los primeros con respecto a la de Pays hors service?

Eso del “militarismo compasivo” (que cayó muy mal a una parte de la lectoría y que era el resultado de un trabajo que tomaba en cuenta también al electorado chavista) dialoga ahora con el régimen de Maduro y una de las cosas que lo hace tan terrible: que la gente se siente muy abandonada a nivel emocional. Chávez sabía manipular emocionalmente a la gente, y ahora se rompió la conexión y se acabó la compasión. En cuanto a quién era la escritora de aquellos y quién la de éste, quizás yo entonces tenía miedo de asumirme como un yo dentro del trabajo de campo. Poder y catástrofe es el producto de una tesis de doctorado y en las tesis de doctorado uno no es aún un investigador confirmado, uno se está construyendo. En País fuera de servicio yo me suelto el moño. La sensación, escribiéndolo era: y qué más da, qué más puede pasar. Si el país está en una situación de guerra, si ya mi papá falleció, si ya la jubilación de mi mamá no vale nada, si ya yo sé diferenciar mi trabajo científico que es tan riguroso, qué tengo que perder. Me las juego. ¡Y quizás esto sea también resultado de los cincuenta años, que ya cumplí! Yo me he jugado la carrera en esto. Yo creo que quienes trabajan sobre Venezuela en el medio académico pueden compartir ese sentimiento: nos la jugamos.

¿En qué sentido?

Uno de los primeros concursos académicos fue fuerte porque yo sabía que la posición política que podía deducirse de mi trabajo, crítico hacia el chavismo, molestaba aun en el 2009. Ahora no. Si bien este libro no es un pase de factura para la academia francesa, es la posibilidad de decir las cosas que uno quisiera decir y que a veces en ciertos medios, lo piensas varias veces. Está publicado y voy con todo.

Has desarrollado un discurso menos árido, más conectivo. ¿Hay una aproximación más emocional al tema Venezuela?

Uno se forja su voz, uno se construye. La antropología política comparada me ha hecho abrirme hacia otras posibilidades. Durante los tres últimos años académicos estuve trabajando la antropología política comparada del Estado en África y en América Latina, con un colega de la República del Congo, Rémy Bazenguissa. Yo siempre me he sentido muy a gusto con mis colegas africanistas, es con ellos con quienes he establecido un diálogo intelectual más fructífero. Es apasionante, quizás porque la antropología política francesa es, antes que nada, africanista. Yo considero que aunque hay muy buenos antropólogos franceses sobre América Latina, el concepto “estudios latinoamericanos” en Francia se quedó muy anquilosado en el Instituto de Altos Estudios de América Latina, en la teoría de la dependencia de los años 60, en la herencia de la revolución cubana… en todo caso hay un latinoamericanismo francés que no es una fuente de formación para mí, yo me formé en el centro de estudios africanos de la Escuela de altos estudios, y eso fue maravilloso.

¿Está prevista una traducción al español?

Me gustaría que se hiciera una trilogía con Poder y catástrofe, País fuera de servicio y el libro sobre Franklin Brito, que está listo.

Un lector avisado compartió recientemente con la autora su particular apreciación de lo que es Pays hors service: “Venezuela como un paciente psiquiátrico”. Este libro es el diálogo entre un país que se enfermó, y un especialista que trata de desenredar el hilo de esa locura. Continuará.


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