Perspectivas

Mito clásico y cómic

01/04/2023

Una especie de superhombre, o superchica, que combate el mal sin descanso (lo de “sin descanso” es literal, nunca se cansa). Tiene un origen fabuloso, es inmortal, no está sujeto a la vejez ni a las enfermedades, casi siempre de una belleza extraordinaria, puede volar y posee una fuerza y una inteligencia superiores, o al menos sabe manejar unos aparatos y artilugios que lo hacen invencible. No es un dios ni un héroe griego. Es un héroe de cómic del siglo XX.

En realidad, encarnan lo mejor de nosotros, y a veces también lo peor. En definitivas cuentas, son seres extremos. En todo sentido. Tanto en sus capacidades y en su conducta como en las historias en que se ven envueltos. Es más, especialmente en su conducta y en su destino, porque para que un héroe sea un héroe, lo primero que debe es comportarse como tal. Y aquí surge la inevitable conexión con los héroes y los dioses de la mitología griega. Luis Unceta Gómez, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (“Mito clásico y cultura popular. Reminiscencias mitológicas en el cómic estadounidense”, 2007), ha dado en el clavo: “más allá de toda la parafernalia pop”, dice, “los trajes coloridos y ajustados, las máscaras, las habilidades sobrehumanas, los distintos atributos, objetos mágicos o artilugios de sofisticada tecnología, lo que define a estos personajes de tebeo como héroes son sus acciones o funciones en el relato”.

Pero entonces, cabría preguntarnos, ¿qué es lo que define la conducta heroica? ¿qué es, pues, lo que hace al héroe? Uno de los estudiosos que se ha detenido en esta reflexión ha sido Hugo Bauzá. Según este filólogo argentino (El mito del héroe. Morfología y semántica de la figura heroica, 1998), “si tuviéramos que escoger una nota distintiva con que caracterizarlos (a los héroes), diríamos que el aspecto más destacable y por el que el imaginario popular los ha entronizado como héroes, es el móvil ético de su acción orientada siempre a construir un mundo mejor”. En esto sin duda difiere el héroe contemporáneo del héroe griego antiguo, sin duda más humano en sus intereses, sujeto a sus pasiones y a sus propias contradicciones.

Hoy ya nadie discute la presencia de la cultura clásica en nuestra tradición cultural, aun la contemporánea. Pero cuando se trata de la llamada cultura popular, las cosas cambian. A veces, no es tan fácil distinguir los hilos conductores que dan cuenta de estos diálogos, aunque otras veces, lo veremos, las relaciones saltan a la vista. Y es la mitología grecolatina, con su recuento de hechos extraordinarios, de seres extremos, con sus leyendas y sus iconografías, donde mejor se aprecia esta relación. Recientemente algunos especialistas han querido escudriñar en este tema apasionante. Está el citado trabajo de Unceta Gómez, pero también otros de no menor interés, como Eva Sanjuán Iglesias (“Amazonas en el s. XX: Wonder Woman, actualización de un mito”, 2004), Javier Espino Marín (“La reinterpretación del mito clásico en el comic-book U.S.A. Un análisis del mito en el Sandman de Neil Gaiman y el Epicurus el Sabio de Mesner Loebs”, 2002) o Adexe Hernández Reyes (“Los mitos griegos en el manga japonés”, 2007).

Por lo demás, la nómina de estos héroes modernos no hace más que crecer, incorporando los elementos de la mitología no siempre de manera regular ni homogénea. Es decir, incorporando de manera aparentemente desordenada atributos o elementos narrativos de diferentes relatos y tradiciones míticas, lo que Espino Marín llama “transferencia”. El mejor ejemplo sería el de Superman (DC Comics, 1933), quizás el más paradigmático de los iconos heroicos contemporáneos. La muy amplia popularidad de este cómic se vio catapultada en 1978, cuando Christopher Reeve dio vida al héroe en una película que se convirtió en la más exitosa de la Warner Bros en su momento. Es verdad, el origen de Superman tiene más que ver con otras tradiciones no helénicas. La historia de su nacimiento constituye un motivo muy antiguo que va desde Moisés a Mowgly, el niño de la Selva, pasando por Rómulo y Remo: el bebé salvado de las aguas. Ante la inminente destrucción del planeta Krypton, el futuro Superman, el pequeño Kal-El, es evacuado en una cápsula espacial. Aquí se aprecia claramente una reactualización del mito en el motivo del viaje espacial, tan del gusto de la época. Asociado por algunos a la figura de Apolo, dios solar por antonomasia, otros hallan más similitudes entre Superman y Heracles, el esforzado autor de los doce trabajos. Nacido de una relación adúltera entre su padre Zeus y la hermosa Alcmena, esposa de Anfitrión, rey de Tirinto, también Heracles tendrá que partir lejos de su hogar, perseguido por el odio implacable de Hera, la esposa de Zeus.

Hay elementos iconográficos que permiten identificar a un héroe de cómic con relativa facilidad. El ceñido traje de Superman, con los colores azul y rojo de la bandera estadounidense, deviene en ícono y paradigma, del Capitán América a la Mujer marvilla. Como Superman, también la figura de Hulk (Marvel Comics, 1962) exhibe una imponente musculatura que recuerda a la iconografía de Heracles. En realidad, tanto Heracles como los héroes de los cómics muestran una musculatura exagerada como símbolo de una fuerza física superior, ejemplo de lo cual es el desproporcionado Hércules Farnese que se encuentra en el Museo Arqueológico de Nápoles. No puede ser de otro modo, si se tienen que enfrentar a villanos y malhechores casi siempre a puñetazo limpio. Hulk, un monstruo verde con una corpulencia también desproporcionada, se considera una actualización de dos mitos modernos, el de Frankenstein y el de el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Después de haber sido accidentalmente expuesto a rayos gamma, Hulk sufre transformaciones cada vez que se ve sometido a estrés emocional. Su alter ego, el Dr. David B. Banner, es por el contrario un hombre tímido y físicamente débil. Los rasgos de la personalidad de Hulk, un salvaje furioso de escaso desarrollo intelectual, constituyen una caricaturización de la personalidad de Heracles. Caso contrario ocurre con Batman (DC Comics, 1939), un héroe sin ningún tipo de superpoderes ni fuerza física superior, que se enfrenta a sus enemigos sin más arma que la de su inteligencia, sus sofisticados artilugios y su “ingenio” para resolver “acertijos”. Batman sin duda se encuentra más cerca de la tradición de Odiseo y de Edipo.

Finalmente, no podríamos dejar de mencionar a la Mujer Maravilla (DC Comics, 1941), quizás el caso más evidente de apropiación de elementos de la mitología griega. La Mujer Maravilla, Wonder Woman, es una es una princesa guerrera amazona, del pueblo mítico de las guerreras de Tracia. Según el mito griego que recogen historiadores como Herodoto o Plinio el Viejo, las Amazonas eran un pueblo guerrero formado por unas mujeres que tenían el seno derecho amputado, que es lo que significa “amazona”. En tiempos de Teseo, las amazonas estuvieron a punto de tomar Atenas. El nombre de nuestra heroína es Diana de Temiscira o Diana Prince. No olvidemos que Diana es el nombre romano de Artemisa, la diosa de la caza. La madre de Diana es la reina Hipólita, que es en efecto la reina de las amazonas en el mito griego. Entre sus enemigos se cuentan nada menos que Ares, el dios de la guerra, y Circe, la hechicera que convirtió a los compañeros de Odiseo en cerdos. Al igual que en el Mito de las Edades de Hesíodo, la historia de Diana Prince, la Mujer Maravilla, se estructura en cuatro Edades: la Edad de Oro, la de Plata, la de Bronce y la edad actual.

Tampoco es casual que la mayoría de estos cómics hayan surgido a finales de la década de los treinta y comienzos de los cuarenta del siglo pasado, cuando los Estados Unidos no terminaban de superar las secuelas de la Gran Depresión y se enfrentaban a la oscura perspectiva de la guerra y el surgimiento de los totalitarismos. A caballo entre lo gráfico y lo textual, consagrados por la cultura popular, popularizados por un género considerado “menor” (“periférico”, en expresión de Espino Marín), los héroes surgen con todo lo mejor que tenemos para ofrecernos, desde lo más profundo de nuestro imaginario, la terca esperanza de un mundo mejor.


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