Perspectivas

La escena del crimen

29/07/2023

Sitio arqueológico de Largo de Torre Argentina, Roma. Foto cortesía de COPE.

Hace pocos días fue abierto al público el lugar donde ocurrió el más célebre magnicidio de la historia. Se trata de la zona arqueológica del Largo di Torre Argentina, un lugar transitadísimo en el caótico centro de Roma, donde el 15 de marzo del año 44 a.C. (los famosos idus de marzo) cayó cosido a puñaladas –dicen que 23, nada menos– César, a manos de un grupo de conjurados. Allí, junto al Campo de Marte, quedaba la Curia y el Teatro de Pompeyo, donde el senado romano celebraba sus sesiones, pero también otros templos importantes de la Roma republicana.

Ya en los años veinte del siglo pasado la zona de la Torre Argentina fue objeto de las primeras excavaciones. En 1926 se comenzó a construir una gran plaza muy al gusto del fascismo italiano, pero, lo que suele pasar cada vez que se intenta cualquier construcción en el centro de Roma, tan solo hacer las demoliciones iniciales emergieron las primeras ruinas. Poco después Mussolini, obsesionado por restaurar la grandeza romana, inició las primeras excavaciones arqueológicas, deseando hallar el lugar exacto donde había caído César aunque sin éxito. Aparecieron, sí, cuatro templos de época republicana, que se remontan a los siglos III y II a.C., también los cimientos de la Curia de Pompeyo, lugar del famoso crimen, así como la entrada del gran Teatro de Pompeyo.

El más antiguo de esos templos probablemente estaba dedicado a la diosa Feronia, protectora de los bosques y las florestas, cuyo culto fue introducido en Roma después de la conquista de los Sabinos en el año 290 a.C. Se cree que otro de los templos estaba consagrado a la ninfa Juturna, que según la leyenda fue seducida y después inmortalizada por Júpiter, y que protege las aguas y los manantiales. Los otros dos estaban consagrados, uno a los Lares Permarini, que protegían a los romanos cuando se iban de viaje, y el otro a la diosa Fortuna. Es claro que cultos tan antiguos y autóctonos debían remontarse a la época republicana, antes de la expansión y la conversión de Roma en imperio.

En la república romana, una curia era un edificio destinado a las reuniones del senado. Se trataba de una estructura semicircular con gradas de piedra para los asientos de los senadores, una exedra tal y como lo eran desde Grecia. La Curia Pompeia había sido mandada a construir por Cneo Pompeyo Magno, el general y cónsul de la república que comandó las tropas leales al senado durante la primera guerra civil y formó parte del primer triunvirato junto con Marco Licinio Craso y Julio César. La curia, junto con el teatro, formaba parte de un imponente complejo que no tenía otra función que la de servir de propaganda política conmemorando los logros militares de Pompeyo, algo que imitarían después los futuros emperadores haciendo construir sus propios foros imperiales.

La Curia de Pompeyo era más bien pequeña. Existían otras dos curiae: la Curia Cornelia, la más grande y antigua de todas situada en pleno Foro, y la Curia Iulia, mandada a construir por el propio César y terminada por Augusto después de la muerte de aquél. Sin embargo, en tiempos de César el senado seguía reuniéndose en la Curia Pompeia, la cual estaba unida directamente al teatro a través de un pórtico. En el año 55 a.C. Pompeyo inauguró el complejo con toda la pompa. Para el momento, el teatro sería el mayor de todos los existentes en la ciudad. Incluía un templo, un pulpitum o escenario y una gran cavea para albergar a los espectadores. A su lado se abría un quadriporticus que rodeaba un gran jardín y albergaba la colección de arte y la biblioteca privada de Pompeyo.

La tarde del 15 de marzo del año 44 a.C. César se presentó en la Curia de Pompeyo, convocado para una reunión en el senado. Supuestamente los conjurados deseaban hacerle un conjunto de peticiones, pero sabemos que sus verdaderas intenciones eran otras. Cuenta la tradición que César había sido advertido por ciertos presagios, y que a las puertas del senado un adivino ciego de nombre Aemenón le había repetido: Caesar, cavete Idus Martiae, (“César, cuídate de los idus de marzo”). César lo miró y le dijo: Idus Martii iam venerunt (“los idus de marzo ya han llegado”), a lo que el adivino respondió: Ita, Caesar, at non sunt factum (“así es, César, pero no han terminado”). Cuando estaba justo bajo la estatua de Pompeyo, César fue rodeado y apuñalado por un grupo de senadores, Tilio Cimbro y Servilio Casca fueron los primeros, pero la puñalada que más le dolió fue la de su hijastro y lugarteniente, Marco Junio Bruto. Kaì esoú, téknon, “¿tú también, hijo?”, le dijo en griego y cayó tapándose la cara, según cuentan Eutropio y Suetonio.

En el año 2019 un equipo hispano-italiano dirigido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) anunció haber encontrado la losa de hormigón colocada por Augusto para marcar el punto exacto donde había caído César. Según los arqueólogos, y contradiciendo en parte a las fuentes históricas, César fue apuñalado sentado al fondo de la curia, mientras presidía la reunión del senado. Trató de huir y pedir ayuda, pero cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, según dicen resbalando en su propia sangre. Allí murió desangrado. 

La muerte de César marcó el inicio del proceso por el que Roma pasó de ser una república a ser un imperio, extendiéndose por toda Europa y parte de Asia y África. Lejos de restablecerse la legalidad republicana, después del magnicidio Roma se sumió en una nueva y sangrienta guerra civil, esta vez entre el hijo adoptivo y heredero de César, Augusto, y Marco Antonio, quien terminó suicidándose después de la derrota de Accio. Augusto se quedó con el poder absoluto y se convirtió en el primer emperador de Roma. 

En cuanto al Teatro de Pompeyo, éste se mantuvo en pie por casi seiscientos años, hasta el siglo V de nuestra era. No así la curia. A la muerte de César, Augusto hizo tapiar el nefasto lugar donde cayó su padre adoptivo con una losa de concreto de tres metros de alto por dos de ancho, “para que no pudiera ver nunca más la luz”. Se trata de la misma losa que encontraron los arqueólogos del CSIC. Algunas fuentes dicen que el edificio fue incendiado, y otras que fue convertido en capilla, pero Suetonio y Dion Casio afirman que después se construyeron allí unas letrinas públicas.

El mismo año 2019, la casa joyera Bulgari firmó un convenio con el Ayuntamiento de Roma a fin de restaurar algunos de los monumentos de la ciudad. El convenio, que supuso un desembolso de 980.000 euros, contemplaba la restauración de los famosos escalones de la Plaza de España, pero también el acondicionamiento del sitio arqueológico de Torre Argentina. La apertura del yacimiento ocurría pocas semanas después de la inauguración del Bulgari Hotel Roma. Se trata de un lujoso hotel de cinco estrellas con vistas al Mausoleo de Augusto y el Ara Pacis, construido por Bulgari en el centro de la ciudad. Sus habitaciones sencillas cuestan 2.000 euros la noche y 38.000 la suite principal. No es la primera ni la última vez que la Superintendencia de Bienes Culturales del ayuntamiento romano hace este tipo de negocios. En el 2014 la casa de moda Fendi se encargó de la restauración de la Fontana de Trevi y en 2021 Tod’s asumió la renovación del Coliseo.

Ahora, por cinco euros que vale la entrada, es posible acceder a un lugar que tiene mucho que ver con lo que hoy somos y con nuestra forma de ver el mundo. El conjunto arqueológico de Torre Argentina permanece alumbrado de noche, y es posible acceder a él mediante un ascensor, recorriéndolo a través de unas pasarelas de madera aptas para sillas de ruedas y cochecitos de bebé. El conjunto consta de dos salas de exposición donde se muestran sarcófagos, fragmentos epigráficos y dos cabezas de estatuas de tamaño monumental que pertenecían a los templos. También las personas con visión reducida cuentan con paneles táctiles. Incluso los gatos, que están protegidos por las leyes italianas, cuentan con áreas especialmente delimitadas.


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