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La inmigración italiana y el progreso científico y técnico en Venezuela [parte II]
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José Antonio Calcaño y Paniza (1827-1897)1
Parte II: Los italianos en el “Ottocento” venezolano
Los italianos vigorizaron la vida nacional en el siglo XIX mucho más que en el siglo XVIII. Su contribución desde la llegada de los europeos a las costas venezolanas hasta el año 1799 la compartí en la primera parte: De Colón hasta los Del Pozo. Me toca ahora bosquejar la importancia itálica al desarrollo del conocimiento científico, geográfico, médico y técnico en la Venezuela decimonónica. No imaginé que me llevaría cerca de un año finalizar la segunda parte, pero, por diversos imponderables motivos, así ocurrió.
Como han pasado muchos meses desde la publicación de la primera parte, es conveniente recordar que el ensayo La inmigración italiana y el progreso científico y técnico en Venezuela está dividido en tres momentos: el primero destacó los primi passi −primeros pasos − de los italianos por nuestra geografía desde la llegada de Cristóbal Colón a Paria en 1498 hasta finales del XVIII. El segundo momento, este, considera a un grupo de profesionales con raíces itálicas que incursionaron en el desarrollo del conocimiento científico, geográfico y médico; y por la otra, del progreso tecnológico durante el siglo XIX venezolano, y hace mención obligada de algunos próceres italianos que participaron en la Guerra de Independencia. El tercer momento bosquejará las contribuciones a la ciencia y tecnología hechas por los italovenezolanos durante el siglo XX.
Para considerar el segundo momento itálico en el desarrollo nacional con algún detalle lo he dividido en tres secciones, la primera es la menos extensa y trato la presencia italiana según las estadísticas; luego, comento la participación italiana en la Guerra de Independencia y la relación del general Carlos Luis Castelli con una aventura fallida para traer inmigrantes italianos a Venezuela. En la segunda sección reviso sus contribuciones a las ciencias fisicomatemáticas −incluyendo la astronomía, la cartografía y la ingeniería−, la innovación tecnológica (las patentes), la industria y el comercio. Y en la tercera me acerco a los aportes de los italianos a la agricultura y la medicina. Concluyo esta haciendo una mención a la mujer inmigrante −la donna− en la Tierra de Gracia decimonónica. La Parte II finaliza con un epílogo en donde presentaré una brevísima reflexión sobre el siglo XIX: el “Ottocento” , o si me permiten la trasgresión, el “Ochocientos” venezolano.
En marzo de 1856 Venezuela inauguró un consulado en Nápoles y al poco tiempo el Reino de las Dos Sicilias inició las actividades consulares con sus dos primeras legaciones: Maracaibo (1857) y La Guaira (1859). Antes, el 1 de septiembre de 1842, el rey Carlo Alberto del Reino de Cerdeña había nombrado al general italovenezolano Carlos Luis Castelli como cónsul de sus dominios en Caracas; y el 3 de agosto de 1843 Venezuela nombró a Dionisio Degola como homólogo en el puerto de Génova, Reino de Cerdeña. Degola, que también ejercía como cónsul de Nueva Granada, recibió el reconocimiento o exequatur como console del Venezuela el 18 de noviembre de 18432. En La Guaira fue a finales de 1859 cuando el Gobierno Real de Cerdeña estableció una Delegación Consular inicialmente con el señor Sebastián Alegretti y al año siguiente con Francisco Badaracco.
Cuando en 1861 se proclamó el Reino de Italia, Venezuela prontamente reconoció al nuevo país europeo y el 19 de junio de ese año suscribió el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación. En Caracas el Consulado de Italia estuvo a cargo del señor Giácomo Servadio caballero de la Orden de Santi Maurizio e Lazzaro (decreto real del 2 de agosto de 1863). Más tarde, en enero de 1863, respondiendo a la afluencia de los inmigrantes italianos hacia el oriente del país, el Reino de Italia creó una Delegación Consular en Carúpano a cargo del señor José Figallo.
Segunda parte. Sección primera
Los italianos según las estadísticas decimonónicas
En el siglo XIX los primeros italianos arribaron a esta Tierra de Gracia hacia 1814, es decir, antes de la existencia de las relaciones bilaterales. Los italianos que vinieron antes de la unificación política de la península itálica (1870) no viajaron buscando mejores condiciones materiales de vida, eran exilados o prófugos políticos, algunos miembros de familias renombradas o pudientes, amantes de la paz y la libertad, que se unieron al Ejército republicano patriota como voluntarios y participaron en la Guerra de Independencia.
Las estadísticas de inmigración en Venezuela durante la centuria decimonónica fueron deficientes y poco frecuentes. Casi no hay datos de la población total extranjera porque solo se registraban como inmigrantes a quienes ingresaban de acuerdo con las leyes de inmigración entonces vigentes.
No obstante, puedo señalar que aunque la inmigración italiana decimonónica fue pequeña tuvo un gran valor. Contribuyó con la Guerra de Independencia e influyó en el desarrollo de la agricultura −en especial, en el cultivo del café en los Andes−, la ganadería, la cartografía, el comercio, la industria (fábricas de pastas, marmolerías y tenerías), la innovación tecnológica, la educación, la ingeniería civil y de fortificaciones, la medicina y la astronomía.
Los datos existentes indican que entre 1831 y 1857 ingresaron en el país 12 610 inmigrantes de los cuales solo tres fueron identificados como italianos, lo que no quiere decir que no hubiese otros italianos residiendo en el país. De hecho, la profesora Marisa Vannini identificó a 51 italianos que se nacionalizaron entre 1830 y 18513.
El censo de 1881, que fue el primero en señalar las nacionalidades de los inmigrantes residentes en el país, registró a 3237 italianos viviendo en el territorio nacional. Según las estadísticas recopiladas por Manuel Landaeta Rosales (1963) entre 1874 y 1888 entraron a Venezuela 26 090 inmigrantes; en su mayoría españoles, 2764 italianos y 1806 corsos. Por otra parte, según el censo de 1891 la población total de Venezuela era de 2 323 527 habitantes y para ese entonces residían en el país 42 845 extranjeros, y de ellos 3011 tenían la nacionalidad italiana.
La mayoría de los italianos que emigraron a Venezuela en este siglo vinieron después de 1870 gracias a las políticas favorables a la inmigración del entonces presidente Antonio Guzmán Blanco (1829-1899). El 85 % de los inmigrantes italianos fueron agricultores que principalmente se asentaron en los estados andinos de Mérida, Táchira y Trujillo, la región sur oriental y varias zonas montañosas del territorio nacional. Aunque esta inmigración fue marginal comparada con la inmigración italiana a Argentina o Estados Unidos, los «inmigrantes italianos marcaron una importante huella en el desarrollo de la economía agrícola del occidente del país»4.
La participación italiana en la Guerra de Independencia
De los patriotas italianos que participaron en la Guerra de Independencia estuvieron en la Expedición de Los Cayos (1816): el teniente coronel de ingenieros Passoni, el teniente coronel Manfredo Berzolari o Bertolazi, el capitán Ayudante Mayor Perrego, el teniente Carlo Luigi Castelli quien había sido un oficial en el ejército napoleónico y el comisario de Guerra del ejército patriota en Angostura Giovanni Battista Della Costa (Verona 1791- Génova 1869). Este último donó parte de su fortuna a la lucha independentista y más tarde se casó con Isabel Soublette Jerez Aristeguieta, hermana del general Carlos Soublette. Della Costa prontamente dejó las armas y se dedicó al comercio en Guayana convirtiéndose en un comerciante muy exitoso.
Entre los otros voluntarios italianos que se destacaron durante la Guerra de Independencia figuran: el genovés teniente de fragata Alfonzo José Caminati (f. Maracaibo, 1854) quien participó con la escuadra naval patriota en las campañas del Magdalena (1820) y del Zulia (1823); el napolitano coronel Gaetano Cestari quien fue encargado por el general Simón Bolívar de la redacción del «Diario de Operaciones del Ejército Libertador» y, luego, comisionado del general Antonio José de Sucre para dirigir varias acciones militares estratégicas disuasivas que facilitaron el triunfo patriota en la Batalla de Pichincha (1822), y el ya mencionado piamontés Carlo Luigi Castelli (San Sebastiano da Po, Turín 1790 – Caracas 1860) que participó en numerosas batallas durante la lucha independentista, incluida la Batalla de Carabobo (1821) en donde fue el segundo comandante del Batallón Bravos de Apure. El 22 de marzo de 1849 recibió el grado de general de división y en 1851 fue nombrado ministro de Guerra y de la Marina de Venezuela, un cargo que llegó a ocupar en tres ocasiones. Carlo Luigi Castelli falleció el 8 de febrero de 1860 y desde 1876 su cuerpo reposa en el Panteón Nacional.
El general Castelli
Me extenderé en algunos detalles de nuestro prócer italovenezolano general Carlos Luis Castelli debido a su relación con la historia de la inmigración italiana a Venezuela. Para empezar quiero apuntar que me causó mucha extrañeza leer en su perfil biográfico en el Diccionario de Historia de Venezuela (DHV) de la Fundación Polar que Castelli había obtenido la nacionalidad venezolana en 1850.
¿Cómo es posible −me pregunté− que un soldado italiano que vino en 1816 en la Expedición de Los Cayos para participar en la Guerra de Independencia recibió la nacionalidad venezolana 34 años después?
Así que dediqué un tiempo a investigar este asunto. Me costaba mucho entender dicha afirmación porque había leído una solicitud del 17 de febrero de 1843 de Castelli ante la Cámara del Senado del Congreso de la República −en el periódico El Promotor; lunes, 26 de febrero de 1844, No. 45, p. 403− para ejercer como cónsul de Cerdeña en Venezuela en donde se expresaba en los siguientes términos [preservo la ortografía original]:
«Se dió cuenta de una solicitud del Sr. Federico Brand, en que á nombre del Sr. Coronel Cárlos Castelli, que reside en Génova, pide al Congreso el permiso necesario para que sin renuncia de sus grados, ni los derechos de ciudadano de Venezuela, pueda aceptar la comision del Rei de Cerdeña para entrar en tratados con esta República y ejercer en ella el Consulado de aquella nación».
Su petición fue aprobada por el Senado el 5 de marzo de 1845.
La respuesta a mi interrogante la encontré en el libro La Constitución de 1830 y los venezolanos por naturalización (trabajo de incorporación a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales del doctor Gonzalo Parra-Aranguren, UCV, 1966: 177-178).
Ocurre que en la Sesión del Consejo de Gobierno correspondiente al 6 de agosto de 1850, «el Consejero Secretario, doctor Blas Bruzual, manifestó duda acerca de si el señor General Carlos Castelli, nombrado Secretario de Guerra y Marina, era o no venezolano por naturalización».
Se decide entonces consultarle a la Secretaría de Interior y Justicia sobre la nacionalidad del general Carlos Castelli. Voy a transcribir la respuesta emitida el 8 de agosto de 1850 por la Sección Primera de la Secretaría porque ella, además de dar razón sobre el asunto inquirido, es un apretado resumen de la hoja de servicios del general Castelli. El informe dice así:
Resulta de este expediente que el señor General Carlos Castelli, como uno de los extranjeros que vinieron a tomar parte y tomaron en efecto en la guerra de la Independencia de Venezuela, fue condecorado desde luego como venezolano por naturalización, pues en el año 1818 al expedírsele el Despacho de Capitán de Granaderos de la Guardia se le titula ciudadano, que después en Colombia se le consideró también colombiano y en tal concepto se le dieron no sólo en la milicia los demás grados hasta el de General de Brigada…
… y se le nombró para diferentes empleos civiles y de Hacienda como el de Tesorero Administrador de la Aduana de Maracaibo, Intendente del Departamento del Zulia, Gobernador y Comandante de Armas de la Provincia de Coro, etc.; que separada Venezuela de Colombia continuó considerándose al expresado señor General Castelli como venezolano naturalizado en pleno goce de los derechos de tal pues en esta virtud ha sido nombrado Gobernador de las Provincias de Maracaibo y Carabobo, Comandante de Armas en la de Caracas, General de División, y por último dos veces Secretario de Estado en los Despachos de Guerra y Marina: que el mismo Congreso de la República, habiendo solicitado el señor General Castelli como venezolano permiso para desempeñar un Consulado extranjero, se lo concedió como a tal venezolano y que desde el año de 1816 en que vino a defender y sostener (?) [sic] nuestra Independencia ha disfrutado de los derechos de venezolano y ha sido tenido y reputado como tal sin que nadie le disputara semejante carácter y sin que para ello haya necesitado una declaración especial.
Entonces, como diríamos hoy día «para curarse en salud», el presidente de la República general José Tadeo Monagas mediante un acto del Poder Ejecutivo emitió una Carta de Naturalización para su secretario de Guerra y Marina, el general Castelli, el 12 agosto de 1850 como lo exigía la Ley del 27 de mayo de 1844 sobre naturalización de extranjeros. Nosotros, sin embargo, debemos estar claro, Carlo Luigi Castelli era venezolano desde hacía ya mucho tiempo. Su hoja de servicio es más extensa, para mayores detalles sugiero leer la entrada en el DHV5.
Castelli y el naufragio de L’Italia
El 20 de abril de 1841 el entonces coronel Carlos Luis Castelli solicitó un licencia de dieciocho meses al gobierno de la segunda presidencia (1839-1843) del general José Antonio Páez para ausentarse del país y viajar a Italia para explorar vías para traer inmigrantes a Venezuela. De paso, aprovechó su estadía en Italia para casarse en Turín, el 27 de junio de 1842, con su prima Paola Emilia Sacchero Castelli, hija del cirujano piamontés Giaccinto Sacchero y de su tía Giuseppina Castelli.
Pasado un tiempo, hacia finales de 1842, organizó su regreso a Venezuela. De acuerdo con sus planes, vendría en el bergantín L’Italia (321,78 toneladas), a veces también llamado Bella Italia, junto con unos 300 campesinos y artesanos italianos que esperaban en el puerto de Civitavecchia, una ciudad costera al noroeste de Roma, para ser transportados a La Guaira y Puerto Cabello. El navío capitaneado por Giovanni Carlo Bacigalupo (coproprietario de L’Italia) lo había fletado Castelli por 26 000 liras nuevas del Piamonte con la empresa Francesco Fontana & Figli.
El 10 de noviembre de 1842 el L’Italia partió del puerto de Génova con 28 personas a bordo (14 tripulantes y 14 pasajeros) incluyendo a Castelli, su esposa, el profesor Domenico Milano y el agrimensor Giuseppe Vercellotti. Pocas horas después, en la tarde del día 11, encalló y fue arrastrado por las corrientes de la costa de Vada hasta las cercanías de Livorno, donde se hundió. Nadie murió, pero Castelli perdió todo su dinero −los 4000 pesos adelantados por el gobierno y la totalidad de los beneficios de los pasajes que los campesinos y artesanos habían cancelado− y los documentos que llevaba consigo como su licencia de nombramiento como cónsul de Cerdeña en Caracas, las instrucciones manuscritas del gobierno sardo y las cartas para el presidente de la República de Venezuela y el ministro de Asuntos Exteriores.
Ante esta catástrofe el coronel Castelli abandonó la empresa de traer inmigrantes italianos a Venezuela6 y en una carta dirigida al ministro de Venezuela en Londres, Dr. Alejo Fortique González (Valencia, Provincia de Venezuela 1797 − Londres, Inglaterra 1845) notificó al gobierno nacional de los hechos sucedidos7.
Génova y noviembre 26 de 1842.
Exmo. Señor:
Por el certificado del Cónsul General Sardo en Toscana que tengo el honor de incluir a V.E. verá el desgraciado suceso de la empresa que había conseguido realizar conduciendo a La Guaira y Puerto Cabello más de 300 emigrantes italianos a pesar de que ya por la oposición de los Gobiernos, ya por los malos tiempos habidos en el mes de septiembre último no había podido realizarla antes.
Por varios avisos míos el Gobierno de Venezuela conoce estos nuevos míos esfuerzos y aguardaba esta emigración, más por este naufragio no tan solo me veo en la necesidad de abandonar los pasajeros habiéndose perdido todo con los víveres de más de 300 personas para 90 días, sino que me hallo embarazado para volver a emprender el viaje para Caracas con mi familia habiendo apenas salvado algunos baúles de grandes cantidades de efectos que había embarcado. En tal situación ruego a V.E. de tener la bondad de trasmitir al Secretario del Interior de Venezuela esta triste noticia, para que no se aguarden más estos emigrantes juntamente con el certificado que acompaño, para que si no lo hubiese hecho antes mande retirar los cuatro mil pesos que se me habían facilitado por la Tesorería General; los que dejé depositados en la casa de comercio Rivas y Brandt; y que se me tengan las consideraciones debidas a tamaño infortunio.
Con todo esto yo no ceso de animar la emigración porque no faltan empresarios que quieran hacer los gastos si tuvieran alguna certidumbre de que el Gobierno de Venezuela los recibiría en los mismos términos que había contratado conmigo, de lo cual yo no tengo duda alguna, puesto que para animarse me había adelantado 4.000 pesos y ahora no habría adelanto alguno. Aunque mi mujer no ha sufrido mucho por el naufragio, no estimo prudente de volvernos a exponer hasta la primavera y parto en calidad de Cónsul Sardo a Caracas.
Dispense V.E. esta molestia y la más alta consideración y profundo respeto tengo el honor suscribirme de V.E. humildísimo y obediente servidor.
Carlos L. Castelli
En realidad Castelli se vio forzado a permanecer en Génova para resolver los problemas legales y financieros causados por el naufragio del L’Italia; el caso fue a dar a las cortes de Génova8.
Pero no todo fue pérdida. Aunque su proyecto de inmigración fracasó, uno de los náufragos el profesor piamontés de Física y Agricultura Domenico Milano (1810-1853), que era un gran viajero interesado en conocer sociedades diferentes a la suya, la botánica y el manejo agrícola de los campos, logró venir a Caracas a principios de 1843 en donde se desempeñó como profesor de Dibujo lineal en la Escuela Normal Primaria de Caracas, de Dibujo topográfico en el Colegio de la Independencia de Feliciano Montenegro Colón (1781-1853) y de una clase de agricultura, «cuyas lecciones se extenderán a los ramos de pastoría y veterinaria», creada por la Diputación Provincial de Caracas el 9 de diciembre de 1843. Su caso será considerado en la tercera sección de la Parte II cuando presente los aportes de los italianos a la agricultura y la medicina. Pero si la curiosidad te anima a saber más sobre este personaje, puedes mirar aquí.
Carlos Luis Castelli regresó al país el 24 de octubre de 1846; el 29 de octubre fue recibido por el presidente de la República, el general Carlos Soublette; y el 2 de noviembre recibió el exequatur como cónsul de Cerdeña.
En la segunda sección trataré los aportes de los italianos en el siglo XIX a la ciencia y la técnica —astronomía, cartografía e ingeniería—, la innovación tecnológica, la industria y el comercio en Venezuela.
Notas:
(1) Tomado de Calcaño, Julio: Parnaso venezolano. Colección de poesías de autores venezolanos, Tomo I, Caracas: Tipografía de “El Cojo”, 1892, p. 325.
(2) Véase la sección Carloluigi Castelli, un ambasciatore piemontese in Venezuela (pp. 168-170) en Lavarino, Luca (2020). La politica ferroviaria intrapresa da Carlo Alberto: il Piemonte al centro del commercio internazionale, Torino: Fondazione Filippo Burzio.
(3) Véase: Vannini de Gerulewicz, Marisa: Italia y los italianos en la historia y en la cultura de Venezuela. Caracas: Oficina Central de Información, 1966.
(4) Véase: Rey González, Juan Carlos (2011). Huellas de la inmigración en Venezuela. Entre la historia general y las historias particulares, Caracas: Fundación Empresas Polar, p. 72.
(5) Bencomo Barrios, Héctor: «Castelli, Carlos Luis», Diccionario de Historia de Venezuela. Disponible aquí. Para profundizar aún más en la vida de Castelli, véase Vannini, Marisa (Ed.): Carlos Luis Castelli: Documentos. Vida y obra del general de división Carlos Luis Castelli, ilustre prócer de la independencia, Cámara de Comercio, Industria y Agricultura Venezolana-Italiana, 1988.
(6) Lavarino, Luca (2022). «Presenze liguri-piemontesi a Saint Thomas», Altreitalie. Rivista Internazionale di Studi sulle Migrazioni Italiane, No. 64, enero-junio, DOI:10.4000/altreitalie.278
(7) La carta fue tomada de Perazzo, Nicolás (1982). Historia de la Inmigración en Venezuela 1830-1850, Tomo I, Caracas: Ediciones del Congreso de la República, p. 142.
(8) Para saber más, véase la Nota 6 y: “Danni-interesi-Capitano-Armatore-Naufragio-Obbligazione-Indugio-Contravvenzione-Indennità-Prova testimoniale”, en Giurisprudenza dell’ ECCmo R. Senato di Genova, Vol. VIII, Anno 1845, Serie Terza, pp.174-208. El 18 de marzo de 1845 la firma comercial naviera Francesco Fontana & Figli ganó el litigio.
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Para leer la primera parte haga click acá.
José Álvarez-Cornett
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