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Roberto Mata documentó violaciones de derechos humanos durante las protestas de 2014 en Venezuela. Seis años después, compartimos nuevamente su trabajo.
“Esta mañana lloré temprano, después salí a visitar a mis amigos por Petare, Lebrún y Campo Rico, amigos míos y de Roberto, mi hijo. Algunos no sabían nada. Ellos se arrecharon y me pasaron la arrechera a mí. Y entonces dejé de llorar y, digo, estoy arrecho… ¡a mí no me va parar nadie ahora!”
Dos motorizados con cascos integrales, y a mansalva según los presentes, mataron a Roberto Redman (31) de un disparo directo a la cabeza.
“Mi hijo no quería ser un héroe nacional ni un mártir. Sólo estaba tratando de hacer algo por el país”. Roberto Redman era de poco hablar, mucho Ávila, empleos varios y una única meta: ser piloto. En diciembre recibió la licencia después de tres años de ahorro familiar. Ahora comenzaba la espera de un avión que necesitase un copiloto.
—¿Sirvió de algo la muerte de Roberto?
—Aparentemente logró unir a una cantidad de gente que era apática en cuanto a lo que hay que hacer para tener una democracia y libertad. Eso espero. Roberto era mi hijo y compañero. Andábamos mucho juntos. Este domingo jugamos cuatro horas bowling, en Mampote.
Los hombres de la familia Redman no lloran mientras velan a los muertos, eso es un hecho comprobable.
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Este texto fue publicado originalmente en Prodavinci el 16 de febrero de 2014.
Roberto Mata
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