Perspectivas

Los muertos no hablaban

Fotograma de Roadrunner: A Film About Anthony Bourdain. Morgan Neville

28/08/2021

“Se considera útil, esclarecedor y terapeútico. Pensar en la muerte unos minutos al día”. Lo dice con cierto tono de ironía, de la manera más natural posible, sentado a una mesa y acompañado de una cerveza. El sonido del mar y la imagen de unas pequeñas olas limpiando la arena de la playa sirven de fondo musical. Esto, más que la advertencia de una persona con tendencias suicidas, parece una frase extraída de un libro de autoayuda. Así comienza el documental.

Roadrunner,  documental estrenado en julio de este año, repasa la vida  de Anthony Bourdain.  Allí se muestra cómo el Chef, escritor y presentador de televisión pasó de trabajar en la cocina de un restaurante medianamente conocido en Nueva York a escribir el Best Seller Kitchen Confidential para luego convertirse en un ícono mundial gracias a los programas de televisión No reservations y Parts unknown. Pero, más allá de toda la controversia que pueda estar generando los métodos utilizados por Morgan Neville para tratar de contarnos cómo es que un tipo que lleva la clase de vida de Bourdain termina ahorcándose en la habitación de un hotel en Francia, lo que más destaca después de ver las entrevistas de sus más allegados es que lo que podrían considerarse sus grandes virtudes también eran sus vulnerabilidades.

Morgan Neville es un director, productor y escritor norteamericano dedicado al cine documental, cuyo tema principal a lo largo de toda su carrera ha sido la cultura, sobre todo la musical. Antes de Roadrunner, en el que la música también es protagonista y por algunos momentos lleva la batuta del documental, las películas de Neville fueron sobre músicos o la industria de la música: Brian Wilson, Muddy Waters, Hank Williams, Johnny Cash, Iggy Pop y Keith Richards dieron título a sus primeros trabajos y su documental, 20 feet from stardom por el que ganó el Oscar en 2014, trata sobre la experiencia de las coristas (backup singers) de grandes artistas del Rock.  Tanto le importan las referencias musicales a Morgan Neville en  Roadrunner que una de sus mejores escenas, dentro de un café, Bourdain le pregunta a Iggy Pop: “¿Qué te emociona?”. Iggy Pop, con vergüenza, pero sonriendo, queriendo no defraudar a Bourdain le responde: “Es algo embarazoso, pero ser amado y agradecer a la gente que lo hace”.

Neville, en Roadrunner se empeña en demostrar que, a pesar de que Bourdain llegó a tener lo que siempre quiso: fama, dinero, el permitirse viajar varias veces alrededor del mundo y la libertad de hacer lo que quisiera, nunca consiguió la felicidad.

Hay un momento en el documental en el que  David Choe, artista amigo de Anthony Bourdain, lee en voz alta un email que había recibido de Bourdain. De repente, la voz de Choe se va desvaneciendo y se comienza a escuchar la grabación de un audio de Bourdain leyendo su propio mail; “. . . y mi vida ahora es una especie de mierda. Tu eres exitoso, yo soy exitoso, y me estoy preguntando: ¿Tú eres feliz?».  Aquí es donde comenzó toda la controversia respecto a Roadrunner. No por los comentarios existenciales y por la recurrente afición a hablar sobre el suicidio de Anthony Bourdain, porque se ve que  en todo el material original con el que contó Morgan Neville abundan este tipo de declaraciones, sino por haber conseguido un audio en el que el mismo Bourdain leía su propio mail. Ante la pregunta de la periodista del New Yorker, Helen Rosner de cómo lo consiguió, Neville explicó que necesitaba tres citas escritas con la voz de Bourdain de las que no tenía grabaciones originales. Por lo que se puso en contacto con una compañía de software a la que le entregó horas de grabaciones para que,  a través de Inteligencia Artificial, crearan un modelo de la voz de Anthony Bourdain. Lo que se conoce como Deepfake.

Escuchar la voz de un hombre muerto, leyendo sus propias palabras de desesperación podría considerarse una de las peores aplicaciones de los recursos tecnológicos modernos. Es, de alguna manera, llegar al futuro distópico del que tanto nos venían advirtiendo. El género documental en cine es  una expresión de la realidad a través de recursos audiovisuales.  Al igual que la crónica literaria, tiene por obligación ser lo más apegado a los hechos. Aunque Morgan Neville asegura que en todo el documental el truco tecnológico es utilizado únicamente tres veces, el director se niega a decir, aparte de la grabación de Bourdain leyendo su propio email, cuáles fueron esos momentos.

Hay una constante en todas las entrevistas hechas a sus familiares, amigos y personas que trabajaron con Bourdain durante los años que transcurre el documental. Todos en algún momento de la entrevista se lamentan por no haberse dado  cuenta a tiempo de lo desesperado que podía haber estado Bourdain,  todos terminan soltando  una lágrima o limpiándose un moco y todos, en tono de reclamo sin esperanzas de obtener una respuesta, aseguran que Anthony Bourdain, el 8 de junio del 2018, al tomar la decisión de ahorcarse, los decepcionó. Yo, sin llegar a la necesidad de tener que soltar una lágrima, también me siento decepcionado. Y no por como haya decidido Anthony Bourdain terminar el último programa de su vida, si no por como Morgan Neville, sin ninguna necesidad, estropeó un excelente documental.

Anthony Bourdain, y creo que a esta cualidad se debe gran parte de su éxito en la televisión, tenía la capacidad de convertir, con su presencia, cualquier momento y cualquier espacio en algo agradable por su simplicidad y carga de honestidad. Hay una escena idílica durante el documental  en la que aparecen conversando el Chef Eric Ripert y Anthony Bourdain sentados a una mesa de madera al aire libre en la Provenza francesa, acompañados de lo que aparenta ser un exquisito Pic Nic y dos botellas de vino. Bourdain le dice al Chef si no le preocupa, como Budista que es,  que su siguiente vida es imposible que sea mejor que la que está viviendo. Le recomienda que  aproveche el momento y que rece para que esté equivocado, porque si es cierto que existe la reencarnación “puede ser que yo regresé como un pepino de mar”.

Y no, Anthony Bourdain no reencarnó como una fea especie de mar que algunas personas se atreven a comer en Filipinas, si no como un voicemail creado en algún laboratorio con retazos de todo lo bueno y malo que hizo durante su vida.

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