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Lezama cumple 100 años

03/02/2019

Fotografía de los Leones del Caracas.

Quise rescatar parte de la extensa entrevista que le hice a Jesús Alejandro Lezama para mi libro Crónicas fanáticas, publicado por Libros El Nacional en 2014, porque está próximo a cumplir 100 años y bien merece ser celebrado.

Está con el equipo desde 1944, dos años antes de la fundación de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, el número en su espalda nos va diciendo a todos la edad que tiene, esta temporada usó el noventa y nueve.

Recorrer la historia del equipo con él fue tan fascinante para mí como hacerlo por la tribuna del Estadio Universitario cuando era una niña.

Caminar con Lezama hacia su casa, desde la avenida San Martín, es comprobar su popularidad: “¡Arriba el Magallanes!”, le grita una muchacha insolente y cariñosa. Él le responde haciéndole señal de “guillo”. Es un personaje de El Guarataro, donde ha vivido casi toda la vida y donde todos lo conocen y saludan desde sus aficiones.

En las paredes de su “Baticueva”, como él la llama, hay fotografías de todos los tiempos. Para donde uno voltee, está la historia del Caracas.

La suya se ha hecho desde la tribuna del estadio, donde lo hemos visto sumar años e innings con la ilusión de un novato.

De niña me gustaba ir detrás de él, cuando doblaba hacia primera base comenzaba la mayor diversión, tratar de esquivar los vasos y las naranjas que le lanzaban, ni se inmutaba. Aún no lo hace.

Para él, “Chico” Carrasquel es el mejor pelotero que ha tenido el Caracas: como jugador, como estrella, como técnico, como manager, como ciudadano y como fanático.

—Éramos los caras bonitas, a mucha honra.

Hasta mi conversación esa tarde con Chivita, tenía la duda del porqué de la expresión “caras bonitas”. Algunos decían que era porque al estadio de San Agustín iban muchas muchachas muy guapas a ver los juegos. Otros dicen que la galanura de jugadores como Dalmiro Finol, Daniel Canónico o Alfonso Carrasquel fue el origen del mote.

Según Lezama fue “una gracia malintencionada” de Temis Mele (Temístocles Mele), recordado narrador de los Navegantes del Magallanes, el de la célebre frase “¡Magallanes para todo el mundo!”, quien le puso así al Caracas “para no decirnos otra cosa, como diciendo que éramos homosexuales”.

No les importó y pronto se olvidó la chanza que trató de armar Mele sin éxito. “Era mamadera de gallo, cosas del beisbol”, dice aclarando que aquello nunca se sintió como una ofensa.

Sus recuerdos son siempre favorables al Caracas, tiene claros los juegos en los que hemos perdido, pero insiste en que “son pocos”.

El 30 de noviembre de 1947, ocurrió uno de sus favoritos. “Guillermo Vento, estableció un récord porque bateó de 6-6, Benítez “Redondo” dio dos jonrones y lo mejor de ese juego fue que le ganamos al Magallanes 12-6”. En aquellos primeros años de la Liga, el toma y dame entre Caracas y Magallanes afianzó lo que hoy se reconoce como una de las rivalidades más importantes del Caribe y del béisbol. En el Museo de Cooperstown, de hecho, existe una vitrina dedicada a los eternos rivales en el salón “Latino”.

Lezama goza la rivalidad pero dice que nos hemos acostumbrado tanto a la convivencia, a la tolerancia y todas esas bondades inusuales entre competidores “que parecemos hermanos”.

¿Cuándo comenzó tu fanatismo por el Caracas?

Yo nací en los tiempos de Gómez, el 9 de febrero de 1919 en Tucupita, aunque mi infancia la recuerdo desde Trinidad, allá vivía con mi mamá, la Negra Josefa, en la Casa del odontólogo Bernabé Pérez. A aquella casa iban Raúl Leoni y también Jóvito Villalba, que destacaba por su facilidad para hacer discursos, hablaba con pasión, me gustaba escucharlo.

Al morir Gómez en 1936, nos regresamos a Tucupita. En esa época lo que a mí me gustaba era el fútbol, el béisbol no era tan popular.

Mi mamá decidió venirse a Caracas para que yo estudiara. Nos instalamos y me inscribió en el Liceo “República de Brasil”, que estaba en la esquina de Cuartel Viejo en la avenida Baralt. Después vino alguien y le metió en la cabeza que me metiera en la Marina porque yo y que iba a ser almirante. Pero terminé en la Escuela de Grumetes, donde serví por tres años, ahí conocí a Wolfgang Larrazábal.

Me hice Caraquista en 1941, antes de que el Caracas como tal fuera fundado. No existía, pero ya yo era caraquista. Manuel Corao, dueño de la Cervecería Princesa, era también propietario del equipo de béisbol que se llamaba igual. A mí me gustaba mucho porque tenía a la mayoría de los jugadores que ganaron la Serie Mundial Amateur en La Habana y que fueron los que despertaron en los venezolanos el amor por el béisbol. A ellos les debemos mucho, hicieron que todos estuviéramos pendientes y que nos interesáramos por la pelota.

El doctor Martín Tovar Lange le compró la cervecería Princesa a Corao y el equipo con todas sus estrellas. En especial yo admiraba a Guillermo Vento y Luis Romero Petit, “Héroes del 41”. Aquel equipo con puros criollos, como el Royal, era para estar orgullosos.

En el año 44 me incorporé como fanático del Caracas. Es decir, yo estoy con el Caracas desde el año 44 y tuve la dicha de ir a la primera Serie del Caribe en el año 49, en La Habana. El propio doctor Martín Tovar Lange me invitó, yo no tuve que pagar nada. Él me vio como un animador del equipo, aunque el rol como tal me llegó con Oscar “Negro” Prieto y el doctor Pablo Morales. Ellos me dieron un uniforme. Una gran emoción para mí.

Antes de eso yo costeaba mis gastos, y cuando Caracas hizo aquel campeonato recordado como “El Rotatorio”, con Caracas, Magallanes, Pastora y Gavilanes, yo pagaba mis cosas. Fueron Morales y Prieto quienes me incorporaron, me hicieron parte del equipo. Siempre estaré agradecido por eso. Tenían la oficina en la esquina de Coliseo. De aquellos años recuerdo al gran Pancho Pepe Cróquer, excelente persona y un narrador fuera de serie, no sólo por su gran voz, además era el mejor describiendo lo que pasaba en el juego.

Muchos creen que tú eres empleado del Caracas.

No, yo jamás le he cobrado un centavo al Caracas, ni cobraré. Eso sí, el equipo me paga viáticos cuando viajamos desde que lo hizo el doctor Tovar Lange.

¿Cómo eran aquellos primeros días del Caracas?

En aquellos días yo era cobrador en Radio Rumbos, por eso me hizo tanta gracia que hace dos meses inauguraron el edificio Junín como una obra de este gobierno. Ahí quedaba Radio Rumbos.

Enrique Vera Fortique, tremenda voz, no sé por qué no lo recuerdan como se merece, junto con Cróquer era lo mejor de lo mejor. “El Internacional” Pineda también. El Caracas tenía al mejor equipo en el terreno y en la cabina de transmisión, en una época de grandes locutores. Para mí fue un gusto trabajar ahí porque me gustaba mucho la radio, me gustaba la novela Dios se lo pague.

Antes del 52 iba al estadio vestido elegante, con mis chaquetas y buenas camisas… —cuando era cara bonita, dice irónico— a mucha honra, porque le ganamos a todo el mundo, ganamos muchos juegos.

Al estadio se iba con paltó, corbata y sombrero. Las muchachas iban en vestidos bellos, arregladas para ir a ver al equipo. Era una época bonita, de modales, de buenas maneras.

¿La corneta que usas es la misma de siempre o has tenido muchas?

La primera corneta que usaba era de pera, pero en un juego Caracas Magallanes me quitaron la pera. “¿Qué hago yo con esta vaina ahora?”, me dije. Así que me la llevé a la boca y empecé a soplar.

Me la quitó un magallanero, tú sabes. Para fastidiar, pero sanamente. Yo ni me molesté, estábamos ganando. Esa primera corneta está en Valencia, en el Museo del Béisbol y Salón de la Fama.

Fotografía de Los Tiburones de La Guaira.

Sigue su repaso de la historia y recuerda que a los Leones los han llamado así desde siempre, así que no entiende el disgusto y la discusión por contar con los títulos del Cervecería.

¿Cómo no van a reconocer los tres títulos del Cervecería, no somos lo mismo? –dice enfático- eran los mismos peloteros, ya éramos los Leones de Anauco, así nos llamábamos también.

¿Cómo son los caraquistas de ahora en comparación a los de los primeros años?

Ahora son más radicales, los de antes éramos más románticos. Antes no pitaban al equipo, a nadie se le ocurría hacer eso. Los que pitaban eran los contrarios del Caracas. Eso no lo comprendo, eso no pasaba. Sufríamos, pero estábamos ahí para apoyarlos, como se dice, en las buenas y en las malas.

Hoy en día, cuando veo a los caraquitas abucheando a un jugador, sobre todo a un criollo, se lo digo, se lo reclamo: entonces que se quiten la camisa.

¿Por qué unos tipos porque pagan una entrada sienten que pueden hacer eso? —se pregunta con desagrado— Mira cómo se portaron con Carlos Hernández, un hombre que jugaba lesionado, que uno sabía que estaba ahí aguantando dolores. Hasta doble juego quechaba Carlitos sin decir nada. Mira tú como se portaron algunos fanáticos con él. Ese año no teníamos un equipo para competir y él cargó con todo ese fracaso. No fue justo. Carlos Hernández daba la vida por el Caracas y mira tú como lo trataron.

¿Cómo eran antes los jugadores?

—Los peloteros de antes, eran como unos dandis, bien vestidos, elegantes. Hoy en día algunos andan en cholas, se creen estrellas antes de brillar suficiente.

¿A qué peloteros recuerdas especialmente, además del “Chico”?

A todos. Han sido muchos los que han pasado por el Caracas, incluso peloteros que son símbolos para el Magallanes. Como Camaleón, que firmó con el Caracas, pero con Luis Romero Petit con nosotros, lo pasamos al Magallanes. Les dimos esa joya. Así que ese es caraquista.

Luis Aparicio también estuvo con el Caracas y después lo pasaron a La Guaira, pero él también se puso esa camiseta. Nosotros llevábamos a Aparicio a su casa.

Recuerdo la temporada de 1964, ese año también vino Ken Harrelson, cuarto bate, en un juego para ganarle a La Guaira bateó tres jonrones. También vino Pete Rose, que era el primer bate. El Caracas lo iba a botar porque no rindió en los primeros juegos, pero menos mal que lo dejaron y en cuanto agarró el ritmo respondió. Era el primer bate, después venían César Tovar y Vitico, Harrelson, José Tartabul, el cátcher era Bill Bryan, Dámaso Blanco, Domingo Carrasquel.

Haciendo memoria dice que no recuerda a ningún importado antipático. A Eric Karros lo define como un trabajador.

Como no le fue bien la primera vez que vino, quiso volver. Sentía respeto por el béisbol venezolano y por el Caracas. Como Kroeger, que se ganó que los caraquistas lo traten como un criollo.

De inmediato subraya:

El Caracas desde siempre ha tenido una tradición: Los criollos son los que hacen el campeonato.

Cuando teníamos a Tovar, Vitico, Gonzalo, Armas … ¿quién nos ganaba? Los gringos tenían que hacer lo que los criollos decían, siempre ha sido así y debe ser así.

Magallanes ganaba con su poder negro —continúa displicente— ganaban con puros importados. A nosotros, con los criollos, nadie nos ganaba. Por eso a mí no me hace nada que me recuerden a Dave Parker, a Cito Gaston. Sí, cómo no, era tremendo equipo, buena importación, pero no eran superiores al plantel de criollos del Caracas.

Le gusta hablar, pero cuando intentamos hurgar en las intimidades del equipo, reacciona igual que cuando le preguntamos por las novias que ha tenido en todos estos años, como si no tuviera memoria.

En el libro de Milagros Socorro Con la ´V´ en el pecho, Alfonso Carrasquel recuerda que una vez tuvo que sacar a Antonio Armas y a Baudilio Díaz de una reunión en el clubhouse, porque se pusieron a conversar entre ellos mientras él estaba hablando. ¿Sabes esa historia?

Ni idea. Yo no estaba y nunca estoy en las reuniones del equipo, en los mítines con los peloteros sólo están ellos. Yo siempre he respetado eso, nunca he intentado estar en esas reuniones. Esas cosas son para los peloteros y los técnicos, ni los dueños deben estar ahí.

En la cueva de los Leones se cuenta su historia en las paredes. Decenas de fotografías recuerdan a sus estrellas de siempre y tu estás ahí…

En las fotos del clubhouse me pusieron a mí, con un poco de muertos —dice entre carcajadas, pero orgulloso— los únicos que estamos vivos en esa pared de la entrada somos Vitico y yo.

Si te pido que me hables de juegos inolvidables para ti, ¿Cuál es el primero que te viene a la mente?

El juego en el que debutó Carrasquel dando jonrón y Guillermo Vento se robó el home, pero están los dos No hit No run de Urbano Lugo padre y Urbano Lugo hijo. El segundo fue más emocionante porque fue para ser campeones contra La Guiara, que tenía un gran equipo. Aquellos Tiburones que llamaban “La Guerrilla”, que tenían a Alfredo Pedrique, Raúl Pérez Tovar, Oswaldo Guillén, Gustavo Polidor, Luis Salazar, Norman Carrasco, “Café” Martínez. No era un equipo fácil, pero los barrimos y además con nohitter de Urbanito.

Caracas tiene una historia muy bella, es un equipo que tiene mucho para contar, muchos grandes ligas, muchas estrellas para sentirnos orgullosos. Hemos ganado muchos juegos, hemos perdido también, pero poco, el Caracas me ha hecho sufrir poco.

Hemos tenido personajes importantísimos, incluyendo a sus técnicos. Como Antonio “Loco” Torres, que era un personaje a quien todo el mundo quería. Era como un José Gregorio Hernández, lo digo por lo bondadoso, a todos les daba plata. Tremenda persona, dedicado a los novatos, gozaba mucho enseñando, fongueando, hacía más de lo que hacía cualquiera. Tenía un gran corazón. Algunos abusaron de eso y le pedían dinero, pero a él no le importaba. Con los niños era especial. Todo el mundo le tenía un cariño especial. Hasta los perros del estadio lo esperaban.

¿Cuál es el año que no quisieras recordar del Caracas?

El año que fuimos los Tibuleones no animé al equipo. Eso no era el Caracas, eso fue un accidente porque nos quedamos sin estadio.

¿Cuál ha sido el mejor momento del Caracas?

Cuando ganamos la Serie del Caribe en Hermosillo. Aquel equipo cambió desde que Carrasquel lo agarró. Eran invencibles, teníamos que ganar. Fue la primera vez que ganamos un título en el Caribe. Era una chapita que nos tenía el Magallanes, que hasta entonces eran los únicos que habían ganado en el Caribe.

Era un equipo muy bueno, con Ron Gardenhire, el mismo que hoy es mánager en las Grandes Ligas, era el siore, Luis Salazar como refuerzo, Daniel García, Antonio Armas, Greg Guinn, Baudilio Díaz, Steve Sax, Leonardo Hernández, Lionel Carrión…y nos llevamos también de refuerzo a Luis Leal que ganó el último juego a los Leones de Ponce.

Alfonso Carrasquel es muy especial para ti, lo nombras a cada rato.

Es que Alfonso era clase a parte. Puede sonar repetido. En esa Serie del Caribe en Hermosillo me senté en el primer puesto, que es el lugar del manager, estaba enratonado o era el vuelo tan largo, no sé, pero Carrasquel no me dijo nada, él se quedó parado en el pasillo, fue un abuso mío y él lo único que me dijo fue: “Aquí voy yo, guindado como un cambur, te felicito, eres el manager”. Otro me habría mandado a levantar, por eso yo adoro a Carrasquelito, por todo, por su forma de jugar y por ser tan buena persona.

¿Qué te gustaría que tuviera el Caracas?

Quisiera que nombraran madrina como antes, eso le gustaría mucho a la gente. ¡Hay que ver la cantidad de muchachas bellas que son fanáticas del Caracas!

A mí no me gusta tomarme fotos con hombres. Lo hago y todo eso, pero a mí no me gustan los hombres, por eso les echo broma, una foto, una cerveza, porque yo también quiero ver el juego y a veces no me dejan ver el juego. Con las muchachas es diferente, con las mujeres siempre es diferente.

¿Un juego que no te gusta recordar cuál sería?

La tángana de Barquisimeto, la final contra los Cardenales. Perdimos el juego y perdimos la pelea, fue una serie emocionante, pero pasaron cosas fuera del béisbol que no me gusta recordar. En Barquisimeto, el anunciador predispuso al público en contra de los Leones de mala manera. Se burlaba por el micrófono, no anunciaba a los jugadores del Caracas.

¿Quiénes más son especiales para ti?

Baudilio, que era mi compadre, un señor. Antonio Armas, César Tovar, que estaba fuera de lote, Vitico siempre fue sensacional.

Cuando llegó Vizquel ya se sabía que sería bueno. Yo lo vi a jugar en aquel campeonato pre infantil en el que también estaba Carlos Hernández, los dos fueron mi del Caracas. Y te voy a decir algo, Pompeyo Davalillo se equivocó con él cuando llegó. Pompeyo le dijo: “te equivocaste de estadio, tu puesto está en La Rinconada”. Yo sabía que Omar iba a llegar lejos. A mi no me gustó que le dijera eso, era un novato, pero uno no se mete ahí.

Dices que el Caracas no te ha hecho sufrir, pero ¿tienes algún recuerdo que te ponga triste?

Varios, uno es la muerte de Baudilio… las cosas pasan porque pasan, pero él debía estar con el equipo y no en su casa inventando.

Otro recuerdo triste es el día del accidente de Gonzalo Márquez. Nosotros veníamos en el autobús desde Valencia. Gonzalo no jugó porque iba a firmar con un equipo de Japón. Nos paramos en La Encrucijada y al salir nos agarró una cola fuerte. “Se mató un pelotero”, dijo alguien. Cuando vimos el carro, nos fuimos con él al hospital de La Victoria. Ya no había nada qué hacer.

Mi día más triste en el Universitario fue cuando velamos a Carrasquel. Yo amanecí allí, la diabetes lo tenía muy mal, me dolió mucho cuando murió.

¿Qué haces cuándo no hay béisbol?

Me aburro. Aquí ahora no hay nada qué hacer. Antes salíamos a bailar, se hacían fiestas con grandes orquestas: Billo´s, Luis Alfonso Larrain… ahora no hay dónde ir.

¿Qué piensan los importados de que un señor tan mayor los acompañe a todas partes?

Me dicen que soy un loco… “Hey Crazy man”, así me llaman, pero gozan un puyero conmigo. Siempre me han tenido aprecio, pero ahora que estoy viejo como que se divierten más. Dave Hudgens me regaló varios trofeos. “¡Hey Crazy man, llévatelo!”.

¿Cómo te gustaría que te dijeran para recordarte siempre?

Lezama “El Grande” — dice y se echa a reír, cosa que le da pie para hablar de Luis Aparicio “El Grande” de Maracaibo—.

Yo no entiendo por qué lo limitan a Maracaibo. Yo le diría “El Grande” del Zulia. Es más, le diría “El Grande” de Venezuela, así como Carrasquel era “El Chico de Venezuela”.

Yo adoro Caracas. Soy nacionalizado caraqueño, y lucho por Caracas y por Venezuela.

Desde siempre he estado con los estudiantes, desde el año 28 cuando conocí a Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Jóvito Villalba y todavía estoy con ellos, los estudiantes. Siempre estoy con la Universidad. Cuando Pérez Jiménez hasta estuve preso.

Mis pasiones son los Leones y Venezuela, hasta que me vaya de aquí será así.

Por eso es que cuando estoy en la lomita, escuchando el himno, lo que quiero decirle al público es que tenemos que hacer lo que dice su letra: gritar con brío, unirnos “La fuerza es la unión”.

Cuando escucho “el yugo lanzó”, muevo la bandera señalando a todas partes, para decir que eso tenemos que sentirlo todos: el deseo de libertad, que el amor por Venezuela es un deber de todos.

¡Feliz cumpleaños, Chivita!


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