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La pandemia nos obliga a velar a nuestros muertos por videoconferencia
por Enrique Anarte
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Las autoridades de todo el mundo actualizan diariamente el recuento de víctimas mortales de la COVID-19 y decenas de miles de hogares a lo largo y ancho del planeta se despiden de sus seres queridos a paso forzado, hayan sido víctimas del coronavirus o hayan fallecido de muerte natural.
Pero la llamada nueva normalidad, que podría tildarse de surreal si no fuera tan tangible su coste humano, no le da tregua al luto. El dolor de la pérdida se suma al peso del confinamiento. La sombra de la crisis por venir oscurece las hileras de cipreses. Y la ausencia duele más porque faltan los abrazos, que también tendremos que aprender a echar de menos.
La crisis del coronavirus ha cambiado las reglas de prácticamente todos los ámbitos sociales y las estructuras de trabajo de la mayoría de las actividades económicas. Las empresas funerarias, cuya labor es gestionar algo tan natural como la muerte, no son una excepción.
Óscar Padilla, director de la funeraria J. García López, que opera en la Ciudad de México y su área metropolitana, cuenta a DW que el personal trabaja «con todo tipo de precauciones”. Se respeta en todo momento la distancia de seguridad entre ellos y el público; además, los trabajadores tienen que llevar siempre el cubrebocas. Las instalaciones se limpian y desinfectan para mantener la higiene y, entre otras cosas, a las familias y demás asistentes a los servicios se les dan mascarillas y gel antibacterial.
En su opinión, una de las razones por las que la industria funeraria de México y otros países latinoamericanos ha podido adaptarse de manera eficiente a la situación es que España, que tuvo que lidiar con una situación sanitaria mucho más grave que la que ha enfrentado hasta ahora la sociedad mexicana, «compartió su experiencia y eso nos permitió prepararnos y preparar a nuestro personal”. De hecho, el sector funerario se convirtió en un foco de atención tras infectarse en un funeral en la ciudad española de Vitoria al comienzo de la crisis del coronavirus en el país ibérico.
Todas las culturas tienen ritos para el deceso de un miembro de la comunidad. Los propios de la cultura occidental contemporánea en su mayoría los llevan a cabo estas empresas, que son las que se han visto obligadas a dar el paso a internet. En Chile se han impuesto los velatorios por videoconferencia para tratar de acercar a familiares y amigos del difunto.
La funeraria mexicana J. García López también ha introducido esta forma telemática de velar al ser querido y de despedirse de él. «Mientras garanticemos que tenemos una sólida red de datos y una conexión de internet suficiente, las familias se pueden conectar a través de cualquiera de las plataformas de videoconferencia”, explica Padilla.
Mario Franco, director de la también mexicana Agencia Funeraria Grossman, responde en entrevista con DW que su empresa aún no ha introducido esta posibilidad, si bien lo han considerado. «Yo creo que lo haremos próximamente”.
En su empresa también se han introducido las medidas necesarias de higiene y distanciamiento social. Se permiten los velatorios, pero solo de hasta veinte personas y siempre que sean asintomáticas. En cuanto a sus operaciones, han dado prioridad a la cremación de los fallecidos por la COVID-19 ante los riesgos aún desconocidos. La crisis del nuevo coronavirus ha saturado a los crematorios de toda la ciudad, cuenta. «Puede convertirse en un foco de infección agregado”. Por eso está embalsamando a otros difuntos, cuya cremación puede en principio esperar unos días más.
Ambos empresarios coinciden en que, en términos económicos, el sector no se está viendo afectado por la crisis económica que quita el sueño a otros comerciantes. Como otras funerarias, Grossman está prestando servicios gratuitos a personas con escasos recursos, gracias a un convenio con las autoridades de la Ciudad de México. Pero Mario Franco lamenta que los buenos números de las funerarias no sean necesariamente un motivo de celebración en un contexto como este: «No es una buena noticia que tú tengas trabajo y los demás no”.
«Doble duelo»
Mientras los gobiernos ponen sobre la mesa sus planes para las siguientes etapas epidemiológicas, así como para dar respuesta a la debacle económica, las funerarias se preparan para seguir haciendo su trabajo, el de acompañar en un momento tan difícil. Sobre todo para aquellos familiares y amigos que enfrentan ahora un «doble duelo”, como lo explica Óscar Padilla: «dejar al enfermo vivo en el hospital y no volverlo a ver hasta que se lo entregan muerto; y después, no poder velarlo y despedirse de él”.
Las funerarias, defiende Padilla, «somos la última cara en la cadena que ven las familias y es la que más van a recordar”. Por eso, insiste, «nuestro apoyo y empatía tienen que ser completos y absolutos”. Ahora más que nunca, mientras no sepamos cuándo podremos volver a abrazarnos.
(jov)
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Enrique Anarte
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