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La leishmaniasis es una enfermedad de la regiones tropicales y subtropicales. El parásito que causa esta enfermedad es la Leishmania.
La enfermedad puede presentarse en varias formas, pero simplemente la podemos clasificar en sus dos formas clínicas: leishmaniasis cutánea (lesiones cutáneas, algunas ulceradas, y lesiones afectando las mucosas de la nariz, boca y garganta, provocando úlceras que pueden causar desfiguración), y la leishmaniasis visceral, que afecta órganos internos como hígado, bazo y médula ósea, con síntomas como fiebre, pérdida de peso, anemia y agrandamiento del hígado y del bazo. Es transmitida a los humanos y otros animales a través de la picadura de hembras contagiadas de mosquitos flebótomos (Phlebotomus sp.), un grupo de insectos chupadores de sangre. Lleva su nombre en honor al patólogo escocés y oficial médico del ejército británico, Sir William Boog Leishman, quien describió en 1903 a los parásitos que causan la forma visceral de la enfermedad.
La presencia de la leishmaniasis está directamente vinculada a la pobreza, pero otros factores como los sociales y políticos, además de los ambientales y climáticos, influyen directamente en el aumento de la enfermedad. La suma de cambios ambientales, sociales, geopolíticos y guerras, ha generado incrementos en el número de infecciones y su aparición en otras latitudes. Razones que permiten a la Organización Mundial (OMS) ubicarla en su lista de las enfermedades desasistidas.
Varios trabajos científicos señalan la presencia de la leishmaniasis como un indicador o marcador de conflictos de salud y ambientales, ya que su presencia puede aumentar el número de casos en regiones donde estos factores están presentes. Además, algunos investigadores señalan que las temperaturas más cálidas favorecen el crecimiento de los insectos portadores de enfermedades, promoviendo la expansión a más regiones de enfermedades transmitidas por insectos.
Conflictos y leishmaniasis
Durante el conflicto en Sudán del Sur, las oleadas de migración forzada como consecuencia de las guerras civiles entre 1983 y 2005 resultaron en epidemias masivas y letales de leishmaniasis visceral (la forma más grave de la enfermedad) en el sur de Sudán. La última epidemia que comenzó en 2014 después del inicio de una nueva guerra civil en Sudán del Sur, obligó a más de 1,5 millones de refugiados desplazados internamente a migrar a zonas altamente endémicas para leishmaniasis visceral.
La publicación de Baile y colaboradores (2017) menciona la leishmaniasis cutánea, la forma más común de la enfermedad, y un pequeño grupo de enfermedades infecciosas cuyo número de nuevos casos viene aumentando en todo el mundo, debido a conflictos y factores ambientales en el Medio Oriente (Viejo Mundo) y las Américas (Nuevo Mundo), regiones donde es más frecuente. Para 2017, ya la leishmaniasis había alcanzado procesos infecciosos de alta intensidad, en las zonas de conflicto en Siria, Irak y Afganistán, al mismo tiempo que afectaba a refugiados de esas regiones. Sin embargo, los responsables de las políticas públicas no consideraban que la leishmaniasis cutánea fuese una prioridad, al no causar la muerte. Esto se evidenció en los últimos años por la falta de compromiso con las campañas preventivas, débil capacidad de diagnóstico, ignorancia de tratamientos adecuados y ausencia de medicamentos en los países mencionados. Interesante es el caso de Arabia Saudita: aunque no estaba directamente en conflicto, su ubicación geográfica y la migración de personas generó un aumento en el número de pacientes con leishmaniasis.
En las Américas, la leishmaniasis es endémica en Brasil, país que ha experimentado brotes en áreas afectadas por conflictos. Igual en Perú, que también ha reportado casos de leishmaniasis debido a conflictos y desplazamiento de población.
La leishmaniasis también está presente en Colombia, antes y después del Acuerdo de paz. El desarrollo de la leishmaniasis ha estado relacionada con el conflicto armado, sin embargo en Colombia no se conoce específicamente el incremento debido a conflictos, lo cual es importante considerar porque el conflicto armado puede afectar la salud pública nacional al disponer de los recursos para el control de enfermedades.
En Venezuela, la leishmaniasis es un problema de salud pública, pero no es una enfermedad de declaración obligatoria. El país ha experimentado un aumento en los casos de leishmaniasis cutánea y visceral, pero no hay data disponible que lo respalde.
Tanto Colombia como Venezuela han enfrentado desafíos en el control de la leishmaniasis, y los conflictos y otros factores pueden influir en el aumento de nuevos casos. La colaboración multisectorial y la educación son esenciales para abordar esta enfermedad desasistida.
En resumen, la leishmaniasis está altamente correlacionada con la guerra, la pobreza y los sistemas de salud fallidos. Por lo que su vigilancia es importante para prevenir el impacto que esta enfermedad puede tener en las regiones en crisis.
Félix J. Tapia
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