La habitación para morir que le dio el León de Oro a Almodóvar

Tilda Swinton y Julianne Moore en la película La habitación de al lado (2024), de Pedro Almodóvar. Imagen de IMDB

07/11/2024

La plenitud del amor al prójimo
estriba simplemente en la capacidad de preguntar:
¿Cuál es tu tormento?
Simone Veil.

    Comprendí el sabor de la muerte.
Es amarga porque es renacimiento,
porque es miedo e incertidumbre ante una
aterradora renovación.
Hermann Hesse.

I

El primer largometraje de Pedro Almodóvar rodado en inglés, La habitación de al lado, adaptación de la novela Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez, ya ha recibido el León de Oro como mejor película en la edición 81 del Festival de cine de Venecia, donde fue estrenada, aunque no se trata de su mejor trabajo. En este atrevimiento -el director manchego postergó durante años filmar un largo en un idioma que no es el suyo- lo acompañan dos soberbias actrices que dan el mayor soporte al film. De nuevo, escogió a Tilda Swinton, con quien ya había trabajado en La voz humana -cortometraje de 2020-, para encarnar a Martha, ex-reportera de guerra, e invita a Julianne Moore, a convertirse en Ingrid, una exitosa novelista. Ambas mujeres se van reencontrar después de varios años sin verse, no para compartir juergas o amantes, como lo hicieron en su juventud, sino para transitar juntas el camino final elegido por Martha. El diagnóstico que recibe Martha la lleva a decidir morir dignamente y acompañada. Y es a Ingrid, a quien le aterra la muerte, a quien escoge tener cerca en ese último viaje. Almodóvar está afirmando enfáticamente su defensa a la eutanasia, esa libertad última posible para el ser humano. Pero también está haciendo una denuncia, “Nuestra sociedad está muriendo por la falta de empatía”: a Ingrid la tratan como a una delincuente luego de haber brindado la mayor ofrenda de amor a su amiga.

El tema de la muerte y las reflexiones que ocasiona en la protagonista de este film es el eje sobre el cual gira la historia, aunque ésta es, sobre todo, una historia de amor, de profunda amistad. Ante la inminencia de un final que no hubiera deseado todavía –“me he pasado la vida cuidándome, ¿y todo para qué?”-, Martha se adentra en el territorio donde sí puede escoger: cómo, dónde, cuándo y junto a quién va a morir. Las palabras de Hermann Hesse respecto al vivir humano reflejan nítidamente la postura de Martha: “Siempre he creído, y sigo creyendo, que sea cual sea la buena o mala fortuna que nos llegue, siempre podemos darle un significado y transformarla en algo de valor”. Eso precisamente fue lo que hizo esta mujer, que pasó buena parte de su vida adulta atestiguando y reportando la muerte de otros: reafirmar las opciones individuales, ejercer a fondo la amistad, y hacerlo con belleza. Se erige así en la heroína de su propia vida, en el sentido, nuevamente, planteado por Hesse: “Heroico” no es el ciudadano obediente y bien educado que cumple con sus obligaciones. Heroico sólo puede ser el individuo que ha convertido su propia voluntad -su preciosa y natural voluntad- en su destino”.

La proposición de Martha no es imposición, las dudas iniciales de Ingrid son aceptadas, y lo que va a ocurrir en la vida de ambas no es algo banal. Se trata del suicidio, el único problema filosófico verdaderamente serio, tal como lo presenta Albert Camus en la primera línea de su ensayo El mito de Sísifo. La total validez de la decisión de Martha, desprovista de cualquier impulsividad o desquiciamiento, es poco a poco comprendida por su amiga recién recuperada. Pensar, reflexionar, conversar con Ingrid sobre su muerte, -y, a veces, llorar por ello- pero también sobre su vida, es lo que más hace Martha en sus últimos días. Ingrid llega a comprender por qué es ella la escogida, y no la propia hija, para ser la última compañera. Martha reconoce haber pasado más tiempo siendo corresponsal de guerra que con la pequeña niña, y que no haberse atrevido a decirle quién era el padre hasta que esa hija llegó a la adolescencia. Por cierto, su cáncer –lo que la está matando- es del cuello uterino. Martha, en fin, decide no ser otro Sísifo arrastrando su enfermedad –o ser arrastrada por los dolorosos tratamientos que no le garantizan la sobrevivencia y que, más bien, la hacen sentirse como “un conejillo de indias”- y, en cambio, prefiere rodearse de belleza y de honestidad.

El director Pedro Almodóvar entre las actrices Julianne Moore y Tilda Swinton, durante el rodaje de La habitación de al lado (2024). Imagen de IMDB

II

Ver a Almodóvar filmar en Nueva York –sea en Manhattan o en Woodstock-, con protagonistas que hablan en inglés, se sientan en un pequeño parque a conversar o miran los rascacielos desde la ventana, recuerda a Woody Allen, quien sostuvo una larga e íntima relación con esa ciudad. ¿Dónde está su firma inconfundible? En varios aspectos. En su personalísimo uso del color. En una entrevista a Cahiers du cinema, dijo: “Cuando invento un personaje, lo veo como una madre ve a su hijo. Y elijo la ropa, colores, al igual que un pintor, para evocar una emoción. (…) En mis películas, los colores, ya sea paredes o ropa, todos tienen para mí un significado dramático preciso”. Su inminente muerte no evita que Martha use sweaters verde pistacho –de los colores más usados por Almodóvar-, o batas fucsias ni que Ingrid deje de usar azules o morados ni que ambas dejen de pintar sus labios de rojo (“el rojo coral es irresistible en los labios de una mujer”, ha dicho este director español sobre uno de los colores más protagónicos en su filmografía), pero roja también es la puerta de la habitación donde la protagonista elegirá el momento final: “Dormiré con la puerta de mi habitación abierta; el día que la veas cerrada, ya habrá pasado”, le dice a Ingrid. Tampoco están ausentes los colores de las flores que acompañan a Martha en la habitación del hospital, en su casa en Manhattan o en la que alquila en Woodstock, en contraste con la tristeza y el dolor de la enfermedad. Los colores primarios y rotundos en el último trabajo del director español más internacional, devienen reafirmación de la vida y de la libertad.

Otro rasgo almodoviano está, sin duda, en el uso reiterado de los primeros planos: las expresiones de cada mujer, mientras dialogan –aunque a menudo Ingrid solo escucha atentamente los monólogos de su amiga- son enfatizadas por la cámara captando cada gesto, cada aliento. Y es allí precisamente donde el sello de este director está ciertamente presente, pero no del todo logrado. Las conversaciones que vemos en primerísimos planos a ratos lucen forzadas, excesivas. También el lenguaje. No es lo mismo ver a Penélope Cruz o a Carmen Maura hablando destempladamente, que a Tilda Swinton excesivamente oral. Hizo falta silencio. Martha ya ni siquiera quiere escuchar música. La banda sonora que ahora prefiere, que tolera, mientras se prepara para partir es simplemente el canto de los pájaros. La mujer que va a morir cuando así lo decida, quiso hacerlo retirándose de los lugares habituales, conocidos, y trasladarse, en cambio, a una casa nunca antes visitada, en medio de la naturaleza, para dar el salto, vestida de amarillo y con la boca muy roja, pero no en una habitación sino a plena luz.

He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.
Alejandra Pizarnik.

 

Ficha Técnica

  • Título original: The Room Next Door
  • Dirección: Pedro Almodóvar
  • Guion: Pedro Almodóvar
  • Novela: Sigrid Nunez
  • Reparto: Tilda Swinton, Julianne Moore, John Turturro, Alessandro Nivola, Juan Diego Botto, Raúl Arévalo, Melina Matthews, Vicky Luengo
  • Fotografía: Eduard Grau
  • Música: Alberto Iglesias
  • Año: 2024
  • País: España
  • Género: Drama
  • Duración: 106 min


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