Luis Daniel Beauperthuy: un sabio ignorado por el dogmatismo

28/02/2022

Retrato de Louis Daniel Beauperthuy. Imagen de Wellcome Library, London | Wikimedia Commons

Se considera a Luis Daniel Beauperthuy como uno de los precursores de la medicina tropical, la entomología médica y la inmunología. Reformuló el paradigma médico imperante en nuestro país al recorrer amplias zonas rurales con su microscopio a cuestas. Médico y científico de vocación, publicó sus acertadas observaciones de que la transmisión de la fiebre amarilla ocurre a través de la picadura de insectos, como también mostró esquemas exitosos de tratamiento de la lepra. Pero sus hallazgos fueron ignorados y archivados. 

Cumanés nacido en Guadalupe y formado en París

Luis Daniel Beauperthuy Desbonne nació el 26 de agosto de 1807, en Basse Terre, en la isla antillana de La Guadalupe. Fue uno de los ocho hermanos del matrimonio entre el químico y farmacéutico Pierre Daniel Beauperthuy y Marie Sauveur Desbonne. Murió en Demerara, región perteneciente a las guayanas neerlandesas, hoy Guyana, en septiembre de 1871.

De adolescente se trasladó a estudiar a Francia obteniendo el título de Bachiller en Letras en 1829 y luego el de Doctor en Medicina en la Universidad de París en 1837.

En 1838 presenta un ensayo ante la Academia de Ciencias de París, escrito en colaboración con su compañero de estudios M. Adel de Rosseville, en el que desarrolla teorías del origen parasitario de todas las enfermedades como de la participación de insectos en la transmisión de las enfermedades, y plantea que la causa de la putrefacción es por la presencia de animalículos en la materia orgánica, cuestionando así el concepto prevaleciente en la época acerca de las miasmas como origen de las enfermedades infecciosas y negando la generación espontánea.

Pudo quedarse ejerciendo en París, rodeado de comodidades, contando con laboratorios y hospitales, en contacto con otros investigadores en ámbitos académicos y científicos, y sin duda habría sido una figura notoria, pero decide volver a su isla natal para ejercer como médico y para realizar investigaciones sobre las enfermedades de estas latitudes. Su motivación y afán era la investigación y el estudio in situ de las enfermedades infecciosas endémico epidémicas que causaban estragos en las regiones tropicales, sobre cuyo origen no se encontraba satisfecho con las enseñanzas recibidas en las aulas universitarias. 

A su regreso es nombrado “Naturalista Viajero” por el Museo de Historia Natural de París. Permanece ejerciendo en La Guadalupe hasta 1839 cuando se traslada a las “regiones del Orinoco” las cuales había visitado con anterioridad y estaban entre las más remotas, salvajes y desconocidas para la Europa de entonces. Llega a Maturín en 1839 y se desenvuelve en la antes conocida región de Nueva Andalucía que incluía los estados Sucre, Monagas y Anzoátegui y la isla de Trinidad. Desde allí envía cantidades de muestras de minerales, flora y fauna al museo.  

Las encantadoras bellezas geográficas y naturales de la Nueva Andalucía debieron ser determinantes para convertirlo en un verdadero lugareño, consustanciado con sus costumbres y comprometido con la salud de los pobladores. Esa hermosa, exuberante y luminosa geografía, inexplorada por las ciencias y virgen para la investigación, se convirtió en su laboratorio.

Se radica en Cumaná y contrae matrimonio con una dama cumanesa, Ignacia Sánchez Mayz, el 10 de noviembre de 1842, con quien tiene tres hijos. 

Aunque francés de nacimiento, Beauperthuy hizo de nuestro país su verdadera patria. Se convierte en una celebridad y conquista un alto prestigio. Los testimonios de quienes lo conocieron hablan de su moralidad, humanismo y sencillez. Beauperthuy atraía por la integridad, confianza y cariño que mostraba. Su casa fue un templo seguro para quien buscara asilo durante las guerras fratricidas que sucedieron en el oriente del país a mediados del siglo XIX. 

Pasión por la medicina y la investigación

Revalida su título ante la Facultad de Medicina de Caracas en 1844. La dedicación, vocación y conocimientos que exhibe lo hacen formar parte del personal docente para la enseñanza de la medicina en el antiguo Colegio Nacional de Cumaná en 1850. Es nombrado miembro de las juntas locales de sanidad en varias oportunidades, médico cirujano del ejército en el Estado Federal de Cumaná. Designado “médico de ciudad” entre 1853 y 1854 cuando Cumaná fue arrasada por un terrible terremoto y de inmediato azotada por calamitosas epidemias de fiebre amarilla, viruela y cólera. También es designado “médico de los pobres y desvalidos” en 1865 y médico del Hospital de Lázaros en 1867.

Pero más allá de la práctica clínica que nunca abandonó, en Beauperthuy prevalece la pasión por las ciencias, el científico que investiga para obtener los conocimientos que permitan prevenir y curar las enfermedades. Escribe: “La labor que me he impuesto es considerable… un plan tan vasto, una empresa tan gigantesca sobrepasa la actividad intelectual de un solo hombre”

Con su microscopio a cuestas, al que llama su mejor consultor, recorre las áreas rurales y selváticas, analiza las orinas, excreciones y secreciones de los enfermos con las precarias técnicas y medios que disponía en tierras desconocidas y alejadas de las metrópolis de las ciencias. Para él “los progresos de la Medicina dependen de los de la química orgánica y la observación microscópica”. Observa, registra, analiza, concluye, elabora teorías y alcanza a evidenciar que la transmisión de la fiebre amarilla y también la del paludismo ocurre a través de la picadura de insectos. 

Atiende a la población en varias epidemias de viruela, fiebre amarilla y cólera. Estudia al microscopio las deyecciones de pacientes con cólera donde halla las bacterias productoras de la enfermedad (vibriones) y lo describe “…de 1, de 2 y de 3 micras de largo”. Establece que las causas de varias enfermedades infecciosas ocurren por un “virus animal o vegetal animal cuya introducción en el organismo se hace vía de inoculación. Los fluidos o virus inoculados determinan, tras un periodo de inoculación, más o menos largo, síntomas nerviosos al principio y más tarde una infección pútrida de la sangre”. Para él no son las miasmas (efluvios, vapores, emanaciones) las que producen los contagios sino lo que denomina virus animal o vegeto-animal que se inocula.  

Los mosquitos como vectores de transmisión

Durante la epidemia de fiebre amarilla de 1853 experimenta cubriendo a los infectados con mosquitero y demuestra que, sin la picada del mosquito, la enfermedad no se propaga. Describe en 1854 el vector de la transmisión de la fiebre amarilla: un zancudo de patas rayadas de blanco, especie doméstica, “mosquito bobo” hoy identificado con el nombre de Aedes aegypti. “Las típulas (mosquitos) introducen en la piel su aguijón e instilan en la herida su licor venenoso… Los agentes de esta infección presentan un gran número de variedades, que no son todas dañosas en el mismo grado. La variedad zancudo bobo, con patas rayadas de blanco, es en cierto modo la especie doméstica”.

Continúa argumentando: “La fiebre amarilla no puede considerarse como una enfermedad contagiosa. Las causas de la fiebre amarilla se desarrollan en condiciones climatéricas que le permiten extenderse a la vez o sucesivamente sobre varias localidades: son las mismas que favorecen el desarrollo de los insectos tipularios”… “Ya no es necesario buscar por qué el tifus icterodes, tan común en las cercanías del mar, es tan raro en el interior de las tierras y en los lugares poco frecuentados por los insectos tipularios”… “Durante la estación seca, desfavorablemente a los tipularios, las fiebres cesan en el Senegal, como en las llanuras del Apure, de Caracas o de la Guayana. Ellas diezman durante la estación lluviosa, que es la de producción de tipularios. Las afecciones que ocasionan toman mayor gravedad cuando los tipularios pululan en las aguas estancadas y corrompidas”.

También habla del período de incubación, aunque no precisa el tiempo. «Las enfermedades contagiosas se transmiten por inoculación. Debe transcurrir un cierto período entre la acción de una causa infecciosa y el inicio de una lesión visible».

La indiferente arrogancia del dogmatismo

Envía a la Academia de París una carta sellada que contiene un resumen de las evidencias que recogiera hasta 1854 sobre la transmisión de la fiebre amarilla por mosquitos, pero no lo toman en cuenta y sus escritos son archivados. 

Con sus trabajos sobre lepra, Beauperthuy mostró exitosos tratamientos a través de escrupulosas medidas de higiene y nutrición, que todavía hoy son parte importante del tratamiento de la enfermedad. El gobierno de Trinidad comisiona al Dr. Bakewell para investigar el tratamiento de la lepra del Dr. Beaperthuy. La Oficina Colonial Francesa hace lo mismo y envía al Dr. De Brassac, un cirujano de la marina de alto prestigio. Ambos se comprometen con Beauperthy a probar sus métodos para luego hacerle llegar sus resultados. Pero no lo hicieron. 

En su informe, escribe De Brassac «Al combatir las ideas del Dr. Beauperthuy, no olvidaremos que hemos conocido a este excelente hermano, un verdadero tipo de honorabilidad y desinterés, siempre convencido y lleno de buena fe en sus errores científicos. Si en lugar de ser un pionero separado del ejército de investigadores, privado voluntariamente durante más de treinta años de todas las ayudas otorgadas por la ciencia progresista, el Dr. Beauperthuy se hubiera mantenido en contacto con los trabajadores de su tiempo, no hay duda de que la pasión por la investigación que lo caracterizaba lo habría convertido en uno de los más notables». 

Ni la Academia de Medicina de París, ni Bakewell, ni De Brassac valoraron sus hallazgos y teorías. Más pudo el dogmatismo, la mente iconoclasta apegada a viejas hipótesis que los hechos. Más pudo el culto a las teorías vitalistas de las miasmas, a agentes intangibles y misteriosos como productores de las enfermedades que la evidencia producto de la investigación. No obstante, Beauperthuy continúa trabajando, investigando y escribiendo, mostrando temple y convicción en lo que hace. Las viejas ideas sobreviven gracias a la indiferencia y la indolencia. La verdad en la ciencia amerita de debates donde es necesario derrumbar mitos y cultos a viejas concepciones. Las evidencias muchas veces no son suficientes. Para él, “La ciencia no vive sino a condición de investigar continuamente”, “La ciencia es infinita como la naturaleza”. 

Estas frases evidentemente son las de un seguidor de la corriente filosófica del positivismo que se impuso a inicios del siglo XIX y que lo influyeran durante su permanencia en París. El paso del vitalismo al positivismo resultó ser tortuoso, pero mucho más en nuestro país. 

Del vitalismo al positivismo 

En el libro Antología del pensamiento científico venezolano de los doctores Jaime Requena, Fernando Merino y Blas Bruni Cellli, después de Alejandro de Humboldt y José María Vargas, Beauperthuy es, cronológicamente, el tercer hombre de ciencias en importancia para el pensamiento científico en nuestro país.  

Tras la guerra de independencia, el 22 de enero de 1827, Bolívar recrea la Universidad Real y Pontificia de Caracas bajo el nombre de Universidad Central de Venezuela (UCV), siendo su primer rector José María Vargas, quien inicia su transformación con una nueva doctrina docente y la creación de las cátedras de Matemáticas, Física y Química, entre otras medidas. Vargas crea también la cátedra de Anatomía con disección de cadáveres, e introduce posteriormente la utilización del microscopio, pero el uso de ese valiosísimo instrumento se generalizó después de 1891, cuando se instala en la UCV la Cátedra de Histología, Fisiología Experimental y Bacteriología. 

A pesar de las reformas de Vargas de la Universidad de Caracas en 1827, la tendencia continuaba siendo fundamentalmente vitalista, dependiente de la visión escolástica y religiosa que se impuso durante la colonia. Independizarse de la influencia española en el pensamiento tomó tiempo a pesar de que la corriente positivista representaba el rompimiento con el orden colonial. El vitalismo concebía que había una fuerza o impulso vital en los seres vivos que no responde a las leyes fisicoquímicas. Esa corriente prevaleció en el mundo hasta principios del siglo XIX, para luego imponerse la corriente positivista. El paso al positivismo fue lento y tortuoso en nuestro país.

El positivismo arrancó del empirismo que sostenía que la experiencia y la percepción sensorial son el mejor camino para alcanzar la verdad de las cosas. Para el positivismo el único conocimiento auténtico para la humanidad era el que surgía de la aplicación del método científico y la experimentación y, por tanto, de las ciencias físicas o naturales. El positivismo busca la explicación de las causas de los fenómenos naturales mediante leyes generales y de validez universal. Es cientificista. La medicina tenía que basarse y nutrirse del método científico y experimental y en el laboratorio, y eso era lo que hacía Beauperthuy.  Luis Razetti, un verdadero exponente del positivismo, fue quien, finalmente, bien entrado el siglo XX, defendió que la Academia de Medicina debía ocuparse de todo lo relativo al estudio de las ciencias biológicas, que de ninguna manera podía ser conservadora, que no se podía avanzar sin cuestionamientos, investigación y nuevas teorías.

Al formarse en París, Beauperthuy traía esta influencia del positivismo en su pensamiento. Reformuló el paradigma imperante en nuestro país, obtenía conocimientos con sus observaciones e investigaciones, formulaba y aplicaba sus teorías y hallazgos con éxito, y las publicaba. 

Los méritos 

Parte de su relevancia está en que sus trabajos y conclusiones fueron en la era prepasteuriana, en el apogeo de la teoría miasmática para la explicación de la génesis de las enfermedades en general.

Transcurrieron varios años hasta que el Dr. Carlos Finlay, en La Habana, demostrara de nuevo en 1881, que la fiebre amarilla era transmitida por el “culex mosquito” y posteriormente la Comisión Americana en La Habana confirmara los hallazgos para luego iniciar las campañas de lucha contra los mosquitos en la profilaxia contra el paludismo y la fiebre amarilla, de alta utilidad durante la construcción del Canal de Panamá. Antes de Beauperthuy hubo quien sugiriera la posibilidad de la transmisión de enfermedades a través de la inoculación por mosquitos, pero fue él quien mostrara y publicara argumentos, experiencias y evidencias. 

En 1908, el Dr. Arístides Agramonte, de la Habana, escribe un artículo en el Boston Medical and Surgical Journal (hoy New England Journal of Medicine and Surgery), en el que rescata la figura del Dr Beaperthuy haciéndole justicia por su brillantez, tesón, compromiso y aportes, calificándolo como uno de los pioneros de la entomología médica y de la medicina tropical, a la vez que resalta sus aportes para el tratamiento de la lepra en su época. Pero también se reconoce como uno de los pioneros de la Inmunología al escribir sobre la “aclimatación” como proceso de inmunidad que se adquiere después de padecer la fiebre amarilla: «Quizás deberíamos considerar la aclimatación sólo como una inoculación. No es que el virus febril introducido bajo la piel del hombre lo proteja de las fiebres, sino que disminuye la acción nociva de estas enfermedades y les hace perder gran parte de su gravedad. Actúa como la inoculación de la variola, aunque esta última no siempre se preserva de las infecciones pustulosas. Esta analogía es aún más evidente en la fiebre amarilla, que generalmente afecta al individuo una sola vez».

En 1870, a sus 63 años, el Dr. Luis Daniel Beauperthuy abandona su patria chica cumanesa, sus comodidades, familia, hogar y amistades para trasladarse a Demerara para ejercer la jefatura de un leprocomio, por solicitud de las autoridades de la Guayana Inglesa. Allí podría desarrollar en gran escala su terapéutica de la lepra y continuar su lucha, pasión y misión de vida. 

El hombre abnegado, médico y científico ilustre, bondadoso, sabio e ignorado por la soberbia del dogmatismo, que se adelantó a su tiempo en época anterior a Pasteur, falleció súbitamente el 07 de septiembre de 1871. 


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo