Petróleo

La espiral de la muerte de PDVSA

Refinería El Palito. Fotografía de PDVSA

12/12/2017

Petróleos de Venezuela (PDVSA) y la industria petrolera venezolana parecen haber entrado en la espiral de la muerte. La producción de petróleo del país ha caído vertiginosamente en los últimos años, llegando a menos de 2 millones de barriles diarios (MMBD), niveles inéditos en casi treinta años. Tanto en el 2016 como en el 2017, la producción ha caído en alrededor de 300 mil de barriles diarios (MBD) por año. El colapso es de casi 30% en el último trienio.

Las exportaciones, que habían caído más lentamente que la producción, debido a que el colapso del consumo interno lo había permitido, han caído a 1.4 MMBD, su mínimo desde el paro de 2003. Las exportaciones a Estados Unidos, la principal fuente de flujo de caja de PDVSA, cayeron por debajo de 500 MBD en noviembre. Alrededor de la mitad de las exportaciones están comprometidas para pagar deuda con China y Rusia, así como con otros países y socios en las empresas mixtas, y unos 50 MBD siguen comprometidos para los subsidios a Cuba (que se han reducido a la mitad).

Es difícil que el consumo interno se siga contrayendo tan rápidamente como lo hizo en 2013-2017, cuando se redujo en más de 300 MBD (casi 40%), dado que la gasolina es prácticamente gratuita, incentivando al consumo, y al contrabando de extracción, que se mantendrá. Por tanto, el excedente exportable, y en particular aquel que genera flujo de caja para PDVSA, seguirán cayendo en 2018.

Si cae en 250 MBD, constituiría alrededor de un tercio de los barriles que generan flujo de caja. El colapso del flujo de caja impide que se realicen las inversiones necesarias para mantener la producción y para pagar las deudas con empresas de servicio y proveedores. La caída de inversión en producción es notable, el número de taladros de perforación activos, que rondaba los 70 hasta 2016, ha caído a 40 en 2017. La creciente ineficiencia tampoco ayuda. El tiempo de perforación de pozos se ha duplicado. Los robos de equipos y la inseguridad también contribuyen al descalabro.

Las sanciones financieras de Estados Unidos y la situación de default técnico de PDVSA hacen mucho más difícil que los socios inviertan en las empresas mixtas. Hasta ahora estas habían evitado un trastorno aún mayor de la producción, pasando de ser un tercio a más de la mitad del total. Pero cada vez luce más difícil que su producción se sostenga. Las sanciones y el default también dificultan que se importe el diluente necesario para exportar el crudo de la Faja del Orinoco, o que se pueda exportar crudo al mercado norteamericano.

En medio de esta catástrofe, el presidente Maduro despidió a su ministro de energía, así como al presidente de PDVSA, quienes luego fueron acusados de corrupción. Asimismo, designó a un inexperto general de la Guardia Nacional Bolivariana en ambos cargos. Hoy, PDVSA no parece contar en su alto tren gerencial con personas con la experticia necesaria para salir del atolladero.

Si bien se anuncian planes de reestructuración de la empresa y de recuperación de la producción, así como la intención de atraer inversión extranjera al sector, no parece haber ni la capacidad ni la disposición para tomar las decisiones necesarias para lograrlo.

En este escenario, solo el importante incremento del precio del petróleo ofrece una esperanza de mejoría de la situación. Pero dada la caída estrepitosa de los barriles que generan caja, solo un incremento sustancial y sostenido del precio podría ayudar a una recuperación en el mediano plazo. Trágicamente, en un país en hiperinflación y con una contracción dramática del consumo, la espiral de la muerte es mucho más que una metáfora.


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