Béisbol

Omar Romero, sueños infinitos

23/01/2022

Fotos cortesía de la familia Romero

Muchas veces, cuando veo a los Grandes Ligas en sus prácticas previas al juego, pienso en la cantidad de años que tienen haciendo lo mismo; seguramente desde niños, cuando comenzaron a jugar. Llegar al estadio temprano, alistarse para comenzar a “estrechar”, hacer las rutinas de ejercicios, practicar fildeo y bateo. Al terminar la práctica recoger las pelotas, sin importar la jerarquía; una súper estrella debe recoger las pelotas, igual que un novato, como cuando eran muchachitos. Verlos siempre me ha hecho pensar sobre la cantidad de años que han estado en la pelota, siguiendo la misma rutina.

Están ahí porque es su trabajo, ciertamente. Pero, sobre todo, están ahí porque soñaron con llegar e hicieron todo lo posible para conseguirlo. No es fácil. Muchos niños juegan béisbol con la ilusión de llegar a las Grandes Ligas, pero para eso es mucho lo que deben hacer. 

La historia es más o menos así: deben estar en dos o tres prácticas semanales de varias horas, y en un juego o dos el fin de semana. Cuanto más pequeños, más temprano, así que deben madrugar para poder desayunar y estar a tiempo en el estadio para hacer el trabajo antes de la hora de inicio. Otros juegos son al mediodía (depende de la categoría), y en la tarde o en la noche. No siempre son los fines de semana, a veces les toca salir de clases, hacer la tarea y luego un juego. De acuerdo con cómo les vaya, los partidos no solo son en la propia liga. Si quedan campeones y van a torneos contra otras ligas, hay que viajar a otras ciudades. En eso pasan años, muchos, desde categorías que, para tener una idea, se definen como “semillas” o “compoticas” (4 años). La familia es muy importante siempre, pero en estas etapas, más, porque los niños dependen totalmente de sus madres, padres o abuelos. 

En ese tránsito los jovencitos deciden si quieren dedicarse al béisbol. En el caso de Venezuela o República Dominicana, por ejemplo, esto suele suceder a los 12 años en promedio. A partir de ese momento, esos muchachos que quieren ser peloteros profesionales deben ponerle un extra porque necesitan destacar, fortalecer sus herramientas y destrezas, porque los cazadores de talento comienzan a verlos, a seguir lo que hacen. Los que más destaquen, por su físico, actitud y habilidades, serán los que verán los scouts de las organizaciones de las Grandes Ligas, para ser firmados a los 16 años de edad. Así culmina la primera etapa del sueño de los jugadores que salen de nuestros países. 

Este trecho culminó felizmente para alrededor de 600 prospectos el pasado 15 de enero; son la “Clase 2022”.  Aproximadamente 176 jovencitos venezolanos acordaron contratos con las 30 organizaciones del béisbol de Grandes Ligas. Entre esos nombres destaca el de Omar Romero, a quien vimos hace unos años, en 2018, cuando su equipo “LUZ de Maracaibo” fue a la Serie Mundial de Pequeñas Ligas, celebrada en Williamsport, Pensilvania. Un torneo que se realiza desde 1939 y que se distingue por el nivel de competencia de los equipos participantes, pero sobre todo por el béisbol alegre, divertido, intenso y comprometido que juegan esos chiquillos.

Omar, a quien se recuerda como “La Bujía” por todo lo que hizo en ese campeonato, lució con el bate, el guante y corriendo las bases. Fue el autor de aquel triple que remolcó dos carreras para que Venezuela dejara en el terreno a República Dominicana con pizarra de 3 carreras por 2. Llamaba la atención porque era uno de los jugadores más pequeños, por eso lo comparaban con José Altuve; pero lo que hizo definitivamente inolvidable su paso por Williamsport fue un gesto que reflejó exactamente el espíritu de la competencia de “Little League” o “Pequeñas Ligas”. 

Terminada la celebración de la victoria, Omar se dio cuenta de que el lanzador a quien le dio el batazo, Edward Uceta, estaba llorando.

—Más que todo yo pensé que si a mí me hubiera pasado lo mismo que a él, yo también me habría puesto a llorar; por eso cuando lo vi llorando me le acerqué para darle un abrazo. Le dije: “No ha pasado nada, todos estamos aquí, hay que aprender a perder, también saber ganar, esto no se acaba aquí”. Le dije que teníamos que trabajar fuerte para vernos más adelante. 

Han mantenido el contacto y hablan con frecuencia, Omar está convencido de que Edward también conseguirá firmar.

—Él aún no ha logrado firmar pero yo sé que pronto Dios le va a dar la oportunidad.

Le pregunto qué significa en su historia de pelotero haber estado ahí. No duda en responder. 

—Se me paran los pelos cada vez que digo “Williamsport”. No me salen las palabras. 

Recuerda que ese año los jugadores de los Piratas y Cardenales fueron a compartir con los niños, así que conversó con Francisco Cervelli y José “Cafecito” Martínez. 

—Cervelli me dijo: “Trabaja duro y en silencio, que sea el éxito el que haga ruido. Trabaja fuerte que el tamaño no importa”. Le hice caso, trabajé fuerte, con constancia y humildad, y gracias a Dios se están logrando las cosas. Cafecito también me dijo que en el béisbol cuenta más el esfuerzo y la disciplina que la estatura. 

Al ex catcher de Pittsburgh no se le olvidó ese rato que estuvo con él en las tribunas.

—¡Claro que me acuerdo, si era el muchacho que causó sensación en ese torneo. Le llamaban “Altuve”. Le dije que no le hiciera caso al tamaño y que fuera diferente. 

Tres jugadores de Luz de Maracaibo fueron firmados por equipos de Grandes Ligas: Moises Molero, Josnei Rosario y él, Omar Romero.

Williamsport fue sin duda un evento que lo marcó como jugador, ahí ratificó que quería seguir jugando béisbol, un amor que comenzó cuando recién cumplió 4 años de edad. Recuerda claramente el día que ocurrió ese flechazo, estaba toda la familia en casa de sus abuelos.

—Todo empezó con mis tíos, mis papás, mis madrinas; nos pusimos a jugar chapita en el patio de la casa y desde ahí sentí amor por el béisbol, ese primer día supe que el béisbol era para mí. Después mi papá empezó a jugar, entonces me iba al estadio con él y lo empecé a admirar y a admirar el béisbol, y desde ahí me comenzó a gustar demasiado. Me conectó la emoción, empecé a jugar, era una emoción lo que yo sentía por el béisbol, siento emoción por ese deporte. Me iba a los juegos con mi papá, mi papá me entrenaba, todavía lo hace, mi papá es mi entrenador. Por él le doy gracias a Dios, por él aprendí a jugar a la pelota, él es mi inspiración, y mi familia.

Desde sus primeros batazos contó con la guía de Luis Romero, su papá, técnico de la academia RP Baseball. Un poco más grande, con 8 años de edad, comenzó a jugar en LUZ de Maracaibo, el equipo de Pequeñas Ligas con el que llegó a Williamsport. 

—Desde ahí empecé a ser incluido en selecciones para viajar y representar a Venezuela. Así empezó todo. 

Varias veces usó las palabras “disciplina”, “constancia”, “trabajo” y “humildad” mientras conversamos. Está consciente de que aún le falta mucho por andar, pero valora y agradece cada inning y cada turno; lo que ha aprendido de las derrotas y las victorias. 

Describe serenamente sus herramientas, lo que calibraron los Azulejos de Toronto para incorporarlo a su organización.

—Tengo un swing rápido y habilidad con el bate; trabajé duro para tener esa velocidad en el swing, juego infield, campocorto, segunda y tercera, pero donde me pongan yo juego. Lo más importante es trabajar duro para poder lograr el objetivo que tantos jóvenes sueñan, gracias a Dios. 

Los scouts de los Azulejos de Toronto lo chequearon tres veces, pero él no supo que acordaría con ellos hasta que ocurrió. 

—Yo no sabía nada. Estaba solo en mi casa porque mi mamá había salido de compras y mi papá  estaba en el estadio. Mi mamá me llamó y me dijo: “Hijo, adivina, te ha cerrado Toronto”.  A mí no me salían las palabras, cerré el teléfono y me puse a llorar, a brincar de la emoción. Fue una experiencia demasiado bonita e inolvidable, la verdad.

Cuando conversamos estaba en un hotel en Santo Domingo, República Dominicana, donde esperaba que lo buscaran para instalarse en el complejo de los Azulejos en Bocachica. Ahora viene una nueva etapa para él. Lejos de casa, sin su familia cerca físicamente, sabe que de aquí en adelante el trabajo depende de él solo.  

—Me ha pegado mucho, los extraño, hablo todos los días con ellos por videollamada. Ellos me despiertan para hablar conmigo. Tengo que mentalizarme todos los días de que es por un buen futuro. Que estoy aquí sin ellos por un mejor futuro para mí y para todos; para trabajar duro y llegar lejos. Cuando llegue a Grandes Ligas, con el favor de Dios, ellos van a estar conmigo.

Le invité a pensar que en el pasado, hace años, pero no tantos, los prospectos que se iban a República Dominicana o Estados Unidos se comunicaban con sus familias por cartas que luego enviaban por correo y tardaban días en llegar; que no era tan sencillo comunicarse por teléfono y las instalaciones de las organizaciones no tenían las facilidades que brindan estas que funcionan ahora. 

Está aprendiendo inglés, quiere prepararse lo mejor posible para entenderse mejor con los coaches, managers y con sus compañeros. Confía en su deseo de trabajar fuerte en República Dominicana para luego ir a Dunedin, en Florida. 

Aún no ha conocido a las estrellas del equipo, como Vladimir Guerrero Jr. o Bob Bichette. 

—Sé que con el trabajo fuerte los voy a conocer, con el favor de Dios. 

Su comida favorita es el patacón, las hamburguesas y las pizzas que le prepara Yanoly Osorio, su mamá. Le gustan todas las chucherías, galletas, chocolates, cheese tris, pepitos, doritos, etc. El béisbol siempre ha ocupado la mayor parte de su tiempo libre, así que no ha visto muchas películas pero su favorita es “42”, que narra la historia de Jackie Robinson. La comiquita que siempre le ha gustado porque es muy divertida es Kick Buttowski, todavía la ve cuando se la encuentra. Escucha reggaetón y bachata, su cantante predilecto es Romeo Santos, también es aficionado a los videojuegos,  diversión que comparte con su hermano Luis David, quien tiene 10 años de edad. Sus materias favoritas fueron Ciencias Naturales y Ciencias Sociales.

Para terminar le pregunté, ya que hablamos de su estatura (1,68m), si alguna vez en el tiempo que lleva jugando béisbol se ha sentido mal por ser pequeño.

—No, porque yo puedo hacer todo. Yo puedo hacer lo mismo que hace un grande. 

Ha oído de Pompeyo Davalillo, estuvimos hablando de su historia. Le encantó saber que Pompeyo se robó el home jugando con los Senadores de Washington, y que se convirtió en grandeliga cuando eran tan solo 16 equipos. 

Esa es la habilidad que tenemos nosotros los pequeños.

Le di las gracias por la entrevista y le deseé suerte en su camino a cumplir su sueño y me contestó como “La Bujía”:

—Mis sueños son infinitos.

Él se emocionaba contándome su historia y yo también. Su descripción de lo ocurrido en Williamsport, lo importante que es su familia, su fe en Dios y el amor por el béisbol, me emocionó hasta las lágrimas, no me pasa mucho. 

Sin pensarlo, antes de colgar, lo único que le dije fue: “¡Dios te bendiga!”.


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