Béisbol

No se lo pierdan

De izquierda a derecha: Carlos Rodón, Ronald Acuña Jr., Sean Kazmar Jr. y Joe Musgrove. Fotografías de Todd Kirkland, Brian Blanco, Norm Hall y Rob Carr | Getty Images North America | Getty Images vía AFP

18/04/2021

Mientras escribo estas líneas, escucho de fondo el sonido del estadio. Estoy en el palco, en mi silla encima del diamante, detrás del home, un poquito hacia la derecha, donde me cantarían out si el catcher tuviese la pelota. Es para darles una idea. 

Escucho los batazos, los aplausos de celebración, las pelotas que suenan duro cuando son atrapadas con la mascota. Los segundos de silencio cuando el pitcher se prepara. En la fila justo detrás de mí, el narrador Fernando Arreaza le hace un comentario al comentarista Iván Medina sobre cuánto le desagrada la regla de poner hombre en segunda para abrir el extrainning

Los escritores miran y escriben. Están preparando la historia de este juego, como todas las noches o todas las tardes, a la hora y 10 en punto: 1:10, 4:10, 6:10, 7:10… Es una puntualidad que maravilla, al menos a mí, cada vez que el anotador informa a nuestra sala a qué hora inició el duelo y cuál es la temperatura en la Pequeña Habana. 

Sucede igual en cada parque, decenas de pelotas pasan volando casi en simultáneo, después de que se escucha al umpire cantar ¡Play ball!

Después de que el lanzador suelta la pelota, pasa cualquier cosa en el juego que “termina hasta termina”, como dejó dicho para siempre Yogi Berra. 

Este abril ya nos ha dado varias historias para contar…

Comienzo con el serpentinero Joe Musgrove, quien de niño fue fanático de los Padres de San Diego y de grande viste ese uniforme. Se convirtió en el primer pitcher de la franquicia con un juego sin hits ni carreras, en un duelo memorable que ganó 3-0 a los Rangers de Texas. Los Padres dejaron de ser la única franquicia que no contaba en su haber con esa joya del pitcheo y fue justamente uno de la ciudad el encargado de conseguirla.

Una hazaña similar confeccionó Carlos Rodón. Aunque hacía frío en Chicago, llevaba su camisa de mangas cortas, con el número 55. Estaba lanzando juego perfecto hasta el inning 9. Jugaba sin otra presión que esculpir la gema sin tachas, menudo asunto. Casi lo logra, pero un envío golpeó a Roberto Pérez en un pie, en cuenta de 0 bolas y 2 strikes. Pudo culminar el NoNo sin problemas. Necesitó 114 pitcheos, de los cuales 75 cayeron en strike. Ponchó a 7 bateadores y así fue su primer blanqueo y su segundo juego completo.

En otro de esos episodios que vale la pena destacar de este inicio de temporada en pandemia encontramos la historia de Sean Kazmar Jr., sin que lo que ocurrió después de aparecer en la alineación importe en realidad. 

La última vez que Kazmar Jr. había tomado un turno en las Grandes Ligas fue en 2008 con los Padres, y desde entonces no había vuelto. En aquellos días tenía 23 años y estuvo en 19 juegos, desde agosto hasta septiembre. Fue un año para el olvido en San Diego. Kazmar descendió a las menores y allí aguardó paciente, jugando pelota, haciendo lo que ama.

En 2015 los Bravos de Atlanta lo firmaron con un contrato de Liga Menor. Tenía entonces 30 años. Pasó todo este tiempo en las menores, con la esperanza de que sus hijos lo vieran en la máxima instancia del juego y la convicción de que lo conseguiría, trabajando sin rendirse. La lesión de Ender Inciarte y Sean Newcomb provocó movimientos de la gerencia que permitieron su regreso, 13 años después, a la Gran Carpa. Subieron a Kazmar Jr. y a Bryse Wilson, pero los focos estuvieron, por supuesto, con el veterano y su leyenda. Fueron 4.589 días, 12 años y 206 días. Nos obligó a buscar en los registros históricos para encontrar a Ralph Winegarner, quien esperó 13 años y 14 días entre 1936 y 1949. Según el dato de Jeff Passan, apoyado en @EliasSports, “es la mayor diferencia entre juegos desde 1950, superando a Orestes ‘Minnie’ Minoso y Satchel Paige”.

¿Verdad que es fascinante?

Han sido poco más de 2 semanas en las que seguramente cada fanático tiene algo que siempre recordará. Haber regresado a los parques y disfrutar de tantos talentos. 

Es verdad que la historia del béisbol es magnífica, repleta de personajes de todos los calibres, inmensos, como Babe Ruth, Lou Gehrig, Honus Wagner, Ty Cobb, Jackie Robinson, Hank Aaron Willie Mays, Sandy Koufax, Stan Musial, Luis Aparicio, Rod Carew, Jim Palmer, Tony Pérez, Mariano Rivera, Derek Jeter, Wladimir Guerrero, Ken Griffey Jr., Cal Ripken Jr., Randy Johnson, Greg Maddux… Podría llenar esta página de nombres gloriosos, pero no se trata de eso. 

Lo que quiero decirles en esta nota es que disfruten de este momento de la pelota que estamos viendo. 

La dimensión de la carrera que aún sigue deleitándonos de Miguel Cabrera. Veamos a Mookie Betts, a Mike Trout, a Clayton Kershaw, la maestría de Max Scherzer, la inteligencia y maña de Yadier Molina en la que puede ser su campaña de despedida. No se los pierdan, busquen los juegos donde están ellos y gocen, porque son futuros miembros del Salón de la Fama ante nuestros ojos. 

No dejen de ver a los muchachos, a Ronald Acuña Jr., Juan Soto, Fernando Tatis Jr., Shohei Ohtani, Luis Arráez, Bryce Harper, Jacob deGrom, Francisco Lindor, Shane Bieber, Vladimir Guerrero Jr., Bo Bichette, Cavan Biggio, los hijos brillantes de estrellas que también aplaudimos. Estamos ante una generación genial. Deléitense, contágiense de la alegría con la que juegan, asómbrense por los nombres que igualan o dejan atrás. En esta enumeración quedaron fuera otros nombres, porque por fortuna no son pocos. Estamos viendo un béisbol que combina veteranos venerables con muchachos de enorme futuro, que ya nos han hecho saber que es maravilloso lo que tienen para mostrarnos por unos cuantos innings más. 

Vayan a verlos, si viven en los Estados Unidos o siéntese cómodos ante el televisor y no le hagan caso a quienes aseguran que este béisbol no vale la pena. El béisbol siempre es un espectáculo magnífico, no se lo pierdan, todo está por ocurrir.


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