COVID-19

Madrid: A propósito de las fronteras abiertas

Fotografía de PIERRE-PHILIPPE MARCOU | AFP

22/06/2020

Llegó un mensaje de Whatsapp. “Está abierta la venta de boletos en Alitalia”. “Ya me meto”, se dijo la madre ansiosa por reunirse con su hijo. En los siguientes diez minutos estaría comprobando que dar click en “comprar” sería una apuesta casi segura. Aunque la aerolínea italiana Alitalia había anunciado que desde el 2 de junio reanudaría sus conexiones con España, todo era teoría.

Italia había anunciado la apertura de sus fronteras a partir del 3 de junio, pero no había ventas abiertas ni mucha información sobre qué hacer, cómo viajar. Si se requería un permiso especial, un certificado, algo. Parecía todo muy apresurado para tener el protocolo listo.

Llegado el día, 48 horas después de comprar, comenzó la partida. El estatus de “nadie sabe nada” seguía intacto. Llega el uber y el conductor pregunta con expresión de duda:

–¿Terminal 2? He ido varias veces al aeropuerto de Barajas y está cerrado.

–Es lo que dice el boarding pass –contesta la señora–. Vamos y vemos.

El trayecto fue rápido. No había tan pocos carros como en la fase 1, pero no tantos como antes del primer decreto de estado de alarma. Se notaba la entrada en la fase 2.

–No hay mucha gente ni muchos carros ¿no? Bájese y pregunte. Yo la espero aquí.

El vigilante del aeropuerto, el único que estaba en la puerta, le dijo que todos los vuelos tanto de entrada como de salida se estaban centralizando en la terminal 4.

Una chica que se había quedado varada en la T2, les pidió que por favor la llevaran con ellos hasta la T4. Tomarían el mismo vuelo. Ella iría a ver a su novio que vive en Milán. Pero los vuelos directos desde Madrid eran solo hacia Roma, no había otra opción.

Dos vigilantes a las puertas de la terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, llamado hasta 2014 Aeropuerto de Madrid-Barajas, revisaba la fecha del vuelo para permitir la entrada. A algunos los acompañaban hasta el counter. Para chequear a los que iban hacia Roma había una fila de unas 12 personas. Era un poco lento el chequeo, pero fluía.

Luego de la revisión de documentos y de facturar el equipaje, con el boarding pass en la mano, la empleada de la línea aérea preguntaba:

–¿Vives o trabajas en Italia? ¿Tienes documento de residencia o contrato? La Guardia Civil pregunta y hay que estar preparados. Diríjanse a la zona H.

Barajas, que en el 2019, tuvo un movimiento de 61.734.037 pasajeros, estaba prácticamente solo. Todas las tiendas de aeropuerto, incluyendo las del dutty free, estaban cerradas. Había barandas para restringir el paso. La mayoría de los accesos electrónicos estaban marcados con equis rojas. A cualquier zona. La fila de chequeo para el scanner no existía. Cuatro personas revisaban a uno que otro pasajero.

Luego de las escaleras eléctricas vacías, los carteles de “volveremos pronto” pegados en todas las santamarías y los nueve minutos desde la zona J hasta la H, encontró tres cafés abiertos con solo dos personas atendiendo en cada uno de ellos. Guantes, tapabocas, spray y gel, en las cajas registradoras. Sillas y mesas recogidas para evadir la tentación de tomarse con calma la incertidumbre.

Pero la incertidumbre no se borraba. Todo era tan incierto. ¿Viajaría? ¿No viajaría? “Si te dieron tu boarding pass, es que estás adentro”, pensó. Pero eso no sonaba tan cierto. Demasiada imprecisión. Ni Google daba luces de cómo era la cosa para viajar, en fase 2 de Madrid, con fronteras abiertas en Italia.

La lógica –que no es lo que ha prevalecido ante la crisis– indicaba que, si habían chequeado equipaje, si tenía el ticket de abordaje en la mano, las fronteras de Italia estaban abiertas y estaba en la puerta de salida lista para abordar, ¿por qué la duda? Y no era ella sola. Hasta los italianos que volvían a su país conjeturaban. “Non lo so mamma. Chi sono polizioti fuori alla porta”.

Diez guardias civiles se apostaron en la puerta cuando el avión aterrizó. “¿Qué pasa? ¿por qué están ahí?”, se escuchaba, a pesar del distanciamiento físico. Algunos no pudieron con la ansiedad y se levantaron a preguntar. Enseñaban papeles, pero los guardias no daban respuestas concretas. “Vale”, respondían.

A la columna de uniformes la acompañaba una señora que llevaba un traje de protección similar al de los médicos, con la cabeza cubierta, máscara de plástico cubriéndole todo el rostro, guantes y un termómetro tipo pistola en la mano.

Había nuevos protocolos y todos diferentes en cada comunidad de España. Nadie sabía nada, todos observaban con recelo la puerta de abordaje.

Comenzaron a salir los pasajeros que llegaban de Roma. La guardia civil reforzó la formación tipo columna y luego de pasar por el control de temperatura, debían entregar documentos, cartas, justificativos de por qué estaban llegando a Madrid. Control migratorio para covid-19.

Todos los pasajeros entraron a su primer vuelo Madrid-Roma –luego del desconfinamiento–. Entonces se entendió que la guardia civil estaba ahí para recibir a quienes volvieron por residencia, trabajo o razones especiales; no para impedir ni contener ningún abordaje.

El vuelo AZ-61 de Alitalia pautado para la 1,25 pm despegó a la 1,45. Con solo 20 minutos de retraso.


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