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La caligrafía de las imágenes
Las imágenes se juntan, se relacionan, comparten un espacio no siempre comprensible para la razón. Sin embargo, la caligrafía que reúne fragmentos que percibimos como faltos de conexión, lleva trazos que la vida interiorizada reconoce. La mirada que cuenta es menos la que describe lo que se ve hacia afuera y posiblemente es más la que se detiene en las zonas penumbrosas o invisibles que desde la interioridad ofrece un vislumbre, una detención en lo visto y, quizá, en la palabra que intenta expresar la experiencia.
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Una biblioteca se hace como hacemos la vida
Son momentos, experiencias, historias que llevaron a otras historias, allí también hay espacios para curiosidades que arrancaron con fuerza y nunca fueron más allá de ese comienzo. Y no falta espacio para los errores, libros que no supieron, que no supimos, hacer dialogar con nuestro ser profundo y sus intereses.
Las bibliotecas son autorretratos de un alma y sus pasiones. Quizá un lector sensible y de buenas lecturas podría vislumbrar algo del espíritu y el entusiasmo amoroso de ese hacedor.
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En alto, los orígenes y la memoria
La manera como organizamos nuestra biblioteca tiene algo de los pilares del Teatro de la Memoria de Giulio Camillo. La organizamos estableciendo afinidades y relaciones que conjugan la memoria con reflexiones e imágenes en continuo hacerse. ¿Quién dialoga con quién? ¿Quién en los estantes superiores y quién en los que debemos inclinarnos para llegar a ellos? Hay unos libros que quieren estar en un lugar y no en otro. Su tamaño les otorga un espacio que no siempre es azaroso. Organizamos nuestras bibliotecas con la mirada y el sentimiento que somos. ¿Cuáles son nuestros pilares? ¿A quién vemos a nuestra altura de ojos? ¿A quién acariciamos con sólo extender la mano? Nuestras bibliotecas son mundos de resonancias internas que en su orden permiten intuir lo que quizá las palabras no expresan.
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Las puertas
Esta puerta la abrí, con algunas breves excepciones, todos los días durante once años. Detrás de ella viví momentos hermosos, de curiosidad, crecimiento, entusiasmo, amistad y escritura. Viví la forma dada a algunos sueños, también los sobresaltos de sus realidades opuestas. Detrás de esa puerta puedo decir que nacieron las alegrías de Laberinto veneciano y Exilios. Nacieron. A algunos nacimientos podemos darle fecha y señalarlos en un calendario, sin embargo, hay otros proyectos que se gestaron, se soñaron, se programaron y no llegaron a término; éstos carecen de una fecha precisa y de un nombre que los recuerde. También ellos tienen su puerta, aunque no veamos la foto que conduce a ellos. La puerta de lo soñado, inconcluso y no logrado es también un umbral que se dejan percibir y traslucir en las formas con las que el alma mira, se expresa y logra transformarse en sentimiento. La llave de esa puerta está en nuestras palabras y en nuestros oportunos silencios. Esa llave está en la compasión con la que miramos y nos colocamos ante las distintas expresiones con las que se nos muestra lo fracturado, lo fragmentado y lo que, sin fecha y nombre, tiene una puerta para ser abierta.
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Descripción y pregunta
Una puerta cerrada, descolorida, húmeda y desvencijada. Una fachada donde la presencia constante y silente de la humedad y la sal han dejado sus huellas en el friso perdido. Unos escalones cubiertos de musgo nos dicen con su resbaladizo verdor que ya nadie intenta entrar en ese palacio por la llamada «puerta al agua». Y las ventanas, algunas enrejadas y otras herméticamente cerradas, nos permiten imaginar los salones y habitaciones que desde allí están ciegos al exterior y la luz. Veo y me pregunto por las puertas y las ventanas que en nuestras vidas hemos cerrado, por los escalones resbaladizos con los que hemos aprendido a protegernos y a poner límites. Veo y me pregunto. Veo y también puedo dar cuenta de la existencia de otras puertas y de otras ventanas por las que la luz entra con vida y calor a un interior y una interioridad que no siempre es perceptible para quienes se detienen en la mirada rápida de una fachada, la más «preciosa», la que da sobre el Canal Grande. Y de nuevo me pregunto: ¿cuántas veces se cierran puertas y ventanas para proteger la luz y la vida que ilumina el vivir?
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Una ventana abierta a la noche
En el medio de la noche un niño se despierta con el rumor de algo que no logra reconocer. Abre la ventana y de rodillas sobre una silla, ve lo que ilumina la oscuridad.
Esta es una bella imagen sobre el compromiso personal y la significación de la mirada que se transforma en visión. Ver con el alma; ver con nuestro silencio y la memoria que somos. Ver con devoción y recogimiento. Ver con la inocencia y la creatividad del niño. Ver con la pasión que es siempre un despertar.
Con esta imagen Fellini se recuerda a sí mismo de niño y con ella inicia su documental «I Clowns», esos payasos que siempre estuvieron presentes en su obra. Gelsomina, con su cara pintada de blanco en La Strada, es el alma asombrada e inocente que ve el mundo con unos ojos inmensos y emocionados que transforman la más anónima y dura realidad en la más fina poesía.
Un niño de rodillas ante una ventana abierta a la noche.
Marina Gasparini Lagrange
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