Perspectivas

“Las consecuencias” y la naturaleza en ebullición

20/09/2021

Fotograma de Las consecuencias (2021). Claudia Pinto

A Claudia Pinto Emperador, directora de Las consecuencias (Sin Rodeos Films, Las consecuencias AIE, Érase una vez films —España; coproducción: N 279 Entertainment —Holanda, y Potemkino —Bélgica), la antecede su extraordinaria capacidad para expresar las emociones a través de la naturaleza. Posee una sensibilidad especial para capturar las torpezas y miserias humanas. No se podía esperar menos después de La distancia más larga (2014), su ópera prima grabada en La Gran Sábana merecedora de varios premios.

Esta vez nos complace con la combinación de un guion contundente, coescrito con Eduardo Sánchez Rugeles, que sumado a la naturalidad de los actores y a las preciosas locaciones en las islas canarias de La Gomera y La Palma da como resultado una obra cinematográfica de calidad y valor.

Con magistral sutileza, Las consecuencias expone un tema incómodo: amplía los límites de nuestra comprensión y entendimiento con base en el examen del comportamiento de tres generaciones –abuela, madre e hija– al poner en evidencia los pensamientos controvertidos y distantes entre unas y otras generaciones. Así, vemos interpretar diferentes actitudes para enfrentar la vida desde una visión descarnada donde se contraponen la suspicacia y la pasividad.

El filme se hace preguntas sobre el miedo del ser humano ante la imperfección no asumida. La culpa, las indecisiones y la indefensión sentida como abandono; la sobreprotección como indicio de algo turbio y la condena por una posibilidad inexistente que no se presenta, pero que atormenta y provoca el desenlace.

Desde el principio, la película trasmite conmoción por aquello que se presiente inevitable: la fuerza de una naturaleza en ebullición:

El volcán avisa, claro que avisa, grita, chilla. Los primeros que se dan cuenta son los pájaros, desaparecen, se van, no los ves más. Y luego el calor. La tierra está tan caliente que o escupe, o explota. Justo antes de la explosión, un silencio como nunca antes lo había sentido, denso, extraño…

Complementan este thriller emocional, junto a la abuela y profesora de piano Carme Elías –actriz principal de La distancia más larga–, la convincente tía Jimena, personaje interpretado por Sonia Almarcha. La contención de César por parte de Alfredo Castro, y la frágil madre Fabiola, protegida por su intuición que la mantiene despierta y además la fortalece. Resulta extraordinaria la actuación de Juana Acosta, la cual perturba y desequilibra al espectador.

El bramante mar, el choque de las olas, el exuberante verdor, la oscuridad de la arena confluyen con la actuación luminosa de María Romanillos, en el papel de Gabi, con su descaro adolescente y sus verdades incuestionables.

Como afirma su directora: “Es una película que tiene un tempo, que espera que el espectador forme parte de la historia”. Y lo consigue dejando alguna reflexión entreverada de sentimientos contradictorios.

El afecto familiar natural y merecido mezclado con el rechazo y el desconcierto ponen al espectador en confrontación consigo mismo, sin poder discernir entre la incertidumbre, la compasión, la empatía, la rabia o el desprecio.

“Todos somos hijos de alguien y todos guardamos cosas debajo de la alfombra” y los secretos familiares no protegen sino agravan las consecuencias aunque no se quiera admitir.

Un tema narrado con agudeza sin dejarlo a la vista, que hace intuir y desencaja al público con suavidad, obligándolo a imaginar sus propias soluciones a los conflictos planteados.

Se trata, en fin, de una película que remueve emociones antagónicas difíciles de predecir y cuyo autor más hondo es el paisaje. Thriller que cierra con la imagen de tres mujeres en la orilla mirando el amanecer, contemplando un mar tranquilo que las protege.


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