Nomadland: los vagabundos de Dios

08/06/2021

Frances McDormand como Fern en la película Nomadland | Imagen IMDB

[Alerta de spoiler]

“Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes».
Friedrich Nietzsche

El género de road movie o “película de la carretera”, se caracteriza porque su argumento se desarrolla a lo largo de un viaje. Desde el punto de vista narrativo, estas cintas presentan una estructura episódica, donde cada estación del itinerario enfrenta a los protagonistas con un desafío cuyo cumplimiento revela parte de la trama. 

Respecto al origen de este género, los historiadores consideran piedras fundamentales dos obras: primero, la novela En el camino (On the Road, 1957) de Jack Kerouac y, luego, la cinta Busco mi destino (Easy Rider, 1969) de Dennis Hopper. En ambos casos, los protagonistas son jóvenes rebeldes que se lanzan a recorrer las interminables carreteras de los Estados Unidos, la nación opulenta ganadora de la segunda guerra, en busca de aventuras y de experiencias intensas que les revelen su lugar en el mundo. 

Sobre ambas obras, arroja su sombra el espíritu independiente de Henry David Thoreau, quien, en su manifiesto libertario, el libro Walden, la vida de los bosques (1854) declaraba: 

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido.” 

Según Albert Camus, el hombre contemporáneo está marcado por el mito de Sísifo, la asfixiante sensación del absurdo, vivencia que tiene su origen en sentirse atrapado en rutinas sin sentido. Frente a las experiencias de este tipo, Thoreau nos hace una invitación radical: abandonar la vida artificial de las ciudades para entrar en contacto con la naturaleza y, así, reflexionar sobre el significado de la vida. 

Esta búsqueda del significado conecta a las road movies con la tradición literaria del viaje iniciático, la cual se remonta a la Odisea homérica. Por eso, al igual que en el Bildungsroman, el viaje externo es solo una metáfora del viaje interior del héroe. 

En dicho registro del viaje iniciático, se inserta la reciente cinta de la cineasta china Chloé Zhao, Nomadland (2020), la cual ha sido aclamada por la crítica y ha disfrutado de una racha de premios. Dicha racha comenzó con el León de Oro en Venecia en septiembre de 2020, luego, obtuvo los principales galardones en los Globos de Oro, los Bafta, y, finalmente, arrasó con los premios de la academia.  Resultó ganadora de tres estatuillas del Oscar: Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actriz. 

La historia está basada en el libro de investigación periodística de Jessica Bruder, País nómada: supervivientes del siglo XXI. Zhao ha logrado traducir este material en una ficción. De esa forma, construye el personaje arquetípico de una mujer promedio que se embarca en una aventura excepcional. En cuanto a su forma, es una película con vocación de docudrama, es decir, combinación de documental y ficción, donde se entreteje el realismo social con la imponente geografía de los paisajes agrestes.  Ahora bien, en cuanto a su contenido, es un hermoso poema sobre la exploración del ser humano en busca a la trascendencia.

Chloé Zhao durante el rodaje de Nomadland | Imagen IMDB

Un alma a la intemperie   

El argumento de Nomadland tiene como protagonista a Fern, quien ha sufrido un par de golpes del destino. Ella misma nos refiere que estaba relativamente feliz en Empire, Nevada, una de esas muchas pequeñas ciudades estadounidenses construidas alrededor de la industria. Debido a la crisis financiera del 2008, la planta de yeso fue clausurada. Como consecuencia, en seis meses, la ciudad de Empire, literalmente, se convirtió en un pueblo fantasma, razón por la cual hasta eliminaron su código postal. Cuando todo parecía no poder empeorar más, el esposo de Fern falleció, dejándola completamente sola.

Entonces, Fern decide vender algunas de sus pertenencias para salir a la carretera en busca de trabajo como empleada temporal en un centro de Amazon. Al principio, la vida en la carretera parece peligrosa y sombría, bajo las inclemencias del tiempo y las despiadadas realidades económicas. 

Esto sufre un giro cuando Fern se involucra con un grupo de nómadas, quienes, al volante de sus furgonetas, se han convertido en pioneros de un oeste posmoderno. Además, conforman una comunidad muy solidaria. Dicha agrupación ha sido inspirada por Bob, encarnado por el verdadero Bob Wells, un líder carismático que instruye a los nuevos viajeros en supervivencia, así como les alienta a buscarse a sí mismos. A partir de allí, Fern descubre gradualmente la calidez de esta emergente hermandad.  

Es muy interesante el enfoque oblicuo con el que Zhao presenta el drama. La directora no cae en la tentación de explotar melodramáticamente las vivencias de su protagonista. A pesar de lo doloroso de la situación, no permite que nos revolquemos en la miseria de Fern. Zhao logra la paradoja de ver la situación con distancia reflexiva, pero a la vez, con un gran acercamiento humano. De esa forma, contemplamos la complejidad del alma de Fern y participamos de su búsqueda de significado. 

Para interpretar el papel de Fern, Frances McDormand resulta insustituible. Cada escena es una proeza de sutileza. Esta experimentada actriz consigue transmitir, con una mirada o una sonrisa, lo que a otras profesionales le exigiría un esfuerzo discursivo mucho mayor. Con su arte, nos permite acceder a toda la biografía de Fern. Podemos presentir la historia que está detrás de cada gesto. 

David Strathairn en Nomadland | Imagen IMDB

También podemos disfrutar del discreto histrionismo de David Strathairn, quien interpreta al amigo de Fern. Además de la McDormand, Strathairn es el único actor profesional. Fuera de ellos, la mayoría de las personas con las que Fern se encuentra en el camino, son individuos comprometidos con esta vida alternativa. En tal sentido, destacan las actrices improvisadas Linda May y Charlene Swankie, cuyos cálidos personajes son versiones de sí mismas. Eso le brinda un toque de autenticidad, así como un gran valor testimonial. 

Uno de los aportes antropológicos que nos brinda esta película es que nos introduce en el universo espiritual de estos nuevos nómadas. A través de conversaciones espontáneas y casuales, nos cuentan sus aspiraciones de no morir sin cumplir sus sueños, de cómo han superado las tragedias, y de cómo el aprendizaje de nuevas formas de supervivencia brinda color a sus días. También nos confían las nostalgias por sus seres queridos fallecidos, así como sus ilusiones de rencontrarlos en el largo camino que va desde este mundo al otro. De esta forma, descubrimos, en sus almas sensibles, anhelos de redención.     

Un canto a la esperanza 

En una época del triunfo cultural del nihilismo, es realmente alentador ver un gran fresco donde se exalta lo mejor de la naturaleza humana. La película de Zhao ofrece una ocasión para reflexionar sobre la religiosidad en los márgenes de la sociedad. Al igual que el pueblo bíblico, los nuevos nómadas persiguen una “tierra prometida” proyectada en un borroso porvenir. En la narrativa de Zhao, la peregrinación se convierte en la metáfora de una vida en tránsito perpetuo. De esta manera, el duelo se convierte en la ocasión de amar a los semejantes.

A Fern se le presenta la tentación de abandonar el nomadismo. Esto ocurre cuando David le ofrece que se quede acompañándolo en casa de la familia de su hijo. Ella rechaza la afectuosa oferta. Ya ha sido tocada por el espíritu de Thoreau. El sedentarismo es una opción que le queda pequeña a sus ansias de independencia y a su ímpetu de exploración existencial.  

La entereza de Fern parece estar explicada por las bellas palabras de Zhao, pronunciadas al recibir su premio de la academia como mejor directora: «Así que esto es para cualquiera que haya tenido la fe y el coraje para aferrarse a la bondad en sí mismo y a la bondad en los demás, sin importar lo difícil que sea».

Vislumbrar la trascendencia 

Karl Jaspers afirma que el naufragio existencial es la ocasión en la que podemos vislumbrar la trascendencia. Con esto quiere decir que, si la catástrofe nos quita el piso bajo nuestros pies, no debemos dejar de mirar hacia arriba. Esta afirmación gana en significado cuando la aplicamos a nuestros nuevos nómadas. 

A través de la magia de la empatía, Nomadland nos conduce a tomar conciencia de las miles de personas que han sido tratadas como desechos por la sociedad industrial o, más bien, posindustrial. Razón por la cual se sienten extraviadas, desamparadas y sometidas a la incertidumbre. También nos enteramos de que existe un remedio para esos males: la búsqueda de destellos de divinidad en las cosas más simples, tales como la sonrisa de un amigo, un chapuzón en un río, el gesto amable de un extraño. 

Los grandes paisajes naturales sirven de telón de fondo a la peregrinación de estos nuevos pioneros, quienes, a diferencia de las obras que citamos al comienzo del artículo, no son jóvenes; tampoco rebeldes. De todas formas, hay mucha rebeldía en la defensa de su dignidad. Si bien las condiciones dolorosas de la vida los han empujado a una existencia trashumante, en esa nueva etapa han encontrado una segunda oportunidad. 

Los nuevos nómadas no buscan como comenzar una vida, más bien desean terminarla de forma honorable. Si nos pueden arrebatar una forma de vida, nadie puede quitarnos nuestra aspiración a ser capitanes de nuestra propia alma. En el fondo, hay un himno al ideal filosófico del buen morir, como las lecciones que Platón nos imparte en el Fedón

Al final vemos a Fern visitar de nuevo su antigua casa. Ha logrado reunir fuerzas para exorcizar los espectros: la fábrica, la casa, la memoria de su esposo. Vende sus últimas pertenencias como símbolo de que está en capacidad de disolver por completo sus apegos. La mayor proeza es despedirse del compañero de toda una vida, aunque sea tan solo un hasta luego. Ha logrado reconciliarse consigo misma. Ha podido salir de la oscura noche del alma, pues ha aceptado libremente su destino. 


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